Hace un par de noches, leyendo la biografía íntima que Hugo Ball dedicó a su amigo Hermann Hesse, en 1927, me encontré con unas frases que me llegaron singularmente. En el capítulo en que habla de las circunstancias en que éste escribió su novela Siddharta. Recordemos que hubo una pausa de más de un año en la redacción de esta novela, entre su primera y segunda parte, por varios motivos... Porque a Hesse le fue fácil hablar del primer Siddharta, del joven que abandonaba la cómoda seguridad de la casa paterna, del buscador de la verdad, el caminante que se fue al bosque y se juntó con los samanas, que vivían ascéticamente a la intemperie, entre privaciones y fórmulas mentales, para superar la ilusión del mundo; pero no pudo, en un principio, hablar del Siddharta victorioso, del que encuentra, del que consigue dibujar el círculo de su vida y, a través de su propia verdad, contactar con el espíritu del universo.
He aquí las mencionadas frases:
«Lo único que permanecía era la ternura, la capacidad de cambiar y seguir cambiando; el no haberse vuelto rígido, sino elástico. El seguir vivo, que la vida trajera de vez en cuando un encuentro fugaz y una alegría, que la propia canción aún pudiera gustarle a uno..., eso era un consuelo y contenía una invitación a una renovada curiosidad, a seguir avanzando. Y seguir sintiendo la llamada dentro de sí, y una nueva nostalgia; continuar en el camino y en camino; no haber encontrado aún la patria definitiva, que todavía no era visible ni se había vuelto imagen; conservar la sensación de no haber llegado aún, de no haber tocado tierra definitivamente..., ése era otro estímulo y una esperanza.»
Estas palabras poseen, al menos para mí, una sustancia especial. En ellas veo reflejado aquello por lo que aún merece la pena vivir, y también el espíritu necesario, el ánimo, la actitud que hace de llave para enlazar con ese horizonte (cercano y lejano a un tiempo) que ha de vivirse. Ser elástico, en lugar de rígido, conservar la ternura, la delicada luz de los buenos sentimientos, la íntima sonrisa de antaño, la dulce mirada, pero asimismo estar atento al cambio, a las azarosas curvas del camino, a sus posibles sorpresas... Llevar siempre «la piedra mágica en el corazón», pero dejando que ésta sea tocada por el aire de la vida, que respire y se ilumine con el fluir de los días. En definitiva, mantener el afecto por los sueños, por los viejos y queridos sueños, pero ensanchando y enriqueciendo éstos con una mirada abierta y lúcida, despierta, sabiendo leer en el río de las horas, en el curso de los días y noches nuevas lecciones, y encontrando quizá nuevos abrazos.
La propia canción es aquella que nunca debemos olvidar. Sin ella, el ser se desdibuja en lo absurdo y se diluye en el caos. Pero ésta ha de conseguir unirse a la sinfonía de la vida, a las a veces extrañas melodías del tiempo, y saber mezclarse con ellas, sin perder la propia identidad.
Torpes palabras las mías, lo reconozco, pero es la voz de un caminante que, a pesar de no entender muchas veces los jeroglíficos de la sombra, sigue cantando a la luna...
Antonio Martín Bardán
(22 de diciembre, 2013)
No, si la teoría es fácil... :S.
ResponderEliminarLeer o escribir, forman parte de la construcción de nuestro mejor 'yo', aunque luego se nos coman las incoherencias o la 'naturaleza' de cada cual. También es verdad, que nos -amaestran- desde innumerables frentes para todo lo contrario... de lo que has escrito y aunque nos cueste admitirlo, no en vano...
Pero además de lícito, me parece sabio el intento continuado de alcanzar esa realidad, nos llegue por donde o a través de lo que nos llegue... a pesar de no importa cuantos resbalones tengamos. Oportunidades nunca faltan, sobre todo porque más allá de fortunas vitales, entornos o condiciones innatas, en el fondo (y creo que en la superficie también :) somos nosotros mismos los creadores de las mismas. A cada paso que damos.
Como sea, más allá de fútiles e inútiles análisis, te deseo lo mejor, ahora y siempre!! Antuán.
Parece ser que todo se mueve según las leyes del azar y la necesidad, y que temas como el amor y la amistad son sólo inventos románticos... Pero es sólo una apariencia engañosa. Hay "teorías" que forman parte de uno mismo, que están en la propia naturaleza, y no es posible dejarlas atrás. El amor, la amistad y encontrar un sentido a la existencia son cuestiones de primera magnitud para ciertos seres.
EliminarEs verdad que la sociedad intenta "amaestrarnos", que se esfuerza diariamente y al máximo en dirigir nuestro rumbo y en moldear nuestra mente, según lo que ella considera útil y necesario. Pero la propia naturaleza tiene su particular canción, y ésta no sabe obedecer a nada más que a sí misma. Es lo que Hesse llamaba la ley del "eigensinn", la ley de la obstinación, del propio sentido.
No sólo es lícito, amiga Crystal, sino que es además indefectible e inevitable. O intentamos "alcanzar esa realidad" o, de lo contrario, nos desvanecemos en una vida vacía y fantasmagórica, en un baile de sombras. No es una elección. O eso, o nada.
Leer y escribir forman parte de esa construcción, como bien dices. Y más, si uno lee y escribe atendiendo a ese principio personal, si uno lee y escribe intentando conjugar la propia música con las otras sinfonías, a veces extrañas, que le rodean. Los resbalones, las caídas, los derrumbes forman parte de ese caminar. Son, también, inevitables. Pero la propia fuerza se encarga siempre de volver a levantar lo caído. Porque, como dice el sabio I Ching: "Ni aunque se tire se puede perder lo que a uno le pertenece realmente".
Dices que somos los creadores de nuestras circunstancias, que nosotros mismos inventamos las oportunidades... Puede que sea cierto. Es claro que solamente uno posee la llave mágica, que sólo uno mismo puede abrir la puerta, pero, ay, no siempre se encuentra esa puerta... En todo caso, ahí está la lucha, ahí está el camino. Y uno no debe sino, por encima de todo, caminar. La "propia canción" ha de sonar fuerte y clara. Eso, sin duda, llamará a la vida, y en uno u otro momento aparecerá la puerta, y ésta será abierta y traspasada.
También yo te deseo lo mejor, querida amiga. Y desde esta lejana isla de árboles y montañas, te envío un fuerte abrazo.
Bellas palabras las tuyas, caminante existencial. Me he estado acordando mucho de ti por estos días, ya que estoy leyendo un libro de Herman Hesse sobre Francisco de Asís, y en él se encuentra la misma fascinación de Hesse por esa vida libre, auténtica, alegre, en pleno contacto con la naturaleza y en permanente búsqueda de la verdad que llevó el pobre de Asís, quien cautivó el interés de Hesse y seguramente sentó las bases para la creación de su magnífica novela Siddharta.
ResponderEliminarTe saludo con afecto y te deseo felicidad, Antonio, cantando a la luna tu propia canción, manteniendo ese imprescindible afecto por los sueños, nuevos y viejos.
Un abrazo.
Fer
EliminarHola, Fer.
Un placer verte por aquí, amiga. La historia de Hesse sobre Francisco de Asís la publiqué aquí en septiembre del 2009, ilustrada con un bello retrato de mi amiga mexicana, la pintora Liz Hentschel (que suele aparecer por aquí con el nombre de "Lirio"). Y le puse el título de "Cesco".
Es muy posible que exista esa relación entre Francisco y Siddharta, sí, porque en ambos personajes vive esa fascinación y esa búsqueda de la verdad que comentas. ¡Muy buenas lecturas las tuyas!
Eso hago, amiga, cantar a la luna mi propia canción y mantener el cariño por mis mejores sueños. No sabría hacer otra cosa, ni creo que haya nada mejor que hacer.
Felices fiestas y feliz año nuevo, Fer. Gracias por tu visita.
Un abrazo, de este "caminante existencial".
Tal vez los jeroglíficos han sido creados para que nadie los entienda y lo único importante sea cantarle a la luna.
ResponderEliminarUn abrazo
Me gusta lo que dices, Mónica, suena bien. Pero no creo que los jeroglíficos tengan esa nula intención. En lo que sí estoy de acuerdo es en que lo importante es cantarle a la luna. Ella es también un 'jeroglífico', pero uno que, extrañamente, nos acompaña. Soy, está claro, un amante de la Luna.
EliminarUn abrazo.
¿Torpes tus palabras?
ResponderEliminarEn absoluto.
Me parecen hermosas, muy acordes con las del gran Hesse.
Un abrazo aún con aroma navideño.
Pues sí, amiga, las veo como torpes. Pero es porque uno quisiera siempre decir mejor las cosas... De todos modos, gracias por ver ese acorde con las palabras del muy estimado amigo Hesse.
EliminarUn abrazo grande, con aroma navideño y de año nuevo.
PD.: ¿Cuándo vas a volver a tu blog de Umbrales?
¡Ay, Antonio!
EliminarSe me ha vuelto una carrera con onbstáculos: primero que nada, me quedé sin cámara y aún no he podido fotografiar mis obras recientes. Además, me cambiaron el formato del Blogger y no lo entiendo. ¿Será que requiero de la ayuda de mi Hado Padrino nuevamente? Ojalá el nuevo año me depare esto, pues sí que me gustaría retomar mis publicaciones. Y sin tu ayuda y paciencia lo veo imposible, jeje.
Vaya, amiga, cuánto lo siento. Lo de la cámara no lo puedo solucionar, pero seguro que lo otro sí. Escríbeme un correo y me explicas los detalles. Aunque no entiendo lo de que te hayan cambiado el formato, no creo que sea difícil solucionarlo.
EliminarEspero tu mail. Un abrazo, amiga.
decir que lo perpetuo es la ternura, es decir mucho
ResponderEliminarhuelgan otros comentarios
un gran abrazo amigo, ten un gran 2014 y los subsiguientes mejor aún
saludos desde Uruguay
No digo que sea perpetua, Omar, sino que hay que conservarla. Porque sin ella, la vida es áspera y fría...
EliminarUn abrazo, y un feliz año nuevo, lleno de vida y poesía.
Muy buena entrada. Particularmente saber un poco más sobre como se escribió esta novela basada en una cultura no occidental por alguien que por su particular origen se dividía entre la India y Alemania. Un placer.
ResponderEliminarGracias, Gustavo.
ResponderEliminarSí, Hesse participaba de esas dos tendencias, la europea y la hindú. De hecho, su madre nació en la India... Pero con el tiempo se fue inclinando más hacia las filosofías china y japonesa, sobre todo las referentes al Tao y al Zen.
De Siddharta siempre se ha dicho que es una novela muy poco hindú, una especie de ensayo filosófico y místico profundamente europeo.
Un saludo.