Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 9 de febrero de 2011

La diosa del absurdo




Así andaba este caminante hace unos veinte años, en estas charcas de lodo naufragaba mi alma...

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...


Estoy escuchando el concierto para violín en la menor de Bach... La música suena emocionada y brillante en esta tarde gris y vacía, indiferente al mundo que la rodea, sola en medio de un pesado silencio. Da igual lo que yo piense, o como me sienta. Ella seguirá cantando, seguirá leyéndome su viejo y amoroso poema, entre árboles y brisas.
Delante de mí hay un libro de Paul Gauguin, con su autorretrato en la portada... Él también está solo, también es indiferente; y me mira con sus ojos de fuego, altivos y serenos, llenos de fuerza y desprecio. Me siento empequeñecido y pobre ante esta música y esta mirada salvaje, ante estos dos rostros auténticos.
Continuo sumido en la miseria, en la irrealidad de una vida cobarde y sin sentido. Ya ni merece la pena hablar más de ello. ¿Para qué? Antes me quejaba de que un día era igual a otro; igual en su nervioso deambular por entre la basura del mundo; igual en su contradictorio acatamiento a la vulgaridad. Hoy ya debería hablar de años, años que se parecen demasiado entre sí, años llenos casi hasta el borde de miseria, de podredumbre, de la interminable y agotadora repetición de lo absurdo.
Mi vida es absurda, esto es evidente. ¿Pero, por qué no hago nada para remediarlo...? Esto otro pertenece a los misterios del absurdo mismo. ¿O debería decir, esto pertenece al misterio de la cobardía humana, de mi cobardía?

Reconozco en mí la existencia de dos fuerzas antagónicas que, logicamente, chocan entre sí. Una quiere romper, la otra conservar. Una quiere saltar las barreras e intentar un vuelo imposible y mágico sobre el abismo. La otra, sin embargo, quiere guardar las formas, el grato y pacífico sabor de lo conocido, y mantener una vida sedentaria y tranquila, sin grandes problemas, amante del detalle, de lo delicioso y lo bueno, pero temerosa de todo aquello que brilla en medio de la noche de una forma extraña e inquietante.
Sé, de algún modo que no puedo explicar, que por encima de estas dos fuerzas hay un puente mágico, oculto entre la niebla. Alguna vez he llegado a vislumbrarlo en sueños, o en ciertos momentos especiales en que la magia diluye los contornos de la realidad y uno puede ver más allá de sus fronteras. Pero, ¿de qué me ha servido?
Por lo tanto, reconozco en mí la existencia de una tercera fuerza, la más poderosa, la que ejerce una mayor influencia sobre mi vida. Esta fuerza imponente, que aplasta mis días y los convierte en nada, se llama idiotez.
Soy un fiel sirviente de esta gran fuerza, a la que llamaré mi diosa. He cumplido con sus exigencias durante muchos años. Todos los días, o casi todos, al levantarme por la mañana, le he dado mis saludos más cordiales y he prometido, sumiso, ofrecerle mis pobres y humildes horas, para que pueda engrosar su templo, para que pueda seguir enriqueciendo su ingente museo de horas muertas, de días absurdos y años vacíos.

Lo único que ocurre en contra de esta servil adoración es que hay ciertas noches, como ésta, en que me da la locura, me vuelvo extraño y traiciono mi promesa de fidelidad. Entonces, misteriosamente y sin que tenga parte consciente en semejante hazaña, rompo mi compromiso de total y absoluta entrega a mi diosa, y me escapo, oculto en la oscuridad para que ella no me vea, hacia campo abierto, hacia la noche profunda, donde brillan las estrellas y el viento canta libre entre las sombras. Allí vuelvo a ver el mágico puente, envuelto en la niebla, en cuyo centro alguien con mi misma cara me invita a subir...

Ojalá descubra algún día dónde guarda mi diosa la llave de su templo. No para robarla, ni para romper sus tristes trofeos. Sólo para sorprenderla mientras duerme en su absurdo sueño y arrancarle del pecho la medalla de su poder.


Antonio H. Martín
(13 de abril, 1990)

12 comentarios:

  1. Dejando aparte la calidad literaria de tus textos, que siempre raya la excelencia, los tienes como este, que sobrecogen el ánimo, amigo.

    Creo que todos, del primero al último de los que por aquí nos acercamos, hemos tenido en algún momento, ese sentimiento ambivalente de vida derramada en el abismo de los días sin sentido, mientras parece que a lo lejos se vislumbra ese mágico puente que mencionas en tu escrito de hoy y que siempre parece estar fuera de nuestro alcance.

    Vivimos, la mayor parte de las veces, aprisionados en un presente que sueña con un futuro ideal que siempre está y estará por llegar. Y mientras "no llega", se suceden los días, los años, la vida... tal como dices.

    Leía no hace mucho en algún sitio que ahora no recuerdo, que no sé porque habríamos de preocuparnos del sábado, si no sabemos si llegaremos al viernes. Y me pregunto ¿qué extraño mecanismo emocional del ser humano, a pesar de saber esto, nos induce a actuar pensando en el capítulo posterior al que estamos escribiendo?

    Pero sea como sea, a pesar de la limitada percepción humana, la consciencia de ese estado es quizás un primer y tímido paso para arrancarle esa medalla a tu diosa del absurdo y atravesar ese puente sin que nos atenace el miedo del "intento baldío". Nos atrapa, la certidumbre de una mal entendida seguridad, que ni siquiera nos sustrae de esa sensación de fracaso que tan bien describes. ¿Porqué entonces, no cruzar ese, y todos los puentes que se nos presenten para abandonar las sombras?
    Inexplicable ¿verdad?

    Espléndida y lúcida entrada, Antonio.

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  2. Estoy de acuerdo, amiga Crystal:
    el de la consciencia es un primer paso, no sé si tímido o no, pero desde luego absolutamente imprescindible. Quien no es consciente de su estado, de su carencia, de su encierro, nunca imaginará siquiera la necesidad de dar ese paso, y, por supuesto, nunca lo dará.
    Creo que eso que denominas "extraño mecanismo emocional" tiene su razón de ser en la circunstancia de que no vivimos el presente de forma satisfactoria. Es decir, nuestro presente no nos llena, sentimos que se nos escapa de entre las manos como agua, y por eso nos gusta imaginarlo en un futuro más o menos cercano... Es nuestro modo, muchas veces desesperado, de creer en un sentido de nuestra vida, más allá del absurdo cotidiano que nos embarga.
    Es muy cierto que desconocemos si vamos a llegar al viernes, pero aun así nos preocupamos del sábado y hasta del domingo. ¿Por qué? Porque lo necesitamos. Necesitamos creer en una extensión temporal lo bastante larga para que quepan en ella las mejores posibilidades, y su realización. Eso que el crudo presente parece negarnos continuamente.
    Los seres humanos, cada uno en su nivel personal, tenemos el íntimo deseo de conseguir lo que anhelamos, y elegimos creer en que algún día la vida se fijará en nosotros, y que de una forma u otra lo lograremos. Ante la fuerza de este deseo, nos importa muy poco el calendario de la incertidumbre. Y nos decimos: si no es hoy, será mañana o pasado mañana.
    No creer en ello, mirar a la vida estadísticamente, asumir la no consecución del sueño, dejarse derrotar por el vacío devenir de los días, es entrar en un vórtice peligroso que suele llevar a la destrucción; a eso que algunos llaman "muerte en vida".
    Así que, amiga, aun a riesgo de parecer ilusos, nos gusta mucho pensar en ese sábado que no sabemos si llegará.
    Está en la naturaleza humana el "cruzar puentes"...

    Gracias por tus palabras, Crystal, pero la verdad es que me suenan muy raros términos como "calidad literaria" o "rayar la excelencia" en referencia a mis escritos. Sinceramente, no creo que mis letras se merezcan ni de lejos esas calificaciones. Es más: te aseguro que nunca he escrito nada con pretensiones de literatura, y si alguna vez ha dado esa impresión alguno de mis textos, sería porque andaba un poco jugando con las palabras y dí en la diana por casualidad.
    En cambio, lo que sí te acepto y me emociona es eso que dices de que "sobrecogen el ánimo". Así entiendo yo mis escritos, como un diálogo íntimo que intenta remover el fondo en busca del tesoro.

    Un gran abrazo, hada.

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  3. Alucino.

    Te has atrevido a decir en voz alta, lo que otros callamos aunque lo sabemos con certeza: La tercera fuerza que nos "mueve" es la IDIOTEZ.

    ¡Mare, mare, mare... como me identifico con tu magia!

    Gracias por urgar en las costras, Antonio.

    Besazo.

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  4. ¡Ah!, con permiso...

    mi amiga Cristal00k, es un hacha! Borda con las palabras prados interminables, montañas, ríos... y siempre impecalbe.

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  5. escucho el concierto para violín en la menor de Bach y leo a un Antonio de otro tiempo, tal vez de otro espacio...a un antonio al borde del naufragio, hoy sobreviviente; siempre lúcido.


    besos*

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  6. A mí me gusta como escribes y me trasmites sensaciones, está vez tristes. También pienso que todos en algún momento pensamos igual que tú. Lo que pasa que para mí son momentos muy pequeñinos, porque soy muy optimista y necesito ilusionarme con la vida... necesito mirar la vida como si fuera algo nuevo por descubrir y pienso sinceramente que todavía tenemos mucho por hacer y por conocer.
    Un saludin

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  7. Se me olvidó y siempre se me olvida decirte que pones unas imagenes preciosas en tus escritos.
    Otro saludín.

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  8. Hola, Antonio

    Tiene un aire surrealista tu relato... como un cuadro de Magritte.
    Se reconoce tu personalidad, aunque hayan pasado tantos años. Me intrigó ese doble tuyo que te mira desde el otro lado del "puente".
    Está lleno de enigmas que te dejan cavilando.
    Saludos, amigo Narrador de Historias que a veces resultan extrañas, pero siempre iinteresantes e ingeniosas-

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  9. Bueno, Luisa, espero no haber sido el primero en decirlo. Seguro que muchos antes que yo ya lo habian dicho. Es algo tan... evidente.
    Es difícil reconocer esa fuerza como parte activa de nuestra vida, pero es muy necesario el hacerlo, porque es un buen síntoma: el loco que admite que lo está empieza a curarse, y lo mismo ocurre con el idiota.

    Totalmente de acuerdo con tu apreciación de Crystal: maneja muy bien el lenguaje y tiene las ideas muy claras. Impecable siempre, como afirmas, su mirada de cristal.

    Un abrazo, amiga poeta.

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  10. ¡Hola, Silvia!

    El concierto de Bach no lo he puesto aquí, porque ya lo incluí hace poco en otra entrada. Y sí, se trata de un Antonio de otro tiempo, uno que solía caminar siempre por el borde, por la peligrosa orilla de un mar sin fondo...
    Pero aquello ya pasó, me metí tierra adentro y logré ascender alguna que otra cumbre. No muy altas, la verdad, pero cumbres al fin y al cabo.

    Besos, maga de las palabras.

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  11. Hola, Malú.
    Mirar a la vida como tú lo haces es la mejor de las maneras. Quien cree que ya no tiene nada por descubrir es alguien que se ha apartado del corazón de la vida, alguien que ha sido absorvido por la mirada del mundo. Así me empezaba a sentir yo en aquel entonces, pero afortunadamente rompí ese falso espejo y conseguí salir al exterior, a la auténtica realidad, que es precisamente eso que siempre está por descubrir, porque es inabarcable.
    Me alegra que te gusten las imágenes que escojo; no siempre es fácil elegir pero casi siempre encuentro una que parece que le va al escrito como anillo al dedo, o que se acerca bastante.

    Saludines, amiga astur.

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  12. Hola, Liz, mi pintora de sueños preferida.

    Claro que parece surrealista, pero no es un relato sino una página de mi "diario de un obstinado", algo vivido en la propia piel.
    Además, puede que el surrealismo esté mucho más cerca de la realidad de lo que parece a simple vista... Seguro que ya lo sabes, que lo has sabido siempre.
    En cuanto a mi "doble", que me mira desde el otro lado del puente, no es sino yo mismo en otra dimensión del espacio-tiempo, como mi ser luminoso, por decirlo de un modo castanediano.
    Y el puente es precisamente eso: una cuerda tensa entre mundos aparentemente lejanos.

    Un abrazo, amiga, desde el árbol azul de los encuentros.

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