«Lo observo alejarse, vencido y vencedor, ya olvidado en esta ciudad en la que no tiene sitio, y pienso que da a la vez testimonio de la existencia absoluta del hombre y de su absoluta imposibilidad.»
Jean-Paul Sartre
El viejo Luigi tenía un sueño:
Meterse en casa... Un piso alto, donde el ruido del mundo sólo llegara amortiguado, suave, lejano, casi inaudible. En invierno, cerrar bien las ventanas y encender la estufa. Una tenue lámpara, el caldeado salón en penumbra, y quedarse allí tranquilo, durante muchas horas, entre los libros, viendo cómo todo pasa despacio, sin prisa alguna, como hacen las nubes cuando casi no hay viento.
Recogerse en el sillón, frente a la terraza que da al cielo del oeste y, entre Cortázar, Dunsany y Goethe, escuchar el lento resonar de los minutos, gotas de mansa lluvia, como quien navega en una barca por un lago tranquilo. Darle de vez en cuando pequeños cortes al hilo del tiempo, con las tijeras verdes que encontró en aquel otro sueño de hace años, y también horadar poco a poco los espejos con la aguja brillante, la que le regaló la anciana costurera, hasta ver que se puede mirar al otro lado.
Después, esos momentos de confluencia entre sus ojos, la lectura y el cielo tras el cristal, hasta sentir que de lejos se acerca la música, una extraña melodía hecha de silencios, agua y estrellas, pero con voz de violín, saxo o piano, un raro aroma de luces, un sabor sin tiempo... Es entonces cuando se abre la puerta invisible, y una magia sencilla e íntima se cuela dentro de la casa como una caricia, esmaltando todas las cosas, también a él mismo. Y fuera brilla la luna, como una sonrisa de la noche.
El viejo Luigi... abandonó hace tiempo su sueño. Pero, algunas veces, lo recuerda.
Antonio H. Martín
(24 de febrero, 2016)
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imagen 1: Amsterdam - Anghelo Flores
imagen 2: Lunar Halo - Dave McGlinche
Bonito sueño, el de habitar en un piso conde viene de visita la magia...
ResponderEliminarUn abrazo
Un bello sueño.
ResponderEliminarSaludos.
¡Qué no lo abandone nunca!.Es hermoso y mágico...
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