Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







lunes, 9 de mayo de 2011

El callejón




Recuerdo haberlo leído en un libro de Castaneda: cuando éste se queja a su maestro de lo difícil que le resulta encontrar la paz en medio de la gran ciudad, el estado mental necesario para poder concentrarse en el camino del conocimiento, y confiesa que es preferible para él la calma y la belleza del campo, porque entonan mejor su ánimo, Don Juan le contesta que... cualquier calle lleva hacia el infinito, si uno sabe caminarla en completo silencio.

Estoy de acuerdo, pero hay que reconocer asimismo que existen sitios especiales, tanto en el campo como en la ciudad, que parecen llevarnos de la mano y nos introducen fácilmente en ese estado de sosiego. No de adormecimiento, sino de serena lucidez, en el que los sentidos se agudizan desde una ruptura del diálogo interno rutinario, desde una base de quietud mental que da lugar a un cambio cualitativo en el movimiento de la mente. Es decir, sitios en los que es más fácil "parar el mundo", en los que la mente detiene su ruido habitual y comienza a moverse en otro sentido, accediendo a otros niveles de percepción.
No sé si porque son sitios de poder (como diría el propio Castaneda), o simplemente porque reunen la suficiente dosis de armonía y encanto, junto con algún extraño aroma de magia que no sabría precisar.
En sitios así, y sin que haya una predisposición previa, la mente se aquieta y nos sentimos a veces, no sin asombro, como si hubiéramos traspasado un umbral y nos encontrásemos ante un atisbo del paraíso.

En el pueblo donde ahora vivo hay muchos sitios bonitos, lindos, atractivos, muchos rincones con encanto, que la gente de aquí ha sabido conservar y mantener, sin duda con fines turísticos. Pero hay un lugar en especial, uno pequeño, por el que paso casi a diario, que no aparece en las guías, y que es mi preferido. Se trata de un simple callejón, bordeado por viejas paredes de piedra. Más allá de estas pequeñas murallas, de unos dos metros de altura, hay frondosos jardines naturales. Pueden verse cerezos, higueras, limoneros y un enorme eucalipto. Pero el hechizo de este callejón no está en la belleza de sus plantas, ni en las bonitas farolas decimonónicas que se confunden con las hojas. El callejón posee, en su conjunto, una cualidad especial. Algo que me atrevo a llamar mágico sucede cuando se camina por él...
No exagero si digo que he entrado muchas veces en ese callejón con cierto estado de ánimo, y he salido con otro distinto... Y eso que no se tarda más de un minuto en recorrerlo... Hay algo en él que actúa como un bálsamo, y alivia cualquier pesadez, cualquier tensión. Muy terco y cerrado ha de andar uno, para no salir de ese callejón con una suave sonrisa en los labios.

En principio lo llamé "el callejón del laurel", porque mi imperdonable ignorancia botánica, sumada a mi despiste, confundió el aroma del eucalipto con el del laurel. Pero ahora pienso que puedo seguir llamándolo así, porque, efectivamente, uno sale de allí con un laurel en la mano, el de haber conseguido suavizar los pensamientos pesados e iluminar más de una sombra.
No sé si este callejón lleva también hacia el infinito, porque nunca lo he andado en completo silencio, pero sí estoy seguro que entre esas vallas de piedra hay una puerta secreta que lleva al otro lado del espejo... Lo presiento, con ese sexto sentido de los viajeros del sueño. Y quizás alguna noche la encuentre.
Si así fuera, prometo relatar aquí los detalles de tan extraño viaje...


Antonio H. Martín

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foto: Ahm

15 comentarios:

  1. Quizá pueda parecer que estoy literaturizando, pero nada más lejos de mi ánimo. Estos son temas muy serios, y como tales los trato aquí.
    Uso el lenguaje en la forma en que sé hacerlo, pero no estoy escribiendo sobre fábulas fantásticas ni mundos imaginarios, sino sobre una realidad en la que creo, al menos como posibilidad.
    Tengo muy clara una cosa: que el ser humano es un ser misterioso que vive en un mundo de misterio, aun sin ser consciente de ello.
    Y que hay una especie de puente, que a mí me gusta llamar magia, por el que se puede cruzar en ciertos momentos especiales.
    Lo que hay tras ese puente es precisamente el misterio, lo desconocido... Esa inmensidad oculta -esquiva para nuestra conciencia cotidiana y normalmente invisible e indetectable- que es nada menos que la madera primigenia de la que estamos hechos.
    Dentro de ese vasto océano, caben todas las posibilidades, las imaginadas y las por imaginar... Y considero como el mayor desafío de la conciencia el aventurarse en esa ruta. Para, poco a poco, con esfuerzo, valentía y afán, ir levantando algunos de los múltiples velos y descubriendo los tesoros que encierra.
    Sinceramente, me parece la más seria y digna de las aventuras: iluminar la isla de sombra en que estamos inmersos, aclarar el camino y poder así respondernos tantas valiosas preguntas.
    O al menos, acercarnos un poco, adentrarnos unos pasos más en ese misterioso mar del que venimos, cuyo tacto y sabor hemos, lamentablemente, olvidado.

    Saludos.

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  2. Lei tu escrito sin pensar para nada que estaba literaturizando.
    Vivo en una ciudad relativamente pequeña y no me gustaría ir a vivir al campo...el campo me gustar para visitarlo a menudo, pero nada más.
    Según te iba leyendo me imaginaba mi sitio magico y sí...lo tengo, es un camino que atraviesa un parque bastante grande que hay cerca de mi casa, hay una zona que me encanta, y sobre todo ahora en primavera, pienso que rezuma paz y serenidad.
    Un saludin

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  3. Pues qué bien, Malú, que tengas ese lugar cerca. Porque hay veces en que necesitamos de un lugar así para desconectar, ¿verdad?

    Un saludo.

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  4. Desde anoche llevo queriendo saber qué es lo que decirte, amigo mío. Quiero encontrar las palabras adecuadas para poder expresarme, para poder decirte qué me hacen sentir tus palabras, tus anhelos, tus costumbres.


    Pero no las consigo encontrar. Y si las encuentro, están tan alborotadas que no consigo darle un orden léxico para que tengan sentido. Y sólo me ronda una en especial, una y otra y otra vez:

    Bravo.

    Bravo por tus palabras, porque se notan que te salen del alma. Bravo por tu comprensión y reflexión ante las vivencias de la vida. Bravo, porque sí.


    Un besazo, Antonio.

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  5. Hay parajes que nos abducen de forma sorprendente y el tránsito por ellos, muta nuestro ánimo casi de inmediato, sin importar la frecuencia, motivo o momento concreto en que nos "tropecemos" con ese lugar.

    Son como puertas que nos transportan más allá de lo inmediato, de lo efectivo. Una pausa en el camino del tiempo, como una epifanía que nos renueva por dentro. O Magia, como tú dices...

    Personalmente, como curiosidad diré, que puedo salir de ellos, aún en un trayecto mínimo, agotada o volando...

    Y al salir, con la sensación de regresar de un vacío conocido. Como si hubiese rozando la percepción anímica y la modificación de la conciencia... ¿o la auténtica realidad?

    En fin, todo un misterio inconsciente que nos atrapa y se nos hace presente en esas puertas "dimensionales", tal como apuntas en tus letras, Antonio. Y aunque luego se disuelva como humo... siempre queda ese poso en nuestro interior.

    Buena entrada Sr. Druida.

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  6. Son lugares que nos limpian un pococ y salimos otro poco renovados. Sé lo que dices, puede ser un pequeño recodo en el camino, un charco en la orilla, una piedra donde sentarse.
    Besos

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  7. Pues, amiga Butter, tampoco sé yo ahora encontrar las palabras para agradecer las tuyas.
    Sólo puedo decir que me alegro de que te haya gustado esta entrada.
    Es cierto que escribo desde el alma; no sabría hacerlo desde otro sitio. Y si lo escrito coincide con las vivencias personales de otro, me siento satisfecho, porque entonces se crea un puente sobre la distancia. Y ese es, desde el principio, el sentido de este cuaderno: construir puentes.

    Gracias, Butter. Un abrazo.

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  8. Afortunadamente es así, Cristal, hay lugares que parecen transportarnos a otras dimensiones. Aunque prefiero verlo como un movimiento de nuestra conciencia, que, empujada por el poder de ese sitio, se abre a otras visiones que permanecían ocultas a la mirada.
    En cualquier caso, es como dices: esa visión suele disiparse como el humo y nos queda sólo ese poso dentro, el recuerdo de lo que hemos llegado a ver, aunque ya no lo veamos.
    Y pienso que esto es así, porque nuestra mente está anclada a determinadas pautas perceptivas, y tiende siempre a volver a esos cauces seguros, donde puede ejercer cierto control y no perderse en visiones que se le escapan y que podrían trastornarla.
    Pero... los soñadores tenemos una ventana abierta de más, y no nos resulta difícil regresar a aquello que nos tocó en algún momento, en algún lugar. Quizá porque nos pasamos la vida sedientos de esas visiones, y casi constantemente las llamamos y las deseamos.

    Los locos bebedores de estrellas, los que hablan con la luna y acarician los sueños aun estando despiertos, son como son porque atesoran algo en su interior, un íntimo secreto, una línea de luz, una llave...

    Lo real es mucho más amplio y profundo de lo que parece a simple vista. Esta es mi convicción.
    Y creo que también debe ser la tuya, porque... ¿acaso no eres un hada del País de Nunca Jamás?

    Un abrazo, Hada Cristal.

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  9. en la esquina de la casa de mis padres, o sea, en la casa en la que me crié, la misma del patio y la magnolia, se abre un callejón (antes de tierra, ahora urbano de asfalto)bordeado de eucaliptus.de pequeña lo atravesé muchas veces, y ahora, cada vez que vuelvo los 400 km que me separan de mi ciudad natal, el olor de los eucaliptus me espera, para llevarme de la mano al otro lado del espejo...o sea, a "mi" lado.

    un abrazo, amigo antonio*

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  10. Sí, amiga Silvia, hay olores especiales que nos abren ventanas interiores, y quedan ya para siempre asociados a ciertas vivencias. Aromas, lugares, formas de luz, colores... Lo importante es que actuan como puertas, y que nos permiten pasar a ese otro lado.

    Un abrazo, con rama de eucalipto.

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  11. Ya sabeis que Blogger ha estado unos días suspendido, y que por culpa de eso se han perdido algunos datos, como por ejemplo comentarios.
    Afortunadamente, los comentarios quedan registrados automáticamente en nuestro correo, si tenemos habilitada esa opción. Y así he podido leer uno de la amiga Virgi, que pongo a continuación.

    Saludos.

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  12. Son lugares que nos limpian un poco y salimos otro poco renovados. Sé lo que dices, puede ser un pequeño recodo en el camino, un charco en la orilla, una piedra donde sentarse.
    Besos

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  13. Puede ser cualquier cosa, amiga. En esta entrada hablo de un callejón recién descubierto, pero a lo largo de los años he conocido muchos lugares de encanto y poder similar. Lugares que te transportan y de los que salimos, como bien dices, con fuerzas renovadas.

    Besos, Virgi.

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  14. Bueno, parece que Blogger está reponiendo los comentarios perdidos... Y ha aparecido el de Virgi, en su orden cronológico. Así que todo está bien.

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  15. Excelente publicación, de verdad genera mil sensaciones con cada frase leída.

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