Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







domingo, 7 de agosto de 2016

Nevermore... Forever




    Recordó el viejo Daniel, en una noche de agosto con estrellas y una preciosa luna en cuarto creciente, movido por los caprichosos aires de la memoria, aquel relato de Edgar Allan Poe en el que se repetía la palabra —como un grito desesperado— de "Nevermore! Nevermore!"... O sea, el famoso poema de El cuervo, con el que quizá se sintió identificado en otro tiempo.
    Hoy, sin embargo, desde una cierta serenidad, pensó que le hubiese dicho al amigo Poe que se quitara esa niebla de la cabeza y dejase que su corazón volara libremente. Y respecto al cuervo (a no ser que quisiese tenerlo como animal de compañía), le hubiera aconsejado que volviese a abrir la ventana para que se fuera con viento fresco y se llevara su oscura música a otra parte.
    A estas alturas de la vida, rayando los sesenta, ciertas nubes románticas habían quedado ya obsoletas. Habían caducado. Nubes pasajeras de un desvaído color azul, pálido y algo tristón, que, afortunadamente, ya no cubrían su cielo. 
    Así que aceptaba hoy ese oscuro "Nevermore" casi como si fuese una luz, un mágico y alegre rayo de luna entre las sombras. Como si fuera una buena música, de esas que te hacen sonreír y bailar, por fuera y por dentro.
    La verdad es que entre las raras estimaciones de un lobo estepario siempre tendrá mucho más valor un adiós que un hola. Porque un lobo de esa clase y con esa edad, más allá de un paisaje, de un árbol o una estrella, de algún buen libro o alguna buena música, aunque a primera vista pueda parecer lo contrario, ya prefiere no saludar a nadie.
    Porque ha llegado a la conclusión de que cualquier encuentro es ficticio, de que el río pasa sin cesar (cambiante y siempre nuevo), las sombras sólo son sombras, y los destellos sólo brillos fugaces que en seguida se traga la oscuridad. 
    Rica oscuridad, no obstante, metamórfica y brillante, porque en sus múltiples laberintos continúa latiendo la vida, que es lo único que verdaderamente importa.  

    Así que al buen amigo Poe le hubiese aconsejado, con la mejor intención, que intentase cambiar su patético Nevermore por un alegre, sereno y musical Forever... Por eso de que la vida sigue respirando a pesar de los laberintos y las sombras. Por eso de que la música y la magia continúan vivas, a pesar de cualquier muerte. 
    
    
Antonio H. Martín
(7 de agosto, 2016)