Hay aquí, en Madrid, una Feria del Libro permanente, abierta todos los días del año, excepto aquellos que no existen como tales, los días
ciegos en los que no vemos nada, y nada nos ve...
En una suave pendiente llamada Cuesta de Moyano, que comienza en la Glorieta de Atocha y sirve de pasillo de entrada a una de las puertas del parque de El Retiro (que ahora llaman "Parque de Madrid"), muy cerca del Museo del Prado, hay una serie de viejas casetas de madera, repletas de libros antiguos y modernos, con sus correspondientes mesas delante, también llenas de libros, por supuesto.
Para mí, que la conozco desde hace unos cuarenta años, siempre ha sido como "la ruta del tesoro", o mejor aún, el tesoro mismo. En esta cuesta, que defino como
maravillosa a pesar de su simple apariencia de viejo mercadillo, he encontrado muchos tesoros, muchos. Aquí empecé a montar mi biblioteca particular, que es como decir que empecé a "amueblar" mi mente... Mañanas enteras ojeando títulos, portadas y páginas me procuraron muchos gozosos encuentros. Libros de autores conocidos, y también otros descubrimientos, de gente a quien no conocía y cuyos libros elegía un poco al
azar, y que luego se convirtieron en libros de cabecera.
De aquí me llevaba a casa los libros de Hesse, todos los que encontraba, y también los de Novalis o Hölderlin, Jean Paul, Hoffmann, Eichendorff, Tieck... Aquí escogía las novelas fantásticas de Dunsany o Lovecraft, lecturas nocturnas a la luz de la luna, la que entraba por la ventana de mi cuarto de entonces; aquí empecé a leer a Jung y a Erich Fromm, a Castaneda y Alan Watts...
En fin, que era como el umbral de mi casa... Toda una
cuesta del tesoro, cuyo recorrido siempre me deparaba buenos encuentros. Unas veces sabía lo que buscaba, y otras muchas no, pero el resultado siempre era positivo.
Por esta cuesta solíamos subir mis amigos y yo, camino de El Retiro, cuando adolescentes... Lo cual temían un poco por mi culpa, ya que era inevitable que el amigo Antonio se quedara siempre "enganchado" en alguno de los puestos de libros, con el consiguiente retraso...
A lo largo de mi vida, ya más de medio siglo (qué fuerte suena esto), he conocido cien librerías, por no decir mil, pero esta Feria del Libro continua siempre fue la principal, la mejor de todas, mi "cuesta del tesoro" personal, una cuesta que, efectivamente, me costaba mucho subir, a pesar de su suavidad, porque a la fuerza tenía que detenerme ante las joyas que allí había... Luego seguía mi camino hacia el parque, pero ya no iba tan solo: un libro, un buen libro iba conmigo.
Y, en fin, resulta que he vuelto hace muy poco a este sitio, después de algunos años. Sigue tan vivo como antes, y he querido hacerle este pequeño homenaje. Es, como digo, mi librería preferida, una al aire libre, por la que he paseado en épocas muy diferentes de mi vida, bajo la lluvia, con sol, con viento, con nieve..., y que siempre conseguía transformar mi ánimo, y convertir cualquier sombra en luz, porque dentro de los buenos libros siempre hay una luz.
Una librería con encanto, llena de buenos recuerdos, y donde aún hoy se producen buenos encuentros...
Antonio Martín
(23 de noviembre, 2009)
Querido amigo: Parece que escribiste ésto para mí.En el barrio porteño de Caballito, también hay una feria del libro abierta todo el año. Es la feria del Parque Rivadavia. Allí, hace también cuarenta años, fui por primera vez con mi padre. Y seguí yendo, por años, hasta que me mudé a Mar del Plata.Desde hace cuatro años, mi hijo Ignacio tiene allí un puesto de libros usados,así que la historia se repite. Sigo yendo, cada vez que lo visito.Y por él, fue que amplié mi panorama de lecturas. Escucho su voz diciéndome:leete ésto,ma!
ResponderEliminarGracias,Antonio, por esta entrada.(y te mandaré alguna foto del parque)
Mil besos!* (te extrañaba)
Cuánta envidia me produce tu entrada, Antonio. Habré pasado por La Cuesta Moyano un par de veces en mi vida y… mire usted por donde, todo estaba cerrado. Intuí todas las maravillas y tesoros que nos descubres tras aquellos cierres de madera. Entonces también sentí envidia. A los que hemos vivido en pueblos o a lo sumo vivimos en pueblos con aspiraciones a ciudad pequeñita, nos privaron de disfrutar esas búsquedas y de sus resultados. Yo que me moría por leer y fui una niña precoz en el aprendizaje de la lectura (leía las hojas de los periódicos en las que envolvían la compra a mi madre)
ResponderEliminarno tuve la suerte de tener a mano nada que me diese acceso a esos tesoros que yo anhelaba. Es más, alguien a mi lado sentenció que las mujeres no necesitaban leer tanto y que de tanto leer me pondría “modorra”… más me valía aprender a hacer los oficios de casa. Luego, hasta donde he podido, y no sin dificultades, he intentado subsanarlo, pero…¡lo que hace vivir en universos paralelos! ¿se entiende mi envidia, no?
Cuando pequeña me enseñaron atajos para crecer y hoy, busco en los estantes sin tiempo, las manecillas perdidas de mi infancia.
ResponderEliminarHoy compro ropa de mayor talla
para mis niñas y hago dieta de
realidades, con tal de vestírme de su inocencia...
Un abrazo a tu lámpara, Antonino...
No hace mucho que un amigo, me descubrió esa Cuesta del tesoro. Algo que siempre le voy a agradecer. No son tantos los lugares donde encontrar a esos maravillosos amigos que nunca nos decepcionan ¿verdad?
ResponderEliminarEs además un lugar con un encanto especial que invita a pasear, y a perderse en compañía o en soledad por ese precioso jardín que es el Retiro y que debe andar especialmente bello en estas fechas.
Gracias por traérnoslo a la memoria amigo.
Un abrazo.
Qué suerte, yo tengo que ir a la librería.
ResponderEliminarPero ya no puedo comprar más libros,qué felicidad, abrir, buscar, e ir amontonado los que te llevarás, y en casa empezar por atras´rápidamente todos, hasta saber el orden en que irás leyéndolos, y luego ir leyéndolos despacio...
Es como un rito.
Un abrazo.
¡Maravilloso relato, Antonio!
ResponderEliminarYo, que me precio de conocer bastante bien tu Madrid, por haber ido un buen número de veces, lamento decirte que esa cuesta la recorrí poco. Por eso, agradezco más aún tu Entrada, pues completas mi imagen de aquélla amada ciudad.
Cuando uno es turista, no tiene tiempo para deambular largos ratos por allí... pero aunque no lo conozca bien, estoy infinitamente agradecida con ese lugar tan especial, porque te conformó a ti, a tus lecturas y afición por escribir.
¿Qué sería del Cuaderno Nocturno si no hubieras ido allá a abrevar todo lo que nos cuentas? ¿Existiría incluso este blog?
De modo que gracias a la Cuesta del Tesoro, a Hesse, a Nietzche y Hôlderlin, a Castaneda y especialmente a TI, Lobo Estepario Lector, por haber cosechado tan buenos frutos de tus incursiones allí... y por compartirlos con nosotros.
Un beso.
Amigo de mi razón y (l)o-(c)atido de mi co-razón, que Dios nos siga revistiendo de su Acción y desnudando de nuestra Gracia.
ResponderEliminarSigamos viajando hacia su mesa, forjada con ramas, que alguna vez fueron flor.
Y sigamos desordenando al mundo, con tal de que vuelva a empezar, cada vez, más a menudo.
Un fuerte abrazo,
PoiEli.
Amiga Silvia, hay que hablar con el ayuntamiento de Mar del Plata para que ponga una feria del libro permanente. Porque Caballito te pilla un poco lejos...
ResponderEliminarEspero esa foto.
Mil y un besos.
¡Pero, Luisa! ¡pues claro que entiendo tu envidia!
ResponderEliminarA mí me hubiese pasado tres cuartos de lo mismo.
Pero míralo por el lado positivo: esas carencias no consiguieron vencer tu curiosidad, y hoy eres una gran escritora. Cosa que no pueden decir la inmensa mayoría de los madrileños, a pesar de que siempre tuvieron acceso a esta "cuesta del tesoro" y a otras muchas librerías.
Un abrazo, amiga poeta.
(sin feria del libro, pero con la poesía en las venas).
Hola, Eli.
ResponderEliminarTus dos comentarios son dos joyas poéticas, como siempre.
No tengo hijos, pero te aseguro que también hago "dieta de realidades", todo lo que puedo; tanto que me puedo convertir en nube en cualquier momento, jeje.
Y en cuanto a lo de "desordenar el mundo"..., es mi labor favorita. No por sembrar el caos, sino porque está muy desordenado ese orden, y hay que abrir nuevas ventanas a otras realidades.
Un abrazo.
Un abrazo.
No sé por qué han salido dos abrazos, pero me alegro: dos mejor que uno.
ResponderEliminarY aquí un tercero, para ti, poeta PoiEli.
Me alegro de eso, Cristal.
ResponderEliminarLa verdad es que es aquí un sitio de lo más normal y conocido, pero todo depende de cómo se mire, y, sobre todo, de quien lo haga.
En Madrid hay muchas librerías, pero... ¿y si sientes el deseo de perderte en esa búsqueda del tesoro un día de domingo?
Pues es ese día justamente cuando todos los puestos de este feria están abiertos. Lo cual es muy de agradecer.
Y además, como dices, al final está El Retiro, que es un sitio ideal para pasear y leer.
Un abrazo, hada.
Pues sí, Alfaro, le verdad es que he pasado mañanas y tardes muy buenas en esa cuesta.
ResponderEliminarY cuando había comprado un libro desconocido, me iba en seguida a leerlo delante de una pequeña laguna del parque, donde está el llamado Palacio de Cristal (un edificio acristalado del XIX donde suelen hacer exposiciones).
Echo de menos ese "rito" que mencionas. Tendré que volver más a menudo.
Un abrazo.
(Por cierto, te he dejado en tu ciudad un link musical que creo te gustará.)
Hola, Liz.
ResponderEliminarRelato, sí, pero no cuento, jeje, porque es de lo más real.
En efecto, de turista no se tiene el suficiente tiempo, porque hay muchas cosas que ver, y la cuesta es para demorarse durante horas.
Tú, imagino, que irías sobre todo al Museo del Prado, que también es muy largo de ver.
Este cuaderno seguramente existiría igual sin la "cuesta del tesoro", pero tengo que reconocer que allí encontré mucha riqueza, así que es deudor de aquellos paseos de juventud por ella.
Un beso, pintora de umbrales.
Lindo leerte, asi conozco lo desconocido hasta hoy para mi. Te dejo un beso, cuidate.
ResponderEliminarYo vivo al ladito de esta famosa cuesta de libreros madrileños, y de vez en cuando me paso para buscar alguna joyita a un buen precio o libros descatalogados , sobre todo de arte, por si un casual lo encuentro.
ResponderEliminarUna vez encontré una edición antigua de la "Esfinge maragata", y, al abrir las páginas, hallé una carta de un hombre que hacia la mili en Zaragoza y se la dirigía a su novia. Por supuesto, la leí y la conservo entre lás páginas de ese libro.
Además ahora que han hecho toda la calle peatonal es una delicia poder pasear por ella sin los coches que antes abarrotaban la calle.
Y allá por la primavera no olvides la feria del libro antiguo y de ocasión en el Paseo de Recoletos.
Un gran saludo.
No sé cómo agradecerte el detalle del link... gracias a ese hilo llegaré a otros donde pueda bajar algo,
ResponderEliminarde una ciudad a otra y a otra...así hasta llegar a Roma.
Un besazo.
Hola Antonio:
ResponderEliminarGracias por tu visita, mis dos buenos condimento tambien son, meditar y soñar.
que nunca se apague la luz
Abrazos
Antonio, miguita a miguita te has fabricado tu paralelo mundo para seguir en este otro tan particular. Dicho de otra manera con los libros fabricamos nuestras particulares trincheras.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por tu visita, Poetiza.
ResponderEliminarY gracias por el beso. Dejé de leerte por que surgía un problema con tu blog: me bloqueaba mi pc. Misterios de la informática.
Un saludo.
Hola, Maite.
ResponderEliminarYa imaginaba que conocías bien esta "cuesta del tesoro".
Detalles como el que comentas de la carta dentro del libro, también me han sucedido. Ten en cuenta que estas casetas funcionan como compra-venta. Yo mismo he vendido aquí libros viejos, y a saber si dentro guardaban alguna carta o nota importante...
La feria del libro antiguo, en Recoletos, no es lo mismo, porque al ser ocasional se junta mucha gente; no tiene la intimidad de la cuesta. Pero, por supuesto, siempre que puedo me acerco a ella.
Un abrazo, Isoba.
De nada, Alfaro.
ResponderEliminarTodo un placer para mí facilitarte ese "camino a Roma".
Besos.
Hola, Mar.
ResponderEliminarPues entonces nos alimentamos de las mismas cosas. Meditar y soñar forman parte indisoluble de mi naturaleza. No sabría vivir sin hacerlo.
Esa luz tiene que estar siempre encendida.
Un abrazo.
Así es, amigo Terry: estamos en nuestras "trincheras", que nos sirven de refugio contra el enemigo.
ResponderEliminarPero no pensemos por eso que estamos distanciados de la realidad, porque dentro de esas trincheras, cuyas paredes son libros, hay muchas veces tesoros ocultos que valen mucho más que la "guerra" de afuera.
Un saludo, Don Terry.
Me ha encantado como lo describes. He pasado muchas veces por allí y en todas las estaciones. Y también hay personajes muy curiosos dentro de esas casetas. Viví durante muuuchos años al lado del retiro., cruzaba la calle y ahí estaba. Siempre me he subido a los árboles, pero nunca lo había hecho en el retiro. Ahora, con más de cincuenta lo he hecho y me siento absolutamenete feliz.
ResponderEliminarUn abrazo inmenso.
Pues me alegro mucho, Mária, de tus vivencias en esa cuesta del tesoro.
ResponderEliminarYo también fui vecino de esa zona durante años.
Y me alegro también de que con más de cincuenta sigas subiéndote a los árboles. Eso indica la juventud de tu espíritu, cosa que se nota mucho en tus letras.
Un gran abrazo.