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Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.
Pasaba por delante de aquel viejo espejo del zaguán, envuelto por la penumbra, y la tenue luz de luna que entraba por la ventana le hizo pararse unos instantes. Se miró, se inquirió en silencio, medio en broma, y sonrió... No, él no estaba enamorado. Aquello que sintió, aquella especie de dulce niebla que lo rodeó durante un tiempo era ya un pálido reflejo en su memoria, como el vago recuerdo de un sueño. A Emma la seguía queriendo, era cierto, pero sin niebla, sin suspiros, sin anhelos, sin la embriaguez de esa música sedienta e insaciable.
La tan nombrada tiranía del tiempo no había sido capaz, sin embargo, de obliterar el destello de tantos buenos momentos, de tantas sonrisas seguidas de besos, de tantas miradas encendidas, de tantos y tantos gestos amables, cariñosos, que hilaban trajes de lana y seda sobre el frío cuerpo desnudo de la noche. No, todo aquello permanecía incólume, vivo y brillante, como un tesoro celosamente guardado tras una poderosa llave de plata. El frágil puente aquél, que cruzaba el mar de bruma, seguía en su sitio, enlazando ambas orillas. Nada se había roto. Se diría que el material de que estaba hecho era cierto.
Lo que se había ido era otra cosa: la dulce niebla encantada, encerrada en sí misma, el amargo silencio de la ausencia, el deseo de fluctuar las cosas... Esa luz irisada que con demasiada facilidad se tornaba en sombra, esa voz trémula, ese triste deseo de abrazar lo imposible, de querer torcer el viento... La vida, clara, definitoria, sabia y contundente, había puesto las cosas en su sitio. Decisiva, como siempre, había orientado los vacíos y puesto orden en el caos de las nubes dispersas, erráticas, sin rumbo. Todo lo demás había huido.
Sí, a Emma la seguía queriendo. Era una luz lejana, un fulgor en el horizonte, sobre la última montaña; medio oculta, secreta, pero amiga. Y se sentía feliz cuando pensaba en ella y la imaginaba sonriendo, contenta en su mundo de calles brillantes y músicas nocturnas, románticas o salvajes, azules o ardientes; en su mundo de libros y árboles, de silencios y sueños. Creía conocerla bien, haber discernido notables aristas de su fondo, y amaba lo que en ella había encontrado: esa voz nueva, comprometida, lúcida, responsable, pero asimismo soñadora, amable, rabiosa y libre. Rebelde estrella, valiente y sola; confidente de la noche en el cielo intenso, infinito, del desierto.
Dejó atrás el espejo y continuó su camino hacia el sereno jardín numular. Todo lo encendía la luna con su blanca linterna. La noche, pues, era del color de la nieve; parecía el mágico escenario de un antiguo sueño... Pero estaba despierto, y su corazón en calma. Se sentó sobre el viejo tronco de roble caído y se dispuso a fumar un último cigarro, antes de irse por fin a dormir. Mañana, posiblemente, llamaría a Emma. Hacía más de un mes que no tenía noticias suyas y quería saludarla, y contarle alguno de sus últimos sueños.
Antonio Martín Bardán
(23 de agosto, 2013)
Mañana... o el mañana de mañana quizá... cuando el poso del pasado devuelva la magia perdida.
ResponderEliminarBesito volado.
Suena muy bien lo que escribes, amiga Brujita.
EliminarNo sé si el pasado se dignará a hacer esa devolución, porque suele ser muy tacaño y sepultar y quedarse para siempre con muchas de las mejores gemas de la vida. Pero, quién sabe..., puede que esa magia posea la suficiente fuerza para escapar de su encierro, o que consiga convencer al avaro pasado, y ese mañana que mencionas se haga realidad...
Pero, recuerda que entre los protagonistas de mi cuento no existe esa tensión, ninguno espera el regreso de la "magia perdida". Para ellos, la magia es haber sublimado, o haber transmutado el amor en amistad. Puede que suene algo raro, pero así lo entienden ellos. Al fin y al cabo, la amistad, la auténtica, es también una forma de amor, pero sin los lazos, obligaciones y fidelidades que conlleva la relación habitual de una pareja.
Un abrazo volado, amiga, y gracias por volver.
En las sendas pensamos cosas puras,
ResponderEliminaruno al lado del otro, fugitivos,
cogidos de la mano, y pensativos
en medio de las flores más oscuras.
Íbamos solos, como enamorados,
entre la verde noche del sendero,
compartiendo el fugaz fruto hechicero
del astro que aman los enajenados.
Después, muy lejos, en la sombra densa
de aquel íntimo bosque rumoroso,
morimos -solos!- sobre el césped blando.
Y arriba, en medio de la luz inmensa,
¡oh, amigo del silencio más hermoso,
nos encontramos otra vez, llorando
-Paul Valery-
Emocionante. Mil gracias.
Muchas gracias a ti por este precioso y romántico poema, amiga.
EliminarMuy curioso que te llames Emma... ¿Feliz coincidencia? O... ¿acaso te conozco? ¿Eres tú la Emma de mi cuento? ¿Has salido de mis sueños para leerme y regalarme un poema? No es que crea en milagros, pero... a veces la magia se deja caer por este árido mundo, y quién sabe si ésta ha sido una de esas veces. (En una ocasión me comentó el mismísimo Hoffmann...)
En cualquier caso, gracias de nuevo, amiga, por tu amable y emotiva aparición. Y espero que vuelvas...
En el poema de Valéry, no entiendo bien ese detalle de la muerte de ambos en el bosque. Puede que sea simbólico. Pero todo queda felizmente arreglado con el posterior reencuentro. Me gustan los finales felices, aunque escaseen. O quizá precisamente por eso.
Un abrazo.
Lo bonito es haber vivido la magia, aunque no vuelva por lo menos se tiene en el recuerdo.
ResponderEliminarUn besin
Sí, amiga, en ese oasis del recuerdo es donde queda aquella magia. Y todavía hoy, transformada, deja caer su luz sobre los días.
ResponderEliminarUn abrazo, Malú.
Sea sólo literatura, o no... es bello! poder recordar con esa generosidad. Lo que da una idea de la fuerza del sentimiento.
ResponderEliminarPreciosa entrada, Antonio.
Como en casi todo lo que escribo, amiga, en parte es literatura y en parte experiencia vivida. Al igual que los buenos lectores solemos vivenciar ciertas lecturas que nos llegan especialmente, también, a la hora de escribir, 'literaturizamos' lo vivido. Quizá todos lo que nos atrevemos con las letras, hacemos eso.
EliminarEn el caso de "Emma", puedo decir que es mucho más que literatura... Se me fue la mano, y, a pesar de que figura con la etiqueta de 'cuento', lo escrito es la expresión fiel de una vivencia muy personal. Lo literario se reduce a intentar darle una forma más o menos poética.
Esto no debería decirlo, jeje, pero bueno, ya está dicho, y no me apetece borrar. Me contradigo, lo sé, pero no me importa. A los buenos amigos (y tú lo eres) hay que decirles siempre la verdad.
Gracias por calificarlo de "bello". Así fue vivido, como una muy bella experiencia. Generosidad, por mi parte, ninguna; sólo fidelidad a un buen recuerdo que sigo agradeciendo y nunca olvidaré. En todo caso, la generosa fue la vida.
Sí, fue muy fuerte el sentimiento; tanto que aún se mueven sus ondas... Creo que queda explicado en la entrada.
Un abrazo, Crystal.