Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







lunes, 27 de octubre de 2008

Dentro y fuera




  No sé otras vidas, pero la mía es una constante tensión entre lo de dentro y lo de fuera. Por supuesto, estos no son conceptos absolutos: tanto uno como otro están fuertemente entrelazados; pero esta interrelación no impide una distinción de preferencias. Digamos que en el exterior predomina cierta tendencia que no concuerda en nada con la que manda en el interior.

  Cuando era joven simplificaba esto llamando a lo interior “vida”, porque era lo que me hacía sentir vivo, y a lo exterior lo denominaba “mundo”, que es esa cosa enorme que nos rodea por doquier y nos presiona para que sigamos sus normas, ese gigante que intenta convertirnos, que de alguna manera quiere “matarnos” para que seamos como él desea que seamos, y de ninguna otra forma.

  Cuando conseguía que mis días se inclinaran hacia la vida, me sentía fuerte y alegre. En cambio, cuando el mundo y sus circunstancias pesaban demasiado sobre mí, mi interior se nublaba, se volvía oscuro, se detenía, y me convertía en un ser débil y enfermizo que rozaba la locura e incluso la muerte.

  Esto sigue siendo igual hoy en día, y no sé si es posible cambiarlo. Mi vida se mueve entre la tensión de esos dos poderes. La fuerza del mundo es aplastante y sus ataques son continuos, pero este pobre y pequeño caminante tiene también su fuerza, que se basa en su obstinación, en su amor a la vida, y se nutre de esos raros momentos, casi mágicos, en que logra acariciar levemente la piel de su más íntimo y querido sueño.

  Decía Jung que había que hacer las paces con el mundo para poder vivir, pero pienso que para eso hay que tener un alma muy grande, con un amplio sótano donde poder guardar a buen recaudo muchas cosas dolorosas. Mi alma es pequeña, y es muy poco lo que cabe en su sótano, así que ante la imposibilidad de llegar a esa paz, que sería como aceptar lo inaceptable, me armo de indiferencia y uso para defenderme, a veces, la daga del desprecio.

  Sobra decir que hay que ser consciente de lo que llaman “realidad” y vivir en ello. No estoy propugnando una huida de lo real, un escape imaginario al mundo de los sueños, aunque muchas veces pueda verlo como la única salida frente a la locura de un mundo absurdo. Lo que defiendo es mi necesidad de sentir al mundo de otra manera, de manejar un lenguaje diferente, de poder mirar desde el interior para ver las facetas ocultas de esa realidad y descubrir, quizás, algún tesoro escondido.

Antonio H. Martín
(27 de octubre, 2008)

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el texto de Scheler, Maite; no lo conocía. Lo que digo es fácil de entender, pero siempre es bueno saber cómo lo explica un erudito.
    Aunque yo no lo veo como 'cualidad moral', sino como necesidad vital, morales y éticas aparte.

    Un saludo desde el 'ethos'

    Pd.: En la nota anterior te hago una preguntita...

    ResponderEliminar
  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar