Rebuscando entre papeles antiguos, en los viejos cuadernos, me he encontrado con este poemita que escribí a una amiga hace ya más de veinte años. No lo recordaba en absoluto, pero veo en él ahora que fue toda una declaración de intenciones de este caminante.
Como he dicho otras veces, yo no sé escribir poemas, pero lo transcribo aquí porque dice mucho de mí y mis sueños. Por eso creo que merece estar en este cuaderno nocturno.
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Cruzar la frontera de la razón
y bucear en ese océano misterioso
y fascinante de lo desconocido;
romper el pequeño y polvoriento espejo
de nuestra imagen
y beber, sin miedo a la locura,
de esa agua luminosa que conforma
las estrellas.
Esa extraña música materna,
perdida en el tiempo del olvido,
que llena los vacíos con su melodía
inexpresable...
Entregarse a esa magia,
a ese conocimiento silencioso
al que no llegan las palabras,
que rompe la continuidad del pensamiento
y desborda nuestro nombre,
colocándonos frente al mar de lo infinito...
Es de esta fuente de la que quiero beber,
querida amiga,
es esta música la única que deseo escuchar,
por encima de cualquier otra.
Es este silencio henchido de sonidos,
más allá de la estridencia de mi propia imagen,
lo único que de verdad me importa,
de lo único que estoy enamorado.
Quizá alguna noche futura, la luna
hechice para siempre mis ojos,
y me convierta en un loco bebedor
de estrellas.
Entonces ya no podré entender más
los signos de la razón, entonces saltaré
fuera del laberinto de lo explicable,
a la inmensidad...
Sólo podré mirarte y sonreírte,
desde el profundo brillo de la noche,
sólo podré extender mi mano abierta,
ofreciéndote en ella la voz de mi silencio...
Antonio HM.
(21 de octubre, 1989)
Un lobo que devora sus fantasmas, salva a la rabia que ahoga, a esa pluma picada por la hora y partída en luz desordenada. Se me ha perdído una casa y llego con una sonda, pues tanto pesa la sombra, como quien las arrebata.
ResponderEliminarUn abrazo buen amigo, el envío fue cuestión de aullido.
¿Un lobo que devora sus fantasmas?
ResponderEliminarPuede ser, pero creo más bien que lo que mordía eran sus sombras, que buscaba la luz entre la maraña del bosque de espinos.
La llamada venía del horizonte, de ese brillo del oeste que le atraía irremisiblemente, y que aún le llama...
Un abrazo, Eli.
La luz del Oeste, siempre amable, siempre oblicua, siempre dulce, alargando las sombras, a veces, también acogedoras...
ResponderEliminarEntregarse a la magia que todos poseemos es volver al huevo primigenio, al útero materno, que reflejan todos y cada uno de los cristales rotos de tu polvoriento espejo.
Buen viaje caminante!!!
Qué maravilloso regalo: el silencio tejido con brillo de estrellas hasta ser palabras que viajan de un alma a otra..
ResponderEliminarEso es un milagro: el milagro que hace el corazón cuando escucha y canta lo que le dice el silencio..
Besos!!!
Maravilloso, me parece maravilloso.
ResponderEliminarPalabras que nacen de tu corazón y que están llenas de amor a la vida.
Un abrazo inmenso.
Un sueño conciente con vida...
ResponderEliminares capaz de crear un Presente..,
Real y Magico
un gran abrazo
Mauro
Por fortuna, el silecio no sabe de fronteras. Verdad? ^_^
ResponderEliminarGreetings from this silence without borders...
Gracias, Cristal.
ResponderEliminarEn eso estoy desde hace muchos años, en ese viaje, pero yo no quiero volver a ningún huevo ni a ningún útero, no en el sentido real ni en el figurado.
Yo sólo quiero seguir descubriendo la inmensidad del bosque en que nací.
Un abrazo, amiga.
Así es la magia, Isis, y tú lo sabes bien.
ResponderEliminarBesos, maga.
Gracias, Mária.
ResponderEliminarAsí lo sentí entonces y así lo sigo sintiendo. Soy incorregible, jeje.
Un abrazo.
En ello estoy, amigo Mauro, en el intento de crear una realidad presente a partir de un viejo sueño, que ha renovado sus alas hace poco tiempo...
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso es, Amanecer, el silencio es libre como el viento, no admite fronteras y en él cabe la mejor de las músicas.
ResponderEliminarSaludos, amiga de más allá del océano.
Se me antoja un poema vivo, de eso que no pueden morir nunca, de esos que nos hacen cruzar la frontera.
ResponderEliminarBebedor de estrellas...
Un abrazo fuerte
Muchas gracias, Carmen; me da alegría verte de nuevo por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo, amiga, y espero que todo te vaya muy bien.
Yo seguiré bebiendo estrellas, sí, me gusta mucho cómo saben.
Besos
Tu dices que no eres poeta...no lo sé....lo que sí sé es que me gusta lo que escribes.
ResponderEliminarSaludos
Podré dejar de amarté...
ResponderEliminar¿Es una posibilidad, no, para el poema?
No, Malú, no soy poeta, pero hay noches en que... parece como que entra algo por la ventana, y entonces cojo la pluma o el teclado y salen cosas como ésta.
ResponderEliminarY lo importante es que luego le gusten a personas sensibles como tú.
Un abrazo.
¿Hace veinte años? Ya tenías la chispa de la creación. Y dices que no eres poeta...
ResponderEliminarHola, MBI.
ResponderEliminarSí, tiene sentido lo que dices, pero este caso concreto no puede entrar en esa lógica.
No se puede dejar de amar a aquello que nos iluminó el pecho hace tanto tiempo, en ese preciso instante en que el universo nos dejó su señal, como indicándonos el camino a seguir.
Dejar de amar eso, sería como morir en vida, como vivir muerto.
Y no es eso lo que quiero.
Se puede dejar de amar a alguien, pero no a eso, no a ese sueño, a esa sed de absoluto, a ese sentimiento que necesita beber estrellas.
Un saludo.
Pues no, amiga Blanca, no soy poeta. Ojalá lo fuera, pero no.
ResponderEliminarPero sí soy sensible, y desde hace veinte años y mucho antes suelo estar siempre receptivo a esa chispa.
Gracias por tu visita. Un abrazo.