Tres cosas
Sobre cierto hombre llamado Ganterus, quien siempre deseaba diversiones y alegrías sin fin, se cuenta lo siguiente: una mañana se levantó muy temprano y fue paseando solo por el camino militar hasta llegar a un país en que el rey había muerto hacía poco tiempo. Los príncipes del reino, al verlo tan viril, lo eligieron rey, y la elección le puso contento. Pero al llegar la noche, los suyos lo llevaron a un aposento en el que vio a un feroz león en el cabezal de su cama, un dragón a los pies, en el lado derecho un oso y en el izquierdo sapos y víboras.
—¿Qué significa esto? —dijo Ganterus—. ¿Tengo que dormir en esta cama y con estas bestias?
—Desde luego, señor —contestaron aquéllos—, pues todos los reyes que te precedieron durmieron en esta cama y fueron devorados por estos animales.
—Todo lo de aquí me gusta mucho —replicó el rey—, pero me repugna esta cama junto con las bestias, por lo cual no quiero ser vuestro rey —y se alejó de ellos. Llegó a otro país, donde los ciudadanos también lo eligieron rey. Al caer la noche entró a su aposento y vio una hermosa cama, pero llena de filosas cuchillas.
—¿No pretenderéis que me acueste en esta cama? —dijo Ganterus.
—Sí, señor. Pues todos los reyes que te precedieron durmieron y murieron en esta cama.
—Aquí todo está bien —respondió aquél—, salvo la cama; pero por eso no quiero ser vuestro rey.
Se levantó temprano y realizó solo una marcha de tres días. En el camino se encontró con un anciano que estaba sentado sobre un manantial con un bastón en una mano y que le dijo:
—Querido caminante, ¿de dónde vienes?
—De muy lejos —contestó él.
—¿Y qué haces? —prosiguió preguntando el anciano.
—Estoy buscando tres cosas y no puedo hallarlas —contestó aquél.
—¿Cuáles tres cosas? —volvió a preguntar el anciano. Ganterus respondió:
—Primero, abundancia sin escasez; segundo, alegría sin tristezas; tercero, luz o claridad sin oscuridad.
Entonces dijo el anciano:
—Coge este bastón y sigue recto por este camino; pronto verás una montaña delante de ti, y al pie de esa montaña hay una escalera que tiene seis escalones: sube por ella; cuando llegues al sexto escalón, verás en la cima de la montaña un palacio muy hermoso. Da tres golpes en la puerta de ese palacio, y el portero te contestará. Luego muéstrale tu bastón y dile: "El dueño de este bastón te ordena que me dejes entrar." Dentro del palacio, empero, encontrarás juntas las tres cosas que estás buscando.
Aquél cumplió todo tal cual se lo había dicho el viejo; y en cuanto el portero vio el bastón, lo dejó entrar, y allí encontró las tres cosas juntas y muchas más, y se quedó allí toda su vida.
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- De las
"Gesta Romanorum" (1342),
según la versión de J.G.Th. Graesse (1842)
-
"Gefchichten aus dem Mittelalter" (1925)
- ("Leyendas Medievales" - Hermann Hesse)
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Varias cosas me sorprenden en esta breve leyenda medieval... Que el tal Ganterus se levante una mañana y llegue en su paseo hasta otro país, quizá es explicable porque viviera cerca de la frontera con el mismo. Que allí acabase de morir su rey parece una simple casualidad, que está dentro de lo verosímil. Pero que nada más llegar sea elegido rey, sólo por la virilidad de su aspecto, ya me resulta raro. Y el hecho se repite poco después en otro país... Definitivamente, Ganterus era un gran caminante, que en sus paseos era capaz de alcanzar fronteras con facilidad, y además debía tener porte de rey.
Otra cosa que me resulta sumamente extraña es la costumbre de aquellas gentes de matar a sus reyes en la primera noche... Pero, en fin, ya se sabe que hay gente para todo y peores cosas se han visto. Ganterus hacía muy bien en marcharse, por supuesto, pero no consigo entender por qué aquellas pérfidas gentes se lo permitían, si lo que querían era verle muerto a la mañana siguiente... Se me ocurre que la forma en que deseaban acabar con sus reyes tenía que incluir la voluntariedad de éstos. Eran, al parecer, una especie muy rara de asesinos.
¿Y quién era ese misterioso anciano? ¿Por qué le regala a Ganterus las tres cosas que buscaba? ¿Quizá porque valora y admira sus deseos? ¿Tan raro es querer abundancia, alegría y claridad? Es fácil imaginar que el anciano no era sino el dueño, disfrazado de peregrino, de ese palacio sobre la montaña, porque suyo era el bastón que permite entrar allí al caminante (aunque también podría ser algún tipo de duende, o un mago...). Pero no consigo entender el motivo de la concesión. ¿Qué hacía allí el anciano, sentado sobre el manantial? ¿Esperar el encuentro con algún viajero para sondearle y ver si era digno de su regalo?
El caso es que el bueno de Ganterus, después de evitar los peligros de ser rey en aquellos extraños países, encontró lo que buscaba y, lógicamente, se quedó a vivir para siempre en ese palacio. Cualquiera hubiese hecho lo mismo. Lo raro es encontrarse con un anciano así de rico y generoso en los caminos del mundo.
La explicación de esta pequeña historia se me escapa, porque posiblemente se trata de una fábula cuyo simbolismo no sé interpretar. Hesse nos dice en su libro que... "las
Gesta Romanorum son una colección de narraciones, leyendas y anécdotas, acompañadas de conclusiones morales por clérigos"... Pues seguramente alguna moraleja eclesial debe tener esta leyenda, que mi laicidad me impide captar. Ojalá algún amable lector, más habituado que yo a este tipo de lecturas, pueda aclarar las dudas y decirnos qué se oculta tras estos enigmas: la figura del caminante buscador y viajero entre países, los súbditos criminales y sádicos, el misterioso y generoso anciano, la escalera de seis peldaños tras la que se hace visible el palacio de la montaña...
También nos avisa Hesse de lo siguiente: "mi amor hacia este rico mundo medieval no se dirige de ningún modo a las tendencias eclesiástico-clericales, sino a sus temas, a su profunda fantasía y clara plasticidad, a su cálida y bella humanidad". En principio, eso es lo que me llamó la atención de este cuento, en una primera lectura, pero luego me compliqué un poco la vida intentando comprender lo que acababa de leer. Si conociera la forma de pensar y de expresarse propia de la Baja Edad Media, no tendría ningún problema en entenderlo, pero no es el caso.
En fin, no me quedo pensando en los enigmas, sino en quién tuviera la suerte de encontrarse con un anciano así... Y si luego resultase que en el palacio vive una bella e interesante princesa, mucho mejor. También yo me quedaría allí para siempre.
Antonio H. Martín
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libro: "Leyendas Medievales - publicadas por Hermann Hesse"
(Editorial Bruguera - Barcelona, 1979)
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