Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







sábado, 24 de octubre de 2009

Sobre lo absurdo



Madrid, 5 de Junio, 1990


Sr. Director de El País:

El jueves pasado, 31 de Mayo, publicó usted en su periódico un breve relato titulado "Purgatorio", firmado por el novelista Javier García Sánchez, el cual tuve que reconocer como sintomático y representativo de la época en que vivimos. Y esto es así, no porque uno posea un conocimiento especial, erudito, de esta época, sino simplemente por el hecho, muchas veces doloroso, de vivir en ella y constatar en mi propia piel los múltiples y mayoritariamente lamentables matices que la conforman.
Soy de los que creen que esos matices siempre estuvieron presentes a lo largo de nuestra historia. Que lo único que ha sucedido a través de los años se reduce a un leve cambio de tonalidad, a una variación en el énfasis, a una mutación superficial de las formas que nunca ha afectado gravemente al fondo.

Lo bueno y lo malo de esta época es, según mi criterio, que todas esas formas y matices están llegando o han llegado ya al límite. Y digo malo porque bordear el límite conlleva siempre una amenaza, un peligro de caer en el vacío y desaparecer. Y digo bueno porque es precisamente en ese límite donde todo se vuelve susceptible de variación, donde todo se busca a sí mismo, más allá de sus errores, e intenta reconquistar el sentido de su existencia o alcanzar, ganarse a pulso otro nuevo.

Ante este parecer, ante esta actitud, me pregunto qué sentido tiene el escribir "un relato sobre el absurdo de la vida cotidiana"... Nos miramos al espejo por la mañana y no nos gustamos. Pero en vez de lavarnos la cara y esforzarnos en cambiar nuestra imagen, nos recreamos mórbidamente en la memoria de nuestra vulgaridad y hacemos recuento de los mil banales y absurdos detalles que la configuran. ¿Es esto lo que buscamos? ¿Es esto lo que queremos?
No, yo no lo creo así. Kafka, el mayor poeta del absurdo, quiso que todos sus escritos fueran destruidos, para que nadie pudiera leerlos nunca. Quizá porque intuyó, porque supo que a sus escritos (a pesar de su indudable valor y belleza), les faltaba algo muy importante, algo que él seguramente poseía en sus entrañas, pero que nunca llegó a expresar, condicionado como estaba por la tiranía de una realidad no deseada y, por ende, tampoco amada.

Es de ese algo, de esa sed oculta, de esa escondida alegría de lo que nosotros precisamos ahora, no de una triste revisión del absurdo que nos ahoga día tras día.


AC.
(junio, 1990)

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Nota:

No sé si esta torpe carta se llegó a publicar o no en el mencionado diario. Imagino que no, por falta de interés, o simplemente porque sobrepasaba la extensión permitida. La verdad es que no estuve pendiente de ello.
Tampoco recuerdo ahora aquel relato de García Sánchez, sólo recuerdo la sensación que me produjo en su momento, sensación de futilidad.
De lo que sí me alegro es de que no fueran destruidos los manuscritos del maestro Franz Kafka, auténticos poemas reflexivos sobre la condición humana y el mundo en que se desenvuelve.


AC.
(24 de octubre, 2009)

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Imagen: Carel Willink (1900-1983)

6 comentarios:

  1. Y el cielo, a falta de anclas, clava sus relámpagos en el corazon de un hombre, capaz de despertar sin techo, como tú Antonio.

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  2. Desconozco el relato o artículo que desató tal eclosión de lucidez amigo. Pero fuese el que fuese bienvenido sea.

    Yo también creo que no han cambiado tanto las cosas y que, aún al límite o variando ese énfasis que citas, los matices o los valores de ayer siguen presentes en este mundo con ligeras variaciones. No hay más que leer tu texto para darse cuenta de ello.

    Obviaré manifestarme sobre la legitimidad o nó... de regocijarnos, o quizás debería decir, refocilarnos en nuestra vulgaridad o mediocridad en donde creo que nunca nos acabaremos de poner del todo de acuerdo.

    Pero si quiero apoyar tu afirmación de que posiblemente lo bueno de estas situaciones techo es que comportan la posibilidad de un cambio positivo y de crecimiento anímico en nuestros comportamientos.

    Algo para lo que por otra parte, quizás se necesita además de intuición, ese punto de locura o de mística desesperada del maestro Kafka, que en algunos momentos siempre me hace pensar en Don Juan y su realismo mágico. Y al que todos o por lo menos algunos, acabamos por llegar en un momento u otro.

    Creo que sólo a través de ésto, nos podemos poner en contacto con esa sed oculta y esa escondida alegría, de las que parece, muchas veces, que todo conspire en este mundo para que no lo tengamos en cuenta. Y sin embargo, tal como lo expresas en tus letras, me inclino a pensar que es totalmente imprescindible para seguir avanzando lejos del absurdo de vida.

    Por una vez y sin que sirva de precedente y a falta de tu mirada crítica, jeje... totalmente de acuerdo con tus letras.

    Un abrazo Antonio.

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  3. ¡No veo Antonio, la torpeza de tus lineas!...por el contrario , a falta de conocimiento de la carta que te lanzó al ruedo, lo que escucho en tus palabras es un alegato contra la monotonía mediocre a que puede arrastrar una vida sin alicientes mayores ,que poder comer mañana... la gris vida sin valores a que agarrarse y con pereza por cambiar algo del panorama, que nuestra posible ceguera del bienestar, impide ver.
    pero todo está ahí como siempre estuvo, solo adaptado a otros momentos.

    besitos volados.

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  4. Gracias, Eli.

    El cielo tiene a veces esas cosas que dices. No estoy seguro de que sea así en mi caso, pero algo sí que me clavó el cielo, quizá alguno de esos relámpagos...

    Un saludo.

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  5. Estamos igual, Cristal, porque he olvidado ese texto.
    Pero sí recuerdo bien que en aquel momento me pareció que no apuntaba en una dirección positiva. ¿De qué sirve hacer literatura con el absurdo? ¿Quizá para mostrarlo? ¿para señalarlo? Está bien, pero siempre que se deje una puerta abierta.

    Un abrazo, hada cuántica.

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  6. "La gris vida sin valores", eso es Brujita, eso es lo que denunciaba y denuncio, y contra lo que protestaré siempre.
    El panorama empieza por nosotros mismos, sólo hay que cambiar las cosas de sitio y abrir la ventana de par en par, aunque para ello tengamos que sujetar los visillos con pinzas.

    Besos.

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