En un interesante libro sobre ética, José Antonio Marina nos señala que todos somos náufragos, en el sentido de que necesitamos mantenernos a flote con nuestras propias fuerzas : “Reconocernos como autores, a pesar de la confabulación de determinismo y azar que parece guiar nuestras vidas, es una de las principales tareas éticas”. Y esta condición de náufragos se supera mediante la creación, la invención, el intento, viviendo a la manera del barón de Münchhausen, que se salvó de hundirse en un pantano alzándose por los pelos. Así “nos ponemos a salvo del gran sumidero en que puede convertirse el mar de la realidad”.
Como era de esperar, Marina nos advierte del viejo peligro : “El hombre, que es un ser de empeños y claudicaciones, renuncia con facilidad a su condición de autor para convertirse en robot, plagiario o marioneta. Las rutinas nos aguardan siempre, ofreciéndonos un seno maternal, cálido y adormecedor, donde adoptar una postura fetal y descansar”. Lo llama automatismo regresivo, y es lo mismo que apunta Taisha Abelar cuando menciona esa estúpida resistencia al cambio. 0 sea, la peligrosa historia de siempre.
Resulta gratificante escuchar estas voces. Ayuda a impedir que el mar de la realidad se convierta en un sumidero, como dice Marina. Si hiciera un balance, seguramente me encontraría con que debo mucho a estas y otras voces similares. Para el solitario representa toda una hazaña encontrar, en su cotidianidad, voces significativas, que le digan algo, que le toquen por dentro. Quizá por eso es solitario. Pero ahí están los libros, sobre todo ciertos libros, con su tesoro de voces e imágenes. Gracias a ellos, el solitario no se siente tan solo, y la realidad no llega a ser un océano gris y asfixiante. Estas voces son, ciertamente, islas para este náufrago.
Curioseando en la obra de José Antonio Marina, me encuentro con esta joya : “La razón y la libertad son valiosas, pero son modos de ser que alzamos a fuerza de fuerzas, como el buen estilo. Su forma verbal sería el gerundio. No es exacto decir ’soy racional’ o ’soy libre’. Deberíamos decir, en todo caso, ’estoy siendo racional’ o ’estoy siendo libre’. No son realidades posadas sino en vuelo, realizaciones de un proyecto creador no cosificado. Cuando el ánimo claudica, el proyecto se desploma y el sujeto se apoca y se abandona.”
Evidentemente, toda forma de vida necesita de ese gerundio para ser auténtica, requiere de la acción y el movimiento para ser lo que debe ser. Porque si no sería otra cosa. Esto que parece una obviedad, y lo es, no está tan claro para mucha gente. Normalmente, se suele perseguir un determinado estado, una situación fija, un nivel seguro y estable, y se piensa que a partir de ahí todo irá sobre ruedas. Pero luego suele pasar exactamente lo contrario, que las ruedas se paran, que el sistema se bloquea, que no funciona, y la aventura queda entonces frenada, abandonada en una vía muerta. Esto es así porque la vida no es estática, sino puro movimiento.
Comento esto ahora y de esta manera un tanto vehemente, porque me asaltan imágenes conocidas y personales que ilustran el párrafo citado. Cuando Marina habla de la falta de ánimo y el consiguiente derrumbe del proyecto creador, no puedo evitar pensar en este náufrago que sigue sin hallar la mágica fórmula de Münchhausen.
La clave está, por supuesto, en el ánimo. Pero, ¿qué pasa cuando éste falla? ¿Se puede generar ánimo desde la carencia? ¿Hay alguna fuente donde se pueda ir a buscarlo? Creo que fue Picasso el que dijo que no sabía si existía la inspiración, pero que, en cualquier caso, ésta siempre le encontraría trabajando. Es un buen ejemplo. Trabajar, luchar minuto a minuto, esforzarse en ese proyecto creador para salir poco a poco del pantano. Esto, por si mismo, habla a favor de la vida. Es animoso.
Recuerdo ahora cierto hexagrama del I Ching, cuyo comentario dice así :
“La espera no es una esperanza vacía. Alberga la certidumbre interior de alcanzar su meta. La espera no significa un abandono de lo emprendido. Postergar no es anular.”
Está bien, pero mi espera ha de ser en todo caso, como aconsejaba Erich Fromm, una espera activa. Con cierta constancia en el trabajo, puede que consiga mantenerme a flote. Puede, incluso, que el ánimo se sienta seducido.
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