Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







domingo, 26 de abril de 2009

Pinta el cielo de estrellas



A veces uno recibe regalos inesperados, regalos que no coinciden con ninguna fecha especial, sino que aparecen como por encanto, como llovidos del cielo...
Son muy raras esas veces, y siempre los regalos proceden de alguien amigo, que está lejos pero quiere obsequiarnos con un detalle desde la distancia, con una amable sorpresa que no esperamos y que sabe bien que nos va a gustar.
Pues a mí me acaba de pasar algo así: la amiga Roxana, desde la para mí lejana Argentina me ha regalado un precioso tema de Enya que no conocía, y además acompañado de la traducción de la letra.

Dice Roxana que para ella Enya es como un hada del bosque... Estoy de acuerdo, y añado que detalles como éste nos ayudan a pintar el cielo de estrellas.

Gracias, Roxana.


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Paint the Sky with Stars

De repente ante mis ojos
Surgen tonalidades de añil
Cómo suspira mi espíritu con ellas
Pinta el cielo de estrellas

Sólo la noche podrá saber
Por qué los cielos nunca muestran
Todos los sueños que hay por conocer
Pinta el cielo de estrellas

¿Quién ha surcado el cielo de medianoche?
Pues así nuestro espíritu tiene que volar
Cuando los cielos parecen tan lejanos
¿Ahora quién pintará la estrella de medianoche?

La noche ha traído a los que duermen
Sólo sueños que no pueden conservar
Yo tengo leyendas en la profundidad
Pinta el cielo de estrellas

¿Quién ha surcado el cielo de medianoche?
Pues así nuestro espíritu tiene que volar
Cuando los cielos parecen tan lejanos
¿Ahora quién pintará la estrella de medianoche?

Pónle un nombre a la noche
Uno que ilumine tu corazón
Y que convierta las tinieblas en luz
Pinta el cielo de estrellas


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viernes, 24 de abril de 2009

El cuadro



"Tengo que confesar que mi resolución fue tomada para el mes de diciembre. Y antes de morir quise hacer un gran cuadro que tenía en la cabeza, y durante todo el mes trabajé día y noche, enfebrecido de forma increíble. Evidentemente, no se trata de un cuadro hecho al estilo de Puvis de Chavannes, con análisis de la naturaleza, croquis, etc. Está hecho con soltura, con la punta del pincel, sobre una tela de saco llena de nudos y de rugosidades; su aspecto también es muy burdo.

"Dirán que está a medias, sin acabar. Aunque es cierto que es difícil juzgarse a sí mismo, creo, sin embargo, que esta tela no sólo sobrepasa a todas las precedentes, sino que además nunca haré otra parecida ni mejor. En ella he puesto toda mi energía antes de morir, una dolorosa pasión en circunstancias terribles y una visión tan clara, sin correcciones, que desaparece lo que tiene de apresurado, y de ella surge la vida. En este cuadro no se huele el modelo, el oficio ni las pretendidas reglas, que nunca he obedecido, aunque algunas veces con miedo.

"Es una tela de 4,50 m. por 1,70 de alto. Las dos esquinas de la parte superior son amarillo cromo, con la inscripción a la izquierda y mi firma a la derecha, como un fresco estropeado por los lados y aplicado sobre una pared de oro. En la derecha, en la parte inferior, hay un niño dormido y tres mujeres en cuclillas. Dos figuras vestidas de púrpura se confían sus reflexiones; una figura voluntariamente enorme a pesar de la perspectiva, en cuclillas, levanta los brazos al aire y observa, asombrada, a estos dos personajes que se atreven a pensar en su destino. Una figura situada en el centro está cogiendo un fruto. Hay dos gatos cerca de un niño. Una cabra blanca. El ídolo, con los dos brazos levantados misteriosamente y con ritmo, parece indicar el más allá. La figura en cuclillas parece que esté escuchando al ídolo; finalmente, una vieja cercana a la muerte parece aceptarla, resignarse (...); a sus pies hay un extraño pájaro blanco que tiene una lagartija en una pata que representa la inutilidad de las palabras vanas.

"La escena se desarrolla a orillas de un riachuelo, bajo los árboles. En el fondo, el mar, y luego las montañas de la isla vecina. A pesar de los cambios de tono, el paisaje es constantemente, de un extremo a otro, azul y verde Veronés. Todas las figuras desnudas se destacan en un naranja atrevido.

"Si a los alumnos de Beaux-Arts que se presentan al concurso de Roma se les dijera: El cuadro que tienen que hacer representará ¿de dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos?, ¿qué harían?".


Paul Gauguin

(Tahiti - febrero de 1898)




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imagen: de Paul Gauguin
música: Dust in the Wind - Kansas


miércoles, 22 de abril de 2009

Confusión digital


ALOJAMIENTO A CAMBIO DE DIÁLOGO

Con tal que proponga a sus moradores, y lo gane, un debate sobre cualquier aspecto del budismo, todo monje vagabundo tiene derecho a quedarse en un monasterio Zen. Si, por el contrario, sale derrotado, deberá marcharse.
Dos hermanos, ambos monjes, vivían solos en un monasterio en el Norte del Japón. El hermano mayor era muy docto, mientras que el pequeño era estúpido y le faltaba un ojo.
Un monje vagabundo llegó cierto día al monasterio en busca de alojamiento. Según la costumbre, desafió a los hermanos a entablar una discusión sobre la sublime enseñanza. El mayor, que se encontraba bastante cansado de tanto estudiar, pidió al más joven que ocupara su puesto.
"Ve y arréglatelas para que el diálogo se haga en silencio", le aconsejó, pues conocía su escasa habilidad con las palabras.

El joven monje y el recién llegado se dirigieron al oratorio y tomaron asiento.
Poco después, el forastero llegaba corriendo hasta el lugar donde se encontraba el hermano mayor.
"Puedes sentirte satisfecho", le dijo. "Tu joven hermano es un eminente budista. Me ha derrotado".
"Cuéntame cómo se desarrolló el diálogo", le rogó el hermano mayor.
"Al sentarnos", explicó el viajero, "yo levanté un dedo, representando al Buda, el Iluminado. Él replicó levantando dos dedos, dando a entender que una cosa era el Buda y otra sus enseñanzas. Tras lo cual yo alcé tres dedos, simbolizando al Buda, sus enseñanzas y sus seguidores, llevando una vida armoniosa. Pero él me lanzó entonces un puño a la cara, indicándome que las tres cosas proceden de una comprensión única. Fue así como ganó, y por lo tanto yo no tengo derecho a quedarme".
Dicho esto, reemprendió su camino.

"¿Dónde se ha metido ese tipo?", preguntó el hermano menor, que salía entonces del monasterio.
"Tengo entendido que ganaste el debate".
"No gané nada. Vengo a darle una paliza a ese monje".
"Cuéntame cuál fue el tema de la discusión", dijo el hermano mayor.
"¡El tema!... Pues bien: Nada más sentarnos, ese tipo levantó un dedo, insultándome al insinuar que sólo tengo un ojo. No obstante, puesto que se trataba de un forastero, pensé que era mi obligación portarme cortésmente, así que le mostré dos dedos, felicitándole por su buena suerte, que le había permitido conservar ambos ojos. Pero entonces, el muy miserable alzó impunemente tres dedos, sugiriendo que entre él y yo no sumábamos más que tres ojos. Esto me sacó de mis casillas y empecé a darle de puñetazos, pero él logró escapar y así acabó todo".

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- Del libro "Carne de Zen - Huesos de Zen"
- Editorial Swan (Madrid, 1979)
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Imagen: Hokusai

Free as a Bird


Hola, amigos.

Estoy preparando una nueva entrada, otra de esas historias zen que parece que os gustan y que hasta resultan algo polémicas...
Pero entre medias me he encontrado con una canción de los Beatles que no conocía, y que me ha gustado mucho.
Se titula "Libre como un pájaro" y no sé a qué disco pertenece, pero, como digo, me ha gustado, hasta el punto de emocionarme. Y por supuesto, quiero compartirla con vosotros. Espero que os guste.
Así, más o menos, me siento yo esta noche: libre como un pájaro.

AC.


sábado, 18 de abril de 2009

El túnel


Zenkai, hijo de un samurai, entró al servicio de un alto oficial de Edo. Ocurrió que el joven se enamoró de la esposa de su superior, y cierto día tuvo la desgracia de ser sorprendido en su compañía. En defensa propia, Zenkai se vio obligado a matar al oficial, tras lo cual él y la mujer se dieron a la fuga.
Con el tiempo, ambos se convirtieron en bandidos. Pero la insaciable codicia de la mujer acabó asqueando a Zenkai, que decidió abandonarla. Marchó entonces a la lejana provincia de Buzen, donde subsistió como mendigo errante.
Para expiar su pasado, Zenkai resolvió dedicar el resto de su vida al ejercicio de buenas acciones. Habiendo sabido de un peligroso sendero que bordeaba un precipicio, en el cual habían encontrado la muerte varias personas, pensó en excavar un túnel a través de las montañas.
Zenkai mendigaba comida durante el día, y al caer la noche se aplicaba incansablemente a su trabajo. Pasados treinta años, el túnel tenía 2.280 shakus de largo, 20 de alto y 30 de ancho. *

Dos años antes de que el túnel estuviese terminado, el hijo del oficial que había asesinado, un hábil espadachín, habiendo averiguado el paradero de Zenkai, llegó allí para vengarse.
"Te daré mi vida de buena gana", le dijo Zenkai. "Pero permíteme antes que de fin a mi tarea. El día que haya terminado, podrás matarme".
El hombre condescendió. Pasaron varios meses y Zenkai seguía excavando. Por fin, cansado de no hacer nada, el hijo del oficial comenzó a ayudarle con el pico y la pala. Al cabo de un año de trabajo en común, el fuerte carácter y la voluntad de hierro de Zenkai habían empezado a hacer mella en su espíritu.
Llegó el día en que el túnel estuvo listo, y la gente pudo viajar a través de él sin correr ningún riesgo.

"Ya puedes cortarme la cabeza", dijo Zenkai al espadachín. "Mi trabajo está hecho".
"¿Cómo podría cortar la cabeza de mi propio maestro?", exclamó entonces el hombre con lágrimas en los ojos.


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(*) Un shaku equivale a 30,3 cms.

- Del libro "Carne de Zen - Huesos de Zen"
- Editorial Swan (Madrid, 1979)
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Imagen: Jesús de Blas

jueves, 16 de abril de 2009

Las puertas del paraíso



Un soldado llamado Nobushige preguntó en cierta ocasión a Hakuin:
"¿Hay verdaderamente un infierno y un paraíso?".
"¿Quién eres tú?, le interrogó Hakuin.
"Soy un samurai," replicó el guerrero.
"Tú, un soldado?", exclamó Hakuin. "¿Qué gobernante te aceptaría en su guardia? Tu cara recuerda la de un pordiosero".
Nobushige se enfureció al oír esto de tal forma que llevó amenazadoramente su mano al mango de la espada. Pero Hakuin prosiguió:
"¡Así que tienes una espada! Probablemente sea un arma demasiado burda para cortar mi cabeza".
Nobushige sacó la espada de su funda. Hakuin dijo:
"¡Aquí se abren las puertas del infierno!".
Comprendiendo el sentido de las palabras del maestro, el samurai envainó la espada e hizo una reverencia.
"¡Aquí se abren las puertas del paraíso!", concluyó Hakuin.


(del libro "Carne de Zen - Huesos de Zen", antología de historias antiguas de budismo zen)




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Imagen superior: "Orquídea y colibrí"
de Martin Johnson Heade

martes, 14 de abril de 2009

Contra lo gris...



Ahora que ya han acabado estas breves vacaciones de semana santa, muchos sentirán el peso de la vuelta al trabajo, del regreso a la rutina, donde todos los días parecen iguales y donde casi siempre tiene uno que vérselas con situaciones que no son de nuestro agrado.
Contra eso, contra lo gris, es bueno mirar hacia dentro y recordar los colores que ahora es tan difícil ver, porque están ahí, en nuestro interior. Ante la niebla de la rutina, tenemos que agudizar la mirada y afinar el oído. Tenemos que saber mirar más allá de las cosas inmediatas y ver también entre ellas. Siempre hay intersticios por los que poder mirar, para ver otras cosas, como esos colores que ahora nos parecen invisibles.
Y asimismo es muy bueno recordar que, a pesar de las apariencias, aún encerrados entre paredes rectas y mudas, rodeados de edificios grises y sin alma, seguimos a bordo de la misma gran nave y nuestro viaje continúa... Por doquier, oculta tras cualquier cosa insignificante, sigue habitando la magia. La vida continúa siendo un misterio que se mueve y danza, incluso entre paredes de niebla y viejos espejos que parecen reflejar siempre lo mismo.
Pongamos nuestro intento en conseguir que los minutos se parezcan lo más posible a un sueño, a uno de esos buenos sueños en los que nos sentimos llenos de vida y el mundo no era un intrincado laberinto gris, sino un bello y amable paisaje que nos abrazaba y servía de fondo ideal a nuestra alegría.
Por supuesto, nos vamos a encontrar con aquellos que siempre están dispuestos a lo contrario y parecen determinados a amargarnos el día. Pero ante eso tenemos disponible la salida de ejercitar nuestro particular "tai chi", nuestra magia personal, y desviar esa fuerza contraria para que vuelva hacia su origen.
Creo que es posible, por eso hablo de ello. Es posible construir nuestro sitio y defenderlo, nuestra casa de colores y sentimientos, juntando los buenos momentos, aunque desde afuera nos amenace continuamente lo gris y el reloj sea una cadena que aprieta nuestra muñeca.
Puede que esa casa esté casi en el borde del abismo, pero habrá suficiente espacio para moverse, bastante aire para respirar, y eso es lo importante. Que lo gris quede afuera y no entre nunca en nuestro sitio, que no interfiera con nuestro verde, nuestro rojo, nuestro azul.


Antonio Martín
(14 de abril, 2009)




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- Adiemus

- Enya
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sábado, 11 de abril de 2009

Mi música


Hola de nuevo, amigos.

No, esto no es una entrada dedicada a la música. Bueno, sí pero no. Sobre la querida música ya escribí algo hace tiempo y anda por aquí, en el cuaderno.
En este caso se trata de un simple aviso.
Algunos habreis notado que la música ha desaparecido...
Pero no, no la he quitado, la música sigue estando, pero en otro sitio. Si os tomais la molestia de bajar hasta abajo del todo de la página, la encontrareis. Y además he puesto varios temas nuevos, que espero que os gusten.
Y allí también están los premios que le han sido concedidos a este cuaderno, junto con otras imágenes.
El mundo se moderniza y nosotros debemos seguirle los pasos, así que he puesto una cosa de esas que llaman "slide", donde puedes poner las fotos que quieras y de la forma que más te guste. Y, la verdad, me parece agradable cómo queda.

Y eso es todo. Así que quien se pase por aquí y quiera escuchar buena música mientras lee, sólo tiene que bajar al sótano y pulsar la tecla.

Saludos musicales.

viernes, 10 de abril de 2009

Mágico


Y seguimos...

No esperaba más premios, y en el caso de venir alguno había pensado en guardarlo en mi armario de recuerdos y no ponerlo aquí, para no sobrecargar la página con muchas imágenes. Pero éste en concreto, que me ha sido concedido por la amiga Marina, lleva incluido un sello especial... El sello de "mágico". Y no podía resistirme a que ese adjetivo, que tanto aprecio, figurara en mi cuaderno.
Así que acepto el premio con mucho gusto, y lo reparto entre los diez blogs siguientes:

1- Umbrales, de Liz Hentschel (Lirio)
2- En Zigurat, de Rayuela
3- La Mirada de Cristal, de Cristalook
4- El Blues de las Encinas, de Luisa Arellano
5- Cosas que escapan a la razón, de Le8Al
6- Mar de Libertad (")
7- Soy Consciente, de Andrea
8- Hojas de Hierba, de Wuwei
9- Isis de la Noche (")
10- Lunaazul (")

Y me explico un poco:

- A Umbrales, porque ese sitio de la amiga Liz es todo un museo vivo, que nos invita a cruzar esos umbrales que traspasan las líneas del pensamiento y del sentir.
- A En Zigurat, porque la amiga Rayuela tiene un encanto especial que también te transporta, con ayuda de mariposas y pájaros de papel.
- A La Mirada de Cristal, porque últimamente a la amiga Cristalook se le está llenando la casa de dragones, y a mí me encantan los dragones, sobre todo los de cristal.
- A El Blues de las Encinas, porque la amiga Luisa, que ahora anda algo lejos, tiene la fuerza y la sensibilidad que hay que tener y además sabe plasmarlo en poemas magistrales, que te llegan como un golpe de viento.
- A Cosas que escapan a la razón, porque la nueva amiga LeAl ha hecho de su página, de su "rinconcito", como ella dice, una especie de oasis, acogedor y tranquilo, en el que gusta mucho estar, aunque a veces haya que dar alguna mala noticia...
- A Mar de Libertad, la amiga del atolón, porque me encantan sus breves poemas llenos de buen sentimiento, y porque a ver si este premio le sirve para que se extienda más, que siempre lo suyo me sabe a poco y me deja con ganas.
- A Soy Consciente, porque la aun más nueva amiga Andrea se merece este premio, precisamente por eso, por ser consciente, y regalarnos sus claras reflexiones sobre la vida pasada y presente.
- A Hojas de Hierba, porque el amigo Wuwei es un buen compañero de camino, y en todas y cada una de sus entradas hay un tesoro y una lección sobre el difícil arte de vivir.
- A Isis de la Noche, porque la amiga Isis se ha quitado su velo y continuamente nos hace buenos regalos de sapiencia y magia.
- A Lunaazul, porque la amiga Juana tiene el don de encantar con sus escritos, y eso me parece un valor inestimable; más de una vez me he perdido en uno de sus cuentos, y no por no entenderlo sino por no saber salir; son tan redondos que no ves la puerta.

Todos estos amigos tienen una cosa en común: cada uno a su manera es "mágico". Y eso, lo de mágico, es lo que más me importa y lo que más quiero en esta vida tan llena de "realidades".

Un abrazo para todos.

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Se me olvidaba: el enlace al blog de Marina Montecristo, que es quien ha generado este movimiento, está en mi lista. Pero lo pongo aquí también.

Marina Montecristo


Antonio C.
(10 de abril, 2009 - Día Mágico)

El corazón del infinito



Esta no es una entrada religiosa. Sólo aprovecho estas fechas de "Semana Santa" para incluir aquí una muestra de la música del maestro Bach, de su Pasión según San Mateo, concretamente el tema llamado "Ten piedad".
Se trata de una grabación antigua, calculo que de los años 40 ó 50, y en ella he descubierto la preciosa voz de Eula Beal, que no conocía.
El tema es triste, como corresponde a una pasión, triste pero bellísimo.

Y como ahora es tiempo de procesiones, y he observado que todas las imágenes están profusamente adornadas, no he querido ser menos y he revestido al corazón del que hablaba en el escrito de "El mirlo" con el mayor lujo posible.
Lo de llamarlo "el corazón del infinito" quiere ser un pequeño homenaje al último libro de Carlos Castaneda.


AHM. (10 de abril, 2009)

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- Autor: Johann Sebastian Bach
- Obra: La Pasión según San Mateo
- Tema: "Erbarme Dich, mein Gott" / "Have mercy, Lord, on me"
- Contralto: Eula Beal
- Violín solo: Yehudi Menuhin

jueves, 9 de abril de 2009

Minuto de luna


Cuando Martín volvió a casa esa noche después de un nervioso día de trabajo, tuvo aún tiempo y ganas, tras una parca cena, de garabatear algún pensamiento en su cuaderno. Era algo que le gustaba mucho hacer, porque le ayudaba a recuperarse del ruido diurno, a olvidar por un rato todo lo caótico y extraño y recobrar su propia voz.
Era noche de luna llena, así que empezó escribiendo así:


Creo que he venido a este mundo a soñar...
Los problemas van y vienen, las personas también; vienen y se van, como las olas. Pero la luna, visible o no, siempre está ahí, en su sitio. Es el ojo que mira. A veces parece que tiene sueño y parpadea, pero luego despierta de nuevo y sigue mirando.
Puedo decir fácilmente que a cuatro minutos de mi casa hay un bar, pero eso no tiene ningún misterio. Lo interesante sería poder darle la vuelta a la frase y decir que a cuatro bares de mi casa hay un minuto... Esto, que parece no tener sentido, sí atrae a mi mente. Lo primero que pienso es que no se está hablando de un minuto cualquiera, sino de uno especial, de un minuto diferente que escapa al curso rutinario del tiempo, del tiempo normal y corriente. Se supone que hay muchos más minutos que bares, por mucho que estos abunden por aquí, pero esa extraña frase, absurda en apariencia, me está diciendo lo contrario, que hay más bares que minutos.
Pasamos por la vida como llevados por la corriente de un río. En esa corriente encontramos personas, paisajes, casas y teatros, parques y amigos, trabajos y enemigos, músicas, sentimientos, luces y sombras, esquinas, plazas, calles, balcones y ventanas que miran, caminos curvos o rectos, aires, vientos, silencios, experiencias... Y todo va como flotando a nuestro alrededor, siguiendo la misma corriente. Pero hay algunas veces, muy raras, en que sin saber cómo nos quedamos enganchados a algo; la mano agarra una rama de la orilla, o el pie se atora en una piedra del fondo del río, y durante un momento, quizá un simple minuto, nos sentimos fuera de la corriente, y entonces vemos las cosas de un modo distinto.

No entendemos por ello especialmente nada, y en seguida la corriente, que empuja con fuerza, vuelve a arrastrarnos y tornamos a ser como hojas a la deriva, como ramas secas o cualquier otra cosa. Sin embargo, a lo largo de todo el resto del camino seguimos recordando ese raro minuto en que nos detuvimos y vimos pasar todo lo demás... Ese momento extraño, ese instante diferente que puede no volver a repetirse, se nos queda grabado ya para siempre.
Porque pareció como si la vida quisiera decirnos algo...


Martín, ya cansado por la hora, pero satisfecho de haber escrito algo en su cuaderno, apagó la lámpara y se fue a acostar. Le esperaba otro largo día en el caótico trabajo, otra vuelta en el torbellino, un giro más del absurdo antes del fin de semana. Pero se entregó al sueño con una sonrisa, recordando que él había tenido más de una vez su minuto de luna, que más de una vez había visto el brillo fugaz entre el río de sombras.
Desde el balcón de la noche, la luna, en silencio, miraba.


Antonio HM.
(8 de abril, 2009)

martes, 7 de abril de 2009

El mirlo



    El viejo soñó que paseaba por un largo camino, como en una tarde antigua. Era un camino recto que se perdía en un horizonte lejano e indefinido, en medio de una ancha llanura. Caminaba despacio, solo, pensativo, como siempre, dejándose llevar por la cadencia de un tiempo casi detenido, pausado, lento, un tiempo de sueños...
    Poco a poco, el cielo se fue llenando de nubes oscuras, casi negras. El suave sol del atardecer pareció convertirse en luna, y la tarde se volvió noche. Pensó que una tormenta en aquel momento le pillaría totalmente desprotegido. No había ningún refugio a la vista, ni siquiera un árbol solitario en aquella inmensa llanura. Pero a pesar de eso, no apretó el paso, siguió caminando despacio, sin temor a la lluvia. Son cosas que pasan en los sueños, y el viejo sabía que estaba soñando. Tenía cierta curiosidad por saber qué se siente bajo un aguacero en medio de un sueño.

    Al principio no se dió cuenta, porque sobre todo miraba hacia el cielo, pero luego vió que una figura se acercaba por el camino, en sentido opuesto al suyo. Había otro caminante en aquel sendero. Andaba también despacio, sin prisa alguna y como concentrado en sus pensamientos, porque mantenía su mirada fija en el suelo, en sus propios pasos.
    Según se acortaba la distancia, el viejo pudo ver que se trataba de alguien de apariencia joven, alto, delgado y con pelo largo, que vestía como una ancha gabardina. Esto le extrañó, porque pensó que se trataría de un lugareño que volvía de sus labores en el campo, pero su juventud y su melena no encajaban en esa imagen.
    A unos pocos pasos, los dos se pararon, frente a frente, y se saludaron.

    "Buenas tardes, caminante", dijo el joven.
    "Hola, buenas tardes. Qué raro se me hace encontrar a alguien en este camino", replicó el viejo.
    "¿Por qué raro?", preguntó el joven, a quien se le apreciaba cierto brillo en los ojos, a pesar de estar de espaldas a la luz.
    "Pues porque sé que esto es un sueño, y en mis sueños no suelo encontrarme con nadie, y menos en un camino solitario en medio de una llanura".
    "Pues será ésta la primera vez, pero aquí estoy. A mí también me gusta caminar por sitios tranquilos y despejados. En la ciudad hay mucha gente, mucho ruido. La gente es buena, y constantemente me invitan a sus casas y me ofrecen su pan y su vino, pero aquí, en estos caminos, escucho mejor la voz que debo escuchar..."
    "¿Y qué voz es ésa?, si puedo preguntar."
    "Claro que puedes, viejo caminante. Además, estoy acostumbrado a las preguntas. Desde que recuerdo, no he hecho otra cosa que responder a las preguntas que me hacían unos y otros. La voz a la que me refiero es la voz de mi padre."
    "¿La voz de tu padre?"
    El viejo se acercó al joven y le miró directamente a los ojos.
    "¿Tienes un rato para conversar?", preguntó el viejo.
    "Sí, tengo tiempo."
    "Sentémonos aquí en la hierba un momento. Aún no llueve, y cuando lo haga tampoco podremos hacer gran cosa, porque no hay ningún sitio donde refugiarse".
    "Bien, sentémonos pues y hablemos. ¿De qué quieres hablar?"
    Y se sentaron en el borde del camino, frente a frente, mientras las nubes se movían con el viento y la luz jugaba al escondite con las sombras, de manera que a veces era de día y a veces de noche.

    "En primer lugar, ¿quién eres, joven caminante? ¿Cuál es tu nombre? ¿Y qué haces aquí, en un camino solitario de mi sueño? ¿Has venido a decirme algo?"
    "Mi nombre no importa. Soy un simple mensajero, y ya te he dicho que estoy aquí porque me gusta caminar en soledad de vez en cuando. La ciudad está bien, hay buena gente, pero aquí escucho mejor la voz de mi padre. No he venido aquí a decirte nada, porque no podía saber que te iba a encontrar. Quizá seas tú quien deba decirme algo..."
    "¿Yo?"
    "Sí, ¿no dices que éste es tu sueño?"

    El viejo miró al suelo, miró hacia dentro, hacia el horizonte, a las nubes oscuras, al sol o la luna, o lo que fuera aquella luz que venía y se iba... Y luego volvió a mirar a los brillantes ojos del joven caminante.
    "Sé quién eres", dijo al fin.
    "¿Me conoces?"
    "Sí, te conozco, desde hace mucho tiempo."
    "Me alegra oír eso. Para eso he venido, para que me conozcan todos, y a través de mí sepan de la voz de mi padre, que trae la buena nueva para todos los hombres."
    "Amigo, permite que te llame así, no vuelvas a la ciudad, no vuelvas. Vete esta misma noche lejos, muy lejos. Hay otros muchos sitios donde puedes sembrar tu palabra. Aquí ya has cumplido."
    "¿Qué me quieres decir?"
    "Mira, joven caminante, mensajero de la buena nueva, yo te conozco bien. No soy un sabio ni tengo ningún templo, pero éste es mi sueño. Así que escúchame. La gente que dices es buena, sí, pero entre ella, mezclada con ella, está también la mala gente y la mala gente es la que siempre termina triunfando en este mundo."
    "Te comprendo bien, viejo, pero ésa es precisamente mi buena nueva: la que dice que el mundo va a cambiar."
    "No, querido amigo, el mundo no va a cambiar en absoluto. El mundo va a seguir siendo el mismo. Y tu "
buena nueva va a quedar como un bonito cuadro colgado de la pared, una música sublime y amable enmarcada, encerrada, que muchos adorarán pero que muy pocos seguirán."
    "¿Adorarán? Mi buena nueva no es motivo de adoración. Yo he venido a romper los antiguos ídolos y ha señalar el camino. He venido a juntar al hermano con el que no es hermano, al vecino con el vecino, al enemigo con el enemigo... He venido a unir lo que está desunido. Mi misión es que todos se reconozcan como hijos del padre..."
    "Amigo, créeme, tu misión será un absoluto fracaso", dijo el viejo, con un tono que quería parecer rotundo.

    En esto, el joven caminante se retiró un poco y miró inquisitivamente al viejo. Unas tímidas gotas de lluvia comenzaron a caer. La tormenta estaba ya a punto de descargar.
    "¿Quién eres tú, extraño caminante?"
    "Mi nombre tampoco importa. Considérame un viajero del tiempo."
    "¿Un viajero del tiempo? ¿Qué es eso? ¿No serás el mismo que me quiso tentar en el desierto?"
    "No, amigo mío, no soy ése. Mírame como un brujo, un mago que viaja en el tiempo, y que ha visto lo que vendrá. Por eso te aviso que debes irte de la ciudad esta misma noche..."
    "Te creo. He visto cosas extraordinarias, y yo mismo las he hecho, sin saber muy bien lo que hacía, sólo dejándome guiar por la voz... ¿Viajero en el tiempo, dices? ¿De manera, que has visto el futuro?"
    "Sí, lo he visto y lo he vivido. De allí vengo, aunque para mí eres tú quien viene del pasado."
    "¿Y por qué debo irme de la ciudad? He tenido un buen recibimiento, y cada vez son más los que me siguen..."
    "Hazme caso, por favor, y márchate."
    "¿Por qué, extraño caminante? ¿Qué puede pasar?"

    La tormenta se abrió con un bramido, las nubes oscuras rompieron en una lluvia torrencial y los dos caminantes, joven y viejo, se pusieron de pie y buscaron un refugio. Ya no era día ni era noche. Todo era lluvia, truenos y relámpagos...
    Cruzaron la valla que había a un lado del camino, con la esperanza de encontrar al final algo que los protegiera, alguna granja, un cobertizo, algo... Y lo encontraron. Un pequeño refugio de piedra, de los que usan los pastores. Allí se metieron, bajo el techo de ramas y paja.

    "¡Gran tormenta!", exclamó el viejo.
    "Sí, parece como si mi padre no quisiera que me dijeras lo que vas a decirme..."
    El viejo se calló, y pensó en si era correcto decir lo que iba a decir. ¿No había oído muchas veces que el tiempo no debía manipularse? ¿que modificar cualquier nimio detalle podía cambiar la historia? Y en este caso el detalle era tan importante...
    Pero... ¡qué demonios! ¿No era esto un sueño? ¿su sueño? Aprovecharía la oportunidad que se le brindaba.
    "¿Y bien?", preguntó de nuevo el joven caminante. "¿Vas a decirme por qué debo marcharme de la ciudad?"
    "Sí, amigo, te lo voy a decir... Si te quedas, morirás. Te apresarán y te matarán.

    Una sombra fugaz cruzó la mirada del joven, como si eso que acababa de escuchar le tocara por dentro, en alguna herida oculta de sus entrañas.
    "¿No dices nada?", inquirió el viejo.
    El joven miró a los ojos al extraño viejo, y en su mirada, antes brillante, se derramó esa pena escondida. Lloró suavemente mientras decía:
    "No puedo creer que mi padre permita eso..."
    "¿Tu padre?", gritó el viejo con rabia. "Tu padre..."
    "¿Qué sabes tú de mi padre?"
    "No, nada, no sé nada. ¡Y tú, amigo, tampoco! Perdona que te lo diga, pero éste es mi sueño y digo lo que quiero."
    Ya más tranquilo, con la mirada serena, el joven dijo:
    "Mira, viejo y extraño caminante, no sé cuál es el sentido de este encuentro y por qué tú, que dices ser un viajero del tiempo, un mago o un brujo, me cuentas estas cosas. No sé quién eres en verdad, pero no necesito saberlo. Agradezco tu mensaje, y te digo que ya lo conocía. Hace tiempo que esa sombra está conmigo."
    "¿Entonces?"
    "No creo en ella. El maligno pone muchas trampas en el camino, para confundirnos e impedir que alcancemos nuestro destino, pero son sólo espejismos."
    "¿Espejismos? Te digo que yo he visto el futuro, que si te quedas en la ciudad serás traicionado y muerto, y que más tarde tu muerte será presentada al mundo como un símbolo de redención."
    "¿De redención de qué?"
    "Dirán que moriste para redimir los pecados del mundo. Que con tu sacrificio el hombre quedaba libre del pecado original..."
    "¿Pero qué tontería es esa? ¿Quién..., quién se inventó eso?"
    "Bueno, los padres de la iglesia, los que luego contaron tu leyenda, a su manera."
    "¿Pero, qué iglesia? Yo no tengo iglesia, mi único credo es la doctrina del amor, que es la que me enseñó mi padre."
    "Tu padre..."
    "Te repito: ¿qué sabes tú de mi padre?"
    "Nada, nada..."
    "Bien, entonces todo está en su sitio. Sé muy bien cuál es mi misión y mi destino es cumplirla. No creo que mi padre piense que deba ser sacrificado para redimir a nadie. Yo ya redimo a las gentes mostrándoles el camino del amor. Veo cómo sus penas se trocan en alegrías a mi paso. Y si acaso sucediera lo que dices..."
    "¿Qué?", preguntó el viejo con cierta ansiedad.
    "Si sucediera..., sería porque es su voluntad."

    Había dejado de llover. Ambos caminantes salieron del refugio y se dispusieron a despedirse y a seguir su camino.
    Pero aún se dijeron unas palabras. El viejo en primer lugar:
    "Querido amigo, quiero que sepas que entiendo tu misión y tu fidelidad y tu firme creencia, pero, en serio, opino que lo mejor que podrías hacer es marcharte de la ciudad esta misma noche."
    El joven puso su mano derecha sobre el hombro del viejo y dijo:
    "Afirmas venir del futuro y que esto donde estamos es un sueño tuyo. Una amplia llanura, un camino, una tormenta y un pequeño refugio. Tu sueño, dices, y yo en él. Y pienso... ¿no será todo lo demás también parte de tu sueño? Yo no he vivido la historia que me cuentas, y, la verdad, no me gustaría vivirla, pero si así ha de ser, así será.
    "Te agradezco tu aviso, pero también te digo que de nada sirve, porque la tormenta aparecerá siempre en el momento más inesperado, y siempre nos sorprenderá en una llanura, sin árbol, sin refugio, sin cobijo."

    "¿Entonces?", volvió a preguntar el viejo. "¿Te irás de la ciudad? Puedes seguir predicando en otros lugares y ampliar así tu mensaje en el mundo."
    "Mi mensaje no es mío, sino de mi padre. Y él dirá dónde debe acabar. Tranquilo, viejo caminante, no temo a la muerte. Sé bien que mi reino no es de este mundo."
    "Ya, pero hay formas y formas de morir, y la tuya..."
    "Una pregunta, viajero del tiempo, ¿cómo será el símbolo que identifique a mi iglesia?"
Después de varios segundos de silencio, el viejo respondió en voz baja, casi en un susurro:
    "Una cruz."
    "¿Una cruz? ¿una cruz romana? En verdad que los caminos de mi padre son inescrutables."
    "¿Te parece bien?"
    "Amigo, yo no sé qué es lo que está bien y lo que no, sólo él lo sabe. Yo me limito a transmitir su mensaje, su mensaje de luz y esperanza."
    "Pero, ¿y si te digo que ese mensaje y esa cruz no van a servir para nada? Sólo será un símbolo vacío. Las gentes lo adorarán en los templos y lo llevarán colgando de sus cuellos, pero sólo como una especie de talismán, para que les protega de los males, pero sin que tenga nada que ver con mejorar sus sentimientos, sus actitudes hacia los demás... Tu imagen seguirá ahí clavada durantes siglos, para nada. ¿Es eso lo que quieres?"
    "No, no es eso lo que quiero, ni creo que sea lo que él quiere. Pero si así ha de ser, así será, y ni tú, ni yo ni nadie lo va a poder impedir. ¿Acaso no sabes, viejo caminante que viaja en el tiempo, que la vida es un misterio?"
    "Sí, lo sé."
    "Pues deja que el misterio siga su rumbo. Porque de todas formas lo va a hacer..."

    Ya de vuelta en el camino y después de un abrazo, cada uno siguió el sentido de su marcha. El joven hacia el este y el viejo hacia el oeste. No llevaban más de diez pasos, cuando el joven se detuvo y volviéndose le dijo en voz alta al otro:
    "¡Viejo caminante! Cuando vuelvas a tu tiempo, mira a ver los símbolos, porque quizá haga caso de tu aviso y me vaya esta noche de la ciudad. Adiós, amigo"

    Aquella noche, el viejo se levantó muy temprano, antes incluso de rayar el alba. Y se fue deprisa hacia la iglesia más cercana. Se llevó una muy grata sorpresa, porque encima del tejado no vio ninguna cruz, sino un símbolo muy distinto: un círculo que encerraba la silueta de un corazón.
    No se podía creer lo que veían sus ojos. ¿Habría su sueño servido para algo? ¿Habría sido mucho más que un sueño? ¿O es que aún seguía soñando?
    Sobre la torre de la iglesia, un gran pájaro oscuro con el pico amarillo, un mirlo, entonaba su canto incomprensible y armónico, aprovechando que las calles aún estaban vacías...


Antonio H Martín
(6 de abril, 2009)



miércoles, 1 de abril de 2009

Lo bien hecho


Aparte de haberlo leído en libros o escuchado en alguna parte, lo he comprobado con la experiencia propia: la mejor forma de anular el efecto de algo que estuvo mal hecho es haciendo algo bien.
Y cuantas más cosas se hagan bien o cuanto mejor se haga una cosa, más lejos y vacía quedará aquella acción mal hecha.
Parece una verdad de perogrullo, pero lo digo porque estas verdades elementales suelen olvidarse con mucha facilidad.
Puede ser cualquier cosa ínfima, como esa labor casera que tanto nos cuesta hacer porque no nos gusta. Poner un poco de esfuerzo y hacerla es bueno para la casa y para nuestra salud mental. Y si encima ponemos un poquito de corazón en ello, el bienestar está casi asegurado, porque el bienestar nace del bien-ser.
El I Ching lo dice así:

Todo lo que se ha malogrado por culpa humana
también puede subsanarse mediante el trabajo humano.
De esa forma el mundo vuelve a estar en orden.

Otra cosa, que tiene que ver con esto y con todo: no intentemos controlar los pensamientos, sólo observémoslos, observemos cómo revolotean caprichosos de un lado a otro como pájaros jóvenes y curiosos. Lo que daña la mente es sentirse culpable. La obsesión, la fijación en algo genera la sombra y la herida.
Cada habitación de la casa, de la mente, tiene cosas en desorden o mal colocadas. Hagamos lo que nuestras manos quieran hacer en ese momento, en vez de fijarnos en una sola tarea y sentir culpa porque otra cosa "nos distrae".

Es algo así como una danza. Vayamos de cuarto en cuarto como bailando, ligeros como una pluma movida por el aire. Cuando veamos algo que sentimos que está mal, pongámoslo en su sitio y a otra cosa mariposa... No nos quedemos allí, hincados los codos o las rodillas, esforzándonos durante horas para que esa habitación quede "perfecta", porque lo único que vamos a conseguir es cansarnos y sentir que aquello no tiene arreglo, porque los muebles no son los adecuados o porque la estancia es demasiado estrecha o demasiado ancha.
Vayamos al detalle, por pequeño que sea, a ese que nos ha llamado la atención y dejémoslo bien colocado, limpio, en su sitio. Y marchémonos a otra parte. La mente no quiere estar ahí más tiempo. Quiere moverse, no quedarse fija. Por lo general, la acción mal hecha está provocada por la obsesión, por la rigidez de un mandato que quiere transformar la realidad según un diseño preconcebido, que suele ser "racional", fijo y a contracorriente.

Todo esto, que parece un pequeño galimatías, se resuelve facilmente haciendo las cosas bien. Y sobre cómo se hace eso de hacerlo bien, cada uno tiene su propia lucecita interior que se lo indica. El propio ánimo es el mejor barómetro.
Como decía, lo "bien hecho" es la mejor fórmula para borrar ese residuo de culpa y sombra que nos dejó lo que se hizo mal. Ya que no se puede volver en el tiempo para rehacerlo, lo único que nos queda es disolver su peso, aclarar su oscuridad, y el modo de conseguirlo es haciendo otras cosas bien.
Cuando la casa, poco a poco, llegue a estar limpia y en orden, sin sombras grises en los rincones y sin telarañas del ayer colgando de las cortinas, un aire limpio y fresco entrará por la ventana y nos hará compañía.

AC.
(1 de abril, 2009)