Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







sábado, 28 de febrero de 2009

Destellos en la noche




DESTELLOS EN LA NOCHE


    No, no se trata del título de una película... Esta es la segunda "respuesta a Cristal"; porque esta amiga, Cristalook, volvió hace unos días a dejar aquí un comentario de los suyos, desafiando las leyes de la gravedad y haciendo temblar los cimientos de la blogosfera. Y yo, profano y aprendiz, pero lleno de curiosidad ante cualquier brillo que se precie, me veo en la gustosa obligación de darle una respuesta.
Por si alguien no ha leído su texto, que apareció y sigue en la sección de comentarios de la primera "Respuesta", me permito reproducirlo aquí de nuevo casi íntegro, aparte de porque no tiene desperdicio, para que se vea claramente el sentido de este título. Porque, efectivamente, los destellos en la noche son de Cristal...

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    La cita, es en efecto del Tractat, y hace referencia –tal como dices- a ese tema tan recurrente en Hesse de la polaridad Naturaleza- Espíritu. Pero es que toda su álgebra simbólica, el agua, el Buda, el Teatro mágico, el río, los Inmortales, el Juego de abalorios, la idea de la Virgen o la Madre Universal, etc… está imbuida de esa dualidad. Va en busca –siempre y sólo en mi opinión- de una ética y de unos valores que armonicen lo espiritual con lo mundano. La mediocridad, o la trivialidad con la profundidad y lo auténtico. -A eso me refiero cuando digo que “aparentemente” deja poco margen...- pero en realidad, en esa lucha permanente está lejos del moralismo del Dios ha muerto de Nietzsche. Hesse, por el contrario, busca en el “otro” una complementaridad que nos falta. Hay un culto a la amistad subyacente en toda su obra… Una posibilidad de “salvación” que no veo en el amigo Friederich -Tú mismo citas un buen ejemplo con el Klingsor- Aunque también en toda su obra de una forma u otra siempre flota el fantasma del pesimismo y la muerte, planteada siempre en forma de suicidio… prácticamente en todos sus personajes. –es ahí donde le veo viajando del existencialismo al nihilismo- En el fondo, y si utilizamos un lenguaje “común” un romántico solitario que roza el misticismo. Al fin y al cabo, el romanticismo, en sus cotas más elevadas, no deja de ser una especie de misticismo.
    Apuntas, que sería interesante saber qué entiendo por existencialismo y por nihilismo. Tampoco yo soy una experta en el tema, es probable incluso, que me acerque de forma muy abierta y descarada a la filosofía, quizás demasiado a mi aire. Y no sería extraño que cualquier “intelectual” se llevase las manos a la cabeza con mis interpretaciones del tema. Pero te diré lo que entiendo por ambos conceptos.
    En cuanto al primero, creo andar más cerca de Sartre que de Heidegger. El existencialismo, no es más que un nihilismo positivo (o perfecto) en el sentido “Sartriano”. Somos nosotros los que creamos los valores con nuestras acciones individuales (algo muy contemplado en la mística Oriental, tan cercana a Hesse y a Buda). ”Todos y cada uno somos el resto del mundo”. Y aunque el contenido de la moral sea variable, según las culturas, no deja de haber una cierta “Moral Universal” que nos incumbe a todos. Pero es “algo” siempre gestado desde la libertad y no desde una moral establecida. Lo que no deja de ser una afirmación de la ambigüedad y el relativismo.
    Y en cuanto al Nihilismo, todos, Nietzsche, Ciorán etc… comen de la misma mano… del padre de todos los “pesimistas” Schopenhauer… La vida siempre acaba en dolor e irracionalidad…. No existe la esperanza, ni la utopía… Dios ha muerto. Hay una crítica a todo lo establecido, parta de donde parta, religión, política… familia … convenciones sociales etc… que están también en el origen del existencialismo.
Para mí, como ves, andan cercanos ambos pensamientos. Y creo que tío Hermann también lo cree… Pero creer es tan sólo un acto de fe. Algo lejano a ambas filosofías, o no… Tengo una clara tendencia al Sofismo, lo sé.
    En cuanto a la mediocridad, tienes razón, realmente me expliqué fatal.
    A ver:
    Digo que es loable huir (huir no es combatir) de ella, en un sentido ideal. Porque pienso que es un empeño inútil… como querer escapar de la lluvia, siempre hay un día en que nos atrapa. Sólo unos cuantos escogidos están fuera de su alcance, el resto, el común de los mortales, deberíamos aprender a vivir con ella sin más. Para mí, ése, es el único heroísmo, aceptar las propias limitaciones. Te diría incluso que el concepto de “heroísmo” me resulta un tanto sospechoso. No me gustan los héroes. No creo en fomentar ningún tipo de élites. Pienso como una de tus comentaristas, mi buena amiga Gárgola… (que bien resume la jodía) dice:
“Hace falta una gran humildad para reconocer lo poco que hemos llegado a saber y lo mucho que jamás sabremos. Los filósofos, (los héroes, los intelectuales) a veces se exceden en la soberbia. Si fuéramos constantemente profundos y coherentes. Ahí sí que nos enfermaríamos”.
    En cuanto a luchar contra viento y marea a sabiendas de que no se va a ganar la batalla… pues mira, es una opción… pero me parece igual de válido y valiente lo contrario. Tan sabio me parece el que lucha por su vida, como el que decide (sus motivos tendrá) dejar de hacerlo… Al fin y al cabo tanto Héctor como Aquiles tuvieron el mismo fin… que tendremos todos. Ya te advertí en mi primer comentario, que mi naturaleza cavilosa, no me lleva hacia la “esperanza” precisamente…
    A esto me refería cuando dije que disentía, en cuanto al tema de la mediocridad. Supongo, que cada uno defiende el lugar donde se instala ¿verdad?. Está bien hablar, debatir, polemizar etc… como un “divertimento” que no es poco… pero como la canción, sólo son parole, parole, parole… ya sabes, “total, paná”. Por eso, sigo creyendo que se las lleva el viento, por más escritas que anden amigo mío. Todo tipo de discusiones, por más elevadas que nos parezcan, y más placer que nos proporcionen, acaban por ser igual de baldías que la disertación sobre la “decoración del jardín” que te citaba en mi primer comentario.
Bueno, espero haber dado respuesta y haber aportado algo más de claridad a tus dudas con respecto a mi comentario. Aunque seguro que con tu lupa encontrarás de nuevo mi inevitable torpeza.
En todo caso, todo un placer utilizar las palabras, por más que se las lleve el viento, para comunicarme de nuevo contigo.
    Un abrazo Antonio.

Cristalook. (19 de febrero, 2009)

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    Amiga Cristal, me dejas pensando... Por supuesto, no tenía ninguna respuesta "preparada", no soy de los que preparan las cosas, prefiero "dejarme llevar" por el momento y que salga lo que quiera, porque si algo hay algo saldrá. Y me dejas pensando en la diferencia, al menos aparente, que existe entre tú y yo. En principio creo que debo aclarar una cosa: mi "filosofía" es sólo eso, un amor hacia esa dama esquiva y muchas veces incomprensible, pero fascinante y seductora, llamada Sofía. Te confieso que no he leído a Sartre ni a Heidegger, y del viejo Schopenhauer tan sólo algunos aforismos, como aquel de... "La pluma es al pensar lo que el bastón al caminar. El caminar más ligero se realiza sin bastón, y el pensar más perfecto, sin pluma. Pero cuando uno empieza a hacerse viejo usa de buena gana tanto el bastón como la pluma."     Fuera de esto y de otras muchas lecturas menos filosóficas, podría definir mi "filosofía" como el resultado de tres cosas: respiración, mirada y movimiento. Es decir, vida. Lo que esas tres cosas hagan conforma la base de mi filosofía, y no siempre hacen lo mismo de un día para otro... Se podría decir que mi conocimiento, o   desconocimiento, es sólo el resultado de mi respuesta vital. No concibo que haya otro. Y creo que esto es extensible a todo ser humano, sienta y piense en el nivel que sea, y haya leído o no.
    De acuerdo con esto te digo lo siguiente:
    La diferencia que antes aludía es que yo sigo caminando sobre la fina línea de un pensamiento vivo, que respira, mira y se mueve al compás del universo, es decir, del universo según lo respiro, miro y me provoca movimiento día a día. No digo que tú no lo hagas también así, ¡seguro que sí! Me refiero a que tus palabras, las que has usado esta vez, están "cargadas" de un conocimiento aprendido, pensado, "cavilado" y asumido. Un conocimiento rico y profundo, pero cerrado. De esta manera podemos hablar con propiedad de existencialismo, de nihilismo o de cualquier otro "ismo", pero ¿en qué estrato está esa propiedad?... Ese dios representaba una determinada moral, y ya no existe, luego la moral es libre. Vale, ¿pero qué era ese dios en realidad? ¿por qué alguien que piensa proclama que ha muerto? ¿Y por qué ha muerto, si es que lo ha hecho? Además, amiga, ¿qué nos importa hoy de qué mano comieron Schopenhauer, Nietzsche o Ciorán? No son más que datos. ¿Qué importancia tiene, aparte de escuchar las voces de otros que se atrevieron a sentir y a pensar profunda e intensamente? Lo único importante de verdad es la vida, el aquí y el ahora, y ésta no está solamente en los libros. Eso tan manido de "todo está en los libros" es sólo una verdad a medias, muy a medias. Si así fuera, Hölderlin no se hubiese vuelto loco, le hubiera bastado con su "Hiperión" para volar por encima de cualquier nube, y todos sabemos que no fue así.
    Tienes, desde luego, tu gran parte de razón cuando dices que a las palabras se las lleva el viento. Y sobre éstas que ahora escribo yo mismo soplaré para que vuelen, en cuanto termine.
Por cierto, nunca dejaré de asombrarme de la cantidad infinita de combinaciones que son posibles con sólo veintitrés consonantes y cinco vocales.

    Te ruego, amiga Cristal (y esto de "amiga" lo digo con toda sinceridad), que no tomes mis palabras, las que ahora uso, como una crítica negativa, porque en absoluto lo son. ¡Ojalá hubiera muchas más como tú en este mundo de locos! Entiende que lo dicho va hacia un sitio concreto, y éste es que el pensamiento, el espíritu sigue jugando al escondite con el alma, porque se quieren mucho y les divierte jugar juntos. La esencia misma de la vida está presente en ese juego. Y creo que es un error considerar a la vida como algo "hecho", como algo definido, concluido y ya reflejado en los libros de historia, de cualquier historia. Lo que hicieron todos esos pensadores tan respetables y apreciados fue nada más, y nada menos, que intentar aproximarse, rozar, alguna vez, con los dedos el umbral del misterio. Pero ese misterio sigue tan vivo como siempre, y su vuelo continuo es como el del dragón... ¿Quién sabe cómo vuela un dragón?
    Hay unas palabras tuyas que contienen la clave: "Somos nosotros quienes creamos los valores con nuestras acciones individuales". Exactamente, amiga: somos nosotros. Así pues, dejemos un poco de lado lo que otros crearon, y sigamos creando. En ese "crear" están todas las respuestas.

    Yo, como decía, estoy aún sobre la fina línea de un pensamiento vivo, sobre un difícil "filo de navaja" que intenta abrir una brecha entre los mundos. Esto que suena tan aparatoso no es más que el intento de este "pobre hombre", como me llamaba hace poco la en principio anónima Carmen Inclán, de arañar las sombras, para ver, en la medida de lo posible, lo que hay al otro lado... Está bien mirar a la noble estatua, contemplar su perfección y belleza, pero ¿qué hay de la sombra? ¿No tiene ella también derecho a ser contemplada, escudriñada, incluso a ser desvelada, iluminada, traspasada?
    Esto tiene que ver con lo que defino como "magia".
    Y ¿qué es magia? Con esa palabra tan usada, tan mal usada, pero cuyo brillo me sigue atrayendo, quiero denominar a la relación directa entre el ser y la vida. Y cuando digo "ser" quiero decir el individuo, la persona, aislada o no, que consta de un cuerpo con cinco sentidos. No tengo ni idea de si este ser es el "ontológico" de los filósofos o no, yo sólo me refiero a lo que he dicho.
    Y bueno, este ser, tú, yo, está vivo, obviamente, pero tiene un grave problema: no sabe vivir. Y está lleno de preguntas al respecto, porque quiere saber, necesita saber. Aunque, la verdad, esto último se da sólo en ciertos seres que podemos llamar "inquisitivos", porque la inmensa mayoría lo tiene todo muy claro desde el principio.

    Que tú, Cristal, te definieras en una ocasión como "una pesimista con esperanza" (creo que fue más o menos así), significa que lo que la experiencia te ha enseñado es que éste es un mundo cerrado y sin soluciones, que se puede seguir luchando para mejorar algo, pero que, básicamente, el ser humano no tiene remedio. Pero a esto le agregas lo de "la esperanza", dejando una ventana abierta a lo que parece imposible, y eso es porque tu ser interior, tu alma (Alfaro me va a regañar), se resiste a dejarse vencer por una realidad que no puede ni quiere admitir. ¿Y por qué esto? Aquí es donde entra en juego lo que llamo "magia"...
    Por un lado está nuestra experiencia, lo que la vida propia, personal, nos ha mostrado, facetas buenas o malas que configuran nuestra visión de lo que es la misma vida y el mundo en que se desarrolla, pero "algo" dentro nuestro sabe otras cosas... Hay una relación directa con el corazón de la vida, inconsciente o no, por algo tan simple y tan obvio como que somos parte de ella.
    Y ocurre que en ciertos raros momentos, nuestro ser es capaz de olvidarse de su experiencia, buena o mala, y sentir lo que hay al otro lado. Sentirlo y vivirlo es lo mismo. Y los sueños son muchas veces "puertas" abiertas que comunican, ventanas hacia una visión más entera de la realidad. Pero no siempre hacen falta los sueños, algunas veces es suficiente con un poco de silencio.
    Por el "otro lado" me quiero referir a lo que hay más allá de nuestra esfera personal, de nuestra obligada visión egocéntrica de las cosas. O sea, a mucho.

    Estar siempre atento a este tipo de cosas es lo que yo entiendo por "huir" de la mediocridad, independientemente de lo que se haga o deje de hacer. La mediocridad es equivalente a la ceguera. Y si es una mediocridad voluntaria, además de ciega es culpable. Para mí el "héroe" es precisamente el que lucha por guardar estas cosas, contra viento y marea; y no lo hace por figurar como héroe, sino porque no puede actuar de otra forma, ni quiere. Es héroe porque es obstinado, fiel a su propio sentido, como decía el amigo Hesse. Ante él se levanta nada menos que toda una imposible montaña, o todo un mar absurdo lleno de conflictos insolubles, un mundo vacío y contrario, pero él lucha por traspasar esa barrera, lucha por salvar su visión de las garras implacables de la mediocridad.

    Aplaudes las palabras de la amiga Gárgola, yo también. Recordémoslas: "Hace falta una gran humildad para reconocer lo poco que hemos llegado a saber y lo mucho que jamás sabremos. Los filósofos (los héroes, los intelectuales), a veces se exceden en la soberbia. Si fuéramos constantemente profundos y coherentes... Ahí sí que nos enfermaríamos."
    Me da la impresión de que Gárgola tiene a Nietzsche en mente cuando habla de soberbia, y quizá a otros... Bien, sólo quiero añadir que los héroes a los que me refiero no se exceden, no está en su ánimo conquistar ninguna estrella, son humildes y cabales, en ese sentido de reconocer sus limitaciones -¿quiénes son ellos para descifrar el misterio del universo?-, pero sí son muy celosos de su pequeño secreto, de su mínimo puente, de ese aire distinto que a veces se cuela por su ventana... Los héroes, los pequeños héroes a los que me refiero no son tampoco "constantemente profundos y coherentes", aunque les gustaría, y no lo son por su calidad de humanos, por no ser dioses. Son sólo humanos que sienten y sueñan, sólo eso, y no pretenden ser otra cosa. Pero me atrevo a aventurar que ser profundo y coherente no es tan duro como lo pintan, y no sería motivo de enfermedad alguna, más bien al contrario. Mi imagen de lo que sería un sabio, la que tengo idealizada, se acerca mucho más a la lúdica alegría de un niño que a la seria gravedad de un dios.
Dejemos a los dioses en sus cielos y a los héroes en sus batallas, y nosotros limitémonos a estar atentos, con las ventanas abiertas, por si acaso pasara volando el dragón, ese que siempre pasa pero casi nunca vemos, porque casi siempre nos pilla haciendo otras cosas...

    ¿Parole, parole, amiga Cristal? Seguramente sí, pero aunque ahora sople sobre ellas para dispersarlas, como hojas de otoño, siento que algo dentro de mí sonríe.

    Un abrazo, amiga de destellos.


Antonio H. Martín
(28 de febrero, 2009)



jueves, 26 de febrero de 2009

Para Carmen



Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Anónimo":

No conozco mi nombre, pero me llamaron Carmen. Carmen Inclán.

No conozco este blog, más que de unos cuantos comentarios que leí ayer y otros (más desafortunados) de hoy.

Y si discuto y pregunto es porque me exigo, porque Hesse es en mí desencadenante, no principio y fin. El pensamiento de Hesse no es el mío, sus palabras no han salido de mi boca, ni sus poemas han sido escritos por mi. ÉL pertenece a otro tiempo, tiene otro horizonte, muy diferente al mío.

Y si se me permite decir, sin ser mutilada después, parece que os recreais una y otra vez en pensamientos de otros, los vivís y los haceis vuestros, y los sentís vuestros...
Pero no discutís, estais de acuerdo unos con otros...

Si ayer asalté a este pobre hombre a preguntas fué porque estaba exaltada... comprensible no?
Pero yo a diferencia de vosotros necesito sentirme útil, no me conformo con palabras, compartir opiniones, hablar de caos de espiritu y destino. No me basta.

La vida como bien dices es muy sencilla. "Sólo hace falta abrir bien los ojos, agudizar la mirada, quitarse las lentes de un mal llamado conocimiento, que no es más que información inútil, lastre y rémoras".
Contemplar el debastador horizonte que compartimos, el de Hesse guerra, el nuestro hambre.
Y renovarlo.

Publicado por Anónimo para Cuaderno Nocturno a las 25 de febrero de 2009 16:35

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Muy bien, Carmen Inclán.

Antes que nada, gracias por decir tu nombre, con el que te llamaron. Ahora ya sé a quién me dirijo. No es que esto de los nombres sea importante, pero ayuda mucho a la hora de contestar un comentario intempestivo que aparece de improviso en el cuaderno de uno, y en un tono que me pareció, en su momento, acusador.
Sólo añadir, antes de comentar, que en principio tuve casi la certeza de que se trataba de alguien conocido que quería herirme; de ahí que escribiera a la defensiva.
Siento haberme equivocado y haberte tachado de necia e impresentable, aunque insisto en que la culpa de esto fue tuya, no mía. Cuando uno entra en un sitio extraño, por nuevo y desconocido, lo primero que debe hacer es presentarse, y no irrumpir como un vendaval, golpeando puertas y ventanas.

Vamos a ver, Carmen, vayamos por partes:
Que no conoces este blog es evidente, en caso contrario no hubieras dicho lo que dijiste, o lo hubieses hecho de otra forma. Y piensa que lo que te parecen comentarios "desafortunados" no son sino una natural reacción a tus palabras, que, como ya he apuntado, dejaban en el aire un sabor y una intención más bien dañinos... Al menos, eso me pareció. Cuando noto que alguien está tirando dardos contra mi ventana, lo primero que hago no es preguntar quién los lanza ni por qué, lo primero que hago es cerrar la ventana y tener la certeza de que ese alguien es un enemigo.

Discutir y preguntar es bueno, exigirse es lo mejor. Aunque en tu caso, lo que parecía es que me exigías a mí...
Dices que el amigo Hesse, al que suelo llamar cariñosamente "mi tío", es en ti "desencadenante, no principio ni fin". En eso estamos totalmente de acuerdo. Hesse es uno de los maestros de mi juventud, me abrió nuevos horizontes, y aún, después de muchos años, lo sigue haciendo, por lo que le estoy profundamente agradecido. Pero tampoco es exactamente su pensamiento el mío y, por supuesto, sus palabras no han salido de mi boca, sino de la suya, y sus poemas los escribió él, claro. ¿A qué viene esta tontería?
Lógicamente, pertenece a otro tiempo, a otro lugar, y su horizonte es otro, pero esto es sólo en apariencia... Estoy convencido de que el amigo Hesse, aunque vivió y sufrió su tiempo, como cualquier ser humano, de lo que más hablaba en su obra es de cosas intemporales, cosas que siguen vigentes hoy en día, porque son interiores, no circunstanciales. De ahí que muchos vuelvan a sus libros una y otra vez, a través de las distintas generaciones.

Tranquila, Carmen, que aquí no "mutilamos" a nadie.
Entiendo bien lo que dices con eso de que parece que nos recreamos con pensamientos de otros, los vivimos, los sentimos y los hacemos nuestros... Es un peligro ante el que siempre he estado alerta. Pero piensa que lo que encontramos en la obra de alguien, de cualquier artista o pensador, no es algo cerrado, de su exclusiva propiedad, es como una flor que ese alguien plantó en su jardín. Cualquiera de nosotros, al pasar, puede quedarse prendado de su belleza, de su olor, y "llevársela" consigo. Y esa flor, ese tesoro pasa a ser "nuestro", después de pasar por el tamiz de nuestra propia conciencia. Al fin y al cabo, los pensamientos, las flores, o como se quieran llamar, no son creación del jardinero. El sólo las plantó, pero la semilla la encontró antes en otro lugar.
Discutir, sí que discutimos, pero no sobre temas en los que estamos de acuerdo, obviamente, sino sobre otras cosas. Entiéndeme: hay un acuerdo tácito sobre algunas cosas, pero ese acuerdo ha pasado antes por sus pruebas de fuego. No somos súbditos idiotas de ninguna secta, somos seres libres, pensadores libres, que eligen.

Gracias por tu sincera expresión, esa que dice: "ayer asalté a este pobre hombre a preguntas". Que estabas exaltada es evidente, pero ¿por qué elegiste a este pobre hombre para descargar tus tensiones? En fin, no importa. Ya te dije ayer que te estaba agradecido por el buen rato de reflexión que me hiciste pasar. Y hoy, con doble motivo, te lo reitero.

Con lo que no puedo estar en absoluto de acuerdo contigo, Carmen, es en eso de que nos conformamos con palabras... ¿Acaso nos conoces? ¿Qué sabes tú de nosotros, de quiénes somos, de cómo es nuestra vida personal? ¿Qué sabes de la forma en que nosotros intentamos o conseguimos sentirnos "útiles"?
Es muy fácil y cómodo echar una mirada fugaz sobre un grupo de amigos, y en pocos minutos crear un juicio de valor. ¿Pero tiene algún valor ese juicio? ¿Sería mucho pedirte que emplearas un poco más de tu tiempo para acercarte más a la realidad?

"Contemplar el devastador horizonte que compartimos, el de Hesse guerra, el nuestro hambre. Y renovarlo."
Imagino que eres joven, y tienes ahora en la cabeza la idea esa de "mejorar el mundo"... Noble intención, y no seré yo quién te diga nada en su contra. Sólo me atrevo a desearte buena suerte en el empeño.
Sí, al amigo Hesse le tocó sufrir dos guerras mundiales, en las que perdió muchos buenos amigos, y le provocaron duras crisis. Intentó ser útil como pudo, y lo consiguió llevando una oficina de ayuda a los prisioneros de guerra, con la que les enviaba todo tipo de objetos necesarios, incluidos libros, para que estos les sirvieran de alivio, recordándoles que otra forma de vivir era posible, que había existido y seguramente volvería a existir. ¿Tú, en su lugar, qué hubieras hecho, Carmen? ¿Hubieras sido enfermera? ¿hubieses cogido un fusil para matar soldados? ¿Qué hubieras hecho?
Y ahora nos dices que el problema es el hambre... ¿Cómo se "renueva" esto, Carmen? ¿Debemos hacernos voluntarios de alguna ONG y viajar a países lejanos para repartir alimentos? ¿Eso es lo que propones? ¿Es esa tu forma de renovar el mundo?

Te repito que entiendo tu afán, tu necesidad de acción, pero creo, sinceramente, que la solución a los males está mucho más cerca. La guerra y el hambre están aquí mismo, a escasos metros de nuestra casa; están incluso en nosotros mismos. Sí, en nosotros, en nuestro interior, entre pecho y espalda, hay hambre y hay guerra. En nosotros, y en ninguna otra parte, está el origen de todo bien y todo mal.
Si consigues alguna vez verlo así, darás un paso importantísimo para renovar el mundo. Y entonces no verás a un grupo de amigos que comparten opiniones y pensamientos, que hablan de filosofías y de arte, como algo inútil, sino como un foco germinal del que pueden salir muy buenas cosas, cosas que pueden servir precisamente para eso de renovar el mundo.

En tu segundo mensaje confiesas que estabas pidiendo ayuda... Te acabo de dar toda de la que soy capaz desde la pantalla de un ordenador. Espero que te sirva de algo.

Recibe este abrazo, Carmen, de un pobre hombre que lucha por arañar las sombras.


Antonio Castellón
(26 de febrero, 2009)

miércoles, 25 de febrero de 2009

Anónimo




Estaba yo pensando en otras cosas, por ejemplo en la respuesta que le debo a la amiga Cristal y en una nueva entrada del cuaderno, cuando se me ha ocurrido mirar el correo y me he encontrado con un anónimo... Sí, un anónimo, ya sabeis: esos papelitos que suelen escribir los que ocultan su nombre porque no tienen alma para decir las cosas a la cara, o porque son gente conocida, y retorcida, que te quiere decir algo hiriente y seguir conservando su falsa cara amable cuando se cruzan contigo en la escalera, para guardarse las espaldas.
El caso típico de "tirar la piedra y esconder la mano".

Podría fácilmente haber borrado el comentario, pero, muy al contrario, he decidido usarlo como base para una nueva entrada. Mientras el autor lo mantenga ahí, podeis verlo en el tema dedicado a Hermann Hesse, "Eigensinn".
Y aquí pongo una copia del mismo, junto con mi respuesta, para que, si os apetece, observéis hasta donde puede llegar la necedad de algunas personas.

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[Cuaderno Nocturno] Nuevo comentario en el blog Eigensinn miércoles, 25 de febrero de 2009, 01:57 am

Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Eigensinn":

y cuál es tu misión Antonio?

q paso has dado? se puede llegar a los 51 años con obstinación tatuado en la piel y llevar una vida reflexiva sin que tu tirano te mate?

Expresar y compartir inquietudes es suficiente?

La gente esta dormida y no lo sabe. Tú lo sabes pero sigues dormido? que haces antonio? que haces?

puede uno realizar su misión sin clavarse en una hermosa cruz? puedes olvidarla sin que tu tirano te mate?

Se puede vivir con la sensación de estar a punto? Casi a punto?


Publicado por Anónimo para Cuaderno Nocturno a las 24 de febrero de 2009 16:57

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En primer lugar, señor Anónimo, me parecen de muy mal gusto dos cosas: lo primero que se esconda usted tras el anonimato para decir lo que dice, que es algo que quiere tocar fibras muy personales; y en segundo lugar, que se tome usted la confianza de tutearme, sin ni siquiera poder yo saber con quién estoy hablando. Ambas cosas, que vienen a ser la misma, hablan muy pobremente de su persona.
Pero para esto tengo una fácil solución: ¿No tiene usted nombre? Tranquilo, que yo le pongo uno. ¿Qué le parece el de "Impresentable"? ¿Le gusta? ¿le parece bien? Si no es así, tengo más, sólo tiene que pedírmelo.

Vayamos ahora a lo que interesa:
Me pregunta usted que cuál es mi misión y qué paso he dado... Que yo sepa, "mi misión" se limita a intentar vivir lo mejor que pueda, con todo lo que ello implica, lo cual no considero que sea ninguna misión especial, sino sólo la tarea normal que compete a cualquier ser humano. Y en cuanto al "paso", no he dado ninguno más allá de enfrentarme de la mejor manera posible a cada día sin perder cierta lucidez, cierto brillo en la mirada, a pesar de que casi todos los días se empeñen en lo contrario.

Efectivamente, he llegado a los 51, dentro de poco uno más, con esa obstinación más o menos indemne, y, por cierto, no la tengo tatuada en la piel sino más adentro, en la sangre. Y sí, intento lo más que puedo llevar una vida reflexiva, como usted dice, y mi amigo difícil, el "tirano interior" no me ha matado. El sabrá por qué...

Expresar y compartir inquietudes no es suficiente, pero es lo mejor que sé hacer, y además necesito hacerlo. Necesito encontrar que existen otros seres que tienen inquietudes similares o iguales a las mías. A mí, como a cualquiera, no me gusta estar solo, por muy solitario que pueda parecer. No quiero caer en la niebla del amigo Hölderlin.

"La gente está dormida y no lo sabe". Según usted yo lo sé pero sigo dormido..., o algo así. ¿Qué es esto, un interrogatorio? ¿Es usted un miembro trasnochado de la Inquisición? ¿Quién es usted para hacerme estas preguntas? ¿Le conozco de algo?
Lo que hago ya, más o menos, lo he dicho: intento vivir de la mejor forma que sé, y dentro de esto está el escribir en este cuaderno y transmitir mis sueños e inquietudes a quien quiera escucharlos. ¿Quiere usted que salga volando por la ventana con mi capa de mago?

No, en absoluto pienso clavarme en ninguna cruz, por muy "hermosa" que sea. Y no tengo que olvidar nada de eso, porque no existe en mi mente. Quizá sí en la suya. Y por ello "mi tirano" no me va a matar, entre otras cosas porque es pacífico y, sobre todo, como ya he dicho, porque es mi amigo, mi mejor amigo. Y los amigos no matan, ayudan a vivir.

Y por último, su pregunta de si "se puede vivir con la sensación de estar a punto". Pues mire, señor anónimo, hace más o menos una hora me he comido un buen trozo de chorizo salmantino, que me regaló ayer mi madre, acompañado de un vasito de vino tinto. O sea, que sí se puede. Además, no puedo saber bien a qué se refiere usted: ¿a punto de qué? ¿De salir volando con la capa mágica?
Conozco la sensación de estar, algunas veces, cerca de un umbral, de estar cerca de un salto cualitativo de la conciencia, de casi poner un pie en el otro lado... ¿Se refiere usted a eso? Si es así, le digo lo mismo: sí se puede vivir a pesar de no traspasar ese umbral. Hay tanta riqueza en la vida, tantas formas de ampliar la conciencia, tantos pequeños umbrales que no sabemos ver y que están ahí, al alcance de la mano, que no hace falta para nada el ponerse la capa de mago, ni la de santo, ni la de héroe.
La vida, en el fondo, a pesar de su aparente complejidad, es muy sencilla, clara como el agua, transparente como el viento. Sólo hace falta una cosa: abrir bien los ojos, agudizar la mirada, quitarse las lentes de un mal llamado conocimiento, que no es más que información inútil, lastre y rémoras. Ver un horizonte limpio, nada más que eso.

Sólo añadir que sus preguntas están bien, y puede que no hayan sido malintencionadas, sino de origen noble. Lo único, que le ha faltado a usted una firma, una simple firma, para no levantar sospechas. Una firma, aunque fuera inventada, falsa, para sentir que quien escribe es un hombre y no una sombra.

Saludos, señor Anónimo, y perdone por lo de "impresentable"; quizá empecé este escrito con mal pie, pero la culpa es suya. Gracias por hacerme pasar un buen rato de reflexión. Y la próxima vez, si la hay, firme.

Antonio Castellón
(25 de febrero, 2009)

domingo, 22 de febrero de 2009

Sobre el Neckar...



En vista del interés y el aprecio que sigue despertando la figura de Hölderlin, he decidido transcribir esta nota biográfica, escrita por José María Alvarez, que sirvió de prólogo a la traducción al castellano de sus "Poemas de la locura" (hecha por el propio Alvarez). Para los que no conozcan algunos datos y para quienes quieran refrescar su memoria.
He elegido esta nota en concreto, además de por su relación con el poema que puse en la entrada anterior dedicada a Hölderlin, por el tono en que está escrita. La nota es sólo eso, una nota, no es una biografía detallada del poeta suabo, cuya vida aparece aquí resumida muy a grandes rasgos, pero ciertas palabras indican claramente el sentimiento con que fue escrita.
Alvarez, aunque contenidamente, parece estar hablando de un viejo amigo.

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--- Johann-Christian Friedrich Hölderlin nació el 20 de marzo de 1770 en Lauffen (Condado de Würtenberg), en la Suabia del Neckar.
Su padre administraba un seminario protestante -"Stift"- y su madre era hija de un pastor de tal Iglesia. Dama muy joven viuda (en 1772), volvió a contraer matrimonio en 1774 con el consejero Gock, burgomaestre de Nürtingen. Del primer matrimonio tuvo a Friedrich y a Heinrike. Y con el burgomaestre añadió un hermanastro, Karl.
La muerte de su padre dotó a Friedrich de una prematura tristeza, que refleja en varias cartas.
En 1784 Hölderlin es destinado al servicio divino y enviado a estudiar Teología al seminario de Denkendorf. Allí escribirá sus primeros poemas y descubrirá a Schiller y, según parece, a Klopstock.
En 1786 Hölderlin proseguirá esos estudios en Maulbronn. Allí tendrá su primer amor con Louise Nast. Se abre a Ossian.
Pasa en 1788 al seminario de Tübingen. Se enamora de la hija de un profesor, Elise Lebret. Funda con Neuffer la "Liga de los Poetas", y estrecha su relación con Hegel y Schelling, amantes todos de la Revolución Francesa. En el "Almanaque de las Musas" es publicado por primera vez. Y conoce a quien seguirá siendo amigo suyo toda su vida: Isaac von Sinclair.
Lee mucho a Platón. Empieza a escribir Himnos.
En 1793 se licencia, pero no ejercerá nunca el sagrado ministerio o Misterio.

A finales de 1793, y gracias a Hegel, que lo recomienda a Schiller, y éste a su vez a la Casa, es aceptado como preceptor del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen. Se hace cargo del niño, habita junto a él en Weimar y allí comienza a escribir "Hyperion". Cuando abandona este magisterio, la amistad con la madre ha llegado a ser tan sólida, que Charlotte le ayuda a instalarse en Jena con la suficiente estabilidad económica para poder continuar sus trabajos.
En Jena se encuentra de nuevo con Schiller, quien le publica en su revista, "Talía", un fragmento de "Hyperion".
Pero en 1795 está otra vez sin recursos y ha de regresar a su casa materna en Nürtingen. A finales de ese año se emplea como preceptor una vez más en casa del banquero Gontard, en Francfort.
Casi siempre una bella mujer acompaña al dinero. Será Suzette, la esposa de Gontard. Una fascinante historia de amor que Hölderlin fijará para siempre bajo el nombre de Diótima.

La primera parte de "Hyperion" aparece en 1797, y la segunda en 1799. Pero a finales del 98 es despedido de casa del banquero, y se refugiará en Hamburgo, con el amigo Sinclair. Continúa viendo a Suzette, trenzando los últimos filos de su aventura, hasta 1800. Y en esos días vidriosos escribe las tres versiones de "Der Tod des Empedokles".
Son años de una actividad intensísima. Poemas, elegías. Hasta que, muy fatigado, en la primavera de 1800 tiene que volver a Nürtingen. Permanece allí hasta octubre, cuando marcha a Stuttgart invitado por unos amigos. Cuidado por éstos traduce a Píndaro y escribe sus grandes obras. La relación entre los "Himnos" y la influencia de Píndaro debía ser estudiada con detenimiento.
Pero necesita moverse. Y parte hacia Suiza para hacerse cargo de un puesto de preceptor en casa de los Gonzenbach, industriales de Hauptwill. Sólo permanecerá unos meses con ellos. Comienza a sufrir unas crisis que desembocarían en la Locura.

En 1802 marcha a Francia para ejercer por última vez como preceptor, en Burdeos, en casa del cónsul de Alemania, Daniel Christoph Meyer.
Bajo los cielos de Francia entrará en la Locura. Abandona su empleo y retorna para siempre a Alemania. En julio, "tocado por Apolo" (como él mismo aseguró), se instala con su madre. En Nürtingen se entera de la muerte de Diótima. Su vuelo no tiene retorno. Sinclair se hace cargo de él y lo acompaña en un viaje de descanso por Regensburg y Ulm. Por los agujeros incendiados de esos días ve Hölderlin sus grandes Himnos, Patmos, El Archipiélago. Durante 1803 y 1804 su actividad es febril. Poemas y traducciones (Sófocles). Sinclair lo recomienda como bibliotecario en la corte del Landgrave de Hamburgo. Es un puesto tranquilo. Pero un año más tarde la Locura se apodera definitivamente de su criatura.

En agosto de 1806 Sinclair lo traslada a la clínica del Dr. Authenrietch en Tübingen. Y poco después, a la casa del carpintero-ebanista Ernst Zimmer, donde vivirá hasta 1843. Treinta y siete años en una habitación sobre el Neckar. Todos aquellos que él amara -Schiller, Goethe, Napoleón, Beethoven, Kleist, sus compañeros, sus damas- van encaminándose a la muerte. Hölderlin no lo sabrá nunca. Para él ya no existirá sino aquel recinto, el papel sobre el que escribe sus últimos poemas, su piano y las visitas a quienes no reconoce. Olvida su nombre. Fecha poemas con cien años de adelanto. El 7 de junio de 1843, después de contemplar desde su ventana los campos infinitos, murió en paz.

Cuenta Bettina von Arnim que cuando la princesa von Homburg regaló un piano a Hölderlin, éste cortó casi todas las cuerdas, mas dejó algunas, y sobre ellas improvisaba. Así son los poemas de la Locura. Quizá nadie haya visto nunca de forma tan transparente. Es la Noche Sagrada.
No se puede traducir a Hölderlin. ---


José María Alvarez (1978)


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viernes, 20 de febrero de 2009

Palabras como rosas



Damas y caballeros...

Otro premio ha venido a caer en este humilde cuaderno que no pretende ser otra cosa que nocturno.
Se trata del premio Palabras como Rosas, que me ha sido concedido por la simpática y activa Amparo Bernal, del blog Eterna Aprendiz. Muchas gracias por este honor, amiga Amparo, aunque opino que mis palabras tienen poco de rosas y mucho más de otras flores más silvestres...
Y ahora mi selección de premiados, que como siempre me ha costado mi esfuerzo, porque seguimos con la limitación del número siete.

Paso este premio a los siguientes amigos, porque se lo merecen y porque entre sus páginas me he encontrado tan a gusto como en casa:

1- Isis de la Noche, de Isis

2- Locuras del Pensamiento, de María Varu

3- Amapolas en Octubre, de Bel

4- La Mirada Pretérita, de Juan Cairós

5- Miradas Intimas, de Media Luna

6- Verbo y Penumbra, de Antonio del Camino

7- La Ciudad sin Nombre, de Alfaro

Y eso es todo. Espero que lo recibais con los brazos abiertos, como un símbolo de amistad y reconocimiento a vuestros trabajos. Así lo he hecho yo.

Como apostilla quiero dejar escrito que también pensé concedérselo a Amanecer y su bitácora "Dulzura al Amanecer", pero esta amiga tiene ya su casa llenita de premios, y no sé si otro más le iba a caber en la estantería.
Y otra amiga, Gárgola, y su "We Create the Time", se ha quedado en puertas porque últimamente tiene poco tiempo y dudo de que se diera cuenta.
Hay más amigos, afortunadamente, pero también, quizás, habrá otras oportunidades... El caso es que, de una manera o de otra, todos sigamos en contacto y enriqueciéndonos mutuamente con nuestras letras. Los premios vienen a ser una forma de reforzar los vínculos, pero la presencia es lo importante.

Un abrazo a todos.

Una carta y un poema, de Hölderlin




Borrador de una carta de Hölderlin a un amigo. *


Ah, querido, en qué estado estaba mi alma después de haberme separado de ti; al principio maldije a todo el mundo, dije con Fiesco: querría satisfacer mi resentimiento inexorable, querría desgarrar con mis uñas el mundo entero para hacer un monstruo de él..., pero pronto se desvaneció el furor. Desapareció mi violento odio, al que siguió una aceptación serena hacia todos los hombres, olvidé todas las injurias que había sufrido por su sagacidad a causa de las faltas de los otros; sí, yo los menospreciaba por sus eternos caprichos, por su inagotable sed de oro; sí, lo olvidé, yo me parecía al león que contempla al ratón a sus pies sin herirle porque es demasiado grande para enfadarse con él.

Dejé esta tierra tan pequeña, emprendí el vuelo hacia las estrellas, pasando sobre cimas de montañas antes tan caras a mi corazón sangrante. No solamente los males de la tierra me parecían pequeños y poco importantes; incluso sus alegrías no eran para mí más que golosinas hechas para niños y no para Dioses, y el hombre es un dios si quiere serlo. Pero he aquí a los hombres que se abandonan a la desesperación, plenos de incredulidad en cuanto a la naturaleza humana y tan débiles, en fin... No, no quiero hablar más de ello, no quiero caer de mi cielo, no quiero privarme de esta felicidad que me transporta, de esta sangre tan calma que corre por mis venas; no quiero soñar más con el pasado, e incluso si tuviera un gran deseo de ello, recordaría a lo sumo las flores que el carro de la Fortuna ha dejado escapar sobre mi camino; no quiero leer en la historia de mi vida sino las hojas que contienen mi felicidad.

No es cierto, hermano; crees que mis pensamientos, mis sentimientos ya no son de este mundo; creo que estoy maduro no para la paz muerta de la tumba, sino para una vida más feliz, más tranquila que ésta; incluso espero no estar largo tiempo ya sobre esta tierra, de la que ni siquiera las alegrías me atraen; espero que las tijeras fatales de la Parca vengan a cortar el hilo de mi vida, y en verdad puedo decir que espero el fin con tranquilidad, incluso con placer y con alegría.

Adiós, hermano; quizá sea la última vez que escuchas mi voz; recibe las bendiciones de un alma a la que restituiste la calma con tu amistad y con tu bondad y el último adiós de tu


Hölderlin


(* Escrita en francés, sin fecha y encontrada entre los papeles de Schwab, primer biógrafo de Hölderlin)

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El Paseo (Der Spaziergang)

Hermosos bosques que cubren la ladera,
En la verde pendiente dibujados,
Por cuyas sendas me guío,
Calmado en mi corazón
Dulcemente cada espina
Cuando más oscuro es el sentido
Del dolor del pensamiento y del Arte
Que desde tan antiguo en mí pesan.
Deliciosas imágenes del valle,
Jardines, árboles,
Estrecho puentecillo,
Arroyo que apenas puedo ver,
Qué hermoso en la despejada lejanía
Brilla el soberbio cuadro
De este paisaje que amorosamente
Visito, cuando el tiempo es benigno.
Dulcemente la divinidad nos lleva
Hacia el azul primero,
Luego con nubes dispone
La enorme y cenicienta bóveda,
Y abrasadores rayos y estruendo
De relámpagos, con embeleso de los campos,
Con belleza unida
A la fuente de la primitiva imagen.


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Este es uno de sus poemas de los "años oscuros", un poema de la locura.
Quizá una sonrisa del viejo Hölderlin...

miércoles, 18 de febrero de 2009

Hölderlin




Leí hace tiempo en una revista literaria lo siguiente:

"El pobre Hölderlin, incapaz de la menor iniciativa individual para salir de la miseria..., nunca tuvo nada propio, ni un hogar, una pequeña casa, ni una cama, ni la mesa en la que escribía..."

La cuestión de si la mesa en que escribió el Hiperión, por ejemplo, era o no de su propiedad, sinceramente me parece bastante irrelevante. Es indiferente. Podría haberlo escrito sobre una piedra, de pie sobre el tronco de un árbol o directamente en el suelo. El caso es que, después de varias versiones inacabadas y después de siete años de vivencias y reflexiones, terminó su Hiperión y con ello nos regaló una joya inapreciable.
Pero esa misma cuestión se puede mirar de otra manera. Lo de la mesa, la cama y la casa... ¿le era indiferente al propio Hölderlin? ¿No tuvo él, como cualquiera de nosotros, deseos de propiedad? Él, príncipe romántico, ¿no sentía la necesidad de tener su propio castillo, su palacete, su refugio, su hogar? Seguro que sí.
Se pasó la vida trabajando como preceptor de niños ricos, viviendo siempre en grandes casas señoriales como huésped y sirviente. Siempre en casas de ministros, consejeros, embajadores, duques..., qué se yo. Le imagino agobiado por sus obligaciones, por los formulismos protocolarios, asintiendo cabizbajo a las órdenes de los que le pagaban, pintando forzadas sonrisas en su rostro de poeta puro, claudicando ante el grosero capricho de lo vulgar, y buscando, deseando siempre un lugar secreto, una hora nocturna, íntima, para escribir sus poemas y expresar sus sentimientos.

Me duele hablar de Hölderlin. Lo digo sinceramente. Me duele su vida malograda, su final, su locura. ¿Por qué él que tanto sabía, que tanto sentía, acabó perdido en la niebla de la locura? ¿Por qué no pudo ser un poco más listo, un poco más práctico, viviendo como vivía entre gente tan lista y práctica? ¿Por qué no supo guardar su espíritu de lo caótico? ¿Por qué se derrumbó?
Hay algo muy triste en esta historia. Un hombre que llegó a tocar las estrellas con su corazón abierto y noble, termina diciendo tonterías, encerrado en una torre, convertido en una sombra ridícula de sí mismo... En fin, qué se puede decir. ¿El mito de Ícaro? ¿la muerte de Diótima? ¿la falta de una casa propia y una vida más personal donde poder defenderse de tanto ataque mediocre?
Me preguntaba por qué no fue más listo, más práctico, más precavido, más frío. Pero es que entonces no hubiera sido Hölderlin, hubiese sido otro. Hubiera tenido una bonita casa, mujer e hijos; hubiera disfrutado de una mediana felicidad, sin sobresaltos, sin quiebras ni abismos. Un poeta querido y admirado, tranquilo, estable... Pero nunca hubiera escrito palabras como éstas:

-- "¡Adiós, seres celestiales!", me decía a menudo en mi interior cuando comenzaba a sonar sobre mí la suave melodía del amanecer, "¡adiós, muertos magníficos! ¡quisiera seguiros, quisiera sacudir de mí lo que me dio mi siglo e irrumpir en el reino más libre de las sombras!"
Pero gimo atado a la cadena y atrapo con amarga alegría la miserable copa que ofrecen a mi sed. --

O estas otras:

-- ¿Serás capaz de escucharme, de comprenderme, si te hablo de mi larga y enferma tristeza?
¡Tómame tal cual me doy y piensa que es mejor morir porque se ha vivido, que vivir porque no se ha vivido nunca! No envidies a los que carecen de sufrimientos, ídolos de madera a quienes nada falta precisamente porque sus almas son tan pobres, a los que no preguntan si llueve o luce el sol, porque nada tienen que precise de cultivos.
¡Sí!, ¡sí!, es muy fácil ser feliz, estar tranquilo, con un corazón seco y un espíritu limitado. Concedido: ¿quién se enfadará porque la diana de madera no se queje cuando la flecha da en ella y porque el puchero vacío suene a hueco cuando alguien lo estrella contra la pared?
Al menos deberíais resignaros, queridas gentes; deberíais asombraros en silencio si no sois capaces de comprender que hay algunos que no son tan felices como vosotros, que no son tampoco tan autosuficientes; sí, deberíais absteneros de convertir en ley vuestra sabiduría, pues obedeceros sería el fin del mundo. --

Friedrich Hölderlin, enamorado de antiguos sueños, no supo vivir en su presente, no supo comprarse una casa, una cama, una mesa. Vivía, dormía y escribía donde podía, donde le dejaban. En su pecho ardía el deseo de ser un hombre, un hombre entero, grande, inmortal, como lo fueron aquellos antiguos que tanto admiraba y amaba. Pero residía y transitaba en un presente, y ese presente era una realidad mediocre y vulgar, conformista e idiota. Igual a como han sido todas las realidades desde hace muchísimo tiempo. Y en ese presente el poeta, el soñador de olimpos llamado Hölderlin no sabía o no podía vivir. Sólo llegaba a "atrapar con amarga alegría la miserable copa que ofrecían a su sed..."
Es por esto que nunca tuvo una casa propia, ni una mesa, ni una cama, ni un jardín. Nunca poseyó estas cosas, porque él quería mucho más. Hölderlin quería poseer un sueño, es decir, un mundo. Y eso es imposible. Al final, se volvió loco.
Goethe mató a su Werther, pero Hölderlin no mató a Hiperión, le dejó vivir dentro de su pecho, hasta que Hiperión acabó matando a Hölderlin... En fin, es una vieja historia, ¿qué se puede decir?

Sólo una cosa más. El escritor chino Lin Yutang, en su conocido libro "La Importancia de Vivir", nos hablaba de una interesante fórmula: Realidad + Sueños + Humor = Sabiduría.
Sí, querido Friedrich, creo que te faltó humor. Le diste demasiada importancia a la realidad, y a tus sueños, y a tí mismo. Todo era, por supuesto, importante, pero no contaste con la necesidad de reírte de todo ello. La risa, la buena risa, la risa inteligente, es un placer de dioses. En "El Lobo Estepario", de Hesse, se menciona mucho la risa de los Inmortales. En ese libro, vemos cómo Mozart y hasta el mismo Goethe se ríen de todas las seriedades, soplan sobre la pesadez de lo real y la convierten en humo, en mariposas, en pompas de jabón, y, sin embargo, siguen siendo serios, auténticos, vitales.
Estimado amigo Hölderlin, aparte ya de lo de la cama, la casa y la mesa, creo, sinceramente, que debías haberte reído. En lugar de consumirte en la impotencia, en la tristeza, en la amargura, en la soledad... ¡Debías haberte reído!

Pero, bueno, ahora que lo pienso, ¿quién soy yo para decirte estas cosas? Ahora eres inmortal, estás más allá del tiempo, más allá de lo real. Ya no necesitas ni casa, ni cama ni mesa... Ahora escribes tus versos sobre las nubes con pluma de viento, usas las estrellas como lecho y tu casa es la infinitud del Eter... Si me estás viendo ahora, inclinado sobre esta hoja de papel, garabateando pensamientos, mientras oigo la preciosa música de Arcangelo Corelli, si me estás viendo, por favor, ¡déjame escuchar tu risa!


AC. (17 de febrero, 2009)



viernes, 13 de febrero de 2009

Respuesta a Cristal



Por el título de esta entrada parece como si se tratara de un debate entre intelectuales, columnistas o algo parecido, pero nada que ver. Es simplemente que la amiga Cristal (conocida como Cristalook), tuvo a bien hace unos días escribir un interesante comentario en mi entrada de "El lema de Nietzsche", al cual debía una respuesta. Y como ésta me parece aclarar ciertos puntos de mi escrito que quedaban algo oscuros, he decidido ponerla aquí como complemento a esa entrada.
No he incluido el comentario de Cristal porque es suyo, personal, y no le he pedido permiso para hacerlo, pero está publicado en la sección de comentarios de dicho tema.
La verdad es que durante estos días he estado dándole vueltas a la idea de escribir una segunda entrada, que sirviera de aclaración a ese "lema". Por un lado, apuntar que el escrito no estaba dedicado especialmente a Nietzsche, sino que venía a ser como una metáfora de la trivialidad que, visto a grandes rasgos, nos rodea. Y por otro, hacer una defensa del solitario Nietzsche, al que admiro y aprecio, a pesar de que su pensamiento y su forma de ver la vida me quedan bastante lejos.
Tenía ya el borrador casi terminado, pero no me decidía a ponerlo en limpio, porque sentía que no era yo nadie, ni éste el sitio, para defender al señor Nietzsche, que, además, sabe muy bien defenderse solo.
Y en esto vino el jugoso comentario de Cristal, el cual aprovecho ahora para dar por zanjado el asunto. Gracias, Cristal.

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Hola, Cristal. How are you?

Iba a contestar a tu sustancioso comentario como se merece, pero he recibido una notificación de Blogger avisándome de que queda poco espacio, que si era mi deseo podían habilitar un blog anexo que se podría llamar "comentarios del cuaderno nocturno". Aún así, me voy a permitir tres o cuatro cositas...
En primer lugar, te recuerdo el rechazo de nuestro mutuo amigo Hesse por las clasificaciones y las etiquetas. En su "Klingsor" lo explica bien claro. Así que si viera tu juicio hacia él como "existencialista místico" o "nihilista perfecto", imagino que se limitaría a sonreir burlonamente moviendo la cabeza... Aunque, desde luego, eso no quita para que tu juicio sea, de alguna forma, acertado.
Recuerdo que Ziolkowski se atrevió a aventurar, refiriéndose a Hesse, categorías como "existencialista romántico" o "romántico existencial", pero dejando claro en seguida que ni lo uno ni lo otro, que sí a ambas cosas pero también a lo contrario; dando a entender que el único rótulo que le cabía a la obra de Hesse era el de "hessiana". Y esto creo que vale también para Nietzsche.

El resto de tu comentario es toda una confesión, lo cual te agradezco. Y me atrevo a decirte lo siguiente: creo que eres dura contigo misma si defines a esa superficialidad como "pecado".
Si has leído mis anteriores respuestas, habrás visto que digo que a veces hay que cargar las tintas para llamar la atención, y eso es lo que he hecho en ese texto de 'el lema de Nietzsche'. Por supuesto que las cosas no son ni deben ser exactamente como las describo.
Una reunión de amigos hablando de filosofías es uno de los placeres que más aprecio. No somos semidioses, tampoco héroes, pero tenemos el don de la palabra (más o menos).
Cuando te he leído eso de que "todas las palabras se las lleva el viento", me he levantado a mirar mis libros y no, siguen ahí, afortunadamente. ¡Qué susto!
Pero yo no me refería a ese tipo de reuniones amistosas en las que se habla de todo, "de lo divino y lo humano", como dices, y en las que a veces pueden brillar joyas inesperadas, sino a otro tipo de reuniones, de otra clase de gente, que lo único que quiere es brillar por fuera sin tener nada dentro.
Es a esa gente "superficial" hasta el tuétano a la que yo contrapongo la del pensador solitario y auténtico que mantiene su vela encendida en medio de la noche.

Como digo, no somos semidioses y no podemos, por mucho que queramos, dar gusto a ese "tirano interior" o a ese duro amigo que nos acompaña, pero sí podemos llegar a ser héroes, tan sólo con evitar en la medida de nuestras fuerzas la tiranía de la mediocridad.
Aparte de esto, a todos nos gusta jugar, y cantar y bailar, para divertirnos y reír. Pero creo que siempre debemos ser conscientes de que es un juego, una farsa, una pantomima; siempre debemos saber que hay un sitio dentro nuestro que está a salvo. Y si no es así, es que algo no va bien.
Ese es el sitio donde se encuentra el solitario, el que no está de fiesta.
Todo, insisto, son imágenes 'cargadas', exageradas si quieres, pero es mi forma de expresarlo, para que se vea con claridad el contraste. Podría decir lo mismo de una manera abstracta, que quizá se acercaría mucho más a la multiplicidad de lo real, pero sólo sacaría con ello dolor de cabeza, aparte de confusión.

Gracias por el apelativo de "gótico" con que me obsequias. Si es lo que imagino, me siento halagado.
No sé si esta respuesta ha dejado algo en claro, pero quiero pensar que al menos en parte sí.

Un abrazo.


AC. (13 de febrero, 2009)

Eigensinn



Obstinación

Una virtud hay que quiero mucho, una sola. Se llama obstinación. Todas las demás, sobre las que leemos en los libros y oímos hablar a los maestros, no me interesan tanto. En el fondo se podría englobar todo ese sinfín de virtudes que ha inventado el hombre en un solo nombre. Virtud es: obediencia. La cuestión es a quién se obedece. La obstinación también es obediencia. Todas las demás virtudes, tan apreciadas y ensalzadas, son obediencia a leyes dictadas por los hombres. Tan sólo la obstinación no pregunta por esas leyes. El que es obstinado obedece a otra ley, a una sola, absolutamente sagrada, a la ley que lleva en sí mismo, al "propio sentido". *

Hermann Hesse (1919)



* "Obstinación" en alemán es "Eigensinn", palabra compuesta que literalmente significa "propio sentido".
(Nota del traductor, Anton Dietrich)
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Este es uno de los primeros textos que leí de Hesse, allá en mi juventud, e inmediatamente me sentí identificado con sus palabras. No sólo porque palabras como esas eran fácilmente asimilables para un joven con espíritu rebelde e inconformista, como era mi caso, sino porque en verdad sentía que había dentro de mí algo como una llamada, una ley interior que debía seguir contra viento y marea, si quería que mi vida tuviera un sentido. No cualquier sentido, sino el mío.
Esto, por supuesto, no formaba parte, en absoluto, de un plan racional cuyo objeto fuera revestir a mi vida de importancia y encontrar un sitio en el mundo. A mí, antes como ahora, me interesaba muy poco la tabla de valores de la sociedad. Mi único interés estaba, y está, en seguir en la medida de lo posible a esa voz interior, en cumplir su ley, que es la mía.
Tiene esto mucho que ver, o todo, con lo que se comentó aquí hace poco sobre el "tirano interior", que mencionaba Nietzsche. La única diferencia es que para mí no se trata de ningún tirano, sino de mi mejor amigo. Un amigo algo duro de pelar y bastante exigente en ciertos momentos, pero, en definitiva, mi mejor amigo.
Y tengo que confesar que no hay cosa que me produzca más alegría en esta vida que conseguir que mi amigo sonría, lo cual no es precisamente tarea fácil.

Aprovecho la cita y mi comentario para poner un vídeo que he encontrado en la red, dedicado a Hesse, con fotos y música. Nunca está de más para mí homenajear al querido tío Hermann.

AC. (13 de febrero, 2009)



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- Hermann Hesse

- "Sein Leben in Bildern"

(Su vida en imágenes)

jueves, 12 de febrero de 2009

Sueño mortal



No hace mucho tuve un sueño mortal, de esos en que te mueres... Dicen que cuando en un sueño se da una situación muy crítica, al borde del abismo, eso que llaman pesadilla, uno despierta justo antes del fatal desenlace, envuelto en sudor y con la respiración agitada. Pues yo debo ser raro, porque no me despierto, me muero. Y me ha ocurrido varias veces; casi soy ya un experto en eso de morirse.
Dicho así puede parecer hasta gracioso, pero en el sueño se trata de algo muy serio.
El que ahora recuerdo, de estos sueños, era toda una historia de acción y aventura, cuyos detalles, obviamente, he olvidado. Excepto el final. Sería bueno tener la costumbre de Kerouac, que anotaba sus sueños nada más despertarse y hasta escribió un libro con ellos. Yo, como mucho, me quedo con algunos rasgos generales y sobre todo con la impresión más fuerte, con el centro o la esencia del sueño.

Había como una extraña guerra, yo me encontraba solo en un gran edificio de varias plantas —como una fábrica o algo así—, que estaba siendo invadido por las fuerzas enemigas. Hubo luchas, tiroteos entre galerías y pasillos, y en una de ellas fui mortalmente herido.
Previamente, sospechando lo que podía pasar, había construido una especie de umbral hacia el más allá. No me pregunten cómo. Era como un pozo de cristal, muy profundo, lleno de una extraña agua verde clara, que estaba detenida, o sea pegada a las paredes del pozo, dejando un pasillo vacío en el centro, como si el hechizo de un Moisés las mantuviera separadas.
Vista mi situación terminal, hice un esfuerzo por llegar hasta allí y me dispuse a despedirme de esta vida. Los enemigos estaban cada vez más cerca y no quería caer en sus manos. De alguna forma, el pozo aquel tenía el sentido de proporcionarme una muerte personal y digna. Así que, no sin una cierta amargura, me lancé hacia su interior.

Caí muy lentamente a través del vacío, entre esas masas de agua quieta, que no llegaban a tocarme. Y observé que no era tal su quietud; aquello no era agua estancada; se movía por dentro como las aguas de un río tranquilo, pero sin traspasar el borde invisible del vacío por el que descendía. Según caía, miraba de vez en cuando hacia arriba y veía como la boca del pozo se iba haciendo más y más pequeña. Sentí un hiriente pinchazo de nostalgia, de despedida. Aquello de arriba era ya un mundo lejano, irremediablemente perdido. Muy larga me pareció la caída, pero al final llegué al fondo y me hundí en otra agua oscura, ligeramente fría, el agua última, la puerta definitiva. Y según me hundía cerré los ojos y supe que todo había terminado.

La siguiente escena —porque esto seguía, no acabó ahí el sueño— tenía como decorado una amplia sala, como de un hotel antiguo, en la que había mucha gente esperando su turno para acceder al mostrador de recepción, donde un señor repartía destinos...
Yo estaba allí sentado, en uno de los bancos de madera, ligero de ropa, esperando como los demás e intentando comprender dónde estaba. En eso se me acercó una mujer joven, morena, vestida de oscuro, y se sentó frente a mí. Llevaba en las manos un portafolios con algún tipo de cuestionario. Amablemente, entre sonrisas de cortesía, empezó a hacerme preguntas. Sólo recuerdo una de esas preguntas: ¿qué ha hecho usted en la vida?

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No soy quién para decir cuánto de verdad encierran los sueños. Cada uno pensará lo que quiera, según su punto de vista. Que si los sueños sólo son escapes de nuestra mente, para compensar carencias; que si tienen un significado personal, un mensaje oculto que debemos descifrar; que si a veces son avisos de futuros sucesos; que si son vislumbres de otra dimensión... En fin, yo me abstengo de opinar. Me limito a contar mi sueño.

¿Oscura muerte? ¿Quién sabe?


AHM. (11 de febrero, 2009)

lunes, 9 de febrero de 2009

La luz inclinada




    Desde siempre, desde que recuerdo, he sido y soy un amante de la luz inclinada, sesgada, oblicua. Esa luz que se ve al atardecer, cuando el sol se va de viaje y suaves sombras empiezan a acariciar el mundo; esa luz que veo ahora mismo incluso, por la mañana, con este sol de invierno que mira a la tierra de reojo... Esa luz, no sabría explicar por qué, es la que a mí me toca, me llega, me habla. 
Nietzsche, por ejemplo —otra vez él—, amaba el mediodía. Ahí es donde veía el punto más valioso, más pleno y real, en el cenit, en esa ausencia de sombras, en esa inundación de luz. Él lo llamaba "la hora justa". No sé si esto lo aprendió de Aristóteles, de Platón o de sí mismo, pero ahí, en esa verticalidad de la luz, es donde creía ver la imagen desnuda de lo auténtico. Yo, en cambio, no lo veo así. Para mí el mediodía es sólo un deslumbramiento, un exceso de luminosidad que me impele a ocultarme tras de alguna sombra. Quizá es así porque tengo delicada la mirada, porque mis ojos son débiles, o puede que sea por otra cosa...
Y esa otra cosa es mi espíritu soñador, que necesita de oscuridades para salir de casa. El panorama deslumbrante del mediodía crea un mundo griego, o romano, de líneas rectas, claras, sin grietas, y unas figuras robustas y contundentes, como columnas de piedra sosteniendo un gran templo solar. Ante este panorama tan fulgurante y concreto, mi espíritu céltico, amante de lo abstracto, de lo numinoso, corre hacia lo profundo del bosque, buscando el amparo de las sombras amigas; donde lo natural se expresa en susurros, donde no hay un gran mar pintado de luz, espejo del sol, sino un pequeño arroyo que murmura; donde la luz se inclina suavemente hacia la tierra, como besándola, en lugar de herirla, de cegarla con su abrazo de gigante. Donde el silencio no es una voz imponente y seca, de desierto, que grita verdades como puños o castillos, sino una música amable y encantada, entretejida de sueños. 

    No sé, en realidad, en qué tabla de la ley está escrito que el sol más alto es el sol de la verdad. Pero sea cual fuere, esa tabla nunca estará en mi casa, nunca formará parte de mi colección de voces esculpidas. No sabría qué hacer con ella, ni siquiera dónde ponerla. Mis libros me hablan de otra manera, tienen una voz diferente, me cuentan otras cosas, y en sus páginas brillan distintas historias, en las que danzan los sueños, entre luces y sombras...
    Soy un amante de la luz inclinada. 


Antonio H. Martín
(8 de febrero, 2009)

viernes, 6 de febrero de 2009

Amistad



Hola, amigos.

Me ha sido concedido, para mi sorpresa, el Premio Amistad, a mí, que soy un caminante solitario con muy pocos amigos. Lo que me demuestra que esto de la red tiene una realidad detrás, y que vosotros, a quienes leo y que me leeis, sois auténticos y no sólo reflejos virtuales.

Y ahora viene lo difícil: con el anterior Premio Dardo no me atreví, pero esta vez lo voy a hacer. Tenía que elegir a siete destinatarios para este premio y, después de pensarlo mucho y luchar contra esa cruel restricción del número, me han salido estas siete joyas. Otras, igual de merecedoras, se han quedado fuera, pero lo del numerito no es invento mío. Así que...

El Premio Amistad me ha sido otorgado por Magaoliveira, del blog homónimo.
( http://magapalabras.blogspot.com )

Y yo a mi vez se lo dedico a:

1- Bagajes, de Raquel T.
( http://bagajes.blogspot.com )

2- Bajo las Estrellas, de Estherpino
( http://estherpino.blogspot.com )

3- El Blues de las Encinas, de Luisa Arellano
( http://elblusdelasencinas.blogspot.com )

4- En Zigurat, de Rayuela
( http://en-zigurat.blogspot.com )

5- La Mirada de Cristal, de Cristal00k
( http://cristal00k.blogspot.com )

6- La Vida es una Quijotada, de Terry
( http://terrymundo.blogspot.com )

7- Sangre Mortal, de Isoba
( http://sangremortal.blogspot.com )

Siento mucho no poder añadir más amigos a esta lista, pero así son las reglas que me han transmitido. En mi lista personal había unos doce elegidos...

A los aquí apuntados les deseo que reciban este premio con la misma emoción que yo lo he recibido, y que lo disfruten.
Como en su día explicó Luisa Arellano, no estáis en la obligación de hacer lo mismo y repartirlo también vosotros, al igual que sois libres de aceptarlo o hacer como si no lo hubiérais visto... Dedicarlo o no a otros, queda en vuestras manos.

Un abrazo a todos.

AC. (6 de febrero, 2009 - Día de la Amistad)
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(No importa que los enlaces no funcionen. Están todos incluidos en mi lista de blogs, la que tenéis a la izquierda de la página.)

Viaje en el tiempo



Son las cuatro de la noche, miro desde mi ventana
la calle desierta con su luz ambarina, rodeada de densas sombras,
y por un instante imagino que estoy en otro siglo, en otro tiempo,
en mitad del XIX.
Los coches aparcados se me transforman en coches
de caballos, con ruedas de madera.
No tengo ordenador, internet no existe;
mis únicas herramientas son los libros, el cuaderno, mi pluma
y un par de velas.
Siento opresión, pérdida, nostalgia del futuro,
como un náufrago solitario en una isla desierta,
en medio de la nada.
Yo no soy yo, mi nombre es otro, no me conozco,
no sé quién soy. ¿Qué vida es esta?

Pero pronto viene a rescatarme,
veo brillar su luz en la oscuridad,
siento su compañía. Ella está aquí.
Mi mente, mi alma, está conmigo.
Más allá del tiempo, fuera de los siglos,
me reconozco.
Desaparece el vértigo, se funde el vacío.
Todo está bien, todo vuelve a su sitio.

AHM
(5 de febrero, 2009)
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(Que nadie mire esto como un poema, por favor, ni siquiera como un intento. Siempre me ha sonreído la poesía, pero desde lejos, desde muy lejos... Esto es sólo un viajecito en el tiempo.)

miércoles, 4 de febrero de 2009

Castalia



Siempre que veo la impresionante imagen de este monasterio de Mont Saint Michel, con su apariencia de castillo de cuento, mi mente, amiga de fantasías, vuela incontrolada y se le ocurre imaginar que allí está la sede de un hipotético gobierno mundial, una comunidad de nobles sabios, encargada de llevar las riendas de la humanidad.
No pasa de ser, obviamente, una descabellada fantasía, impracticable y utópica en este caótico presente, pero me agrada mucho imaginarlo.

AHM








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- Mont Saint Michel

- Mike Oldfield
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(el motivo inspirador de esta entrada está en la nueva música que el amigo Terry ha puesto en su blog de "La vida es una quijotada", en la que está incluido este tema)

lunes, 2 de febrero de 2009

El lema de Nietzsche



"Ese algo oculto e imperioso para el cual no tenemos ni mucho menos un nombre, hasta que finalmente demuestra ser nuestra misión. Ese tirano en nuestro interior se venga terriblemente por cada intento que hacemos de evitarle o rehuirle, por cada vez que nos conformamos prematuramente o nos equiparamos con aquellos a los que no pertenecemos, por cada actividad que, por respetable que sea, nos desvía de lo esencial, incluso por cada virtud que intenta protegernos de la dureza de nuestra responsabilidad más íntima.
"Cada vez que dudamos del derecho que tenemos a nuestra misión, cada vez que tratamos de escurrir el bulto, la respuesta es la misma: enfermedad. Extraño y terrible a la vez: ¡lo que pagamos más caro son nuestros alivios! Y si después queremos recuperar la salud, no nos queda otra alternativa: tenemos que cargar con un peso mucho mayor que el anterior..."

Friedrich Nietzsche





Estas palabras de Nietzsche figuraban como lema en la primera edición del escrito de Hermann Hesse "El retorno de Zarathustra", de 1919.
Y me pregunto: ¿qué efecto producen hoy, en este joven siglo XXI, esas palabras? ¿Cómo suenan hoy en nuestros oídos cosas como "nuestra misión", "ese tirano en nuestro interior" o "la dureza de nuestra responsabilidad más íntima"?
Me temo mucho que el idioma chino nos resulte más comprensible que esos extraños conceptos a los que aludía Nietzsche. Cosas románticas, pasadas de fecha... Hoy también hay conciencias, seres humanos despiertos, que tienen sus misiones y responsabilidades, pero creo que todo eso se suele mover en un nivel más bien superficial, un poco, o un mucho, de cara a la galería, sin que haya una verdadera fuerza detrás, sin que exista un "tirano interior" que los obligue a seguir determinado camino, y ningún otro.
Muchos saben sentarse en cómodas butacas, en torno a una mesa bien abastecida, con variedad de aperitivos y licores, y mientras saborean el humo de un buen cigarro, expresar largas peroratas y mantener 'chispeantes' discusiones seudofilosóficas; juzgar al mundo entero y de paso dejar algún indicio, o varios, de que ellos saben muy bien cuál es la solución a todos los problemas. Además, es tan fácil conocer el sentido del vivir entre trago y trago, entre uno y otro aperitivo, mientras se saborea ese habano y la estufa caldea la sala...
No está, no hay ningún "tirano interior", ninguna misión más allá que dejar constancia de que saben hablar, de que son cultos, leídos e inteligentes. Pero yo sólo veo en todo ello palabras muertas. Le daría exactamente igual a esa gente cambiar su conversación "filosófica" por una entretenida y excitante partida de cartas.
De todas formas, la reunión acabará en cuanto la mesa se quede vacía. Y todas esas inteligentes palabras se las llevará el aire de la noche y se las tragará el silencio. Serán sólo sombras, como si nunca hubieran existido. Y al insomne, siempre le quedará el consuelo de la televisión y hacer una última visita a la nevera...
"¿De qué hemos estado hablando?", pensará. "Bah, da igual. ¡Qué buenos programas ponen a estas horas, y qué rico está el sandwich de jamón de york!".

Pero, quiero creer que en algún lugar, solo en su cuarto de estudio, con la estufa ya apagada por falta de gas, ayudándose con una manta, queda aún alguien que siente y piensa, que lee, que escribe, que no puede acostarse porque su "tirano interior" no le deja.
Sólo un pequeño 'nietzsche' cualquiera... Alguien anónimo que guarda aún su vela encendida, luchando heróicamente contra el mar de sombras. En ese veo yo la esperanza del mundo.

AHM
(2 de febrero, 2009)

domingo, 1 de febrero de 2009

Nieve II




Damas y caballeros, disculpen la interrupción, pero es que otra vez, y por sorpresa, en Madrid... ¡¡está nevando!!
Este "febrero loco" empieza con muy buen pie. Lo digo por aquello de "año de nieves, año de bienes"; aunque esto debería decirlo mejor el amigo Terry, el de 'La Vida es una Quijotada', porque él entiende mucho de viejos refranes.

Comprendo que pueda parecer una puerilidad, pero... Los sentimientos no entienden de clasificaciones, sólo saben una cosa: sentir.

AC. (con nieve)