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Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.
En mi sueño, cientos de ladrillos blancos, marmóreos, venían volando desde distintas direcciones a juntarse en un punto, en un mismo lugar. Y allí iban formando el rostro de la esfinge.
Qué irónico, pensé: ese caos de piedras dispersas, como una lluvia de enigmas y preguntas, va a encontrarse y unirse en un punto concreto del espacio, y forma una imagen clara y definida. Pero... ¿no es precisamente la esfinge el más afilado símbolo del misterio?
La anterior imagen fue la parte culminante, precipua, de un sueño que tuve hace siete años, cuyo contenido ya no recordaba entonces, cuando escribí las precedentes líneas. El sueño era, por supuesto, muy extraño y complejo, y al despertar no conseguí recuperar más que esa rara, casi mística, imagen de los bloques de piedra blanca flotando en el aire y configurando ante mis ojos la faz de la enigmática esfinge.
Anoche leí, por fin, El Aleph, de Borges. Y después estuve paseando un rato por los viejos cuadernos. En uno de ellos (de 2006), encontré esa breve anotación de un sueño, y me hizo recordar vagamente lo que acababa de leer del maestro Borges. A veces, por una gracia inesperada, se producen estos amables encuentros, en los que la mente halla vínculos entre historias distintas y lejanas, pero de alguna forma coincidentes...
Quizás tenga que ver con la sincronicidad de que hablaba Jung, o quizá no. Pero, en cualquier caso, me gustó reencontrarme con ese antiguo sueño, en que el inconsciente me regalaba, con su extraño e incomprensible lenguaje, una visión parabólica del misterio. Lo que quiso decirme, sigo sin saberlo, pero la impresionante imagen ha quedado fielmente grabada en mi memoria, gracias a ese mínimo apunte en el cuaderno, que actúa como llave hacia ya remotas galerías del sueño.
Antonio Martín Bardán
(14 de agosto, 2013)
Decía Jung, que tenemos algo a lo que él llamaba "el censor", cuya función es la de desfigurar cualquier mensaje que nos envíe el subconsciente en forma de sueños, como si de una sábana se tratase, que al extenderla sobre un objeto, lo camufla de tal modo que se puede, en algunos casos, adivinar qué hay debajo, pero rara vez tendremos la certeza de saber de qué se trata.
ResponderEliminarSe desconoce el porqué de su existencia.
Feliz verano.
Así es, Alfil. Lo bueno es que durante el sueño ese "censor" está ausente y eso nos permite comprender el mensaje, al menos en un nivel medianamente aceptable. Y lo malo es que al despertar el censor extiende su sábana y nos deja ante un bulto informe que poco o nada nos dice. Da mucha rabia, a veces, que suceda así, pero estamos indefensos ante ese hecho frecuente.
ResponderEliminarCastaneda, en este caso, hablaría de los movimientos del "punto de encaje de la percepción", es decir, que en el sueño nuestro punto de encaje se encuentra en una determinada posición, que luego, al volver a la vigilia, se pierde. La nueva (o vieja) posición del despertar no entiende lo que vagamente recuerda del viaje onírico. En fin, es otra forma de definirlo, pero el caso es que ocurre y siempre nos deja desconcertados y con una ingrata sensación de pérdida.
Feliz verano, amigo.