En vista del interés y el aprecio que sigue despertando la figura de Hölderlin, he decidido transcribir esta nota biográfica, escrita por José María Alvarez, que sirvió de prólogo a la traducción al castellano de sus "Poemas de la locura" (hecha por el propio Alvarez). Para los que no conozcan algunos datos y para quienes quieran refrescar su memoria.
He elegido esta nota en concreto, además de por su relación con el poema que puse en la entrada anterior dedicada a Hölderlin, por el tono en que está escrita. La nota es sólo eso, una nota, no es una biografía detallada del poeta suabo, cuya vida aparece aquí resumida muy a grandes rasgos, pero ciertas palabras indican claramente el sentimiento con que fue escrita.
Alvarez, aunque contenidamente, parece estar hablando de un viejo amigo.
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--- Johann-Christian Friedrich Hölderlin nació el 20 de marzo de 1770 en Lauffen (Condado de Würtenberg), en la Suabia del Neckar.
Su padre administraba un seminario protestante -"Stift"- y su madre era hija de un pastor de tal Iglesia. Dama muy joven viuda (en 1772), volvió a contraer matrimonio en 1774 con el consejero Gock, burgomaestre de Nürtingen. Del primer matrimonio tuvo a Friedrich y a Heinrike. Y con el burgomaestre añadió un hermanastro, Karl.
La muerte de su padre dotó a Friedrich de una prematura tristeza, que refleja en varias cartas.
En 1784 Hölderlin es destinado al servicio divino y enviado a estudiar Teología al seminario de Denkendorf. Allí escribirá sus primeros poemas y descubrirá a Schiller y, según parece, a Klopstock.
En 1786 Hölderlin proseguirá esos estudios en Maulbronn. Allí tendrá su primer amor con Louise Nast. Se abre a Ossian.
Pasa en 1788 al seminario de Tübingen. Se enamora de la hija de un profesor, Elise Lebret. Funda con Neuffer la "Liga de los Poetas", y estrecha su relación con Hegel y Schelling, amantes todos de la Revolución Francesa. En el "Almanaque de las Musas" es publicado por primera vez. Y conoce a quien seguirá siendo amigo suyo toda su vida: Isaac von Sinclair.
Lee mucho a Platón. Empieza a escribir Himnos.
En 1793 se licencia, pero no ejercerá nunca el sagrado ministerio o Misterio.
A finales de 1793, y gracias a Hegel, que lo recomienda a Schiller, y éste a su vez a la Casa, es aceptado como preceptor del hijo de Charlotte von Kalb, en Waltershausen. Se hace cargo del niño, habita junto a él en Weimar y allí comienza a escribir "Hyperion". Cuando abandona este magisterio, la amistad con la madre ha llegado a ser tan sólida, que Charlotte le ayuda a instalarse en Jena con la suficiente estabilidad económica para poder continuar sus trabajos.
En Jena se encuentra de nuevo con Schiller, quien le publica en su revista, "Talía", un fragmento de "Hyperion".
Pero en 1795 está otra vez sin recursos y ha de regresar a su casa materna en Nürtingen. A finales de ese año se emplea como preceptor una vez más en casa del banquero Gontard, en Francfort.
Casi siempre una bella mujer acompaña al dinero. Será Suzette, la esposa de Gontard. Una fascinante historia de amor que Hölderlin fijará para siempre bajo el nombre de Diótima.
La primera parte de "Hyperion" aparece en 1797, y la segunda en 1799. Pero a finales del 98 es despedido de casa del banquero, y se refugiará en Hamburgo, con el amigo Sinclair. Continúa viendo a Suzette, trenzando los últimos filos de su aventura, hasta 1800. Y en esos días vidriosos escribe las tres versiones de "Der Tod des Empedokles".
Son años de una actividad intensísima. Poemas, elegías. Hasta que, muy fatigado, en la primavera de 1800 tiene que volver a Nürtingen. Permanece allí hasta octubre, cuando marcha a Stuttgart invitado por unos amigos. Cuidado por éstos traduce a Píndaro y escribe sus grandes obras. La relación entre los "Himnos" y la influencia de Píndaro debía ser estudiada con detenimiento.
Pero necesita moverse. Y parte hacia Suiza para hacerse cargo de un puesto de preceptor en casa de los Gonzenbach, industriales de Hauptwill. Sólo permanecerá unos meses con ellos. Comienza a sufrir unas crisis que desembocarían en la Locura.
En 1802 marcha a Francia para ejercer por última vez como preceptor, en Burdeos, en casa del cónsul de Alemania, Daniel Christoph Meyer.
Bajo los cielos de Francia entrará en la Locura. Abandona su empleo y retorna para siempre a Alemania. En julio, "tocado por Apolo" (como él mismo aseguró), se instala con su madre. En Nürtingen se entera de la muerte de Diótima. Su vuelo no tiene retorno. Sinclair se hace cargo de él y lo acompaña en un viaje de descanso por Regensburg y Ulm. Por los agujeros incendiados de esos días ve Hölderlin sus grandes Himnos, Patmos, El Archipiélago. Durante 1803 y 1804 su actividad es febril. Poemas y traducciones (Sófocles). Sinclair lo recomienda como bibliotecario en la corte del Landgrave de Hamburgo. Es un puesto tranquilo. Pero un año más tarde la Locura se apodera definitivamente de su criatura.
En agosto de 1806 Sinclair lo traslada a la clínica del Dr. Authenrietch en Tübingen. Y poco después, a la casa del carpintero-ebanista Ernst Zimmer, donde vivirá hasta 1843. Treinta y siete años en una habitación sobre el Neckar. Todos aquellos que él amara -Schiller, Goethe, Napoleón, Beethoven, Kleist, sus compañeros, sus damas- van encaminándose a la muerte. Hölderlin no lo sabrá nunca. Para él ya no existirá sino aquel recinto, el papel sobre el que escribe sus últimos poemas, su piano y las visitas a quienes no reconoce. Olvida su nombre. Fecha poemas con cien años de adelanto. El 7 de junio de 1843, después de contemplar desde su ventana los campos infinitos, murió en paz.
Cuenta Bettina von Arnim que cuando la princesa von Homburg regaló un piano a Hölderlin, éste cortó casi todas las cuerdas, mas dejó algunas, y sobre ellas improvisaba. Así son los poemas de la Locura. Quizá nadie haya visto nunca de forma tan transparente. Es la Noche Sagrada.
No se puede traducir a Hölderlin. ---
José María Alvarez (1978)
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Muchas gracias, Antonio, por esta interesante introducción. Algo de razón tenías. Me interesan estos románticos pero, desde luego, no siento esa pasión que te ata a ellos y que tan bien nos transmites.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Antonio, por engrandecer mi aprendizaje!!
ResponderEliminarSobre personajes, antes deconocidos para mì, ademàs tus elecciones tan bien escogidas.
Una vida demasiado triste, la de Hölderlin.
Besos y muchos màs.
Gracias, Antonio...
ResponderEliminarMe gustó volver a él aunque de rápida pasada.
Nunca tenemos tiempo para leer y releer lo que queremos.
Tu nota me devolvió el sabor de sus letras.
me regresó también a la universidad.
Besos, caminante de biblioteca linda!
Impresionante Antonio, la biografía de este Hoderlein, parecida a la de Van gogh. Grandes obras maestras se equilibran con una dulce locura.
ResponderEliminarSALUDOS.
Gracias por traerme a la memoria no solamente a Hölderlin, con él vienen de la mano unas cuantas madrugadas, hablo de amaneceres metafóricos, claro.
ResponderEliminarUn abrazo.
"...su vuelo no tuvo regreso".
ResponderEliminarFue esta la frase que más me impactó, hiriéndome profundamente. Hay autores que despiertan en uno una sensación como fraternal, muy cercana.
Asi me sucede con esta alma lúcida y grandiosa, pero frágil. ¡Menos mal que han podido llegar hasta nosotros sus escritos! Me refiero por igual a los "cuerdos" y a los que provienen de su largo período de extraña locura.
Gracias, Antonio, por proporcionarnos la oportunidad de saber más de la vida de este ser tan sensible. Resulta notable la cantidad de hombres célebres que fueron sus contemporáneos y a quienes él conoció.
Un abrazo, de parte de esta mexicana con sangre también alemana.
Liz
¿Acaso no puede afirmarse que, cuanto más se le conoce, más se le aprecia?... Hölderlin necesitó de cada uno de sus pasos vitales para ser quién fue, para ser cómo fue, para que hoy disfrutemos de la claridad que habitó en su espíritu y en sus sentidos. "Fechó sus poemas con cien años de adelanto"... Revelador, ¿verdad?
ResponderEliminarGracias por volver del brazo de Hölderlin, amigo Antonio, siempre me alegra reencontraros a los dos.
Abrazos de poemas persistentes y universales...
Esto es un santuario cultural, qué gusto amigo Antonio, tu trabajo es buenísimo.
ResponderEliminarSin duda nos atormenta el mundo crepuscular de los que se van apagando, y más en aquellos tiempos del Werther y el Sturm und Drang,con sus oleadas de suicidios, el yo absoluto romántico...Qué bueno, rescatar para aprender (y algunos para recordar) es doblemente seductor.
Lo dicho, soy de los que leen poco por internet, prefiero imprimir y recostarme cómodamente, pero te confieso que la didáctica me atrae mucho, más en ocasiones que lo artístico.
¡Un abrazo Antonio, sigue dándonos estos paseos románticos!
Muy bueno lo tuyo, Antonio. Sos un maestro!
ResponderEliminarUn beso.
Triste final para un gran poeta...
ResponderEliminarGracias por dárnoslo a conocer, yo personalmente lo desconocía.
De nada, Bel, pero ¿en qué tenía "algo de razón"? Ah, te refieres a cuando te dije que eras más amante del mundo clásico...
ResponderEliminarBueno, todo son lenguajes y uno no elige 'sus' lenguajes, sino que nos eligen. A tí seguramente te fascinó la lectura de los clásicos y te quedaste prendada de su luz, y a mí me sedujo la pasión y las sombras románticas, quizá porque ya estaban en mí.
Un abrazo entre mundos.
¿Quieres decir, Amanecer, que no conocías a Hölderlin?
ResponderEliminarPues me alegro de haber sido yo el presentador, pero lo que deberías hacer, si te interesa realmente, es leer su obra.
Te aconsejo sobre todo su novela epistolar "Hiperión". Esa novela no se lee, se bebe... Yo lo hice de joven y quedé embriagado de poesía para siempre.
Vida triste, sí, pero también alta, muy alta, llena de alma. Casi cuarenta años de locura no pueden ensombrecer el tesoro inapreciable que nos dejó.
Muchos besos.
Gracias a tí, Lena, por pasarte por aquí antes de tu viaje.
ResponderEliminarDile a los chinos que esto de los blogs es un entramado de puentes que comunican conciencias. Es como los libros, pero mucho más rápido e inmediato.
Sonará a necio lo que voy a decir, pero creo que alguien como Hölderlin si viviera en nuestro tiempo tendría muchas más oportunidades de evitar la locura. Sobre todo en el sentido de que vería muchas más ventanas abiertas, muchas más puertas que cruzar, muchas más voces con las que comunicarse y a las que abrazar.
Un beso, Lena. Deja una bonita flor en ese país enorme y reducido.
Hola, Terry.
ResponderEliminarSí, algo se parece a la figura de Van Gogh, pero la locura nunca es dulce, sólo nosotros desde la lejanía podemos verla así, al idealizarla.
Sinceramente, si pudiera viajar en el tiempo, sería capaz de disfrazarme de payaso con tal de hacer reír al triste Hölderlin. La risa, la bendita risa es lo que rompe la dureza de la estatua y la convierte en lluvia, no por eso menos importante, menos llena de altura y de vida.
Un saludo, amigo.
Bien, Alfaro, haces que me sienta orgulloso: yo, un pobre señor con gafas trayendo a la memoria nada menos que al gigante Hölderlin.
ResponderEliminarEsta noche no duermo...
Un abrazo.
Liz, a tí también te estoy refrescando tus lecturas románticas... Me alegro.
ResponderEliminarUna propuesta: ¿qué te parece si pintaras un retrato de Hölderlin? Porque no sólo dominas el paisaje, también haces retratos, y muy buenos.
Sería maravilloso que hicieras ese retrato, solo o con algún acompañamiento alegórico.
Retratos de Hölderlin, que yo sepa, hay muy pocos, y sería un hermoso homenaje de alguien como tú, mexicana-alemana y amante del Sturm und Drang...
¡Piénsatelo, amiga!
Un abrazo.
Pd.- Lo dicho, esta noche no duermo.
Ay, Raquel..., que me parece que al final voy a hacer ese viaje en el tiempo y me voy a traer a Hölderlin del brazo...
ResponderEliminarSeguro que le muestro mi ordenador y me llena el disco duro de poemas en una sola noche. Jajaja.
Me gusta la idea, me encanta.
Un abrazo universal.
Seguiré, Juan, con los paseos románticos. De hecho, cualquier cosa que escriba estará siempre relacionada con ellos, porque es una de las fuentes principales de las que bebo.
ResponderEliminarLo de "santuario cultural" me suena muy fuerte, pero no puedo negar que me gusta. Aunque me limito a poner mi grano de arena, soy como un mensajero que señala el camino hacia la fuente, sólo eso.
Un abrazo.
Gracias, Silvia, pero el maestro no soy yo, por favor, el maestro es Hölderlin.
ResponderEliminarJajaja, parezco un Juan bautista...
Un beso.
Te digo lo mismo que a Amanecer, Bruja, que me alegro de haber sido el presentador, pero que lo bueno de verdad es leer su obra.
ResponderEliminarMe gustaría saber de qué iba ese "debate entre amigas" que generó mi entrada sobre Nietzsche...
Saludos brujos.
Cristal, por si te pasas por aquí, quiero que sepas que tengo pendiente aún la respuesta a tu comentario. Que no se me ha olvidado. Ocurre que ando con catarro y algo debilucho, y encima el "negro" que me ayuda en estos menesteres se ha tomado unos días de vacaciones. En cuanto vuelva lo arreglamos.
ResponderEliminarTe lo diré también en tu "Mirada".
Un saludo.
He leído con atención la vida de este gran poeta, de este gran escritor a juzgar por su importante obra y a juzgar por tu entusiasmo. Porque he de confesar que yo tampoco he leído sus poemas y mucho menos Hiperión. Ya me gustaría ya. Y lo haré aunque no sea este el momento. Desde ya está en mi lista de pendientes. Lo que me llama la atención es esa capacidad de los grandes, para conseguir por encima de todas sus dificultades dedicarse a su creación. Es como si no pudieran acallar esa voz. Como si se alzara por encima de todo. Y como bien dices, su locura es lo más triste. Todavía dudo si es la locura lo que les lleva a esa obsesión, o son sus obsesiones las que les llevan a la locura. Sea como sea y esté donde esté el principio, como bien dices, aprender a reír salva vidas.
ResponderEliminarChapó Antonio.
Sé que no se te ha olvidado Antonio. Para mí, el auténtico lujo es leerte. No te preocupes nunca por contestarme, estás más que cumplido amigo.
ResponderEliminarUn abrazo y cuídate mucho, mucho.
P.D. ¿me prestas el negro por unos días? Es que lo hace de puta madre! mucho mejor que el mío...
Imperdonable, Media Luna, esa lista de pendientes, tienes que ir borrando; a tu ritmo, claro, sin agobios. Te confieso que seguramente la mía sería mucho más larga, pero no tengo. Sólo apunto el nombre que "casualmente" se me acerca. Es decir, si alguien a quien me gusta leer habla elogiosamente de un tal Fulanito, me lo anoto como interesante, lo busco y lo leo, porque sé que no me va a defraudar. Quizá es lo que has hecho tú ahora con Hölderlin.
ResponderEliminarEfectivamente, hay seres especiales que no pueden acallar esa voz interior, tienen que seguirla por encima de todo. No son, desde luego, artistas 'ordinarios', no son simplemente poetas, escritores, pintores o músicos, son seguidores de estrellas.
La locura viene después, cuando el molde se rompe y ese pecho estalla con tanta luz. Por eso apuntaba yo lo de la risa, como fórmula de protección. No se puede seguir a una estrella sin, por ejemplo, el salvavidas de la risa. La luz ahoga y en las alturas hace demasiado frío. Cualquier molde humano, sin una ayuda especial, termina por quebrarse.
Si te decides por el Hiperión, recuerda lo que dije antes, que esa novela no se lee, se bebe... Me acuerdo que en sólo una tarde me leí casi la mitad, y yo leo despacio y releyendo, para empaparme bien.
A ver si te animas y luego me cuentas tus impresiones.
Un abrazo, y gracias por el "chapó".
Cristal, tu mirada es amplia y profunda como el océano (piropo). Gracias por tu comprensión.
ResponderEliminarNo me parece mal dejarte a mi "negro" por un tiempo, si quiere, pero veo un problema, y es que no es 'él' sino 'ella'...
Y no vaya a ser que mi negra y tu negro hagan buenas migas y nos dejen a los dos con un palmo de narices.
No sé tú, pero yo me quedaría en "blanco"...
Un abrazo, amiga 'jeanpauliana'.
Es curioso, en el texto que transcribí de José María Alvarez, hay una frase que estuve a punto de suprimir o al menos suavizar, porque pensé que iba a molestar a las damas, pero parece que no, porque nadie ha dicho nada y ninguna dama se ha dado por aludida.
ResponderEliminar¿Estaré ante un tema tabú?
¿Sabeis a qué frase me refiero?
La respuesta está en el viento...
Saludos.
Sinceramente... sin palabras... Es admirable todo lo que escribis...
ResponderEliminarGracias, Lisandro, pero la próxima vez intenta usar algunas palabras más, para conocerte mejor.
ResponderEliminarDe todas maneras, gracias por el adjetivo con que me obsequias.
Un saludo.