Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







sábado, 9 de agosto de 2014

El inconsciente y la materia



    
    Me ha hecho gracia una anécdota sobre Jung que cuenta una amiga suya, la doctora Marie-Louise von Franz, en una entrevista de un documental*. Dice que en una de las últimas visitas a su refugio de la torre de Bollingen, a donde no iba desde hacía mucho tiempo, Jung se encontró con que, al principio, le saltaban y caían las tapas de las ollas cuando cocinaba, y se caían también platos y cubiertos... Ante esta extraña e incómoda situación, Jung optó por recitar una especie de simpática plegaria u oración, dirigida a esas cosas. Estas fueron sus palabras:

    «Ahora, damas y caballeros, ollas y cucharas, sé que los he descuidado por mucho tiempo y que están enojados conmigo, pero les pido perdón y les pido ahora que vuelvan a cooperar.»

    Así lo explica la doctora Von Franz: 

    «Para que la materia coopere con uno necesita amor y cuidados, y no sólo técnicamente, aceitándola y todo eso, hay casi que vivir con ella. Si no, hace trampas. Una de las últimas veces que fue a la torre, por ejemplo, hacía mucho que no iba, y los primeros días las tapas de las ollas saltaban y se caían al suelo en mal momento. Y ya sabe que los objetos pueden portarse muy mal. Así que se paró en medio de la cocina y dijo: "Ahora, damas y caballeros, ollas y cucharas, sé que los he descuidado por mucho tiempo y que están enojados conmigo, pero les pido perdón y les pido ahora que vuelvan a cooperar."
    »Y de ahí en adelante no hubo más accidentes. Se divirtió mucho con eso. Si se fija, es muy simbólico, esos días que no puede abrir una puerta, o no puedes alcanzar algo, y algún objeto se nos esconde justo cuando, generalmente, cuando no estás bien contigo mismo, y estás impaciente, etc.; entonces todo te hace trampas. Naturalmente tu propio inconsciente está mezclado en ello, pero se comunica con la materia. Somos profundamente inconscientes de estos hechos porque vivimos sólo por nuestros sentidos y fuera de nosotros mismos. Si un hombre pudiese investigarlo, lo descubriría. Y cuando un hombre lo descubre en nuestros días, cree que está loco, y quizá esté loco.»

    Lo he comprobado yo mismo, con las cosas de casa y con hechos más externos. Como, por ejemplo, lo que llamo «el efecto cruce». Éste consiste en que cuando uno se va acercando a un cruce de caminos y el lugar está tranquilo, puede observar normalmente que no viene nadie desde ninguna dirección, con lo cual se imagina que podrá cruzar sin problemas. Pero en esos días interiormente problemáticos la cosa funciona al contrario, y justo un momento antes de cruzar empiezan a aparecer vehículos por todas partes; e incluso esa gente que parecía caminar en un sentido distinto al nuestro, cambia inesperadamente de rumbo y confluye en el mismo cruce. Lógicamente, nos quedamos sorprendidos y lo achacamos a la mala suerte o a un imprevisible y molesto azar, sin darle demasiada importancia. Pero el asunto tiene que ver (aunque sea difícil creerlo) con nuestro estado de ánimo. Yo, como ya me lo sé, en días así me suelo parar unos segundos antes de cruzar y, efectivamente, inmediatamente después se forma allí un pequeño atasco. No suele fallar.    
    El porqué de esto suena a misterio. O nos puede parecer como algo ridículo y absurdo, producto de nuestra imaginación. Pero el caso es que nunca ocurre en días serenos, en los que nos sentimos bien con nosotros mismos. Por eso, cuando cruzo y no sucede nada adverso sonrío y caigo en la cuenta de que estoy tranquilo y centrado. Es muy curioso observar como es cierto, aunque parezca increíble, que nuestro inconsciente interactúa, de alguna forma incomprensible, con la materia y hace que ésta nos tienda «trampas», cuando la situación interna lo merece.
    Puede pensarse, también, que en esos días «buenos» andamos tan livianos y suaves, tan concentrados en los aspectos más positivos que no nos damos cuenta de si en el cruce ha habido mucha afluencia inesperada de vehículos y transeúntes, o ninguna. Y si la ha habido, al no darle importancia, nos ha pasado desapercibida... Pero no es así. Me he fijado lo bastante y suele coincidir un asunto con otro, es decir, un estado interior negativo con una respuesta embarullada y molesta del exterior. Y viceversa: cuando lo interior se haya en calma, en un tono más o menos armónico, lo exterior parece actuar de reflejo de esa armonía. ¿Tendrá esto algo que ver con el fenómeno de la sincronicidad?
    Toda una lección, en cualquier caso (quizá con un cierto fondo animista), que nos hace mirar a la vida y al mundo de distinta manera. Aunque pueda parecer que estamos algo locos.

    Siempre he intuido que todo está relacionado. Lo he escrito aquí muchas veces. No es una certeza que esté afincada permanentemente en la conciencia, sino algo que procede del inconsciente y a veces se cuela en lo cotidiano en forma de sensación. Recuerdo ahora que leyendo hace poco un comentario en un blog, cuyo nombre no retuve, me encontré con que, según el comentarista, Gandhi dijo en algún momento lo siguiente: que la vida es como un espejo, y que has de sonreír si quieres que te sonría... ¿No tiene esto sentido? Quizá no sea siempre una fórmula infalible, pero todos hemos experimentado algo tan sencillo (además de sorprendente) como que en determinados días especialmente buenos todo parece salirnos «a pedir de boca». No creo que se trate, en absoluto, de una simple coincidencia.
    Así que la próxima vez que me encuentre en la extraña situación de que no puedo abrir una puerta, teniendo la llave; que, inexplicablemente, no consigo encontrar un objeto que debería estar ahí mismo; o que se me caen caóticamente las cosas de las manos, o hasta sin tocarlas... No pensaré que la puerta, aun siendo nueva, está atascada, o que absurdamente me he confundido de llave; que ese objeto ha desaparecido por efecto de la travesura de algún duende o diablillo; que las cosas se caen a causa de una rara torpeza o porque hay un seísmo imperceptible que las mueve de su sitio; o que, simplemente, estoy teniendo un día de mala suerte, de esos que llamamos «de mil demonios», en que todo parece ir a la contra... Sino que procuraré acordarme de que el inconsciente se comunica con la materia. Intentaré pararme y observar qué es lo que me sucede por dentro. Incluso puede que diga alguna oración personal e improvisada, al estilo de Jung, y pida disculpas sonriendo a las cosas que me rodean. Todo sea por modificar su comportamiento y, de paso, el mío propio. Y para que mi inconsciente haga las paces con la materia, y ésta deje de hacer trampas.
    Es muy cierto que cuando el agua del río no choca con ningún obstáculo en su camino, ni es golpeada por la brusca intrusión de ningún cuerpo extraño, fluye mansamente... 
  

Antonio H. Martín 
(9 de agosto, 2014)

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(*) Matter of Heart - Carl G. Jung 

    

6 comentarios:

  1. Afortunadamente dispongo de una amplia experiencia al respecto, hasta con testigos diversos.
    Evidente, cargo con cerca de 16 trígonos de tierra. Finalmente comprendo por que consigo "materializar" lo que otros no. Jajj explíquese al maestro armero.

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  2. O sea, que está claro que existe esa interacción entre el inconsciente y la materia...
    Lo de los 16 "trígonos" de tierra, no lo entiendo bien; perdona, MJ. Pero sí entiendo lo de "materializar". ¡Eso es pura magia, amiga! No es necesario preguntar al maestro armero, jejeje.

    Gracias por tu visita y comentario. Un saludo.

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  3. Recodaré esta entrada la próxima vez que pierda las llaves de casa, o se me caigan de las manos aquellas cosas que quiero retener.
    Como siempre, un placer leerte.

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  4. No es broma, Carmen.
    En esos momentos (por demás tan frecuentes) de pérdidas o de caídas inexplicables, funciona algo así como una reacción negativa de la materia, que actúa de esa manera en respuesta al estado de nuestro inconsciente personal.
    Parece brujería (jeje), pero es así realmente. Por eso es muy importante llevarse bien con nosotros mismos y tratar a las cosas en la forma apropiada. Podríamos decir, aunque suene un poco a guasa, que las cosas también tienen "su corazoncito"... No es ninguna teoría, sino algo fácilmente comprobable en la cotidianidad.

    Un abrazo, poeta.

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  5. ¡Eureka!
    Has dado en el clavo.
    Todo está conectado. Y nuestro inconsciente, aunque invisible e impalpable, también forma parte de la cadena. Bien lo sabía Jung, y tú también, Amigo.
    Un beso

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  6. Recuerdo haber dicho en más de una ocasión que "el mundo es mágico o no es..." Y cada vez me convenzo más de que es así. No puedo concebirlo de otra manera.
    Jung, por supuesto, lo sabía y así lo vivió. Aunque eso le acarreara múltiples problemas en sus relaciones sociales y profesionales (empezando por Freud). Pero no le importó y fue fiel a sus intuiciones, a sus personales "paseos" por el mundo interior, más allá del velo de Maya.

    Un beso, Amiga Liz.

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