Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







domingo, 29 de noviembre de 2009

La sombra




Después de una larga conversación, que se había extendido a lo largo de casi media noche, la sombra, desde un oscuro rincón del cuarto a donde no llegaba la luna, recostada sobre los libros viejos, le preguntó al poeta: "Entonces, ¿qué necesitas?"
Y el poeta respondió:

"Necesito asomarme a una amplia terraza que mire hacia poniente. Un cielo grande, ancho y profundo. Un sol dorado que se despida en el horizonte. Una masa de nubes amenazando tormenta. Un viento suave y fresco rozándome el alma...
Eso es lo que necesito."

"¿Y eso es todo?", replicó la sombra, mientras apoyaba una mano displicente en el Fausto. "Me pareces un ser muy simple en el fondo, un romántico, un pobre soñador..."

Entonces, el poeta apartó su mirada del rincón, se levantó y asomándose al pequeño balcón, bajo la suave luz de la luna amiga, dijo:

"Sombra, tú me conoces, pero no del todo. Yo bebo desde siempre en la fuente del aire, y mis mejores momentos tienen el sabor del viento. Soy simple en el fondo, sí, simple como la brisa, como la lluvia, como la luz que se inclina y besa, como el destello de la luna sobre el agua. Y tú, sombra, tú eres mi única complicación."

"Pues debes estarme agradecido", dijo la sombra.

"Sí, sombra, lo estoy, y te lo voy a demostrar con un regalo..."

El poeta fue hacia su mesa de trabajo y encendió la pequeña lámpara, luego se dirigió hacia la cercana pared y pulsó el interruptor de la otra lámpara del techo. El cuarto se inundó de luz, y la sombra huyó a esconderse entre los libros viejos.

"¿Dónde estás ahora, sombra? No puedo verte ni oírte."

Desde su escondite, la sombra susurró: "Volveré".



Antonio Martín
(29 de noviembre, 2009)

10 comentarios:

  1. Y vuelve, claro que vuelve, pero por fortuna siempre, en lo sencillo, hay una luz a mano para hacerla retroceder.

    Un abrazo enorme de sentimientos compartidos, Antonio.

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  2. Me pregunto por qué uno ha de llevarse mal con su sombra, que esta sea una complicación?
    Yo apenas me la veo, pero todos los niños juegan a pisarla...
    Me ha gustado.
    Un abrazo.

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  3. Halló un silencio primigenio, en su "pálido reflejo", al relevo de sus sueños, cuerpo alojando su eco.

    La noche tuvo argumentos, desplazando su misterio, otro ser en movimiento, imaginando un trayecto.

    En vergel de sombras, un mundo quebradizo renace...

    Saludos afectuosos!!!

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  4. Pues sí, Anonio...

    Puede que la sombra sea una especie de "complicación", en el sentido de que es oscura.
    Pero también es gracias a ella que los objetos iluminados destellan más, pues es el contraste el que les da relieve.

    Una luz pareja, a plomo (nada oblicua), como la del desierto a mediodía, es cegadora; pero claro, la luz de tu lámpara en tu estancia iluminando tus libros, es otra cosa.

    Pero sea lo que sea, lo relatas padrísimo.
    Un beso

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  5. Hola, poeta y amiga Luisa.

    Efectivamente, la sombra suele volver, pero, como bien apuntas, siempre hay luces que ayudan.
    Sólo necesitamos una cosa: saber mirar.

    Un abrazo luminoso.

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  6. Alfaro, no todas las sombras son iguales.
    La sombra a que me refiero no es, evidentemente, la que proyecta nuestro cuerpo, sino esa oscuridad cuya compañía nos cuesta asumir.
    Es como una lucha interna y hay tres alternativas: o la vences, o eres vencido por ella, o se llega a un acuerdo. Esta última es la que más me interesa.

    Un abrazo sin sombra (o con ella).

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  7. Gracias, Eli, por tus poéticas palabras.
    Me gusta mucho tu "vergel de sombras"...

    Un saludo.

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  8. Bueno, amiga Liz, te diré que yo soy muy amigo de las sombras, tanto que hasta converso con ellas a veces.
    Pero aquí, en este texto, no me estaba refiriendo a las sombras "físicas", sino a otra clase de sombras...

    Un abrazo, con sombras azules.

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  9. Esta, es una de esas entradas personales góticas y preciosas del Sr. Druida que no acostumbra a prodigarnos en exceso. Por lo que realmente quiero apreciarla en lo que vale. Un pequeño tesoro. Lo bueno, si breve, dos veces bueno... que decía el amigo B.Gracián.

    Y para variar me dejas pensando. Las sombras vienen de serie amigo mío, porque para bien y para mal siempre nos acompañan, aunque sólo sea para hecer patentes las extrañas claridades que también se nos unen inevitablemente. Y son quizás lo que nos hace más humanos.
    No existiría el blanco sin el negro... aunque la mayoría andemos a vueltas escogiendo el gris que más se no ajusta...

    Yo redundo en esa opinión del pacto que le indicas a la amiga Alfaro.
    Pero entiendo también que no siempre es posible el armisticio... y hay veces que hay que vencerlas cueste lo que cueste! ¿verdad?

    Preciosa entrada Antonio.

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  10. Hola, Cristal.

    Seguramente es como dices, y son necesarias las sombras para que exista el contraste, pero...
    Hay ciertas sombras que es mejor iluminar, o sea, borrar, porque si no es muy difícil seguir caminando.

    Un abrazo sin sombras.

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