Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







domingo, 9 de noviembre de 2008

Mañana gris (II)


MAÑANA GRIS (II)



V


Alberto cerró la puerta del desván con llave desde dentro. No quería ninguna interrupción. Vivía solo y nadie iba a molestarle, pero así se sintió más seguro. Después corrió las pesadas cortinas y en el desván se hizo la noche; encendió la pequeña lámpara del antiguo escritorio para poder moverse entre tanto trasto sin tropezar y se dirigió hacia el viejo arcón. Allí estaba el libro, el grimorio que tantas veces, en un pasado más feliz, había usado como una llave hacia otros mundos.
Mucho tiempo lo había tenido olvidado y ahora había llegado el momento de volver a su magia, pero no para hacer un viaje más, no para embarcarse en otra fantástica aventura en el país del sueño, no. Esta vez no iba a ser un viaje de ida y vuelta... Alberto sintió todo el peso de lo que iba a hacer, la duda y el temor a equivocarse estaban ahí, junto a él, intentando detenerle, pero era inútil: la decisión estaba tomada y no había vuelta atrás.

Buscó la página que quería y dejó el libro abierto sobre la mesa. Volvió a leer la seria advertencia del principio, donde se avisaba al desprevenido soñador de que aquello no era una empresa más y que, de seguir adelante, se enfrentaba a un cambio definitivo de su propio destino. Aquí el amigo Howard era muy claro y directo; se notaba que sabía bien de qué estaba hablando, no porque él hubiera llevado a cabo ese último viaje –dado que volvió a este mundo, escribió el libro y lo hizo publicar-, pero parece que conocía a alguien que sí lo había hecho y se sentía en la obligación de avisar sobre el carácter irreversible de ese paso.
Pero Alberto ya estaba subido a la nube y no pensaba bajar. Se sentó frente al libro y a la débil luz de la lámpara empezó a leer en voz alta el hechizo...
Sabía de esta fórmula mágica desde hace tiempo, pero nunca pensó en usarla. Ahora era diferente. Su voz ronca resonaba extrañamente en el silencio del desván; parecía que esas antiguas palabras flotaran en el aire con entidad propia. Alberto cerró los ojos y siguió repitiendo la fórmula, que ya guardaba en su memoria. En su oscuridad el sonido de las palabras se iba transformando en imágenes, en formas confusas y borrosas que se movían. Abrió un instante los ojos, para comprobar si era fruto de su imaginación, pero aquellas formas seguían presentes ante él, oscilando y retorciéndose por el aire del desván, como extrañas figuras de otro mundo.
Al cabo de un tiempo, Alberto vio por fin la cueva, la oscura cueva en la que había estado otras veces y que era como la antesala de sus viajes al país del sueño. Siguió el camino conocido y ante sus ojos, pequeña y lejana al principio, apareció la luz; un brillo azul que relucía allá en el fondo de la cueva, entre espesas sombras. Caminó hacia ella y llegó a un espacio más amplio. Allí estaba, como siempre, la vieja puerta por la que había entrado en múltiples ocasiones al país del sueño. Estuvo tentado de tocar la brillante gema azul que hacía las veces de llave; sabía bien que sólo con poner su mano sobre ella la puerta cedería y el camino hacia los sueños estaría abierto. Pero esta vez no había venido con esa intención, buscaba algo más, mucho más. Quería nada menos que cambiar de mundo, y quedarse allí para siempre...

Pasados unos minutos, que le parecieron interminables y en los que llegó a sospechar que el hechizo no funcionaba, consiguió encontrar lo que quería: la otra puerta. No era fácil verla porque su color se confundía con el de las paredes de la cueva, y porque en ella no brillaba gema alguna. Sobre la antigua madera sólo resaltaban unos extraños signos que no pudo descifrar. Pero daba igual, tenía la certeza de que esa era la puerta que buscaba, porque en anteriores incursiones, y después de explorar a fondo la cueva, nunca había visto otra puerta, sólo la de la gema azul. Y éste era el efecto del hechizo: hacía visible la otra puerta, la entrada definitiva.
Alberto sintió que el pulso se le aceleraba ante esta puerta, que no sólo significaba el paso a otro mundo, también a otra vida. ¿Cómo se abría esta puerta? El libro no decía nada sobre eso... Puso sus manos abiertas sobre la vieja madera arañada por el tiempo, y dejó que su corazón se inundara de sentimientos. Recordó el valle, las montañas azules, la brisa y, sobre todo, la mirada y la sonrisa de Yolanda.

Parece que eso hubiera servido de llave, porque a continuación se abrió ante él un torbellino de luces y fuerzas que le atrajo hacia el interior. La puerta había desaparecido y Alberto sintió que caía vertiginosamente en lo que parecía un pozo sin fondo. A su alrededor podía ver imágenes cambiantes, miles de figuras, entre las que reconoció escenas de su propia vida... ¿No era esto lo que decían que pasaba cuando uno se acercaba a la muerte? ¿Se habría equivocado de puerta? Pero ya no había vuelta atrás, el regreso era imposible, y Alberto seguía cayendo en esa tiniebla circundada de luces indescriptibles y figuras de otros tiempos. Un raro sonido, como el zumbido del vuelo de muchas aves mezclado con el tronar de una cascada lejana, acompañaba esta caída hacia lo desconocido. Pero le pareció oír también retazos de música conocida, melodías que había escuchado y gozado en su vida normal, en su mundo ahora ya perdido y lejano.

Logró ver una última imagen antes de hundirse en la más absoluta negrura. Era el rostro de la vieja dama triste, la melancolía. Le miraba con sus grandes ojos fijos, pero esta vez algo había cambiado. Su mirada era brillante, luminosa, alegre. ¿Cómo podía ser? Inevitablemente, le recordó otros ojos, otra mirada...
Después, se hundió en la sombra.


(...)

Antonio H Martín
(8 de noviembre, 2008)

8 comentarios:

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  2. Ya queda poco para el final. Espero que la historia acabe bien, pero ni yo mismo lo sé todavía...
    Parece mentira, pero las historias están vivas y van donde quieren.
    Uno sólo es un simple 'traductor'. La que manda es la historia.

    Saludos oníricos.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Hola,Antonio,oye es muy lindo como escribes,esta historia me tiene agarrado hasta la médula y este capitulo en especial me hizo sentir muchas cosas.Espero con ansias el siguiente capitulo.

    Se despide un admirador ^^

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  5. Llevo un tiempo leyéndote Antonio, casi siempre me paseo por tu casa de noche, y en esas horas tranquilas disfruto de tus historias, tus imágemes, tu música...

    Y esta historia te ha quedado excelente, la narración, la intriga, lo cierto es que me he visto metida de lleno en ella como si fuese Alberto esperando de pronto ver a Yolanda; espero la continuación, si es que la hay, y el desenlace, veremos que nos tendrán preparados esos personajes...

    Curioso el mundo onìrico, serán solo sueños que tan solo toman vida en es parte de nuestro? o, por el contrario estaremos viviendo esos sueños en otras dimensiones, o mundos paralelos?

    En cierto modo, los viajes astrales, que cada vez reconocen realizarlos más personas, es otro tema que me intriga.

    Saludos para los cuatro desde el Mediterráneo.

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  6. Hola Marcelo.
    Siempre al escribir uno arrastra cosas del inconsciente, y habrás notado que en este capítulo hay algo, aunque leve, de un tal Howard Phillips...
    El mundo de los sueños es común a todos y hay símbolos que no se inventan, se "ven".

    Espero ponerle ya pronto el punto final.

    Un saludo.

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  7. Gracias, Davinia, por tus paseos nocturnos por este rincón de luces y sombras.

    Sobre los sueños siempre he tenido la misma duda: si serán sólo sueños o algo más...
    Sinceramente, creo que se dan las dos cosas: hay sueños -los más- que son demasiado subjetivos para ser 'verdad', pero hay otros que parecen auténticos viajes a otros mundos.
    A mí no me importaría perderme en alguno de esos viajes...

    Un saludo desde el país del sueño.

    Pd.- Sigo esperando novedades en 'Un lugar bajo el sol'.

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  8. Tienes razón,Antonio,tiene un emotivo elemento lovecraftniano.

    Te dejo un abrazo.Saludos.

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