MELANCOLÍA... (hace diez años)
Voy a incluir aquí viejas páginas de mi cuaderno que nunca han salido al exterior, más allá de la lectura de algún amigo. Y lo hago porque considero que tienen cierto interés, aunque sólo sea por el contraste con el presente. No es que esas notas de hace años estén plagadas de sombras y lo de ahora inundado de luz, y con esto quiera dar una imagen de evolución personal. No es eso en absoluto. En esas páginas hay más o menos la misma cantidad de luces y sombras que hoy, pero la forma en que están escritas y el tono que las animó no es hoy el mismo; lo cual, por otra parte, es lógico.
Y si las incluyo aquí, en este cuaderno de cristal, es porque me parece que ilustran los escritos actuales, iluminando ciertos puntos que de otra forma pueden quedar algo oscuros.
A esas viejas páginas, escritas hace ocho o diez años, las llamaré “rescates”, y su identificación vendrá señalada simplemente por la fecha anotada al final.
Podría fácilmente presentarlas como actuales, sólo con cambiar algunos detalles, pero no veo por qué deba hacer eso. No tengo ningún interés en parecer muy prolífico. En cambio, sí me interesa lo del contraste, y también dejar constancia de que hay como un hilo conductor que no se ha roto, a pesar de los años, sino que sigue estirándose, mostrando así que aquello en lo que creía hace tiempo está vivo y creciente.
AC. (9 de enero, 2009)
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Extrañamente, esta tarde he encontrado tiempo, después del trabajo, para sentarme en el sillón de mi estudio y hojear un libro. Hecho extraño, como digo, entre otras cosas porque ha estado ausente de mi vida cotidiana durante muchos meses. Lo que antes era normal en mí, se ha vuelto con el tiempo algo anormal, insólito y raro. El caso es que esta misma tarde ha ocurrido, y la razón quizá tenga que ver con algo tan simple como un mínimo cambio en mis costumbres: desde hace poco más de una semana he dejado de comprar el periódico, y para mis breves trayectos en el metro, la ida y vuelta del trabajo, he echado mano de un librito de Hesse, que incluye el Viaje al Oriente y el Hermann Lauscher. Quizá una cosa ha llevado a la otra.
Bien, explicaciones aparte, lo importante es que ha ocurrido. Y encima me encuentro ahora garabateando en este cuaderno a la una y media de la noche, con coñac, cigarros y un recuerdo de música zumbándome en los oídos. De música y de silencio, que es otra clase de música que hacía siglos que no escuchaba... Ya, ya sé que estoy exagerando, que esto durará como mucho media hora más. Pero me gusta como suena.
El libro en cuestión se titula “Melancolía”, del ensayista húngaro László F. Földényi, y entre sus páginas he encontrado un párrafo que acoté hace un par de años, y que dice así:
“Según Pico della Mirandola, cada cual ha de obedecer a su genio y a sus inclinaciones o, si se quiere, creer y confiar en la propia capacidad creativa. La personalidad renacentista, si pretende obedecer a la orden diabólica de “sé tú mismo”, habrá de ser necesariamente creativa: el mundo no es “natural” y dado a priori, sino que debe ser creado como una obra de arte o una pieza fabricada. Si uno pisa el sendero vivificante y, a su vez, letal de la autonomía absoluta, deberá hacerse artista en el sentido más amplio de la palabra.”
Sólo un breve comentario: ese “arte” absoluto, lleno, creativo, que transforma la vida y el mundo, es la meta a la que siempre he aspirado. Un sueño en el que aún hoy, con mis deficiencias y fracasos, sigo creyendo. Un sueño lejano pero posible que aún hoy, repito, a pesar de estas nieblas y en contra de estas sombras, me hace suspirar.
Lo que me frena es precisamente la falta de eso que Pico della Mirandola señalaba como fundamento de ese arte: la obediencia al propio genio, la confianza en uno mismo. Ya lo he dicho aquí muchas veces y de varias maneras. Uno acaba perdiendo la fe en sí mismo y en el sentido de su vida, después de vagar alocadamente, estúpidamente entre las múltiples tensiones que le provocan voces y estímulos extraños, toda esa barahúnda estridente que entendemos como mundo objetivo. Este vagar, alargado absurda y tristemente durante años y más años, nos pierde y nos anula. Nos mata como artistas, nos elimina como vivientes. Nos convierte en esto que ahora somos, tan parecido a una sombra.
Me vienen al recuerdo aquellos versos de Machado:
“A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.”
Eso es exactamente: para distinguir las voces de los ecos, para escuchar la voz que necesitamos escuchar, primero hay que pararse...
AC. (martes, 26 de enero, 1999)
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-Imagen: "My Lady Greensleeves", por Dante Gabriel Rossetti (1863)
Me haces recordar mis notas escrita, guardada, nunca olvidadas ,quizás me anime yo algún día a escribir lo escrito,sera un placer leer parte del ayer,bueno ya es un placer leerte.
ResponderEliminarSaludo desde mi Mar de Libertad
En 10 años, se cambia mucho, son muchos días los que te llevan y te traen..., pero quizá pueda suceder, encontrar esa especie de calco del ayer en el hoy, desde luego el libro sigue siendo el mismo.
ResponderEliminarAlgunos seres, tienen una sagacidad y una clarividencia natural para penetrar en el pensamiento común. Sobretodo al expresarlo. Para mi, hoy, has sido uno de ellos. Y no es la primera vez. No sé el motivo, pero me alivia leerte, lo que a veces me inquieta cuando lo pienso.
ResponderEliminarGracias de nuevo por compartirlo.
Un beso Antonio.
Antonio, nuestro caminar mirando hacia atras la distancia que nos separa de un epicentro u origen, la comparo con las diversas capas que tiene un árbol, con sus aprensibles emociones periodicas según los nutrientes y climatologia, quedandose quieto como decia Machado,agradeciendo el sonido canturreo de los pajarillos. El camino quizas sea mas corto, solo nos baste escuchar.
ResponderEliminarSaludos.
El problema no es escuchar las voces, que lo hacemos, sino ser CREATIV@ en sentido estricto, porque eso significa batallar, y a veces nos cansamos y fingimos, para no salir de nuestra Zona de Confort.
ResponderEliminarMar, muchas veces, rebuscando entre viejos papeles se encuentran, no digo tesoros, pero sí claves de nuestro presente.
ResponderEliminarTe animo a que lo hagas, a que vuelvas a leer tus letras de antes. Seguro que hay muchas cosas buenas que ya ni recuerdas, pero que conservan su valor.
Un saludo desde mi monte nevado.
Sí, Alfaro, se cambia, el libro es el mismo, pero las páginas son otras. No son un calco.
ResponderEliminarLo que ocurre es que la fuente sigue siendo la misma, y está en el mismo lugar, pero el agua no.
Recuerda lo que decía Heráclito.
Un saludo sin espinos.
Cristal, me halaga tu comentario y te lo agradezco, pero no entiendo esas dualidad entre el alivio y la inquietud...
ResponderEliminarMe tienes que explicar eso con más detalle.
Un beso inquisitivo.
Exactamente, Terry.
ResponderEliminarEl camino es escuchar, y es un camino corto, pero también estrecho, angosto, difícil. Porque para escuchar hay que pararse, y eso es lo que no queremos hacer.
Un saludo, con canturreo de pajarillos.
Hola, Malvada.
ResponderEliminarEso es lo que decía Pico della Mirandola: ser creativos, ser los artistas de nuestras vidas. Pero, como dices, quién quiere apartarse de la estufa con el frío que hace...
Un saludo brujo.
Avanzar. Avanzar. Avanzar, sin mirar atrás.
ResponderEliminarFeliz año, en la estepa —seca o nevada— nunca estéril.
Saludos.
Candi
«Chaque seconde est une occase de changement,
Légitimer ma mémoire pour construire mon présent,
Ne perdons pas de temps pour faire ce pas de géant,
Marchons ! Marchons !...»
Joeystarr
¡Uy! que cosa más difícil de explicar...
ResponderEliminares como un sentimiento ambivalente, me inquieta crear mi mundo, mi yo, porque muchas veces me invaden las dudas de si estoy acertando... en mi "se tu mismo" porque podría escoger ser de cualquier otra forma... ains... no quiero explicarlo aquí. Y me alivia ver que no estoy sola en esa duda, explicada tan clara. Lo evidente, acostumbra a ser siempre lo más difícil de desentrañar.
A grosso modo...
Saludos.
Hola, Candi.
ResponderEliminar¿Cuando vamos a tener un blog tuyo donde leerte?
Cada segundo nos brinda la oportunidad de cambiar, pero hay que estar muy despierto para captar ese segundo.
Feliz año.
Seguiremos avanzando.
Gracias, Cristal, por tu intento. Ya habrá otro momento y otro sitio para extenderse en el tema, que estimo muy interesante.
ResponderEliminarMi correo está a tu disposición, ya sabes que está incluido en el perfil de cualquiera de nosotros.
Lo que sí me atrevo a decir ahora es que si ese "sé tú mismo" tuyo abarca varias formas, es que esas otras formas están incluidas en él. Y no tenemos tampoco que escoger una u otra definitivamente. Esa regla, que yo sepa, no existe.
El espejo parece una superficie entera, limpia y compacta, pero está compuesta de multitud de espejitos que la conforman.
Recuerda el tratado del lobo estepario...
Un gran saludo múltiple, Cristal, y recuerda lo del correo, por si te apetece conversar del tema.
A eso me refería...más o menos...
ResponderEliminar«Estoy hecho de palabras,
ResponderEliminarde palabras de otros.»
Samuel Beckett,
El innombrable
Candi
Antonio, cuántas cosas en común, y momentos, tenemos los que caminamos por estos senderos creativos.
ResponderEliminarYo siempre he creído que tanto artistas, músicos como escritores tienen esa chispa que les permite acceder al inconsciente universal donde no existe el tiempo y todas las mentes son una, y una intuición más potente gracias a ese amor por crear, que les permite ver más alla de las formas objetivas de la realidad, traspasar las apariencias...
Muchos besos, esta entrada me ha fascinado.
Muy bien, Candi.
ResponderEliminarA partir de ahora serás "Candi, la innombrable".
De todas formas, seguro que también tienes tus propias palabras, pero no quieres que las sepamos. Tú sabrás por qué...
Un saludo nombrable.
Hola, Matilde.
ResponderEliminarMe alegra de veras tu fascinación y que tengamos cosas en común.
No soy artista, ni músico ni escritor, pero sí tengo, por fortuna, esa "chispa". Quizá lo único valioso que hay en mí.
Besos caminantes.
Antonio!
ResponderEliminar"Cuaderno de cristal", que buen hallazgo para mis anteojos.
Desde el 99 ha llovido un poco, pero nada cambia; también el agua de las aceras se convierte en el vaho inmenso de las nubes y éstas nos volverán a mojar.
ResponderEliminar¿Yo escribo bien?, puede, pero no te llego ni a la altura de los zapatos.
Es verdad, la verdera revolución del Renacimiento fue reinventar la naturaleza, fraguar arte donde parecía que sólo había aire. Llenar huecos con el ingenio de un mago sin dejar de ser hombres.
Un brazo. Gracias por tus visitas. Es verdad que a mi blog le queda poco, pero puedes seguir escribiéndome simpre que quieras y te contestaré. Por supuesto.
Chuff!!
Hola, Juan.
ResponderEliminarMe alegro de que sea de tu agrado. Al menos, eso me parece por tu comentario.
Nos seguiremos viendo, espero.
Un saludo de cristal.
¡Hola, Zen!
ResponderEliminarO sea, que sigues con lo de cerrar tu blog... Permíteme decirte que es una lástima, pero tus razones tendrás.
La lluvia del 99 y la que venga este 09 son hermanas, ¿no te parece?
Así que no me llegas ni a la altura de los zapatos..., pues tienes que ser muuuy bajito, porque normalmente ando en zapatillas, jaja.
Venga hombre, yo escribo normal, lo único que intento ser lo más claro posible, dentro de mis límites.
Un saludo y un chuff!!, pero con vuelta.