
EL CAMINANTE (Der Wanderer)
A buen paso atraviesa la noche
un caminante.
Con él van
la alta montaña y el ondulado valle.
Hermosa está la noche.
El avanza, no se detiene,
y no sabe adónde su camino lleva.
De pronto canta un pájaro en la noche.
"¡Ay!, pájaro, ¿qué has hecho?
¿por qué entorpeces mi paso y mis sentidos
y escancias dulce aflicción
en mi oído, obligándome a detenerme
y escucharte?
¿Por qué me seduces con tu canto y tu saludo?"
Calla el buen pájaro y dice luego:
"No, caminante, no, no es a ti
a quien seduzco con mi canto --
Atraigo a una hembra lejana.
A ti, ¿qué te importa?
Si estoy solo, la noche no es hermosa --
A ti, ¿qué te importa? Tu sino es caminar
¡y nunca, nunca detenerte!
¿Por qué sigues ahí,
qué te han hecho mis trinos,
caminante?"
El buen pájaro calló y meditó:
"¿Qué le han hecho mis trinos?
¿Por qué sigue ahí
ese pobre, ese pobre caminante?"
Friedrich Nietzsche
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- del libro Poemas, Poesía Hiperión
- traducción de Txaro Santoro y Virginia Careaga
- Ediciones Peralta (Pamplona, 1979)
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En aquella época, cuando leí por primera vez este poema de Nietzsche (hace unos treinta años), escribí esta nota al margen:
"Es ésta esa sombra triste que oscurece a veces el rostro del caminante: la soledad, el frío del silencio, la nostalgia y el anhelo de un hogar, con ecos y sonrisas. Mas esto es lo que se paga por el camino, éste es el precio por cruzar el puente..."
Como decía Hesse, se trata del "camino difícil"...
Hoy, la verdad, no estoy muy seguro de que Nietzsche se refiriera a eso con su poema, aunque así me lo sigue pareciendo. Y esto es porque lo leí en un momento un tanto especial de mi vida, que así me hizo verlo, y la impresión continúa.
Seguir el camino es una elección, una decisión que nos pone al margen de las vías normales, que nos aparta de lo fácil, de la normalidad. El caminante siempre será un extraño y siempre estará en el borde, cruzando fronteras. Quizá porque lo lleva en su naturaleza.
Pero también es humano, y es muy comprensible que el canto de un pájaro en la noche le haga detenerse, porque el pájaro le habla, sin quererlo, de una belleza perdida, de una historia antigua, de cuando el caminante no estaba solo y las sonrisas y las voces amigas acompañaban sus horas.
El caminante debe aprender a seguir su camino, a poner su corazón en orden, a morder su soledad y tener ojos sólo para el horizonte...
Pero hay un consuelo para el solitario caminante: la luna y las estrellas le acompañan y, si sabe escuchar, oirá una música que le habla, entre la luz y la sombra.
Antonio Martín
(28 de marzo, 2010)