En poco tiempo, por uno de esos azares del destino, se había quedado sin nada. Sin dinero, sin casa, sin amigos, sin amor... Incluso había por ahí falsas historias que dibujaban una línea de sombra sobre su imagen, oscureciéndolo todo aún más.
Era una situación absolutamente nueva para él. Algo que hubiera querido no vivir nunca. Pero aquí estaba. Y él justo en medio, en el mismo centro de ese triste huracán, mirando con ojos aún asombrados, y viéndolo con el ropaje gris oscuro de un miedo incierto.
Los días eran largos y pesados, y las noches cortas, tímidas, nerviosas... El mañana era una luz difusa en el horizonte, que parecía resbalarse sin remedio hacia el abismo. Todo parecía apuntar al fin, y ese fin era la nada más absoluta, la ausencia, el vacío.
Pero, sin saber bien por qué, soportaba todavía los embates, resistía, luchaba, como si esperase algo inesperado, como si aún creyese en un mañana diferente y amable. Su ingenuidad quizá, el vestigio de alguna antigua esperanza... No lo sabía, pero ahí estaba, frente al viento, frente al mar, frente al vacío de la noche. Esperando que el aire cambiase su rumbo, que brillara de nuevo alguna luz. Que alguna voz sonara en medio de este espeso silencio.
Andaba perdido en estos pensamientos, en la terraza de un local casi vacío, cuando de pronto oyó el timbre del teléfono...
Antonio H.M.
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imágen: Vías del tren olvidadas en el bosque (de BIG)
ResponderEliminarBello relato!
Me quedo un poco más para disfrutar del resto.
Un abrazo
Esperanza y luz.
ResponderEliminarLo que te deseo a ti, amigo mío.
Antonio:
ResponderEliminarCiertas cosas persisten a lo largo del tiempo: las rocas, reflejadas en sedimentos de distintas tonalidades y densidades; los recuerdos colectivos, plasmados en capas y capas de felicidad y tristeza superpuestas, sentimientos antagónicos que configuran la infinita complejidad humana.
Aquellos instantes de oscuridad vinieron precedidos de tiempos de bonanza y amor. Lo inevitable es que no podemos escapar a los embates del tiempo, entendiendo como tiempo ese largo proceso donde las buenas y malas noticias vienen enfrentadas de la mano. Te ha tocado atravesar una vasta llanura de vacío desolador, pero pronto amanecerá y encontrarás el camino de vuelta a casa. De regreso a lo que concibes y has construido como tu alegría de vivir personal,única, intransferible e irrepetible.
Aguanta, amigo mío. Siempre sonará el teléfono. Porque hay cosas que no cambian. Quizá las verdaderamente importantes.
Jose Hijo.
Me gusta tu forma de relato y como puedes trasmitir sentimientos.
ResponderEliminarLeí más abajo que te ibas ausentar por un tiempo...¿ya ha pasado?
Besos.
Gracias, Jurema.
ResponderEliminarQuédate cuanto gustes, estás en tu casa, chamana.
Un abrazo
Pues, paciencia, amiga, y a ver si esa tímida esperanza es recompensada por algún rayito de luz.
ResponderEliminarGracias, Butter. Un abrazo.
Muy bien lo explicas, Jose.
ResponderEliminarEstá claro que la vida es cambiante, y al personaje de este cuento le han tocado ahora los malos tiempos.
Pero yo también creo que después de la travesía por el desierto de días y noches sin historia, volverá a ser visible ese necesario camino a casa, sin el cual la vida tiene muy poco sentido.
Un abrazo para ti y para tu estimado padre, mi viejo amigo.
Gracias, Malú.
ResponderEliminarPues el caso es que pensaba estar ausente un tiempo, sí, pero he tenido la suerte de encontrar un sitio cercano y amigo en el que me puedo conectar. Por eso estoy ahora aquí. Y mientras siga teniendo algo que decir, así lo haré, siempre que pueda.
Un abrazo, amiga astur.