
Tarde de lluvia. El pueblo, ayer repleto de ruidosos turistas, recupera su calma, su silencio, y vuelve a mostrar su rostro celta, verde y gris, nebuloso y brillante.
Las casonas de piedra se desperezan, sacudiéndose el mal sueño invasor, y vuelven a hablar de sus cosas, a contar las viejas historias de siempre, a las que añaden detalles nuevos que acaban de recordar.
La lluvia es persistente. Su tenue voz se confunde con la ronca gravedad de la piedra, y los vencejos danzan en el aire sobre el río. Estoy solo. Casi nadie en las calles. Las casas son nidos cerrados, pequeños mundos lejanos que no me llaman y a los que nunca viajaré. Sólo en el camino está mi sitio, sólo él pronuncia mi nombre. Es quizá una alegría triste la que siento, pero me acompaña.
Me asomo al balcón sobre el río, y veo la canción del agua. Mil voces juntas, mil rostros sin tiempo, olvidándose de sí mismos a cada instante, en un descubrir incesante, en un vivir que muere, en un morir que vive. Irse, volver, conocer, olvidarse, reconocer, volverse a olvidar. El río... Él también me llama. ¿Qué quiere decirme?
Solo, bajo la fina lluvia de este norte. Solo, caminando galerías del sueño, rozando los versos de los árboles, comprendiendo, olvidando, muriendo en cada gota, anhelando con la siguiente, en un baile extraño, absurdo desde lejos, pero que lleva el sentido del agua.
Me gusta adentrarme en este silencio, leer en sus páginas de niebla, y descubrir el brillo que se esconde detrás de cada sombra.
Anoche soñé con ella...
Antonio H. Martín
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- Silence : Charlie Haden, Chet Baker, Enrico Pieranunzi