Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 15 de agosto de 2012

Extrañeza



Hay etapas en la vida en que todos los rostros que vemos son extraños. Incluso el de uno mismo lo es en gran parte, porque esa imagen que nos devuelve el espejo no es del todo reconocible. Hay algo nuevo en ella, algo que antes no estaba y que aún no atinamos a definir, pero que en cualquier caso nos resulta, efectivamente, extraño.
Intentando salir de esta rara situación, miramos al pasado buscando un asidero, algún recuerdo que nos identifique y nos sitúe. Pero, curiosamente, también vemos ese pasado, aquello que vivimos, como algo diferente a lo que creíamos recordar, como algo terminado, sin vida ya. Incluso llegamos a sentir el frío de que aquello que almacena nuestra memoria parece tratarse de la historia de otro, no de la nuestra propia. Y dudamos de si alguna vez tuvimos alguna historia...
Todos, todos los rostros son extraños. Los hay amables y no amables, simpáticos o desagradables, sonrientes u oscuros... Pero todos ellos son extraños, y cuando nos miran y los miramos no sentimos ninguna relación emocional con ellos. Son como los rostros de seres de otros mundos. Mundos que escapan a nuestra capacidad de entrada, separados de nuestra realidad por millones de kilómetros.
En una etapa como ésta, si uno sigue teniendo la fuerza y el deseo de continuar, la sensación es como empezar desde cero. Nada hay ya en el ayer, nada que tenga vigencia en el hoy, y el mañana es algo tan incierto como un estrecho camino entre la niebla.
Lógicamente, la tristeza es el sentimiento que más nos ataca en estos momentos. Pero a la tristeza la vemos como un sentimiento inútil e ineficaz. ¿De qué nos sirve estar tristes, dejarnos invadir por esa sombra que nos muerde por dentro? Lo único que vemos en ella es que viene a hundirnos aún más, quizás definitivamente. Así que, a un lado la tristeza, fuera con ella. Tirémosla al río, como la tela rota que es.

Ayer por la noche tuve el placer de escuchar en vivo, en una iglesia, la Partita nº 3, de Bach. El piano sonaba soberbio y brillante entre las viejas paredes de piedra. Cerré los ojos, y mientras escuchaba atentamente las filigranas de esa música encantada, me veía a mí mismo como una figura lejana, perdida en algún túnel del tiempo, que a pesar de todo intentaba recuperarse y reconocerse a través de la música.
Quizá haya caminos para disolver esa extrañeza, caminos de regreso o caminos nuevos. Mis ojos miran, intentando encontrar...


Antonio H. Martín

(15 de agosto, 2012)



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música: Partita nº 3 en la menor
autor: Johann Sebastian Bach
piano: Ilya Yakushev
imagen: "abandonada a la luz del amanecer" (de BIG)

4 comentarios:

  1. Yo he tenido esa sensación de la que hablas en alguna ocasión, en la que ni siquiera te reconoces a ti misma frente al espejo.
    Recordar, yo siempre digo, que es vivir dos veces; aunque sea triste unas y otras alegre.
    La depresión y la tristeza son las primas feas de la Alegría y a nadie nos gusta tenerlas en nuestra fiesta.

    Un abrazo muy grande,

    María Eva.

    P.d. La música en una iglesia, la acústica sería genial!!!

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  2. De acuerdo en todo, María Eva.
    Pero de lo que hablaba con respecto al pasado es de la extrañeza, es decir, de cuando se mira a ese pasado, sea triste o alegre, como si miráramos algo que no tiene que ver ya con nosotros.
    No es exactamente así, porque ese es nuestro pasado, nuestros recuerdos, pero algo se ha perdido por el camino y no nos reconocemos ya en él.

    La música de Bach sonó perfecta, sí. Aunque sólo era un piano, sus notas llenaron cada rincón, y a mí me llenaron de sentimiento.

    Un abrazo.

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  3. En algun momento de la vida los seres humanos no tienen la sutileza, las palabras o esos sonidos articulados necesarios para definir un claro juicio sobre si mismo. El hombre evoluciona y deja de ser "si mismo" cada instante, comparado al segundo anterior al que se encuentra su presente realidad....

    Muy buena tu publicación Antonio H. Martín

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  4. Es por eso que hay que estar siempre despierto, Adrian.
    Porque la inconsciencia y la insensibilidad nos atacan continuamente.

    Gracias por tu comentario. Un saludo.

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