Un soldado llamado Nobushige preguntó en cierta ocasión a Hakuin:
"¿Hay verdaderamente un infierno y un paraíso?".
"¿Quién eres tú?, le interrogó Hakuin.
"Soy un
samurai," replicó el guerrero.
"Tú, un soldado?", exclamó Hakuin. "¿Qué gobernante te aceptaría en su guardia? Tu cara recuerda la de un pordiosero".
Nobushige se enfureció al oír esto de tal forma que llevó amenazadoramente su mano al mango de la espada. Pero Hakuin prosiguió:
"¡Así que tienes una espada! Probablemente sea un arma demasiado burda para cortar mi cabeza".
Nobushige sacó la espada de su funda. Hakuin dijo:
"¡Aquí se abren las puertas del infierno!".
Comprendiendo el sentido de las palabras del maestro, el
samurai envainó la espada e hizo una reverencia.
"¡Aquí se abren las puertas del paraíso!", concluyó Hakuin.
(del libro "Carne de Zen - Huesos de Zen", antología de historias antiguas de budismo zen)
________________________
Imagen superior: "Orquídea y colibrí"
de Martin Johnson Heade
Comparten puerta, infirno y cielo...
ResponderEliminarMe gustó....me relajó la lectura...
Un abrazo, Caminante!
L.
Gracias, Lena.
ResponderEliminarHas vuelto de China y te encuentras aquí con Japón...
Un abrazo, poeta viajera.
Siempre me ha encantado esta historia...
ResponderEliminarPensar que en una fracción de segundo se abre la una puerta o la otra ;)
besos..
El delgado hilo que nos separa del cielo y del infierno, de la cordura y la locura...
ResponderEliminarExcelente,querido Antonio!
(y puedo esperar más budismo zen?)
Un gran beso!
Todo depende de nosotros, bueno todo no, a veces la vida nos desborda. Pero la línea que separa el paraiso del infierno es irrisoria.
ResponderEliminarUn beso Antonio.
Qué precioso,
ResponderEliminary qué dócil e intelegente el samurái.
Tu paraíso es el auténtico paraiso, el de la inteligencia, el del maestro, el que enseña sin enseñar, el paraíso de la paz.
Mi paradise se refiere a algo mas trivial y vanidoso. Por supuesto prefiero el mundo de la paz.
Un abrazo enorme.
¡Vaya enseñanza encierran este tipo de relatos!
ResponderEliminarEs totalmente didáctico, totalmente zen, de efecto inmediato y sonoro como un golpe.
Y admira también no sólo por su claridad, sino por su brevedad.
Exquisito, Antonio.
Gracias
es curioso, hace dos dias decidi volver a mirar Ghost Dog: The way of the samurai, de Jim Jarmusch...
ResponderEliminarlas interpretaciones contemporaneas de una filosofia de vida tan antigua y lejana siempre son ambiguas, ahora pulsas un boton y no hay marcha atrás, el infierno ya está desatado
uy, que catastrofista me ha quedado esto...
saludos!
Es un hilo fino, delicado, casi imperceptible el que separa el cielo del infierno...
ResponderEliminarSon nuestros pasos los que nos guiarán hacia un extremo u otro.
Un abrazo grande, Antonio.
¡PLÍÑ!, un diez
ResponderEliminarSi no quiere que desenvaine mi tridente, no me degrade al punto de suponer que SINCURRO GIMÉNEZ (ex SANTÓN) y YO somos la misma persona; que "ESE" me copie el look es una imposición mía, pero aún está muy verde el pobre. Con decirle que el otro día asaltamos una aldea y tomamos cautivas; como la suya lloraba, se dedicó a tranquilizarla hablándole de nuestra elevada misión durante horas ¿?
Yo a las mías no les toqué ni un pelo...¡Tengo una puntería...!
Este tipo de historias siempre me deja pensando... y es que los extremos se tocan y no se distinguiría la luz si no hubiera oscuridad, en fin... ´
ResponderEliminarEl misticismo del Zen es siempre acogedor y no abruma como otras filosofías más exigentes ¿verdad?
Ya no recordaba este cuento.
Un abrazo amigo Antonio.
Así parece ser, Isis.
ResponderEliminarUn segundo es justo la distancia entre un mundo y otro.
Un beso desde un lugar cercano al paraíso.
Si le gusta a vos, estimada Rayuela, por supuesto que habrá más historias zen.
ResponderEliminarUn beso taoísta. (?)
:)
Hola, LunaAzul.
ResponderEliminarDigamos que ambas puertas están abiertas de par en par. Nosotros decidimos por cuál queremos entrar. Aunque está claro que siempre será más fácil la de color rojo... Elegir la azul es lo difícil, pero también lo que merece la pena; la otra ya sabemos a donde lleva.
Un beso tímidamente azul.
Hola, Alfaro.
ResponderEliminarBueno, la vida está llena de cosas "triviales y vanidosas", y a todos nos toca pasar por ellas de una manera o de otra. Pero es necesario que sepamos que existe también eso otro que tú llamas "el paraíso de la paz".
Un abrazo, de caminante a poeta.
Hola, Liz.
ResponderEliminarSí, las historias zen son así de cortantes o de chocantes. El hombre de zen no pierde el tiempo en disquisiciones, va directamente al grano y con pocas palabras atrapa el sentido del universo y te lo muestra en la palma de la mano.
Seguiré poniendo historias de éstas.
Un abrazo, amiga.
Hola, Kiko.
ResponderEliminarNo conozco esa película, no la he visto. Lo que debemos hacer es no interpretar, sino intentar ver el sentido de lo que se muestra, desnudo, sin ambages.
Y el botón ese, mejor que se quede como está. Bastantes infiernos hay ya desatados.
Saludos.
Hola, Yurena, ya veo que has 'protegido' tu imagen. ¿Alguien ha hecho mal uso de ella?
ResponderEliminarSí, el hilo ese es muy delgado. Lo mejor es estar lejos de él, no vaya a ser que se rompa... Aunque reconozco que lo habitual es estar rozándolo.
Un abrazo hasta las Islas.
¡No, por favor, señor Guerrero, no desenvaine su tridente! Me portaré bien.
ResponderEliminarAunque reconozca usted que uno no podía saber que otro alguien usa su misma imagen, y además con su consentimiento o imposición...
En cuanto a lo del asalto a la aldea, está claro que se portó como lo que es: un diablo. Y el otro como un buenazo, que también es lo que es.
De todas formas, señor Lúzbel, dele un saludo de mi parte, cuando le vea, al amigo Antón Abad.
Y otro para usted.
Amiga Cristal, tú también me dejas pensando...
ResponderEliminar"No se distinguiría la luz si no hubiera oscuridad". ¿Quiere eso decir que para que haya un paraíso tiene que haber asimismo un infierno? ¡Pues claro! Ese es el fondo del asunto, amiga.
Nuestro problema es que nunca vamos a aceptarlo del todo.
Y nuestra gracia es que tenemos el poder de elegir entre uno y otro. Incluso más que eso: tenemos el poder de elegir la totalidad, sin engancharnos a ninguno de los dos lados.
Ese es el camino medio, el de la libertad.
El Zen te parece "acogedor", seguramente porque lo ves limpio, directo, sin las vueltas y revueltas del pensamiento occidental. El Zen es abrir la ventana y recibir un golpe de viento en plena cara.
Lo difícil para nosotros es ver en estas historias algo más que un simple "cuento chino". Pero se puede hacer, por supuesto.
Un abrazo, amiga de armarios y, sobre todo, de "almarios".
Sigues contando estas historias son buena para reflexionar
ResponderEliminarun hilo conductor entre el mal y el bien
Vamos yo prefiero el paraíso al infierno.
Un beso en el paraíso terrenal
Hola, Mar.
ResponderEliminarYo también prefiero el paraíso; en el infierno hace demasiado calor y no sopla brisa alguna.
Un beso.
Historias para seguir y pensar,
ResponderEliminarun paraíso con fe.Besos
Oh, sorpresa: ¡las llaves de las puertas del paraíso e infierno están guardadas en nuestro interior! Somos libres para atravesar sus puertas.
ResponderEliminar¿Somos libres? Un insulto basta para que el puño se eleve. Como si fuera un autómata, me enfado en cuanto tocan mi resorte...
El pequeño ego carga una gran maleta repleta de condicionantes pasados y de miedos futuros. La libetad a este nivel es pura ilusión... Y de romper la ilusión se trata. Llegar a ver la realidad conlleva bajar el puño y enfundar la espada.
Hakuin dijo: ¿Cuál es el sonido que emite una palmada dada con una sola mano?
Quien es capaz de escuchar este sonido, está más allá del cielo y del infierno. Paseando por el infierno no se quema los pies. Caminando por el cielo sus deleites no se le pegan al paladar.
El Gran Camino no es difícil:
sólo le repele
escoger y seleccionar.
Gasshô