Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







martes, 20 de mayo de 2014

Memoria de la mirada



    Recientemente, trasteando entre copias de viejos archivos, me he encontrado con un antiguo recuerdo, nada menos que de la infancia. Se trata de aquel álbum de los años sesenta que entonces hacía las delicias de todos los chavales y que se llamó "Vida y Color". 
    Al volver a repasar sus estampas, me he dado cuenta de que hay una muy fiel memoria de la mirada... No sólo recordaba todas y cada una de sus vistosas imágenes (que no veía desde hace muchos años) sino que al volver a verlas mi mente conectó inmediatamente con las sensaciones que me provocaron en su momento, cuando de niño, a la edad de ocho años, me dedicaba a hacer la colección de sus cromos.
    Pero ante mí se mostró el abismo del tiempo... Recordé, como digo, las sensaciones de entonces y vi que seguían vivas de alguna forma en mi interior, pero vi también la gran diferencia entre aquella mirada infantil y ésta de ahora... En aquel entonces esas imágenes fueron para mí (y para muchos otros niños) un descubrimiento apasionante, una ventana abierta a la multiplicidad del mundo. Un mundo que, por supuesto, nos llamaba mucho la atención y que queríamos explorar en aventureros viajes, no exentos de su correspondiente y natural dosis de fantasía. Asunto éste que hoy en día, sin embargo, parece haber desaparecido por completo, dado que nuestra impresión del mundo ha perdido ya todo su encanto y misterio, y se reduce a un cúmulo de noticias banales o conflictivas.  
    Pero caí en la cuenta asimismo, según observaba con lentitud las imágenes, de que ese "abismo del tiempo" (que parece tan imponente y definitivo) es en realidad una falacia... Me dí cuenta de que es sólo una delgada línea lo que separa ambas miradas, la del niño ilusionado y la del fatigado y escéptico adulto. Y de que frotándola levemente con el pincel del recuerdo, la línea se difumina y uno puede reconocerse, más allá del poder del paso del tiempo, como alguien muy similar al niño que fue, o quizá como exactamente el mismo.    
    Después de todo, recuperando la mirada, es fácil darse cuenta de que el mundo en realidad, aparte de conflictos y banalidades, sigue siendo un apasionante y enigmático universo, donde hay aún muchos tesoros por descubrir, llenos de vida y color.


A. Martín Bardán
(20 de mayo, 2014)




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imágenes: "Vida y Color" - Albumes Españoles (Barcelona, 1965)

2 comentarios:

  1. Los recuerdos de nuestra infancia aparecen nítidos en nuestra memoria.Quizá porque fuimos felices o porque hemos olvidado lo malo y solo permanece aquellas cosas que nos llenaron de ilusión.Lo que escribes,esta muy relacionado con ese lugar, a ratos mágico,en el que trabajo,hay mucho de sueños e ilusiones entre sus paredes.Lo compartimos Antonio, un saludo.

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    1. Así es, amiga. Por eso esa simple colección de cromos está aún bien presente en mi memoria. Eso y muchísimas otras cosas no han perdido, con el paso de los años, ni un ápice de su valor. Lo que fue malo, sin embargo, se diluye con el tiempo.

      Tienes razón: el lugar en donde trabajas es todo un pequeño museo dedicado a la memoria, a esos buenos recuerdos que nos reviven sueños e ilusiones de la infancia y la adolescencia. Es... encantador. Un placer pasarme por allí de vez en cuando. Gracias por gestar tan grato ambiente.

      Saludos.

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