Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







martes, 6 de septiembre de 2011

Cuando llega la hora




Ikkyu, el maestro zen, era muy listo aun siendo un muchacho. Su maestro poseía una preciosa taza de té, una antigüedad muy rara y de gran valor. Un día, Ikkyu la rompió sin darse cuenta. Oyendo entonces el ruido de las pisadas de su maestro, escondió precipitadamente las piezas rotas tras de sí. Al entrar aquél en el cuarto, Ikkyu le preguntó:

"Maestro, ¿por qué la gente tiene que morir?".
"Es lo natural", explicó el viejo. "Todas las cosas tienen que morir, como tienen también tiempo para vivir".

Ikkyu sacó entonces la taza rota y dijo:

"Maestro, le ha llegado a su taza la hora de morir".

________________________

Carne de Zen - Huesos de Zen
(Editorial Swan, 1979)

... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...


Ya me hubiera gustado a mí saber decir esas cosas a mi madre, cuando, siendo niño, rompía sin querer alguna de sus figuras de porcelana...


AHM.

________________________

imagen: "Taza de té del siglo XIX", por Cajchai (de flickr)
http://www.flickr.com/photos/61545916@N00/3891629833/

10 comentarios:

  1. La muerte da sentido a la vida, como el trabajo, a las vacaciones...
    Saludos

    ResponderEliminar
  2. Jeje, pues sí, amigo Luis. Pero no está de más una vida rica y razonablemente larga, ¿no?
    Así pues, cuidemos de que la taza no se rompa antes de tiempo.

    Saludos.

    ResponderEliminar
  3. ¡Hola Antonio! Es un placer regresar y encontrarme con tu cuentecito Zen je,je. A eso se le llama ser un alumno aventajado, el maestro , me figuro, aplaudiría con las orejas.

    Besitos volados de regreso.

    ResponderEliminar
  4. ¡Hola, Brujita! ¡Cuánto tiempo sin verte por aquí!
    La verdad es que no tengo ni idea de la reacción del maestro, pero casi seguro que, después de un primer acceso de ira, le vendría otro de risa, con la posterior declaración de que su discípulo Ikkyu había sido iluminado, jejeje.

    Besitos, amiga, y bienvenida.

    ResponderEliminar
  5. La aceptación de ese "tiempo" es el quid de la cuestión de muchas filosofías y religiones.

    Cuesta al hombre admitir la finitud inevitable de absolutamente todo en este Universo. Quizás de esa incapacidad de aceptar que todo tiene su tiempo, surge la idea de Dios, que es tan sólo la necesidad que tiene el ser humano de transcender, en vano según la opinión de esta atea, su condición mortal.
    El Zen siempre con su "miga".

    Abrazos Sr. Druida.

    ResponderEliminar
  6. Hola de nuevo, Crystal. Tu comentario me ha hecho recordar cierto escrito mío, de hace unos treinta años, que quizá (si lo encuentro) ponga aquí.
    A mí, si quieres que te diga la verdad, me importa muy poco la finitud o la infinitud de las cosas; lo único que me importa es su calidad, y lo que tenga de autenticidad.
    Que todo tiene su tiempo, ya es sabido.
    La taza era preciosa y de gran valor. Se rompió, y punto. No hay más. Pero... realmente era preciosa y de gran valor. Y eso es lo que me apunto, en mi cuenta de vida.
    ¿Hay otras tazas? Sí, sin duda, pero ninguna como aquella...
    ¿Trascender? ¿Quién quiere, a estas alturas, trascender nada?

    Abrazos, Sra. Hada.

    ResponderEliminar
  7. ¡Excelente! Genial ikkyu. Me encantó. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  8. Sí, Alma, el tal Ikkyu ya apuntaba maneras desde muy joven, jeje.
    Se ve que esto del zen se muestra ya a edades muy tempranas. Y noto en ello como una especial flexibilidad de la mente, ¿no?

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  9. Sabiduría china destilada...

    Todo tiene su momento, o, como diría Harrison, All Things must Pass
    Gracias, como siempre, Antonio, por enriquecer nuestras vidas con tus aportaciones.

    Un beso atemporal

    ResponderEliminar
  10. Así es, amiga Liz, todo tiene su momento. Y lo que muchas veces convierte esta existencia en absurda, es no saber aprovechar ese momento...

    Un beso, amiga, desde el árbol azul de los sueños vividos y por vivir.

    ResponderEliminar