Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







martes, 31 de julio de 2012

La pregunta



Eran casi las seis de la tarde de un día caluroso de verano. Martín Bardán, un señor mayor y solitario, aficionado a la lectura y las reflexiones, después de comer un pequeño plato de suculentas alubias y de ver un rato la casi insoportable televisión, se refugió en su cuarto de estudio y buscó entre sus libros algo que despertara su interés. Miró y rebuscó durante más de media hora entre los anaqueles de madera. Y al final encontró, después de revisar varios libros, algo que le llamó la atención:

Cuando los grandes problemas descienden y la vida se hace tan negra como las penas, no vale lamentarse y decir: "¡Este es el fin!", sino decirse con esperanza: "¡Este es el principio!". La ocasión debiera ser tomada como la oportunidad para empezar una nueva vida, para mostrar las cualidades positivas, valerosas y constructivas que hay dentro de uno. Será una oportunidad para reconstruir la existencia sobre una base más firme, sobre bases propias, sobre aquellas cualidades que ayuden a soportar. Vencer nuestras dificultades en la mente primero, y luego ella gradualmente se reajustará de nuevo hacia las circunstancias externas.

Esto lo encontró en un viejo libro de Paul Brunton ("Una Ermita en los Himalayas"), y le sorprendió. ¿Es posible creer, pensó, que un aluvión de dificultades pueda dar lugar a una nueva actitud individual? ¿Que alguien, ante unas circunstancias adversas, pueda llegar a entrever el comienzo de un nuevo camino?
Lo de la esperanza era algo que para Martín B. resultaba muy sospechoso, porque ya había vivido la rotura de muchas de ellas en su vida. Pero también le recordaba este texto a aquello de lo que hablaba Castaneda, lo de la actitud del guerrero. Y en eso sí seguía creyendo. Recordó, por ejemplo, aquellas palabras de "Relatos de Poder":

Un guerrero debe cultivar el sentimiento de que tiene cuanto necesita para ese viaje extravagante que es su vida. Lo que cuenta para un guerrero es estar vivo. La vida es suficiente y completa en sí misma, y por sí misma se explica.
Por eso puede uno decir, sin presunción, que la experiencia de las experiencias es estar vivo.


De manera que, según esto, lo único que importa es vivir. Y así, a pesar de cualquier circunstancia adversa, lo que tiene que hacer uno es adaptarse, saber seguir la corriente y continuar con su extraña aventura.
No parecía nada fácil el asunto, pero tampoco descabellado. La vida, como se sabe, es tremendamente cambiante. Eso se ha dicho desde siempre. Y uno no debería rendirse ante un cambio del destino, frente a una variación de las circunstancias, por mucho que nos duelan. Vivir es la aventura deseada y necesaria, seguir navegando en el propio barco, por muy frágil que a veces pueda parecernos. Seguir, sople el viento que sople.

Meditando sobre esto, Martín B. dejó los libros y su cuarto de estudio. Salió afuera y se puso a caminar por la orilla del río. Y debajo de un fresno joven se sentó y volvió a inquirir, como otras veces, a la brillante superficie del agua que se deslizaba indolente bajo el sol del atardecer.
Sí, el río, con sus mil voces, sus mil ojos y sus mil sonrisas y lamentos, asintió a su pregunta... La vida es el desafío del guerrero, del caminante, y todo lo que se puede hacer frente al misterio de esta aventura es vivirlo...


Antonio H. Martín

(31 de julio, 2012)



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música: "If You Look"
álbum: "Imaginary Roads" (1988)
autor: William Ackerman
imagen: AHM

lunes, 30 de julio de 2012

Solo



Su delgada figura arrastraba la maleta por la estación. Alejandro esperaba un tren, cualquier tren que le llevara a ninguna parte. Entre los ríos de gente contenta que comenzaba sus vacaciones de verano, él parecía un fantasma gris, cabizbajo, taciturno, que no podía permitirse ni siquiera una leve sonrisa... Siempre había deseado y buscado la soledad, pero no ésta, no con este frío, con esta amargura, con esta sensación de vacío. No, no así. La soledad deseada era muy distinta, estaba llena de sutiles presencias, de ilusiones, de contactos secretos. Pero no esta soledad de ahora, sin contenido, sin sentimiento, sin estrellas, tan llena de nada...
Pero, en fin, era lo que tocaba vivir. Y estaba dispuesto a ello, a dejarse llevar por lo que fuera. Alejandro quería vivir y agotar este último aliento, beber hasta la última gota de esta extraña copa que el destino le brindaba.
Al fin llegó el tren. Se subió a él con su maleta de viejos libros y cuadernos, buscó su asiento y cerró los ojos. Una vez más, la vida era un viaje hacia lo desconocido...


Antonio H. Martín




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música: Starless
álbum: Red
autor: King Crimson

viernes, 27 de julio de 2012

El brillo (II)




Estoy más ocioso de lo normal últimamente, y paso gran parte de mi tiempo releyendo viejos escritos, no sólo de mis antiguos cuadernos de papel sino también de este mismo cuaderno virtual. Después de publicar durante cuatro años y ocho meses, hay muchos textos que tenía olvidados y que me place descubrir. Eso me ha ocurrido con éste de El brillo. No lo recordaba, y me gusta. Es curioso observar que, a pesar de haber transcurrido casi dos años, lo podría haber escrito ayer mismo. Está claro que el paso del tiempo me ha cambiado poco, puede que nada...
Y otra cosa curiosa: en noviembre del 2010 yo no vivía cerca de ningún río, sino en una gran ciudad, rodeado de feos edificios y de humo. Y nada entonces apuntaba a que efectivamente iba a estar junto a un río, entre árboles y montes verdes... Fue meses después cuando se produjo el cambio. También por eso me ha llamado la atención este escrito.


AHM.

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Caminaba por el campo, cerca del río, como todas las tardes desde hacía ya casi un año, con su libro, sus cigarrillos y sus sueños, que eran como pájaros en su cabeza, quizá como nubes... Solo, como todas las tardes.
El libro era de filosofía oriental y decía cosas fabulosas. Leyéndolo le parecía que se le ampliaba la mente, y todo cuanto veía tomaba un color distinto ante sus ojos. Era consciente de la realidad, del mundo, pero al mismo tiempo se sentía también consciente de otra realidad, de otro mundo... Los árboles no eran sólo árboles, las nubes no eran sólo nubes. Y él mismo no era sólo lo que aparentaba ser.
Caminaba despacio, porque no había ninguna prisa por nada, porque el tiempo le acompañaba en su andar, como si fuera su amigo. Nada tiraba de él desde atrás, y nada le llamaba. Todo parecía estar en su justo sitio. Caminaba siguiendo el ritmo de su respiración, que estaba acompasada con todo lo que le rodeaba. Cuando levantaba la mirada del libro, saludaba sonriente a árboles, flores y piedras, a las nubes y al aire, a las casas y a la hierba. Cada curva del camino era una invitación para seguir, pero sin el empuje del tiempo extraño, sin la tirantez del vacío.
No, no estaba en el paraíso, pero se sentía feliz. Era maravilloso percibir esa música del silencio, ese juego del aire con las formas, esa danza entre sombras y luces, ese baile amable entre la mente y el mundo. Esos besos que se intuían, que casi se escuchaban, como leves susurros... Era como oír el girar de la llave de plata, la que abre la puerta del país del sueño.
Y en eso... vio el brillo. Observó un reflejo de oro sobre el río, que le hizo detenerse. El atardecer, sí, el sol que se iba a iluminar otra parte del mundo y se despedía, pero... Este brillo hizo algo más que dorar las aguas, este brillo le habló, le llamó...

No podemos saber qué es lo que le dijo, ni qué extraña llamada escuchó, pero el caminante dejó el libro sobre la hierba, y el tabaco, y siguió el camino, bordeando el río, hacia el horizonte, hacia la noche. Con la certeza de que nunca iba a volver.
Sólo se llevó sus sueños, su maletín de pájaros y nubes. Y también... su sonrisa.


Antonio H. Martín

(5 de noviembre, 2010)

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imagen: "Brilliance" (detalle)
autor: Gregory Williams

jueves, 26 de julio de 2012

La perla perdida



El Emperador Amarillo fue paseando
al norte del Agua Roja,
a la montaña de Kwan Lun.
Miró a su alrededor desde el borde del mundo.
Camino a casa,
perdió su perla del color de la noche.

Mandó a la ciencia a buscar a su perla, y no consiguió nada.
Mandó al análisis a buscar a su perla, y no consiguió nada.
Mandó a la lógica a buscar a su perla, y no consiguió nada.
Entonces preguntó a la nada, ¡y la nada la tenía!

El Emperador Amarillo dijo:
"¡Es en verdad extraño: la nada,
que no fue mandada,
que no trabajó para encontrarla,
tenía la perla del color de la noche!"


Chuang Tzu


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foto: MSonsoles
link: http://www.flickr.com/photos/msonsoles/6576170119/

martes, 24 de julio de 2012

Descripción



"Los seres humanos no son objetos; no tienen solidez. Son seres redondos, luminosos; no tienen límites. El mundo de los objetos y de la solidez no es más que una descripción que fue creada para ayudarlos, para facilitar su paso por la tierra."

"La razón hace que los seres humanos olviden que la descripción del mundo es tan sólo una descripción, y antes de que se den cuenta, han atrapado la totalidad de sí mismos en un círculo vicioso del cual raramente escapan en toda su vida."

"Los seres humanos son perceptores, pero el mundo que perciben es una ilusión: una ilusión creada por la descripción que les contaron desde el momento mismo en que nacieron.
Así pues, el mundo que su razón quiere sostener es, en esencia, un mundo creado por una descripción que tiene reglas dogmáticas e inviolables, reglas que su razón aprende a aceptar y a defender."

"Lo malo de las palabras es que nos hacen sentirnos iluminados; pero cuando nos damos la vuelta para enfrentarnos al mundo, siempre nos fallan y terminamos enfrentándonos al mundo como siempre: sin iluminación. Por esta razón, un guerrero busca actuar en vez de hablar, y para ello obtiene una nueva descripción del mundo, una descripción en la que hablar no es tan importante y en la que los actos nuevos conllevan reflexiones nuevas."


Carlos Castaneda

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Estas citas de Castaneda me hacen recordar algo que me decía a mí mismo cuando era muy joven: que de lo que se trataba era de una lucha entre la vida y el mundo. Por supuesto, me refería a mis propios problemas, que intentaba superar, y por "vida" entendía mi particular sensibilidad, mi pequeña colina de sentimientos, mi forma de percibir la existencia. Mientras que "mundo" era todo lo demás, el ingente océano de conceptos y tendencias que imperaba a mi alrededor, y que parecía contradecir y oponerse a que yo pudiera vivir, serena pero intensamente, en mi remota e íntima isla personal.
Parece que ya intuía yo entonces que el llamado "mundo" no era sino una particular descripción, compartida por millones, y que lo mío era otra descripción diferente que no encajaba en la anterior. Y me planteé así la vida: como una lucha por conservar siempre mi propia visión de las cosas, y no caer nunca en la otra, que para mí disminuía y degradaba la existencia a algo trivial, muy lejano a mi sentir.
Ya sé que mirar las cosas de esta forma es muy simplista, pero sólo tenía dieciocho años, y lo que me importaba no era ponerme a examinar el problema desde un punto de vista filosófico, psicológico o sociológico (aparte de que no hubiera sabido hacerlo), sino, sobre todo, conservar y defender mi ilusión, mi alegría de vivir contra esa inmensa marea que la amenazaba continuamente. Creo que es un egoísmo muy lícito ese.
Sobre el resultado de esa personal lucha, he estado escribiendo en este cuaderno virtual durante más de cuatro años, así que no voy ahora a extenderme más. Sólo añadiré que me hace gracia cuando dice Castaneda eso de que el mundo es una ilusión que nos contaron desde el momento mismo en que nacimos. Y me hace gracia porque recuerdo que, de niño, cuando los mayores se empeñaban en enseñarme las reglas de su particular descripción, yo solía poner cara de circunstancias y un poco como de perplejidad, y entonces ellos decían: "mírale, por un oído le entra y por el otro le sale."
Y así sigo, perplejo ante una descripción de la realidad que no puedo ni quiero aceptar, pero también asombrado de conservar aún el poder de mi propia mirada y encontrar así, de vez en cuando, retazos de otra descripción distinta, la misma que me enamoró hace ya cien años.
Pero no olvido la última cita que he puesto aquí de Castaneda, en la que menciona que los actos son más importantes que las palabras. Así que, sin sentirme para nada iluminado por lo que acabo de escribir, voy ahora mismo a enfrentarme al mundo sin hablar, con un acto simple, sin pliegues ni flecos mentales que lo desfiguren. Voy a abrir la ventana, en esta tranquila noche de verano, y voy a sentir la brisa del norte, escuchar la voz del río y mirar si alguna estrella ha venido por aquí de visita con su sonrisa lejana...


Antonio H. Martín



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música: Infinite Beauty
álbum: Prelude to Infinity
autor: Robert Haig Coxon
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(Nota: Quizá a algunos, tanto el vídeo como la música os parezcan demasiado "celestiales", y puede que lo sean. Lo son. Pero es una música que suelo usar para relajarme y me ha parecido bien ponerla aquí. Porque relajarse ayuda mucho a parar el diálogo interno, el constante parloteo de la mente, y eso deshace la normal descripción del mundo y deja el camino libre para que otra descripción nueva haga acto de presencia.) AHM

domingo, 22 de julio de 2012

Aquella música...



Esta breve página de mi antiguo cuaderno nocturno de papel es de hace diez años. La he encontrado reordenando las viejas cosas, con la intención de tirar aquello que sobra. Y me ha gustado el encuentro y volver a leer lo que entonces sentía y pensaba. Era aquel un tiempo para mí difícil, pero ni más ni menos que éste de ahora. Quizá todos lo son, aunque muchas veces haya variaciones y matices del otro lado que compensan las dificultades. Y bueno, he pensado que tal vez a vosotros también os gustaría leerla.


AHM.

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Vuelvo a visitar este cuaderno nocturno, que tenía ya algo abandonado entre los papeles viejos, y lo hago de día, con el sol entrando por mi ventana, luz fuerte y clara, implacable, que quema los sueños dulces y suaves de luna y estrellas.
Así que vuelvo de día, mientras el mundo hierve, se arremolina y se hunde como siempre en el vacío de su absurda existencia. Los soñadores vemos así al mundo, con nuestras gafas empañadas de nieblas y vuelos imposibles. Vuelvo de día, porque para mí se confunde con la noche. Sólo hay que cerrar los ojos y mirar hacia dentro. En un minuto el mundo se disuelve y el ruido que oímos pierde valor y peso, y no puede ya engañarnos...
En eso se basa la desgracia de mi vida, en dejarme engañar por el mundo. Un puesto, un nombre, posesiones... Nada de esto tenía que haber entrado nunca en la mente de alguien que se definía a sí mismo como caminante. Pero la voz del mundo grita y grita, y sus garras te golpean, te empujan y te sujetan. Es tan fácil dejarse atrapar. El caminante, el viajero se vuelve mediocre y un mal día se levanta por la mañana y al mirarse en el espejo sólo ve un rostro extraño en el que no se reconoce.
En fin, las vueltas de la vida, el laberinto... Yo sé quien soy, a pesar de todo. Nadie que recordar, nadie a tener en cuenta, nadie que tenga nada especial. Pero la música, aquella música, la sigo oyendo por dentro. A pesar de todo.
Por eso vuelvo hoy a este viejo cuaderno. De día, con el sol implacable entrando por mi ventana. Porque dentro de mí aún oigo la música. Y veo la luna y las otras estrellas...


Antonio H. Martín

(19 de abril, 2002)




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música: Paris in Winter
álbum: Concertino
autor: Yuhki Kuramoto

sábado, 21 de julio de 2012

Rincones



Hay determinados rincones, pequeños lugares que nos emocionan y hacen que nos detengamos ante ellos, como si ejercieran sobre nosotros una atracción especial. Puede ser cualquier mínimo lugar, en la ciudad o en la naturaleza, una valla de piedra cubierta de musgo, una puerta con su ventana, un sendero entre árboles, incluso un simple trozo de suelo acariciado por la luz nocturna de una farola. Cualquier sitio puede valer, si posee ese raro encanto que nos atrae y nos deja parados, absortos, como si estuviéramos ante la obra extraordinaria de un museo. No se trata aquí exactamente de belleza, sino de otra cosa que no sé definir.
El caso es que ante esos lugares uno se detiene y se queda mirando fijamente, mientras siente de un modo extraño... Siente como si ese rincón le estuviera diciendo algo, algo que la razón no alcanza a entender, pero que nuestro ser más interno comprende y disfruta. Quizá esté relacionado con el vago recuerdo de un sueño en el que vivimos intensamente y fuimos felices, y ese rincón en concreto nos lo trae a la memoria. Ya digo que no lo sé. Pero sí puedo atestiguar que ante rincones así uno se queda detenido, casi como hipnotizado, durante largo rato, e incluso a veces desearía fundirse con ese momento para siempre.
Es una experiencia similar a la que nos ocurre en ocasiones con determinados temas musicales. A mí me sucedió, por ejemplo, hace muchos años escuchando la Tocata y Fuga en re menor, de Bach. Estaba saboreando la música, impresionado por su fuerza y su compleja belleza, que oía por primera vez, cuando, de pronto, un determinado pasaje, más suave, me transportó, y mi mente se vió gratamente invadida por un torrente de imágenes, que tenían el aroma de un lejano recuerdo... Tampoco esto lo puedo explicar. Me limito a narrar una experiencia interior, un sentir. Quizá los expertos en la materia, los psicoanalistas, por ejemplo, tengan algo o mucho que decir a este respecto, pero yo no.
Se me ocurre que esos rincones que nos atraen de manera tan fuerte y extraña, pueden ser como ventanas... Ventanas que se abren y nos dejan atisbar durante unos instantes algo que tiene mucho que ver con nosotros mismos, con algo olvidado, pero que es valioso para nosotros. Ventanas abiertas al inconsciente.
Y otro detalle curioso que debo anotar aquí es que podemos pasar junto a ese determinado rincón sin sentir nada especial, hasta que un día no sé qué pasa que nos llama poderosamente la atención. Quizá un cambio en la luz, quizá que esa ventana se abre... Me gustaría mucho saberlo, pero me conformo con que esos encuentros surjan de vez en cuando y me permitan quedarme como extasiado ante algo que aparentemente no tiene importancia, pero que me hace sentir conectado con gozosas facetas olvidadas de mi inconsciente.


Antonio H. Martín

(21 de julio, 2012)


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música: "Nocturnes and the Quarter Moon"
autor: Michael Hoppe
imagen 1: extraída del vídeo
imágen 2: AM.

viernes, 13 de julio de 2012

Visión y realidad



Ver el Universo
en un grano de arena
y el Paraíso en una flor;
sostener el Infinito
en la palma de la mano
y sentir la Eternidad en una hora.



William Blake


Con estos sustanciosos versos de Blake, comienza el conocido escritor Paulo Coelho su artículo de hace unos días en una revista española, de la que luego, abajo, daré información. Y sigue con este comentario:

"Estas pocas líneas pueden sintetizar lo que hoy en día se llama 'la nueva conciencia': la capacidad de entender que todo está interconectado, que los instantes mágicos forman parte de la vida cotidiana y que basta un poco de apertura interior para reconocer que somos capaces de cambiar por completo nuestra realidad, eliminando casi todas las cosas que nos provocan insatisfacción. "

Me pregunto: ¿no es exactamente esto, en diferentes formas, de lo que he estado hablando todos estos años en este humilde cuaderno? Sí, sin duda, pero ocurre que últimamente mis circunstancias personales no apuntan en esa dirección. Porque la magia es exigente con uno mismo, y si uno no hace lo que debe hacer, ésta se aleja y desaparece eso que llamé en su momento "la mirada del sueño". Con lo cual, sólo nos queda la otra mirada, la normal, la del mundo, coincidiendo con que este mundo ahora mismo se deshace en pedazos...
Instantes mágicos, como los nombra Coelho -acertadamente-, los hemos tenido casi todos en algún momento. Pero, ¿qué pasa en su ausencia? ¿Qué sucede cuando miramos un prado, no con la mirada de un poeta o un visionario, sino sólo con la mirada de un labriego? ¿Cuando sentimos que algo importante se nos ha perdido con el paso de los años y el peso de una realidad no deseada?
Deseamos volver a ello, pero no sabemos cómo hacerlo. Coelho dice "que basta un poco de apertura interior", pero... No es nada fácil abrir pesadas puertas de hierro que han sido cerradas por el empuje de un mundo extraño y, a mi juicio, absurdo.

No quiero escribir en un tono pesimista. Me limito a relatar por encima lo que ocurre cuando las circunstancias son adversas, y uno ya no ve como antes veía. Mi amiga Ana, y otros amigos, me dicen que es vital "cambiar de actitud". Y no puedo más que estar de acuerdo con ellos, porque es precisamente lo que siempre he defendido. Pero hoy tengo que reconocer que eso era sencillo hacerlo cuando estaba en el "lado bueno", y no ahora, que me encuentro en el "lado malo".
Imagino que mis amigos se refieren a eso de "la nueva conciencia" y que todo está interconectado. Por supuesto que lo está, y por eso decía antes que la magia es exigente con uno, y que si uno no se comporta adecuadamente, si no es más o menos impecable en sus actos, ésta se aleja.
Pero bueno, tengo que reconocer asimismo algunas cosas. Por ejemplo, que la magia nunca se aleja del todo, y que a veces me vienen buenos recuerdos, incluso de sueños, que me ayudan bastante a sobrevivir. Son retazos de luz que parecen decir: "no todo está perdido"...

Hay varios textos, muy breves, del I Ching, que durante años me han salido una y otra vez en mis consultas personales. Y me gustaría ponerlos aquí:

- 17. Sui / La condescendencia

"Para que las cosas lo sigan a uno, uno debe primero seguir a las cosas con rectitud."

- 18. Ku / El trabajo vano

"Todo lo que se ha malogrado por culpa humana también puede subsanarse mediante el trabajo humano. De esa forma el mundo vuelve a estar en orden."

- 25. Wu Wang / Lo inesperado

"Ni aunque se tire se puede perder lo que a uno le pertenece realmente."


No sé si somos capaces de cambiar por completo nuestra realidad, como apuntaba Coelho. Hoy lo dudo mucho. Pero repito que algunas señales sí recibo, y no sólo en forma de buenos recuerdos, sino que en esa misma realidad se cuelan a veces buenos gestos de personas y gratos detalles en mi propio mirar, en mi visión personal. Parece que la vida responde a algo que aún queda en mi interior. Ojalá sea suficiente para seguir caminando.
Eliminar casi todas las cosas que nos producen insatisfacción, es una labor hercúlea que no está en la mano de cualquiera. Pero, en cualquier caso, mi pequeña ventana sigue abierta, por si vuelve el pájaro del sueño...


Antonio H. Martín

(13 de Julio, 2012)

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- cita: de "William Blake, el visionario"
- autor: Paulo Coelho
- revista: XLSemanal (Madrid, 8 de julio, 2012)
- link: www.xlsemanal.com/coelho
- pintura: William Blake (1757-1827)

miércoles, 11 de julio de 2012

Abril...



Chissa' cosa mormora il vento
Stasera col suo lamento
Dietro la porta laggi.u'
Di gia' il caminetto s' spento
Io chiudo gli occhi e rammento
Gli amori di gioventu'.
Di voi che resta antichi amori
Giorni di festa teneri ardori
Solo una mesta
Foto ingiallita fra le mie dita.
Di voi che resta sguardi innocenti
Lacrime e risa e giuramenti
Solo sepolto in un cassetto qualche biglietto.
Sere d'aprile sogni incantati
Capelli al vento baci rubati
Che resta dunque di tutto ci ditemi un p.
Rivedo un viso mormoro un nome
Ma non ricordo quando n come
Penso a un villaggio dove non so se torner.
Mai pi mano con mano nel buio
Stupiti d'essere due felici senza perch.
Mai pi fiori nascosti nel libro
Il cui profumo ci inebria ma presto evapora ahim.
Di voi che resta antichi amori
Grandi segreti complici cuori
Solo nel petto male guarita una ferita.
Di voi che resta parole audaci carezze caste timide braci
Solo una cenere che pi non fuma ma si consuma.
Chiari di luna dolci sentieri e tu perduta anima di ieri
Perch sparisti chi ti rub dimmelo un p.
Solo un motivo risento ancora d'un fuggitivo disco d'allora
E a un luogo penso dove non so se torner.




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canción: "Che cosa resta"
autor: Charles Trenet (1950)
intérprete: Franco Battiato

sábado, 7 de julio de 2012

Lobo estepario (II)



La anterior entrada parece que no ha sido de vuestro gusto. Lo digo por la falta de comentarios... Y es comprensible, porque no es especialmente grata. Pero uno vive, siente y escribe según le van las cosas, no según quiere. Y los deseos y los sueños suelen ser, a veces, simples charcos al lado del camino, y no el río que a uno le gustaría.
Me apetece ahora reponer una vieja entrada, de hace justo hoy
dos años, en la que las cosas, la vida, se veía de forma diferente...


Soy un lobo, un lobo estepario, que nunca se ha llevado bien con este mundo, para mí tan extraño, y nunca lo hará. Un lobo solitario, un caminante de la noche que entra en la vida por el umbral del ocaso, justo cuando empieza a acabar el día.
Un buscador de destellos, que se refugia en las sombras, que huye del ruido mundano y explora el camino de la noche buscando la música del silencio.
Un enamorado de la luna, un escuchador de estrellas, un cazador de sueños, sediento de magias, de brillos ocultos y de susurros.
He soñado tanto... y tan bien, que nada de este mundo me puede saciar.
Sólo la luna y el viento me ayudan a veces a encontrar mi llave de plata, la de los buenos sueños...



A pesar del tiempo transcurrido, podría haberlo escrito esta misma noche. Porque hay cosas que el paso del tiempo, aunque las apariencias digan lo contrario, no puede cambiar. Yo, ahora y siempre, sigo creyendo en la magia de la vida. Y si mañana luce o no el sol, no es relevante. Lo que me vale es que esa fina tela de los sueños siga enlazando puertas, ventanas y miradas, más allá de cualquier circunstancia. Vine aquí desde un sueño, y embarcado en otro sueño me marcharé. Todos lo hacemos así.
Al fin y al cabo, ¿qué es la vida sino un sueño?


Antonio Martín

miércoles, 4 de julio de 2012

El vagabundo



Las calles de la ciudad eran como acuarelas detenidas en el tiempo, entre sombras. Sólo la luna, las farolas y el brillo de la lluvia reciente daban algo de color a un paisaje desértico y casi de sueño.
En una esquina de las afueras, había un hombre sentado en el escalón de un portal. Estaba solo y miraba fijamente a algún punto impreciso de su mente. Estaba allí pensando desde hacía horas, quieto, ensimismado, envuelto por la oscuridad de una noche vacía de verano. Nada llamaba su atención, más allá de sus pensamientos, y no tenía a donde ir. Era un vagabundo, o eso parecía.
Pensaba en su vida pasada, y se preguntaba qué había sido... ¿Unos juegos infantiles, sueños de juventud, momentos de amistad y amor, algún viaje, trabajos ingratos, relaciones rotas, desengaños...? Entre sus labios había un cigarrillo humeante, y de tanto en tanto el humo parecía seguir el ritmo de sus pensamientos, como en una danza caprichosa y caótica.
En eso, se acercó una mujer, una elegante dama, y se paró ante él. Le preguntó:

- ¿Necesita algo, buen hombre? ¿Comida, dinero, cariño?

El supuesto vagabundo alzó la vista y miró incrédulo a la aparición.

- ¿Por qué me pregunta? Necesito todo eso y más. Pero no creo que a usted le importe.

- No sé qué decirle. No le conozco, pero algo de usted me atrae, por eso le he preguntado.

- Bueno, pues ya lo sabe. Y ahora márchese y déjeme con mis cosas.

La mujer insistió:

- ¿Tiene algún problema?

- Tengo todos los problemas. ¿Le basta con eso?

Como única respuesta, la dama extendió su mano derecha hacia el vagabundo, mientras sonreía. No le estaba dando dinero, sólo era su mano abierta en signo de saludo. Y el hombre, sin saber por qué, la cogió. En ese momento una oleada de sentimientos e imágenes olvidadas le golpeó el pecho. Vio su vida entera, como en la galería de un museo, cada momento congelado en un cuadro, cada sentimiento escrito en una página. Y en breves instantes todo se volvió un torbellino vertiginoso que daba vueltas y más vueltas. Pensó en asirse a algo, pero al final desistió y se dejó llevar...



Antonio H. Martín

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imagen: AHM