Continúo rescatando viejas páginas de mi
diario de un obstinado. No se trata de hablar siempre de mí mismo y de mis antiguos problemas de hace más de veinte años, sino de exponer los pasos de un proceso personal, para echar luz sobre causas y efectos. Hablo de mí, aparte de porque es el caso que mejor conozco, porque este cuaderno ha sido y es sólo eso: un cuaderno íntimo, de confesiones y reflexiones personales. No me pongo como ejemplo de nada. Me limito a recordar el modo en que me sentía en aquellos tiempos, para establecer las relaciones que hay entre el ayer y el hoy. Es una forma de mirarse en un espejo antiguo, apartando las telarañas del tiempo, y reconocer qué líneas del rostro siguen igual y cuáles han cambiado, intentando definir y completar el propio paisaje.
AHM.
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Diario de un obstinado
(30 de noviembre, 1987)
Hay algo sobre lo que me gustaría escribir esta noche, un tema que considero de vital importancia, algo que me toca muy de cerca y muy adentro y que me gustaría expresar con nitidez y profundidad, abarcando todo su complejo entramado psicológico, su multiplicidad de formas y contenidos. Quizá por el deseo inconsciente de encontrar una síntesis, una respuesta clara y sencilla, un último significado que ilumine todo el laberinto.
Me estoy refiriendo a la dualidad, algo con lo que trato diariamente, que es para mí pasado, presente y seguramente futuro, que configura mi realidad y da forma a mi vida cotidiana, interna y externamente.
Pero, por desgracia, no puedo hacerlo, al menos no como yo quisiera. En primer lugar, no soy psicólogo, y mucho menos filósofo, y mi conocimiento de esas disciplinas es muy escaso. Y en segundo lugar, mi actual estado mental y psíquico es demasiado pobre, demasiado insensible y torpe para poder intentarlo siquiera con una cierta dignidad. A lo único que ahora puedo alcanzar es a fumar mis cigarros, beber mi coñac y garabatear en esta hoja con un poco de coherencia, mientras escucho en mi caja de música los Conciertos de Brandemburgo, de Bach. Y aun esto carece en mí de maestría, le falta la entrega necesaria, no tiene la suficiente solidez. Ni siquiera para esto estoy maduro; mientras escribo, mientras bebo, fumo y escucho la música, intentando concentrar mis pensamientos y expresarlos en el papel, mi mente y mi cuerpo se rebelan, me asaltan imágenes extrañas y otros pensamientos y otros deseos vienen a cruzarse con los primeros, interceptándolos, bloqueándolos y haciendo imposible una línea continua y precisa.
En fin, quizá todo esto también tenga algo que ver con la dualidad, o quizá simplemente tenga que ver con mi falta de seriedad, de autenticidad, en una palabra, con mi idiotez. Continúo siendo un enfermo del tiempo, un esclavo de la medida y la norma, un pobre y miserable sirviente de la obligación. Es casi la una de la noche, y ya es demasiado tarde para mí, tengo prisa por acostarme, prisa por dormir profundamente durante las horas que quedan, para mañana poder enfrentarme de nuevo al mundo cotidiano del trabajo y la realidad mundana con un poco de energía, para tener un poco de fuerza, una pequeña reserva que me permita seguir soportando la tormenta de lo absurdo, de lo vacío, de lo sin alma.
Este es quizá el motivo principal por el que no escribo lo que quiero escribir. Quería exponer la cuestión de la dualidad, de la ambigüedad de tendencias que conviven simultaneamente en un mismo individuo y del estado caótico en el que éste se encuentra cuando aún no ha conseguido enlazar ambos polos opuestos y armonizar su vida. Pero este pequeño lobo estepario se siente ahora demasiado cansado para ahondar en el tema. La tiranía de una realidad extraña, de una medida del tiempo ajena al corazón, a la que se ha sometido voluntariamente, por debilidad o cobardía, le provoca un falso sueño, un falso cansancio, le obliga a eludir, a postergar aquello que más le importa, aquello que más necesita, y que es rasgar de uno en uno, valientemente, sin ningún miedo, los velos que encubren su propia imagen. Mirar directamente al espejo, sin nada entre medias, y reconocerse, y aceptarse o rechazarse. Volverse loco de una vez por todas, definitivamente, o alcanzar una nueva alegría...
Ayer leí en una revista una cita de una escritora austríaca del siglo pasado, Marie von Ebner-Eschenbach. Nunca había oído hablar de ella, ni tengo idea de cual es el contenido de su obra literaria, pero desde el primer momento me llamó la atención su retrato, que acompaña a la cita. Se ve en él a una mujer de rostro serio y adusto, de unos sesenta años, con una mirada que expresa fuerza y decisión, y también una cierta ironía, como quien ha vivido intensamente y hasta el final todas sus ilusiones, todos sus ideales; que ha desenmascarado a más de una dorada estatua de su tiempo, y sin embargo ha sabido mantener, después de muchos años de experiencias amargas, de desengaños y derrotas, su obstinación, el aprecio y el respeto por su propio sentido, por su razón y su ley.
La cita es muy breve, pero bastante sustanciosa. Dice así:
"Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado en el que se pudo."
Antonio H.Martín
(Diario de un obstinado - 1987)
Es difícil por no decir imposible que coincida el ayer con el hoy, o la sombra del cuerpo con el mismo cuerpo. ¿Dualidad solo? pues eres afortunado, si de fortuna se puede hablar, porque en realidad somos muchos y variados y tan múltiples que es tarea de titanes reducir tantos yos a un solo yo, a no ser que lo identifiques como una multiplicidad.
ResponderEliminarBueno, ya no me preocupan estas cosas, porque para vivir no necesito profundizar demasiado también se puede ir sobre las guas como un pato salvaje o no salvaje.
Un abrazo y suerte.
Por supuesto, MJ: decir "dualidad" es sólo una simplificación. El término correcto sería "multiplicidad", como bien apuntas.
ResponderEliminarY en cuanto a las coincidencias con el pasado, ya decía que buscaba las relaciones entre el ayer y el hoy, lo que subsistía y lo que había cambiado. Está claro que nada es exactamente lo mismo, pero sí son reconocibles ciertas líneas básicas.
Como un pato salvaje sobre aguas agitadas, así me siento yo un poco ahora. O mejor, como un lobo perdido en un bosque nuevo y, de momento, oscuro.
Gracias, MJ. Hacía mucho tiempo que no te veía por aquí. Un abrazo.
Creo que aunque tengamos una personalidad y nuestro propio "yo" nos es muy conocido, algunas veces nos sorprendemos a nosotros mismos porque según que circunstancías nos puede salir un "yo" desconocido para nosotros.
ResponderEliminarCuando algunas veces oigo comentarios de algunas personas que comentan que si vivieran una circunstacías serían así o asao, siempre digo que hay que vivirlo, porque nunca sabemos nuestra reacción. Me he sorprendido a mi misma en determinados momentos de mi vida, porque nunca hubiera pensado que yo pudiera ser así...igual para bien que para mal.
Saludines
Sí, Malú, eso es porque somos múltiples. Solemos vivir con la ficción de un 'yo' único, pero la realidad es otra.
ResponderEliminarY, efectivamente, son las circunstancias, la vida, la que nos pone en evidencia y nos sorprende. Según sean estas circunstancias así actuamos. Al fin y al cabo, no somos islas seguras e impermeables, no somos burbujas de plástico cerradas, sino seres abiertos y en continua interrelación con lo que nos rodea y lo que nos pasa.
Un abrazo, amiga astur.