skip to main |
skip to sidebar
Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.
«Uno se pregunta: "¿Qué ha sido de tus sueños?", y, moviendo la cabeza, comenta: "¡Cómo vuelan los años!" Luego vuelve a preguntarse: "¿Qué has hecho con tus años?, ¿dónde has sepultado tus mejores tiempos?, ¿has vivido, o no?" Y se responde a sí mismo: "Observa y verás cómo el frío se apodera del mundo. Con el correr de los años vendrá la lúgubre soledad, la temblorosa vejez con su cayado, y tras ellas la tristeza y el pesar. Palidecerá tu fantástico mundo, y tus sueños, mustios y marchitos, caerán como las hojas amarillas de los árboles..."»
Fedor Dostoyevski
(Noches blancas)
Me niego a aceptar lo anterior como un inapelable destino. Me resisto a ese declinar triste y oscuro que apunta el poeta como único final del camino, como la realidad que nos espera ineludible en las últimas calles de esta fantástica y misteriosa ciudad nocturna. Lo respeto, porque lo conozco, porque lo he sentido alguna vez, en esas noches interiores sombrías, sin estrellas ni luna. Y porque todo lo que tiene alma es digno de ser respetado. Pero... hoy me dan ganas de reírme de esa sombra, de ese círculo oscuro que a veces nos envuelve como una niebla ciega. Sí, risa es lo que me provoca hoy esa música desesperada y triste, melancólica y anegada, como aquellos nocturnos de Chopin que se dejaban abrazar por las sombras y en donde el brillo era sólo el eco herido de pasadas alegrías que nunca iban a volver.
Y al final sonrío. No porque hoy me sienta especialmente contento, sino porque todo mi ser me dice que aquello no es el pozo inexorable en que termina la vida. Que para algunos perdidos caminantes puede, desgraciadamente, ser así, pero no para mí. No, porque en mis noches blancas aún abundan las ventanas abiertas, y tras ellas sigo viendo sugerentes destellos que me invitan a caminar... Mis sueños siguen vivos, gozan de buena salud y en cada uno de ellos se lee algo que niega esa última oscuridad.
Vendrá el otoño, sí, y de los árboles caerán esas hojas amarillas, pero otras azules brotarán en su lugar, siempre. Hasta que alguna noche este caminante obstinado, empedernido, se convierta en duende y se monte en una de ellas, para viajar con el aire más dulce hacia las doradas montañas del horizonte, hacia los valles musicales y encendidos del país del sueño...
Antonio Martín Bardán
(8 de mayo, 2014)
____________________
imagen: Gothic Night - Yaroslav Gerzhedovich
Hermosa y honda reflexión, amigo Antonio. Me alegro con tu risa a la sombra, me asomo a tus ventanas abiertas, y disfruto tus escritos de caminante empedernido.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Fer
Gracias, Fer.
EliminarReírse de la sombra es un buen ejercicio. No siempre se siente uno capacitado para ello, porque los momentos oscuros acechan tras cualquier esquina. Pero cuando lo hacemos, esa sombra se diluye y deja ver la luz que hay detrás. Esa es precisamente una de las misiones del caminante: descubrir las luces ocultas.
Un abrazo, argentina y argéntea amiga.
Estoy de acuerdo con María Paz, realmente hermosa tu reflexión. Es un canto lleno de entusiasmo, los sueños nos trasportan a otra realidad y nos lleven a escenarios llenos de luz.Te envidio sanamente Antonio por esa facilidad que tienes para ese viaje al país del sueño y estoy segura de que en alguno de ellos te convertirás en duende...¡Feliz día de sueños caminante!
ResponderEliminarGracias, anónima P... (jeje).
EliminarSí, entusiasmo es lo que se siente cuando podemos encontrar una sonrisa ante la oscuridad, sea ésta última de la densidad que sea. Lo mejor, sin embargo, no son los sueños, amiga (aunque sean preciosas joyas y tesoros que iluminan el camino), sino esos momentos mágicos en que éstos se funden con la realidad.
Eso espero y deseo: convertirme alguna noche en duende y subirme a alguna de esas hojas azules. Es la más alta química que se me ocurre, y la que anhelo alcanzar. La alquimia de la magia.
Un abrazo.