Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 21 de octubre de 2009

Mirando las estrellas en el fondo...



(26 de mayo, 1987)


En mi caja de música suena una melodía de jazz lento. La trompeta de Dusko Goykovich y el piano de Tete Montoliu. Una balada entre sensual y melancólica, una historia de amor que revive en una noche cualquiera y nos encuentra solos, sentados ante la mesa vacía, con una copa de licor que llenamos una y otra vez, envueltos en el humo del tabaco, reclinados sobre el borde del pozo y mirando fijamente las estrellas que se reflejan en su fondo...
El jazz es una música que conozco poco, pero que entiendo muy bien. Es demasiado descripiva, demasiado concreta para no entenderla. Mis preferencias musicales apuntan más a lo clásico y a lo romántico, a música de otras épocas, de otras dimensiones del espíritu, pero hay algo en el jazz que me atrae. Sobre todo, ciertas melodías lentas, con trompeta o saxo, escuchadas en medio de la noche.
Ya el querido lobo estepario apuntaba este atractivo. Él, que amaba la música de Bach, Mozart y Händel, podía quedarse parado ante una sala nocturna de la que salía el sonido crudo y salvaje de una melodía de jazz, sintiéndose extrañamente atraído por ella.

Uno de esos sueños que no podemos explicar o razonar, pero que forman parte de nuestro más íntimo ser y que nos acompañan siempre, como una imagen indeleble y mágica que nos hace sentirnos vivos; uno de esos sueños se representa para mí con un paseo nocturno por la ciudad. Todo está solitario, las luces brillan sobre calles desiertas, pobladas sólo de sombras y silencio. Y de pronto, de algún lugar indefinido, empieza a oírse una trompeta o un saxo, en un tono triste, melancólico, pero lleno de vida... Ese sonido me hace llorar. Mi corazón tiembla, pero no siento pena, no recuerdo ningún amor perdido. De alguna manera, ese sonido me hace cabalgar por encima del tiempo.
Esa trompeta o ese saxo vuelven cálida la noche, ponen una nota mágica, amorosa, en sus sombras...


AC.
(mayo, 1987)




________________________

Imagen: "Waiting for a tram", por Jacek Yerka

Música: "Stardust", por Ben Webster

18 comentarios:

  1. Asì has hecho mi noche Antonio, càlida y magica, con tu entrada.
    Gracias!!!

    Besos y muchos màs.

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  2. Excelente definición, amigo, del jazz y su misterio. También yo, que soy más asiduo a la música clásica, me dejo acariciar por las lentas melodías de un tipo de jazz evocador y cálido, ya sea a través del saxo, la trompeta, el piano e, incluso, el violín en manos de Stéphane Grapelli, por desgracia, como otros tantos genios del jazz, ya desaparecido.

    Gracias por compartir tus palabras y ese sonido con que ilustras la entrada, tan sugerente como melancólico.

    Un abrazo,

    Antonio

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  3. La fiebre va escalando las vertebras del tiempo, desenyugando pasos en su costado abierto. Silencios fueron verbos, en dioses incompletos, la rosa de los vientos, de vuelta a Paracelso...

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  4. Pues me alegro mucho, Amanecer, de veras.

    Un abrazo.

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  5. Hola, Antonio.
    Entonces tenemos los mismos gustos. Siento no conocer al tal Grapelli, lo buscaré.
    En cuanto al vídeo, estuve explorando pero de Goykovich (que era quien correspondía aquí) no encontré más que conciertos en directo con muy mal sonido, y luego me topé con este solo de Ben Webster, que me pareció muy apropiado para el texto.
    Además, en el vídeo se ven estrellas, Orión, Aldebarán, Sirio, así que la cosa estaba clara.

    Un abrazo.

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  6. Gracias, Poiésis.
    Hermosa forma de describir un sueño. "Silencios fueron verbos", y también trompetas, saxos, violines y pianos, conversando con el viento.

    Un saludo.

    (interesante personaje Paracelso)

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  7. Hola, Antonio
    El jazz (y la música en general) es como el vino: si te gusta, vale con eso. Está claro que cuanto más profundizas, más jugo le sacas a algo. También a la música. A mí me encanta el jazz clásico. En la época que escribiste tu artículo yo habría dado muchos años de vida por ser negro y de Nueva Orleans..., imagínate. Sólo quería vivir de mis zapatos con pletinas de hierro, mi steel guitar y mi armónica. Bueno, eran otros tiempos. Pero aún me hace llorar. ¿Sabes? para mí la música no tiene por qué ser un recuerdo, algo que te traslade a otro lugar, sino que es materia misma de felicidad, en presente de indicativo.

    Un abrazo muy fuerte.
    Chuff!!

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  8. ¿No será que es la música de la noche la que resuena en cada nota?? Tal vez por ser un lobo estepario se te haya afinado el oído para las notas siderales ;)

    (Envío este mensaje hacia 1987, en la ráfaga de viento que acaba de pasar por mi ventana ;)

    un abrazo desde este ahora, que llegará hasta ese tú convertido en notas de jazz ;)

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  9. Deliciosa tu entrada de hoy, Antonius.

    Por momentos, sentí que quien hablaba era ¡el mismísimo Harry Haller!

    No pude escuchar la melodía, pero miré el video y es precioso, con polvo de estrellas y constelaciones.

    A mi, el jazz se me hace una música fundamentalmente nocturna, casi no la escucho nunca de día. No la escucho muy seguido, pero me encanta. Siento que ese sax y esa trompeta sacan su máximo lustre en la oscuridad, y efectivamente hacen que el corazón tiemble,como bien dices, pero sin alterar demasiado las emociones; es cool.
    Y, ¿sabes? Con el jazz imagino siempre que sería perfecto acompañarlo de un whiskey o de un vodka, escuchando el tintineo de los cubitos de hielo en el cristal del vaso. ¿Por qué será? Veo que te sucede lo mismo, porque hablas
    también de una copa de licor.
    Extrañas asociaciones.

    Y realmente es una música muy especial, el jazz.

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  10. ¿Dios mío! Antonio, ando como loca buscando algo de Ben Webster, es uno de mis músicos preferidos..., pero no encuentro nada,soy un pato mareado...para estas cosas,
    no me lo puedo creer,
    es fantástico, y eso que las recuerdo mucho mejores que esta pieza...
    Gracias, un abrazo grande.

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  11. “ese sonido me hace cabalgar por encima del tiempo”. Me gusta mucho. Casi juraría que Bach, Haendel, y probablemente Mozart, si hubieran tenido ocasión, se tomarían alguna copa, sentados en esa mesa, mientras blandían el pie al ritmo de una pieza de jazz, interpretada por cualquier “Satchmo”.
    La imagen estupenda. Se me antoja una magnifica escenografía de “Esperando a Godot”, bastante más desenfadada, mientras me pregunto qué debe hacer el paciente viajero, dentro de esa alcantarilla con lo hermoso que resulta el paisaje. La música de Webster, de diez. Realmente no es necesario haber perdido un amor para que esta melodía nos haga temblar el corazón.

    Un abrazo, Antonio

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  12. Antonio , es como tomarse una copa de ponche en noche fría, caldea y te vuelve soñador, hace añorar cosas no vividas, mientras te dejas llevar volviéndote eco de cada nota.

    Besito volado.

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  13. Estoy contigo, Zen: también para mí la música es algo muy presente. De lo que hablo no es de un recuerdo, sino de un ensueño.
    Se ve estupenda tu imagen de ser músico en Nueva Orleans.

    Un abrazo.

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  14. Gracias, Isis.
    Tu mensaje me ha llegado perfectamente.
    En aquella época ese ensueño era, efectivamente, para mí "la música de la noche".

    Un abrazo.

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  15. Hola, Liz.

    Pues no, no era el lobo estepario Haller, sino su sobrino quien hablaba, jeje.
    ¿No pudiste escuchar la música pero sí ver el vídeo? Que raro. Vuélvelo a intentar.
    Sí, creo que el jazz, al menos este tipo de jazz, es una música esencialmente nocturna. Y sí, le va bastante bien la compañía de una copa lenta.

    Un abrazo.

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  16. Hola, Alfaro.

    La verdad es que no busqué a Webster deliberadamente, sino que me lo encontré buscando temas de solos de saxo o trompeta. Pero seguro que debe haber más cosas suyas en YouTube. Lo buscaré.

    Un abrazo.

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  17. Hola, Daniel.

    La verdad es que ese ensueño me surgió en aquellos tiempos mientras paseaba por las calles desiertas, entre luces de neón y quizá restos de lluvia en el asfalto. El sonido del saxo lo puse yo mismo con mi imaginación. Y la sensación era esa: la de "cabalgar por encima del tiempo".
    La pintura de Yerka se titula "Esperando al tranvía", y sí, tienes razón, introduce un acento como de absurdo surrealista que recuerda algo a la obra de "Godot". La puse porque se ve en ella una escena nocturna de ciudad vacía, con una presencia invisible, la de alguien que vive sobre los raíles de un tranvía que nunca acaba de llegar.

    Un abrazo, Conde.

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  18. Hola, Brujita.

    En mi caso la copa era de coñac, pero eso da igual.
    Lo importante era que en ese ensueño conseguía ver a la ciudad y a mí mismo de una forma diferente, como desde una distancia..., distamcia que al mismo tiempo provocaba una extraña cercanía. No me es fácil explicarlo.

    Besito ensoñado.

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