Dispongo ahora de mucho tiempo libre y de un lugar privado donde recogerme, así que puedo entregarme a la lectura a mi gusto, sin interrupciones ni interferencias. Y entre varios libros amigos, releo también, de vez en cuando, mis viejos cuadernos, como en un intento de recuperar una parte de la memoria perdida, esos recodos del camino que se nos diluyen entre los múltiples ruidos oscuros del tiempo... Incluyendo este mismo cuaderno virtual en que ahora escribo esta nota. Después de más de cinco años de existencia, hay muchos textos aquí que tengo casi olvidados. Y me sorprende a veces encontrarme incluso con algún escrito, de los que no recordaba, que me llega de forma un tanto especial.
De alguna manera, estas lecturas me retrotraen al momento en que las escribí, me ayudan a remontar la pendiente del tiempo y, cuando el fondo es positivo, me colocan en una tesitura favorable que me permite revivir aquellos instantes y acariciar pasadas alegrías.
La breve historia que transcribo a continuación la publiqué aquí, en este cuaderno nocturno, hace más de tres años, con el título de "Lo abstracto"...
Antonio HM.
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Era una tarde serena, tranquila, sin excesivo ruido. La gente estaba un poco como ausente, o al menos medio silenciosa. Los transeúntes pasaban por la calle y hablaban entre ellos, como siempre, o por el móvil, pero sin levantar demasiado la voz. Y los coches que recorrían las calles buscando aparcamiento no tocaban sus bocinas en los cruces, o llamando a sus familias para que bajaran a recoger los bártulos del maletero...
A Alfredo le parecía algo raro, pero lo agradecía profundamente. Era una tarde clara, con mucho sol, pero también había nubes, nubes viajeras que no entorpecían al sol pero dejaban un presentimiento de otoño, un acento de cercana lluvia en el ambiente con su presencia. Y además, corría el aire. ¡El aire... se movía! Y cuando el aire se mueve se mueve la vida.
Así que a Alfredo, asomado a su terraza de barrio, con la mirada bailando entre edificios, calles y nubes, le dio por pensar...
"Se puede decir que vine de lo abstracto y algún día volveré a lo abstracto. Pero incluso ahora que vivo en lo concreto, que tengo una forma definida, que respiro y pienso, que parece que 'existo', sigo siendo muy abstracto...
"De manera que a veces siento que en realidad casi no me he movido.
"Soy el mismo que ayer caminaba por la orilla del río, el mismo que subía a los montes para ver más amplio el horizonte, para acercar la lejanía, el que navegaba por las aguas brillantes de los libros amigos, el que buscaba la luz en otros ojos, el que sonreía entre los almendros al anochecer, el que se enredaba en los sueños y quería quedarse en ellos como si fueran su auténtica casa.
"Lo concreto muerde a veces, pero es sólo una sombra tenue en el mar de lo abstracto, una figura solitaria y sin poder en medio del océano.
"Cuando me vaya de aquí, será casi como si nunca hubiera venido. El azul del que vine me abrazará de nuevo, y esto de ahora será sólo un recuerdo, un breve trazo, quizá una mancha agridulce en el cuadro de mi existencia, una mínima sombra en el ángulo inferior izquierdo... Muy poca cosa en comparación con las dimensiones del cuadro, que, además, no es cuadrado, sino redondo.
"Sí, mi cuadro es redondo, circular, y da vueltas como una noria, tocando todos los puntos del universo, danzando entre calles, nubes, sueños y estrellas..."
AHM.
(23 de septiembre, 2009)
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Varias son las acepciones que encontramos en el diccionario para "abstracto". Entre ellas, por ejemplo, la de... "se dice de las ideas o conceptos que no tienen realidad material o palpable", o esta otra de... "impreciso, poco definido". Y como sinónimos, hallamos: "inconcreto, inexacto, indefinido, indeterminado"...
En esencia, cuando uso ese vocablo me estoy refiriendo al espíritu, en los términos de Carlos Castaneda: "Para el guerrero, el espíritu es abstracto sólo en el sentido de que lo conoce sin palabras, incluso sin pensamientos. Es abstracto porque no puede concebir qué es el espíritu. Y aun así, sin tener la menor oportunidad o deseo de comprenderlo, un guerrero maneja el espíritu. Lo reconoce, lo llama, lo incita, se familiariza con él y lo expresa con sus actos."
Las licencias que uno suele concederse al escribir en un cuaderno íntimo, personal, me permiten emplear ese adjetivo de una forma peculiar y convertirlo en un sustantivo de dimensiones extraordinarias. Así pues, hablo de "lo abstracto" como de ese fondo universal, ese vasto océano que nos rodea y del que, asimismo, estamos hechos. Tal y como, en ocasiones, hacía el mismo Castaneda; aunque él solía preferir la denominación de "el espíritu". Algo así como el "inconsciente colectivo" de Jung, pero ensanchado hasta el infinito.
A eso me refiero cuando escribo que... "se puede decir que vine de lo abstracto y algún día volveré a lo abstracto". Que es como afirmar que este tránsito que llamamos "vida" es sólo un puente brillante entre dos inmensas y misteriosas oscuridades. Lo que no deja de ser una obviedad.
Pero hay algo más. Y es que en mi breve historia dejo traslucir mis creencias, al menos mis creencias de entonces, y doy a entender que la propia conciencia es indeleble y subyace más allá de los avatares temporales. Por eso escribo que "soy el mismo que ayer caminaba por la orilla del río, el mismo que subía a los montes para ver más amplio el horizonte, para acercar la lejanía..." Acciones esas que databan de muchos años atrás. Y es que en realidad así lo sentía cuando escribí ese texto. No percibía ninguna distancia entre el ayer y el hoy. Me veía a mí mismo como una figura inmanente, que conservaba su esencia a pesar de la multiplicidad y de los cambios de escenario. Dicho trivialmente: como el protagonista de muchas y variadas películas que, no obstante, seguía siendo el mismo viejo caminante de siempre.
Quizá el asunto se sobredimensiona y exagera cuando lo extiendo más allá de los límites razonables y digo aquello de que... "el azul del que vine me abrazará de nuevo..." Pero es que posiblemente, en momentos como ese, acariciado tal vez por las brisas de Oriente, uno se siente poco menos que inmortal. Hoy, sólo unos pocos años después, no sería capaz de escribir algo así. Pero quién sabe si lo haré mañana...
Al fin y al cabo, con una cosa sí que sigo estando de acuerdo: con que mi cuadro es redondo, circular. Y aun cuando no me gusta ya la metáfora de la noria, continúa siendo cierto que toca, si no todos, sí muchos puntos del universo, y danza entre calles, caminos, nubes, sueños y estrellas...
Antonio H. Martín
(22 de marzo, 2013)
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imagen 1: fractal - Alice Kelley (1999)
imagen 2: un caminante - J.A. Beorlegui (2012)
Leggerti regala attimi di fascino alla mente. Buona giornata Antonella
ResponderEliminarGracias por leerme, Antonella, y por tus amables palabras.
EliminarUn saludo.
Ayer o hoy... el tiempo es sólo un nudo ¿verdad?
ResponderEliminarSuscribo lo que dije entonces y te sigo deseando buen viaje, caminante.
Un abrazo 'concreto', amigo.
Eso creo, amiga. El tiempo concreto es un nudo que aprieta y detiene en un punto la corriente de lo abstracto.
ResponderEliminarHe vuelto a leer tu comentario de entonces y... Bueno, sigo pensando que esto no es un "viaje absurdo", pero supongo que es sólo una opinión, sin nada detrás más que el sentir de este viejo caminante que se empeña, a pesar de todo, en seguir enamorado de la vida, por encima de sus contradicciones.
Tenía mucha razón Píndaro: no hay que afanarse por una vida inmortal, sino apurar el recurso de lo hacedero. El caso es que es precisamente en ese recurso donde veo lo valioso e inmortal de este viaje. Todo depende de la forma en que lo miremos. Ninguna cosa es la misma para nadie. Todo cambia según los ojos que lo miran.
Gracias por desearme buen viaje. Es el mejor de los deseos, sin duda. Y lo mismo te deseo, hada amiga.
Un abrazo "concreto" y un besito "abstracto", amiga Crystal.
Estimado Amigo Antonio:
ResponderEliminarMe apropio de tus palabras...
"En verdad que hay noches en que parece que las estrellas se hablan y se cuentan la misma o parecida historia"...
Y respondo...con parte del comentario del post anterior "Hoy Amaneci"...
"porque de alguna manera, estamos compartiendo un recuerdo, un sentir, no se..."algo", y eso nos dice, que estamos Todos Unidos"...
Un gran abrazo
Mauro
Por supuesto que es como dices, y todos estamos unidos. Pero, ya sabes, las anteojeras están a la orden del día y cada uno va por la vida como si habitara en un mundo aparte. Menos mal que hay noches en que se disipan las nieblas, y hay ventanas que se abren y miradas que se encuentran...
ResponderEliminarUn gran abrazo también para ti, amigo Mauro. Y gracias por "amanecer".
Antonio