(para Almudena)
¿Me equivoqué contigo?
No, supe desde el principio quién eras y cuál era tu mundo...
No fue ese mi error.
Me equivoqué conmigo y mi poder. Medí mal mis fuerzas.
Creí que mi vida tenía bastante magia para transformarte,
para sacar la miel de tu alma,
para encontrar tu jardín secreto y convertirte
en mi hada amiga.
Pero no, la voz del tiempo me dice que no es así y nunca lo será.
Los años me cuentan que sigues perteneciendo a tu mundo
de antes y de siempre.
Mi magia no ha sido lo bastante fuerte,
y nunca iremos por ningún camino besando la lluvia,
ni abrazando estrellas.
La luna no nos encontrará, juntos, en ninguna parte.
Y ningún sueño se fijará en nosotros.
Sí, lo reconozco hoy, entre canas y achaques,
entre nieblas de desierto y ruidos grises
de un mundo incomprensible y absurdo.
Hoy reconozco que no supe encontrar esa miel,
y que tu alma sigue siendo extraña para mí.
No escucho tu voz ni veo tu mirada.
Sólo una figura de sombra que se cruza
conmigo en el pasillo, un saludo apagado,
una sonrisa vacía,
un "hasta luego" que no sé a qué sabe.
Me equivoqué, sí, con mi magia,
medí mal mis fuerzas.
Pero es que entonces era joven,
y bebía estrellas.
Hoy sólo vino, este líquido rojo que mancha
mis venas y me crea sueños de olvido.
Hoy ya sé que todo fue en vano, que no hay futuro,
pero también te digo que no me arrepiento
de nada.
Aquella huida hacia el horizonte,
aquella loca noche de fuego y estrellas,
cuando escapamos hacia el mañana
y la luna nos guardaba las espaldas...
Eso no lo ha roto el tiempo.
Forma parte de mi sueño, de mi intento,
de mi magia.
Hoy es esto: lo gris, el silencio, la sombra.
Pero no me importa, no estoy triste.
Los soñadores vamos cazando sueños por la vida,
y sabemos bien que todos los sueños tienen alas.
Como mucho llegamos a coger alguna pluma,
y nada más.
Con eso seguimos viviendo.
Nos conformamos con poco, siempre que eso
sea la pluma de un sueño.
Me equivoqué con mi mirada,
con la fuerza de mis brazos, con el eco
de mi voz.
Pero no erré en mi deseo, en mi intención,
en mi esfuerzo de encontrar tu miel
y rozar la estrella.
Ahora es noche oscura, no se ven luna
ni estrellas,
y el agua del río está fría.
Seguiré con mi barca a pesar de todo,
porque mi destino es navegar.
Ya sabré a dónde me lleva.
En algún momento, el viento moverá las nubes,
y entonces podré ver a la luna sobre el agua,
brillando como una copa blanca.
En ella saciaré mi sed.
Porque en esa copa está la miel
de todos los sueños.
Antonio H. Martín
(11 de julio, 2009)