Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







jueves, 21 de agosto de 2014

El valle




    Una de las muchas pruebas de que hay en esta realidad paisajes que recuerdan bastante al país del sueño, es esta pintura del artista norteamericano de origen alemán Albert Bierstadt, del siglo XIX, en la que retrató con su enamorado pincel el valle del río Sacramento, en un momento de especial magia y belleza. Parece un amanecer, pero también puede ser un atardecer... Es lo mismo, el caso es que, al menos para mi gusto, este cuadro en concreto es casi como una visión directa del paraíso. Aunque imagino que este concepto del «paraíso» es algo muy subjetivo. Y podría perderme en este paisaje durante mucho tiempo, sin necesidad de ir a ninguna otra parte. Hay en él reunidos varios elementos importantes de lo que mi corazón ha deseado siempre. 
    Es sólo un verde valle, acariciado por una luz tenuemente dorada, con sus árboles jóvenes y viejos, con su río serpeante y con su horizonte de suaves montañas. Una estampa que puede calificarse de «bucólica», a pesar de su soledad, pero que expresa algo diferente que atrae al corazón amante y viajero, como si en ella se mostrase la puerta a otra dimensión del espíritu.
    En su atmósfera de profundidad y silencio, ve el caminante de sueños una clara imagen de sus anhelos. Como una mágica conjunción del universo, en la que se presiente a los buenos duendes, con su chispeante risa, medio ocultos entre la hierba, y también a algunas hadas, de brillantes ojos verdes o azules, tras las sombras de los árboles más viejos, donde quizá tengan su morada. Y, ante todo, se siente, desde ese horizonte levemente dorado, una nítida llamada... Algo que nos dice que la auténtica patria y el verdadero hogar están muy cerca.
    Me imagino que ante paisajes así nacieron muchos de los mejores poemas románticos... Hölderlin, Goethe, Byron, Novalis... Y puede que también antiguos mitos y leyendas hayan bebido en paisajes como éste. En sitios similares solía perderme a menudo cuando era joven, y recuerdo bien que entonces podía sentir con claridad la música del aire y escuchar las voces ocultas del cielo y la tierra. Aunque fuera sólo como susurros, como suaves rumores de agua en medio de la noche de los sentidos, que parecían conjugar, en una extraña y lúdica armonía, con el cercano calor amigo de los árboles y con el lejano brillo de las estrellas. Y entonces sentía como si se abriese la puerta de los sueños y estos se confundieran con la vida, en una danza gozosa e inefable... No me he convertido por ello en poeta, y mucho menos en mago. Pero contemplando pinturas como ésta, en un momento tranquilo y silencioso, con el alba asomando por el horizonte, sobre los montes cubiertos de nubes grises y azuladas, vuelvo a sentir algo de aquella antigua magia...      


A. H. Martín 
(21 de agosto, 2014)






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imagen 1: Sacramento River Valley - Albert Bierstadt
imagen 2: retrato de Albert Bierstadt

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