Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







lunes, 29 de junio de 2015

Ganas...




    Tengo ganas esta noche de disiparme, de difuminarme y hundirme en un camino entre la niebla... Salir de la estrecha isla, de la jaula, de la cueva, haciéndome yo también niebla, confundiéndome con ella... Respirando como ella respira. Solo, tranquilo, sereno, con un brillo en la mirada y una frescura en el corazón. Ganas como de perderme en un sueño y no saber volver...
    ¿Para qué volver de un buen sueño? 
    Tengo ganas de que el ruido se convierta en silencio, de que las voces hablen en vez de gritar, de que las esquinas por una vez sean curvas y se dejen seducir por la música del aire que pasa sobre ellas, acariciándolas... 
    Tengo ganas de que los árboles me sonrían de nuevo, como antaño, pintando de verde lo gris. Y de que el agua me cuente lo que antes me contaba... De que la lluvia azul, con sus miles de gotas amigas, me moje de verdad, humedeciendo mi pensar, sedando las tensiones, transformando el desierto... De que la nieve me abrace y me duerma... Y de que el sol me caliente con certeza y cariño, como en aquellas mañanas de la infancia...
    Tengo ganas, en esta noche de luna, de montarme en una nube y viajar hacia un destino incierto, pero intenso, donde sé que la vida, en una forma u otra, estará presente...
    Tengo ganas... de besar y de ser besado, como en el jardín aquél, junto a los amables almendros, los cerezos y los castaños, entre susurros de brisa enamorada, que una tarde sin ganas, envenenada de sombra, se nubló para siempre.
    Tengo ganas de perderme en un sueño y no saber volver... 


Alessandro Castelli
(Gentilino - 2009)


        

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imagen: Portrait of Georges Rodenbach - Lucien Lévy-Dhurmer (1895)
música: Listen to your Heart - Mike Rowland

martes, 23 de junio de 2015

También esto pasará...




    Dos joyitas me regaló el domingo 21 (que, casualmente, fue mi cumpleaños) la revista de El País Semanal. La primera vino de la mano de Javier Cercas, que nos cuenta, para empezar, que... "Y luego dicen que no es mágico el mundo y que lo real sólo es caos y que es falso que, como dice Freud, la verdad tiene estructura de ficción"... Y a continuación nos narra que en un vuelo de Londres a Madrid, camino de la Feria del Libro, en el Borges de Bioy Casares, leyó la siguiente historia (contada por Borges): 
    "El rey David le pidió a un joyero que fabricase un anillo que le recordara, en los momentos de júbilo, que no debía ensoberbecerse y, en los momentos de tristeza, que no debía abatirse..."
    El joyero se abrumó por el difícil encargo del rey y salió a la calle, supongo que para buscar inspiración. Y entonces se le acercó un joven y le preguntó qué le inquietaba. El joyero le explicó su problema y el joven le dijo que no se preocupara, que lo que debía hacer era fabricar un anillo de oro con la inscripción de "También esto pasará".
    Cuando el joyero, siguiendo el consejo del joven, le presentó el anillo al rey, éste le inquirió sobre cómo había llegado a esa solución, y el joyero le contó su encuentro con el joven. Entonces el rey exclamó: "¡Ah! Ese joven es mi hijo Salomón." 
    Más adelante, Cercas nos dice que esa misma historia se encuentra en una novela de Milena Busquets (con el mismo título de "También esto pasará"), y en antiguos escritos orientales, por ejemplo en un cuento sufí, en el que "un sabio sirviente del rey salva a su señor con un mensaje que esconde en su anillo y que le recuerda que éxito y fracaso son sólo dos espejismos..." 
    Por supuesto que me agradó saber de esta historia, que podría también haber sido un breve cuento zen o taoísta, porque anda uno ahora metido en problemas mundanos y materiales, y viene muy bien recordar que todas las cosas, buenas o malas, acaban pasando.

    Y el segundo regalo lo encontré (unas páginas más adelante de la misma revista) en una breve y emotiva semblanza que hace Javier Rioyo del extraño y estimado poeta Fernando Pessoa. En la que empieza diciendo: "La soledad le desolaba y la compañía le deprimía. Vivió con el temor de que hablaran de él. Si le miraban, decía estremecerse; si alguien mostraba interés en él, huía. Le gustaba soñar, beber y escribir." 
    Y continúa, más adelante:
    "No jugó al fútbol, no cantó fados, ni ganó el Nobel. No es un gallo de Barcelos, ni un clavel rojo en un fusil. No es un tranvía, ni un bacalao. Ni siquiera es una sardina. Es un hombre solo, un personaje con sombrero, traje gris y cigarro en mano. Es un bebedor a pie de cualquier barra de barrio. Se pasó la vida huyendo del falso prestigio de la pompa, escapando a los afectos, fugándose de sí mismo. Frecuentó tertulias, creó revistas, escribió artículos y poemas. Ni persiguió el éxito, ni conoció el dinero, y apenas consiguió la escasa fortuna de publicar un solo libro en vida..."
    "Gustó de vivir conscientemente aislado. Reivindicó la nobleza del tímido, de no saber hacer nada o de no tener la habilidad para saber vivir. Sin embargo, vivió intensamente otras vidas sin salir de su ciudad, sus bares, sus habitaciones, con su manera de callar y beber. Murió antes de cumplir 50 años, quiso vivir solo y sin que le recordaran..." 

    ¿Hay relación entre estos dos regalos de encuentro? Seguro que sí. Tantas cosas me tocan en ellos, sobre todo en estos tiempos de problemas, cambios y zozobras... Pessoa me recuerda al amigo Kafka (y también, salvando largas distancias, a mí mismo, lobo estepario triste y esquinado). Y la frase de "también esto pasará", me ayuda a ver las cosas desde una perspectiva un poco más alta. Como si uno se saliera por un momento de la galería de sombras, saliendo por alguna ventana del museo de figuras grises y opacas, y pudiera ver la vida con una mirada más despierta, desde fuera de los muros, subido a alguna torre, o quizá... asombrosamente dotado con unas inesperadas alas de ensueño. Esas alas de azul anochecer que te transportan al lejano país del alma.  
    Por supuesto que el mundo es mágico, amigo Cercas. Basta con entornar un poco los ojos, en cualquier momento del día o de la noche, y dejar que el silencio aquiete la mente. Lo que viene después... es la música de la magia. Que supera todos los laberintos, traspasa todas las puertas y rompe cualquier barrera. Sí, Freud tenía razón: la verdad tiene estructura de ficción. Aunque solamos vivir atrapados en la ficticia realidad de la mentira. Y esto de la magia, sepamos percibirlo o no, tal vez sea lo único que nunca pasará. Por lo menos hasta que se apague la luna, caigan las estrellas y los sueños se duerman en el olvido...


Antonio Martín
(23 de junio, 2015)
   

martes, 16 de junio de 2015

Poetizar




    Casi siempre se ha dicho (muchas veces desde la más absoluta vulgaridad), que el poeta miente... Que sus menciones a vientos, lunas y estrellas, a músicas etéreas y amores sin sombra, no tienen ninguna relación con la realidad. Desde la "filosofía" de la calle, el poeta es un personaje embustero e inútil, que sólo sabe hablar de nubes viajeras y de pájaros que no existen, de flores extrañas y luces que hablan en la penumbra... De seres y cosas que anidan sólo entre las fiebres de su mente fantasiosa. Se suele pensar que el poeta es un ser compuesto de anhelos, enamorado de campos imposibles de encontrar. Un ser perdido en la madeja de sus sueños, un imaginador. Una especie de loco... ¿Qué pinta el poeta en medio de la cruda realidad, que consiste únicamente en encontrar comida y refugio?
    Pero no creo, como Nietzsche, que la belleza sea un invento humano. Sino, más bien, que es algo que existe sólo para el que sabe mirar y, en consecuencia, ver. Por eso, a pesar de esa filosofía popular, prefiero apuntarme a lo de poetizar, porque con ello tengo la sensación de que estoy descubriendo el mundo... Da igual que se trate de un valle, de una playa, de una montaña o de una calle cualquiera lo que estoy mirando. Si poetizo, lograré ver en ello la belleza que contiene. No estoy creando el mundo, no me invento nada. Sólo lo estoy descubriendo... Es como levantar un poco el velo de Isis, como traspasar esa tupida cortina que todo lo cubre y que convierte al mundo en esa galería estúpida y absurda que podemos ver todos los días en los periódicos. Es como conseguir abrir esa ventana que siempre estaba cerrada...  
    Para mí, el poeta, según lo entiendo, es aquel que prefiere mirar al mundo desde su corazón, descubriendo así que había luces ocultas y brillos inesperados tras la aparente opacidad, tras la mugre acumulada de los años. Tesoros secretos, sepultados entre las sombras. También él necesita comida y refugio, pero su mejor alimento y su mejor hogar están en esa oblícua mirada que le descubre que detrás de la vulgaridad hay un mundo diferente.
    La vida es una bruja azul y escarlata, que a veces se deja besar...


Antonio Martín
(16 de junio, 2015)