Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 29 de octubre de 2008

Recuerdo de Nietzsche


En el Diccionario Filosófico de Fernando Savater, en el capítulo dedicado a la estupidez, encuentro esta cita de Nietzsche:

“Más que ser felices, los humanos quieren estar ocupados. Todo el que les procura ocupación es, por tanto, un bienhechor. ¡La huida del aburrimiento! En Oriente la sabiduría se acomoda al aburrimiento, hazaña que a los europeos les resulta tan difícil que sospechan que la sabiduría es imposible.”

Leyendo estas frases, no consigo entender cómo el león de montaña que era Nietzsche pudo volverse loco.
Aunque sí, quizá sí lo entienda: entre tanta estupidez no es demasiado difícil atravesar la frontera de la cordura y pasar al otro lado. Sería algo así como un involuntario e inconsciente abandono, una manera definitiva de descargarse el peso de la lucidez.
Como dijo el mismo Nietzsche:

“Luz soy yo: ¡ay, si fuera noche! Pero ésta es mi soledad, el estar circundado de luz.
¡Ay, si yo fuese oscuro y nocturno! ¡Cómo iba a sorber los pechos de la luz!”

Y me pregunto: ¿fue la locura la forma en que se volvió oscuro y nocturno? ¿Consiguió de esta extraña forma convertirse en amante de la luz? Aparentemente sus últimos años estuvieron envueltos en niebla, su mente parecía haberse descolgado del presente, quizá por haber caído de una montaña muy alta... Era el típico loco “ido”, que no reconoce, que no recuerda, que no reacciona, pero qué sabemos en realidad de lo que pasaba en su mente... ¿qué sabemos de lo que ocurría más allá de la laguna de la locura, en la otra orilla?

Nietzsche siempre deseó parecerse a una nube o a una pompa de jabón, y bailar alrededor del fuego de la vida.
Quiero creer que, a pesar de la triste apariencia, lo consiguió.


AHM
(29 de octubre, 2008)

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Muchas gracias, Isoba, por tan rico texto. La escena la vi en la película de Liliana Cavani, y me impresionó; tanto como impresionaría si viéramos que un amigo, delante nuestro, es herido por el rayo...

    No podemos saber si ese fue el principio del fin, o si ya estaba todo consumado, pero en todo caso Nietzsche nos dejó ahí un gesto, un sello de su ser, que seguro muchos tenemos grabado en lo hondo.
    Fue quizá el último rugido del león Zarathustra, un rugido de amor hacia un caballo..., un lamento por todo lo humano perdido.
    ¿Cabe mejor despedida?

    Un abrazo.

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