Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 11 de noviembre de 2015

Humano, demasiado humano




«Donde los demás ven ideales, yo sólo veo lo que es humano, demasiado humano.»

Friedrich Nietzsche


«Tuvo Nietzsche talento y malicia de verdadero psicólogo —cosa poco frecuente en sus paisanos—, de hombre que ve muy hondo en sí mismo y apedrea con sus propias entrañas a su prójimo.»

Antonio Machado 



    No me considero especialmente dionisíaco. Y tampoco me estimo como epicúreo o hedonista. Aunque estas negaciones sean sólo relativas, porque hay muchas y diferentes formas de encontrar placer y de gozar la vida. Tantas como sensibilidades... Y cada uno elige la suya propia, o es elegido por ella. Pero, aunque lo anterior sólo tenga que ver parcialmente con el autor del Zarathustra (y sin querer —en absoluto— ser epígono de nadie), confieso que me hubiera gustado tener una vida como la suya.
    Nietzsche tuvo una vida intensa y profunda (aunque sobre todo fuera interiormente) a pesar de sus problemas y limitaciones. Una vida auténtica, me atrevo a decir. Eso es lo que me atrae. Y no me importa su final de locura. Un final provocado por sus enfermedades crónicas, o quizá por no poder soportar sus personales claridades y las exigencias que conllevaban. Nada menos que conseguir una «transvaloración de todos los valores»... O tal vez por no poder soportar el peso del mundo, un mundo sordo, ciego y extraño, demasiado ocupado en sus vulgares quehaceres y en sus nimias y pueriles diversiones, que nunca quiso escuchar esa voz en el desierto de Zarathustra, esa voz solitaria que luchó por desenmascarar trampas milenarias y sacar al hombre de su ignorancia, su indolencia, su esclavitud y su engaño.  
    Creo que sobra decir que no hago mío el pensamiento nietzscheano. En él encuentro contradicciones y desarmonías que no puedo aceptar. Y por supuesto no me gustan sus alardes, sus excesos, sus pretensiones o petulancias, esos niveles casi de endiosamiento en los que cae en muchas ocasiones. Quizá porque ya le andaba rondando la locura... Nietzsche, por problemas de vista, escribió sus últimos libros en forma aforística o fragmentaria, que más tarde pedía a algún amigo que pasara a limpio y que nunca releía. Y uno se puede acercar a cualquiera de ellos y estar de acuerdo con algún aforismo, para más adelante estar, por el contrario, en total desacuerdo con otro. Aceptar una parte y disentir con la siguiente: eso es lo que me ha ocurrido siempre con Nietzsche. 
    Pero en todo ello noto asimismo, aquí y allá, como una valiosa corriente de fondo que me seduce. Y, muchas veces, relámpagos de lucidez que me fascinan. Y lo que más admiro en el pensador Nietzsche es su seriedad, su autenticidad, su verdad. No sé realmente qué es lo que quería ser... Si un profeta o un aventurero que se atrevía a cruzar nuevas fronteras de la conciencia. Pero sea lo que fuere, luchó por ello hasta el final, con una absoluta entrega. Por eso digo que su vida fue auténtica. No creo, sinceramente, que hubiese ninguna impostura en su vivir. Nietzsche fue como fue porque no podía, literalmente, ser de otra manera. Había como un sello sobre su espíritu que le impedía ser de ningún otro modo.
    Su filosofía era eso: un amor a la verdad, al conocimiento, a la claridad de la conciencia. Como humano, demasiado humano, puede que este amor se expresara a veces de un modo compulsivo y neurótico, pero era sincero, era real. Nietzsche no fue, en definitiva, ningún payaso ni embaucador, ningún vendedor de mentiras y humo, ningún intelectual de salón. No uno de esos que sueltan su florido discurso más o menos académico, más o menos brillante y seductor, mientras piensan en la cena que les espera después, y que al día siguiente pueden decir algo muy diferente, si eso les conviene (a su estómago o a su cartera, o a ambas cosas). Como pasa, por ejemplo, con los políticos de hoy en día.
    El señor Nietzsche era un ser de verdad, auténtico. No un ridículo pelele ni un triste títere del mundo. Desde una primera sensibilidad romántica, desde un apasionado amor por la música y cualquier otra forma noble de arte, fue descubriendo lo que a sus ojos era una esclavitud mental que encadenaba a los hombres y convertía al mundo en un lugar triste y oscuro. Frente al «valle de lágrimas» de los cristianos, él propugnó entonces el sí a la vida. En ese aspecto entiendo su afecto a Dioniso, su anhelo por liberar al hombre de la tristeza por medio de la entrega a la alegría de vivir. Por eso escribió aquello de que no podría creer en ningún dios que no supiera bailar... De ahí surgió después su Zarathustra y su imagen del «superhombre». Que significaba una superación de la condición humana, un levantarse, un dejar de estar de rodillas ante dios alguno ni encogido ante ninguna sombra. Concepto que en absoluto tiene nada que ver con la posterior y nefasta impostura del nazismo, que tan sólo buscaba una forma, cruel e inhumana, de dominación. ¿Inhumana, o quizá demasiado humana...?

    Y, en fin, aquí me paro. Porque no soy especialista en filosofía ni tengo erudición alguna sobre la obra de Nietzsche. Sólo soy un simple y ocasional lector que se siente atraído por su figura, por su pasión, por su afán de romper espejismos. Mi vida también ha tenido momentos de intensidad y, algunas veces, ciertas claridades, más o menos profundas. Pero nada que ver con la existencia del «ermitaño de Sils-Maria». Cuando pienso en Nietzsche me viene la imagen de la fuerza interior, que a pesar de mil debilidades exteriores encuentra siempre el modo de expresarse. Así que, como decía al principio, me hubiera gustado tener una vida como la del difícil amigo Nietzsche.      


Antonio H. Martín
(11 de noviembre, 2015)    





                             



6 comentarios:

  1. Me parece una buena disertación sobre Nietzsche, aún sin ser entendido, como dices.
    Yo tampoco lo soy, pero he leído algo de él y sobre él. Ignoro si su vida fue auténtica tal como comentas, a tu parecer, pero en lo recóndito de tanta cordura que otros pudieran ver al contrario, creo que su vivir estuvo también plagado de sufrimiento...
    Tanta lucidez o entusiasmo "indiferente e intrínseco" por descubrir más allá de lo aparente, en muchos momentos debía ser una tortura para sí mismo, ya que el mundo no se cambia sólo y a fuerza de pensamientos, por muy válidos y profundos que sean y él, no creo que lo ignorase.
    Preguntarse si el hombre era un fallo de Dios o viceversa, ya era indicio de que la humanidad le venía grande e incluso, desde mi humilde opinión, acongojaba la suya propia...
    De ahí que adoptó el sufrimiento, lo asimiló hasta hacerlo convivir con su extraordinaria mente sin aspavientos.
    Ya ves que me limito a darte mi opinión sobre él respecto a tu escrito. Nada más que lo ha nacido leyéndote.
    Un beso.

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    1. Claro que sí, Marinel, en su vida hubo mucho sufrimiento: aparte de sus dolencias físicas, estaban el peso de la soledad y el de la incomprensión. Zarathustra bajó de las montañas para compartir su saber y sus descubrimientos, pero no encontró a nadie que quisiera escucharle. Y, en efecto, solo no se puede cambiar nada del mundo, únicamente la vida propia, la pequeña esfera personal.
      Para él el hombre no era un fallo de Dios, sino que Dios era un fallo del hombre... Nietzsche creía en el hombre, pero en el hombre superado, que había cruzado las fronteras humanas convencionales.
      Lo del sufrimiento queda claro en cómo firmaba sus últimos escritos y cartas, ya entrando en la locura: firmaba como "el crucificado". Pero, aparte de esto, sigo pensando que tuvo una vida interior profunda, intensa y apasionada. Una vida llena de demonios y de luchas, pero auténtica, sincera y brillante.

      Gracias por tus "Letras Derramadas" y por pasarte por aquí, amiga poeta. Un abrazo.

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  2. Me gusta. La filosofía no es mi fuerte. Estudié a Nietzsche en el instituto y recuerdo que me impactó su valor, yo entonces también quería cambiar el mundo y admiraba a todo aquel que no se arrodillaba ante nada ni nadie. Me pareció y , tu escrito me lo ha recordado, un hombre íntegro, verdadero y profundamente solitario, quizá porque nunca encontró a nadie que le entendiera.
    Buen día caminante...

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    1. Esa es la palabra que me olvidé de escribir: "íntegro".
      Sí, era "profundamente solitario", como dices. Pero fue así no por propia voluntad, sino obligado por las circunstancias que le tocó vivir. Como bien sugieres, no encontró ningún eco a su voz, ni en el mundo académico ni en sus amigos más cercanos. Más de una vez he leído que Nietzsche fue un adelantado a su época, un pensador excepcional que vivió nadando sobre el abismo entre dos mundos...
      En cualquier caso, siempre he admirado a este airado miope bigotudo, que luchó por penetrar el sentido de lo pasado y por disipar las nieblas del porvenir.

      Gracias por leer y comentar.
      Y buen día, "caminanta".

      (Bueno, últimamente con algo de mala fortuna y "caminanta" sólo a medias... De veras que lo siento, amiga. Pero pronto pasará.)

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  3. Leer diversas opiniones sobre Nietzsche, cuando son auténticas y sencillas como la tuya, son tan valiosas como leer al propio Nietzsche.
    Gracias por compartir tus ideas¡

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  4. Gracias a ti por tu amable comentario.

    Un nietzscheano saludo.

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