"Había un hombre que se alteraba tanto al ver su propia sombra y se disgustaba tanto con sus propios pasos, que tomó la determinación de librarse de ambos. El método que se le ocurrió fue huir de ellos.
Así que se levantó y echó a correr. Pero cada vez que bajaba el pie había otro paso, mientras que su sombra se mantenía a su altura sin dificultad alguna.
Atribuyó su fracaso al hecho de que no estaba corriendo con la suficiente rapidez. De modo que empezó a correr más y más rápido, sin detenerse, hasta que finalmente cayó muerto.
No se dio cuenta de que, si simplemente se hubiera puesto a la sombra, su sombra se habría desvanecido, y si se hubiera sentado y quedado quieto, no habría habido más pisadas."
Chuang Tse____________________
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The Way of Chuang Tzu- versión de Thomas Merton
- Ed. Debate (Madrid, 1999)
Yo sé de uno que se pasaba todo el día esperando, hasta que su propia sombra lo tomaba en sus brazos y se lo llevaba otra vez a casa...
ResponderEliminarUn cordial saludo
Buena sombra esa, Luis Antonio, pero este otro hombre parece que no se llevaba nada bien con la suya.
ResponderEliminarAsumir la propia sombra es tarea ardua, pero necesaria.
Un saludo.
Muchísimas gracias Antonio, gracias, es lo que tiene la proyección de la luz, como testigo es nuestro reflejo que, estando vivos es nuestro reflejo con sus movimientos.
ResponderEliminarEs cierto que en ocasiones y mimetizados con el terreno perdemos nuestra propia sombra, pero seguimos vivos.
Saludos.
De nada, amigo Terry.
ResponderEliminarHice una reiniciación de mi cuaderno, y me desapareció tu blog de "La vida es una quijotada", de lo cual me he dado cuenta hoy, pero ya está subsanado el error.
No quiero perder de vista ninguna de tus estupendas y chispeantes entradas quijotescas.
Cuando estamos vivos nuestro cuerpo, lógicamente, proyecta una sombra, pero cuando no lo estamos, seguro que, de alguna manera que no sé explicar, seguimos moviéndonos en esa sombra.
Si nos ponemos bajo la sombra de un gran árbol o de una pared, nuestra propia sombra queda diluida y no es visible. Imagina que esa gran sombra es como el tránsito hacia esa otra dimensión...
No se nos ve, pero seguimos estando.
Saludos, Don Terry.
Estoy con el señor Tse; eso de correr hasta la extenuación no me parece nada sano. La sombra propia me parece neutramente útil. Como poco, acompaña.
ResponderEliminarSaludos, amigo.
La única huida posible es hacia el silencio.
ResponderEliminarUn abrazo, hermano.
Pues sí, amigo Conde, la sombra acompaña, y no sólo eso, es que forma parte de nuestro ser.
ResponderEliminarEse hombre estaba un poco loco, porque huía de sí mismo.
Un abrazo.
Amiga Mária, el silencio es el océano donde se encuentra la mejor de las músicas.
ResponderEliminarPor lo general, todos huyen del silencio, como este pobre hombre huía de su sombra y de sus pasos. Y la mayoría prefiere el ruido, porque el ruido distrae, porque el ruido nos aleja de nuestra realidad, porque el ruido y el exceso de luz nos ocultan aquello que no queremos ver ni oír.
Pero en el silencio y en el mar de las sombras, donde la nuestra se diluye, es donde están las respuestas que buscamos.
Un abrazo.
La sombra.. el tamaño en que se nos revele dependerá siempre de la fuente de luz que la proyecte.. Si no se la ve, es porque la luz es demasiado tenue... ¡cuidado! ;) Siempre es preferible poder verla.. al fin y al cabo, siempre está ;)
ResponderEliminar... Y la luz siempre es necesaria para delimitarla y atraparla en su propia forma. No vaya a ser que, por no verla, optemos por apagar toda la luz.. Entonces no sabremos si la engañamos o si hemos sido devorados por ella y es su vientre sin fin la oscuridad que nos rodea ;)
besos!!!
Una interesante sombra yo cuando la miro, intento ver la mujer que me gustaría ser y ello me hace ver que todo es posible. De ese modo mi sombra es la imagen más hermosa que tengo de mi.
ResponderEliminarUn beso.
Hola, Isis.
ResponderEliminarPues debo tener una fuente de luz potente, porque mi sombra está bien definida.
¿Engañar a la propia sombra? ¿para qué? Yo lo que intento hacer es hablar con ella, y a veces lo consigo.
Un abrazo, con y sin sombra.
Pues muy buena la relación con tu sombra, Lola. Te felicito. Justo lo contrario que el protagonista de esta historia, que huía de ella.
ResponderEliminarUn abrazo.
Huir de nosotros mismos es un absurdo común. Y aceptar las sombras que nos acompañan tarea ímproba pero totalmente necesaria para vivir en paz con nosotros mismos.
ResponderEliminarEs inútil correr o esconderse en otras sombras... sólo enfrentarlas es el camino o para librase de ellas. O no...
Buen texto, Antonio.
Abrazos.
Hola, Cristal.
ResponderEliminarEs cierto, no sirve de nada huir de la propia sombra, porque forma parte indisoluble de nuestro ser.
Lo que hay que hacer con la sombra, a mi modo de ver, es intentar comprenderla, asumirla, aceptarla. Al fin y al cabo, es nuestra sombra, y ella somos nosotros, vistos desde el otro lado.
Un abrazo.