Más allá se encontró con una inmensa llanura vacía, con un páramo yermo que se extendía por todo el horizonte. Miró en derredor y no vio nada más que la llanura, que parecía perderse en el infinito. Luego miró hacia atrás y la puerta por la que había entrado ya no estaba. Bien, como en ciertos relatos de fantasía y misterio, parecía como si hubiese traspasado un umbral sin regreso... Pero estaba decidido a explorar esa otra dimensión de más allá del mundo. Quería saber qué había en ese erial. Algo debía haber, no podía creer que fuera del mundo no hubiera más que vacío, porque si así fuese...
Caminó durante mucho rato por la llanura, sin ver nada excepto un suelo que le recordó a la dura estepa y un cielo grisáceo y oscuro, sin rastro de sol. Al cabo de un tiempo que no podría precisar, pero que se le hizo muy largo, Harry empezó a arrepentirse de haber cruzado esa maldita puerta. Ya una sombra de tristeza le iba mordiendo poco a poco el corazón. No era en absoluto agradable estar aquí. No había casi luz ni sonidos en este desierto. No había nada ni nadie...
De pronto, divisó a lo lejos un árbol. Apretó el paso y después de unos minutos se encontró frente a un enorme y oscuro roble. A sus pies había un pequeño letrero con esta leyenda: «Árbol de los Sueños ». Qué significado tendrá este árbol, parado aquí solo en medio de esta yerma llanura, pensó.
En ese momento comenzó a soplar una ligera brisa y en el murmullo de las hojas le pareció escuchar una extraña y grave voz que le decía:
—Soy el árbol de los sueños. En mis hojas están impresos los sueños de todos los hombres, como en un libro inmenso y antiguo.
—¿Eres tú el árbol de los sueños? —preguntó perplejo Harry—. ¿Y qué haces aquí, tan solo, en medio de esta fría llanura esteparia? ¿Tan... fuera del mundo?
—Sí, ese soy. Estoy aquí porque éste es mi lugar.
—¿Pero los sueños no nacen en el corazón de los hombres?
—Los sueños nacen de mi tronco, que hunde sus raíces en lo profundo del misterio, y quedan escritos en las infinitas hojas de mi copa. Desde el mundo viajan hasta aquí los hombres, sin saber cómo, a buscar los sueños, los que les dan la vida y que luego consideran suyos. Si así lo deseas, puedes escoger.
—¿Escoger? ¿Escoger un sueño?
—Así es. Escoge el que quieras y llévatelo.
—¿Ah, sí? Pues quiero volver al mundo.
—¿Estás seguro de eso, caminante?
—Sí. Quiero regresar a mi hogar, reencontrarme con mis libros amigos, ver la luna y el sol a través de mi ventana. Y volver a escuchar las voces y risas de mis amigos. Este sitio me pone triste, árbol. Aquí no se puede vivir...
—Tú decides, caminante. ¿Ves esa hoja dorada con vetas grises allí arriba? Cógela, en ella está escrito el sueño que deseas. Cuando la tengas acércala a tu corazón y cierra los ojos.
Así hizo el viejo lobo Harry, y cuando volvió a abrir los ojos se encontró de nuevo en el pasillo del Teatro Mágico, delante de esa puerta con el letrero de «Fuera del Mundo». Y salió rápidamente de allí, con el deseo de buscar otras puertas más amables. Estar tan lejos del mundo no encajaba entre sus preferencias y necesidades. Quizá debería haber esperado a encontrar algo más en aquella llanura. O haber escogido con más calma entre la multitud de posibilidades... Sí, quizá, pero sería en otro momento. Ahora prefería seguir en este otro juego.
El árbol, en aquella solitaria llanura, se quedó pensando:
—Creo que este caminante se equivoca. No es volver al mundo su auténtico sueño...
Antonio H. Martín
(30 de junio, 2013)
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imagen: René Magritte
Nunca se sabe lo que el azar, nos tiene preparado... y el sólo hecho de escoger ya es un juego de 'fortuna'. Pero a veces y sólo a veces, está claro que más vale malo por conocido...
ResponderEliminarY de todas formas, la puerta de nuestro destino se abre y se cierra en la mayor parte de ocasiones, sin apenas consultarnos.
Suerte! para Harry y también para ti, caminante. :)
Efectivamente, Crystal: a veces "más vale lo malo conocido que lo 'bueno' por conocer" (dicho que nunca me ha gustado, por otra parte), pero puedo asegurarte que hay otras veces en que es exactamente al contrario, afortunadamente. Como bien dices, lo que coincide con el dicho popular es "a veces y sólo a veces".
ResponderEliminarPienso asimismo que la vida tiene mucho de aventura, y que para que eso funcione hay que arriesgarse. No sé si la puerta de nuestro destino nos consulta o no. Quizá lo haga y no nos enteramos, por aquello del interminable diálogo interno que casi siempre nos acompaña.
Gracias, amiga. Creo que -en lo referente a este caminante- has dado en la diana con tus buenos deseos.
Un abrazo.
A veces no sabemos apreciar nuestro entorno, nuestra vida, nuestros amigos, no es hasta que perdemos aquello que nos percatamos de su presencia y de la importancia en nuestra vidas.
ResponderEliminarHola, "De poesía", y bienvenida.
ResponderEliminarSí, y algo así es lo que le sucede al protagonista de este cuentito. Salir del mundo le hace ver cuanto echa de menos lo que antes le rodeaba.
Un saludo.