Su delgada figura arrastraba la maleta por la estación. Alejandro esperaba un tren, cualquier tren que le llevara a ninguna parte. Entre los ríos de gente contenta que comenzaba sus vacaciones de verano, él parecía un fantasma gris, cabizbajo, taciturno, que no podía permitirse ni siquiera una leve sonrisa... Siempre había deseado y buscado la soledad, pero no ésta, no con este frío, con esta amargura, con esta sensación de vacío. No, no así. La soledad deseada era muy distinta, estaba llena de sutiles presencias, de ilusiones, de contactos secretos. Pero no esta soledad de ahora, sin contenido, sin sentimiento, sin estrellas, tan llena de nada...
Pero, en fin, era lo que tocaba vivir. Y estaba dispuesto a ello, a dejarse llevar por lo que fuera. Alejandro quería vivir y agotar este último aliento, beber hasta la última gota de esta extraña copa que el destino le brindaba.
Al fin llegó el tren. Se subió a él con su maleta de viejos libros y cuadernos, buscó su asiento y cerró los ojos. Una vez más, la vida era un viaje hacia lo desconocido...
Sí, amigo Luis Antonio, tiene su encanto, y yo lo he saboreado en otras épocas, pero en ésta en concreto no. Ha sido demasiado imprevista, demasiado inesperada.
Pero bueno, que esto es algo que le pasa a un tal Alejandro. Sólo es un relato. No es mi realidad.
Si hay gratas sorpresas, ya te contaré. A ti y a los otros que amablemente se acercan por aquí. Pero para eso primero me las tiene que contar Alejandro, ese señor que se ha ido de viaje, supuestamente hacia ninguna parte.
Por otro lado, queda claro por mi comentario que el tal Alejandro tiene algo que ver conmigo, pero no soy exactamente yo, sino sólo un personaje salido de mi imaginación.
Triste el texto. Espero que ese tren lleve al pasajero solitatio de tu relato a sitios luminosos, felices y serenos. En cuanto a la imagen, ¡preciosa! Y la música de King Crimson, sublime.
Sí, amiga, el texto es triste. Pero también deja entrever como una pequeña luz de esperanza, y se ve en esa actitud del personaje, en esa entrega suya a lo desconocido. Como si, a pesar de todo, siguiera creyendo en su vida.
La imagen es buena, sí. Y creo recordar que es de la ciudad de París. Y en cuanto a la música de Starless la he puesto, aparte de que es uno de mis temas preferidos de King Crimson, porque hace muchos años tuve una especie de ensueño en el que me veía a mí mismo solo en una gran ciudad escuchando esa canción. Y pensé que se ajustaba a este breve cuento de Alejandro.
La incertidumbre de lo desconocido y del rumbo desnortado...también tiene su encanto, ¿no?
ResponderEliminarA lo mejor depara sorpresas...Y ¿por qué no han de ser gratas?
Un abrazo
Sí, amigo Luis Antonio, tiene su encanto, y yo lo he saboreado en otras épocas, pero en ésta en concreto no. Ha sido demasiado imprevista, demasiado inesperada.
ResponderEliminarPero bueno, que esto es algo que le pasa a un tal Alejandro. Sólo es un relato. No es mi realidad.
Si hay gratas sorpresas, ya te contaré. A ti y a los otros que amablemente se acercan por aquí.
Pero para eso primero me las tiene que contar Alejandro, ese señor que se ha ido de viaje, supuestamente hacia ninguna parte.
Un abrazo.
Por otro lado, queda claro por mi comentario que el tal Alejandro tiene algo que ver conmigo, pero no soy exactamente yo, sino sólo un personaje salido de mi imaginación.
ResponderEliminarOtro abrazo, y gracias por tus palabras.
Triste el texto. Espero que ese tren lleve al pasajero solitatio de tu relato a sitios luminosos, felices y serenos.
ResponderEliminarEn cuanto a la imagen, ¡preciosa!
Y la música de King Crimson, sublime.
Saludos, Antonio
Sí, amiga, el texto es triste. Pero también deja entrever como una pequeña luz de esperanza, y se ve en esa actitud del personaje, en esa entrega suya a lo desconocido. Como si, a pesar de todo, siguiera creyendo en su vida.
ResponderEliminarLa imagen es buena, sí. Y creo recordar que es de la ciudad de París. Y en cuanto a la música de Starless la he puesto, aparte de que es uno de mis temas preferidos de King Crimson, porque hace muchos años tuve una especie de ensueño en el que me veía a mí mismo solo en una gran ciudad escuchando esa canción. Y pensé que se ajustaba a este breve cuento de Alejandro.
Un abrazo, Liz.