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Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.
Muchas veces abrazó Alberto Linde a su entrañable compañera, y en todas ellas hubo una corriente de cariño, un recíproco fluir de destellos que iba iluminando, lentamente, la avenida del tiempo por la que caminaban... Aunque, en esos momentos, no se movieran del sitio en que se encontraban. Eran las luces las que se movían, de un cuerpo a otro, de una mente a otra, de uno a otro corazón. Sonaban breves palabras entre medias, más bien susurros, que querían poner voz a esos intensos silencios, pero no eran necesarias. Las miradas, las sonrisas, los posteriores besos, eran más que suficientes. Todo se decía a sí mismo.
Pero hubo, no obstante, cierta ocasión en que el abrazo fue aún más especial... No recordaba si fue una tarde, una mañana o una noche, pero sí que fue en la cocina. Sí, en ese lugar tan simple y cotidiano, sin que les subyugara la presencia de ningún dorado atardecer o el brillo de una luna llena, sin que mediara ninguna música seductora o la caricia de una brisa, Alberto y Marina se abrazaron de una forma distinta, misteriosa, mágica...
Durante esos maravillosos instantes, sintió Alberto que una parte de su esencia se fundía con el ser amado. La abrazó como quien abraza a un sueño. Un sueño hecho realidad, que tenía en ese momento entre sus manos. Sintió Alberto, el obstinado alquimista, que allí se cumplía por fin un viejo anhelo, que se juntaban dos estrellas distantes, que dos islas de mares lejanos se reunían en una sola, para siempre... Nunca preguntó si ella había sentido lo mismo. No era necesario. El brillo de sus ojos era lo bastante elocuente.
Podría escribir ahora (poniéndome fantástico) que por la ventana entró un rayo de luz azulada y un viento hechizado que les raptó y se los llevó hacia alguna estrella lejana, hacia algún remoto paraíso del país del sueño... Me gustaría, pero no sería real. Por lo que sé, la ventana estaba cerrada. Pero me contó el amigo Alberto que siempre recordaría la intensidad y la magia de aquel abrazo. Para él fue como encontrar, en la cueva más oscura, entre las afiladas esquinas del mundo, el tesoro que siempre había estado buscando.
Antonio Martín Bardán
(25 de mayo, 2014)
Hola me encanta este blog, me gusta la imaginación. Gracias por compartir
ResponderEliminarEncontrarme en las hadas y yo, si lo harás. Es blogspot
A la luz de amor
Hola, Cindy.
EliminarUn placer compartir mis letras. Me pasaré, en cuanto pueda, por "A la luz de amor".
Un saludo.
Una cocina, es también un poco, cueva de alquimista, en donde una vivencia habitual, por lo que explicas, puede transmutarse en tesoro, transformando la cotidianidad en algo mucho más valioso. Será porque en la sencillez de la autenticidad está siempre lo que sostiene ese suelo por el que caminamos.
ResponderEliminarHay momentos, que siempre son presente.
JFK
Hola, JFK.
EliminarSí, así me lo explicó también Alberto, más o menos. Una simple cocina es un lugar en el universo tan válido como otro cualquiera. Lo importante es qué energías son las que allí se juntan en un determinado momento, y de qué forma lo hacen. Lo que parece bien claro es que es, como dices, la autenticidad la base de cualquier camino y de cualquier posible tesoro. Sin ella, la tierra se embarra y puede hacerse hasta movediza...
Y por supuesto que hay momentos especiales que no son tocados por el tiempo. Para el amigo Alberto no hay ninguna duda al respecto. Y para mí tampoco.
Por cierto, curiosamente tus iniciales, aparte de sonar a presidente americano, me traen a la memoria un bello recuerdo... De algo que pasó hace algunos años y que nunca olvidaré. También yo, como Alberto, guardo algún tesoro en la memoria.
Gracias por tu visita. Un saludo.
Amigo, solo para decir que el poema que tienes en la cabecera me ha encantado...
ResponderEliminarAntiqva, el poemita de la cabecera es sólo un humilde intento (de hace años) de alguien que no se atreve con la auténtica poesía, pero que se esfuerza en juntar las palabras de una manera más o menos poética. Aunque quede pobre en la forma, al menos refleja el sentido de lo que quería expresar.
EliminarGuau, la abrazó como quien abraza a un sueño... Que palabras tan bellas...
ResponderEliminarUn saludo, amigo
Así me lo contó Alberto Linde: me dijo que la sensación que tuvo fue la de abrazar a un sueño. Y eso... no sucede todos los días. De ahí el escribir sobre ello. Porque me gusta saber que experiencias así de especiales existen realmente.
EliminarUn saludo, amigo artista.
fantástico me encanto esta pagina
ResponderEliminarGracias, Anónimo.
EliminarMe alegra que te guste, y espero que sigas visitando este cuaderno. Yo aquí continuaré, por supuesto, mientras pueda, dando lo mejor de mí, ya sean fantasías, sueños o reflexiones. No es que sea algo especialmente valioso, pero es todo cuanto tengo.
Un saludo.