Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







jueves, 25 de abril de 2013

El poeta escondido



    Esta sustanciosa lectura he estado degustando hace escasamente una hora, en la tranquila buhardilla, casi ajeno al paso del tiempo, mientras más allá de la ventana una fulgurante luna llena iba pintando, caprichosa, nubes plateadas en el fondo de la noche, con su soñador pincel de luz y aire:

(ahm)
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    El sueño, para el romántico, es una necesidad y un poder. Necesidad porque, como afirma Goethe, "el hombre no puede permanecer largo tiempo en estado consciente y debe replegarse hacia el Inconsciente, ya que aquí habita la raíz de su ser". Poder porque el sueño es la inagotable fuente de energía creativa que, permaneciendo oculta y reprimida, debe ser desencadenada.
 
    Gotthilf Heinrich von Schubert, uno de los principales Naturphilosophen alemanes, utilizando un concepto clave, cree que el Inconsciente es un poeta escondido. En la misma línea, Hoffmann se refiere a él como a un poeta interior que, aunque late siempre, sólo se manifiesta esporádicamente. Este poeta oculto e interior es, en realidad, una prolongación y, todavía más, una autentificación de las potencias creadoras exteriores e incontrolables. "En el sueño" —escribe Schopenhauer— "las circunstancias que motivan nuestros actos se presentan como hechos exteriores e independientes de nuestro querer, a menudo, incluso, como acontecimientos odiosos y absolutamente fortuitos. Pero, al mismo tiempo, se descubre entre ellos una conexión misteriosa y necesaria, de manera que una potencia oculta parece dirigir el azar y coordinar, de un modo muy particular, estos acontecimientos a nuestra intención (...). Esta potencia combinadora no puede ser otra que nuestra propia voluntad, pero apercibida desde un punto de vista que ya no está situado en la conciencia de quien sueña".

    La interpretación de la esencia del sueño que hace Schopenhauer no es sólo la más perfilada definición del modo de ver romántico, sino que es una brillante anticipación de las tesis de la psicología moderna. Las imágenes de placer, transgresión y horror que, aparentemente externas y fortuitas, se proyectan en la pantalla del Inconsciente, se hallan en relación directa, aunque aletargadas y autocontenidas, con los movimientos de la voluntad consciente. La potencia oculta, el poeta oculto es el mismo Yo liberado de las cadenas de la racionalidad y, consecuentemente, crecido hacia los horizontes imposibles del cielo y del infierno.

    El artista romántico se propone, como una tarea básica, liberar a esta potencia poética oculta —a esa "poesía involuntaria", en palabras de Jean Paul— que es el Inconsciente. El artista romántico se propone convertirse, voluntariamente, en sonámbulo para así, más allá de la conciencia diurna, ser capaz de indagar en la torrencial riqueza de las sombras.


Rafael Argullol *

("La atracción del abismo", 1983)

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    Sustanciosa lectura, como decía, además de música para este caminante que siempre gustó de nadar en los lagos y ríos de lo romántico. Paisajes de un azul intenso y profundo, que nada tienen que ver con las suavidades bucólicas ni con las tibias sonrisas de lo superficialmente amable. Que el sueño es una necesidad y un poder es para mí, desde siempre, una realidad absolutamente incontrovertible. Bucear en el vasto e intrincado inconsciente es el más valioso vuelo de la conciencia que puedo imaginar. Y conectar con ese "poeta escondido", con esa fuerza lúcida, aunque misteriosa, con ese océano mágico en que las sombras pueden llegar a brillar como diamantes, es para mí casi como una palingenesia, en el sentido de un resurgir animoso de entre la ceguera y el aturdimiento de lo oscuro y anodino. Volver a la luz de lo inconsciente, sí, eso es lo que más me interesa, lo que más importa y atrae a este caminante que alguna vez soñó con ser un vagabundo bebedor de estrellas.
    Hace tan sólo dos días hablaba aquí de buscar la necesaria resonancia ante el jardín de Pan-yun-tuan, y terminaba diciendo que cuando no salía bien había que volver a intentarlo, y que lo mejor era hacerlo con la lámpara que esa noche nos regalase algún sueño... Bien, pues en mi caso se trató de un sueño raro y complejo: en concreto estuve en una encarnizada batalla contra una legión de extraños monstruos polimorfos, en la que los humanos, afortunadamente, parecíamos ir ganando. No recuerdo ningún final, puede que no lo hubiera, pero sí recuerdo bien que maté varios de esos monstruos esa noche, y la sensación por la mañana, cuando volví a visitar el jardín, era buena y tenía fuerza. Lo que se tradujo en cierta grata resonancia.
    Ahora me voy a mirar otra vez por la ventana, para ver cómo lleva la luna su pintura en el lienzo de esta noche que ya acaba. Y luego, de nuevo, a nadar en el mar del inconsciente. Para descansar, evidentemente, pero también por si hay suerte y escucho la voz del poeta escondido.


Antonio H. Martín
(25 de abril, 2013)

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* Rafael Argullol (1949)
-profesor de Estética de la Universidad de Barcelona.
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libro: La atracción del abismo (un itinerario por el paisaje romántico)
- Rafael Argullol
- (Editorial Bruguera - Barcelona, 1983)    

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