Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 9 de noviembre de 2016

Cuentos de hadas





"El sentido más profundo reside en los cuentos de hadas que me contaron en mi infancia, más que en la realidad que la vida me ha enseñado."

Friedrich Schiller
(The Piccolomini, III, 4)


"Un día, en la mitad del invierno, cuando los copos caían del cielo como plumas, una reina estaba sentada junto a una ventana cuyo marco era de ébano. Y mientras cosía, alzó la vista para mirar los copos y entonces se pinchó el dedo con la aguja y tres gotas de sangre cayeron a la nieve..."

Hermanos Grimm
(Blancanieves



    Cuando recuerdo los cuentos de hadas que me contaron en la infancia o leí después en la juventud, he de reconocer que lo que los distingue de otras historias, de aventuras o del género que sea, es el denominador común de la magia. En todos ellos fluye en el aire esa corriente azul y brillante, o esa fina lluvia esmeralda que embellece cualquier paisaje y llena de luz cualquier encuentro.
    Todo ello, por supuesto, entreverado con las amenazadoras sombras del peligro y el misterio. Porque no se trata, en absoluto, de un material melífluo, almibarado y pueril, donde sólo hay cómodos encantamientos, preciosos castillos o palacios, amables príncipes azules, guapas cenicientas que devienen princesas, duendes benignos y finales felices... En los cuentos de hadas no sólo hay hadas, también hay ogros, duendes malignos, seres retorcidos y perversos, monstruos deformes y oscuros, y brujas (que pueden ser buenas o malas, según la magia que hayan decidido abrazar). Y también dragones...
    Junto a las brumosas montañas azuladas del lejano horizonte, encantadas de sueños, junto a los verdes e idílicos valles, hay asimismo pantanos de tristeza, ríos hediondos y cuevas tenebrosas. Y en una de éstas seguro que se esconde un dragón que guarda un tesoro maravilloso... Un dragón que puede ser elemental y violento, con el que hay que luchar a muerte, o que quizá sea un viejo sabio disfrazado, con escamosos bigotes, que hemos de conquistar con sensibilidad e inteligencia. Respondiendo difíciles acertijos o haciéndole ver la nobleza de nuestra aventura, lo puro de nuestro intento.  
    No es necesario leer a Bruno Bettelheim* para darse cuenta del simbolismo de estos relatos. Es fácil ver que se trata, en muchos casos, de parábolas de la misma vida. Es decir, que retrataban la realidad, pero disfrazándola con personajes y entornos de fantasía. A veces con fines educativos, que hoy podríamos llamar subliminales, y otras veces por el simple pero intenso placer de dar rienda suelta a esa fantasía. Que es esa materia luminosa de la que tanto carece el mundo actual, y a falta de la cual solemos mirar la vida con hosquedad o aburrimiento. 
    Independientemente del nivel de credulidad o de incredulidad, según la edad con que nos acerquemos a ellos, los cuentos de hadas siempre nos sorprenden con símbolos, imágenes y situaciones que nos tocan muy de cerca. Tal vez porque entroncan con el inconsciente colectivo, que es esa memoria universal de donde nacen los mitos y que está, de alguna manera, presente en la mente de todos. 

    Siempre quise vivir en uno de esos cuentos. Y alguna vez lo hice, felizmente, por ejemplo en un sueño que no recuerdo bien ahora, más allá de alguna fugaz imagen, pero que me llenó de luz en su momento. De todas formas, me atrevo a afirmar que también lo estoy viviendo ahora mismo... Y no sólo yo, sino muchos de nosotros. Puede que no sean cuentos al uso los nuestros, que no sean del estilo de los Hermanos Grimm, de Hoffmann, Tieck, Eichendorff o Brentano, ni de ningún otro, pero son los cuentos que nos ha tocado vivir. Nuestros cuentos.
    Suena fatuo o ingenuo, quizá, decir que muchos estemos viviendo en un cuento de hadas. Pero... no hay que olvidar que la vida... Sí, esta vida nuestra, tan aparentemente vulgar y vacía, está llena de magia, o rodeada por ella. Lo sepamos ver o no, esa corriente azul y brillante o esa fina lluvia esmeralda está por todas partes. Porque... ¿qué sería la vida sin la magia? ¿Un desierto plagado de necesidades y olvidos, de huecos y de sombras? ¿Una selva llena de alimañas en la que sólo habitan la caza, la lucha y la muerte? 
    El mundo es una gran esfera encantada. Y está lleno de hadas y de duendes, de ogros, brujas y dragones. Pero junto al más oscuro pozo, medio oculta entre el limo, puede hallarse la fúlgida semilla de la magia... Y esa es la única llave que abre las puertas del paraíso. 
    Todo es, en el fondo, como un cuento de hadas.          
   


Antonio H. Martín
(9 de noviembre, 2016)





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*The Uses of Enchantment. The Meaning and Importance of Fairy Tales - Bruno Bettelheim (1975, 1976)

imagen 1: Lily Collins, como Blancanieves, en Mirror Mirror (2012)
imagen 2: de Little Women (1933)

2 comentarios:

  1. Como un cuento de hadas.....
    Y a mí me gustan los cuentos que nos contaba mi padre cuando éramos pequeños.
    Nosotros no sabíamos quién los escribía,incluso él era autor de sus/nuestros cuentos.
    Y recuerdo la mirada ingenua,feliz,entusiasta que teníamos al ir escuchando el relato que además él dramatizaba con un buen sentido de lo que era la niñez.
    Y hoy digo que estamos huérfanos de a magia de los cuentos,de esos de antes,porque como somos "mayores"ya no se pueden "escuchar"cuentos de hadas y dragones.
    Pero yo sí lo hice ,y conté cuentos a mi anciana madre,y sentía cómo esperaba el final con la misma mirada que un niño
    Perdona que haya sido tan extensa,pero me apasionan los cuentos y además,coleeciono todos los que puedo,sin obsesión.
    TAl vez lo que necesitemos es la magia para nuestro niño interior,cansado de tanta REALIDAD.
    Saludos
    Gloria


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  2. Sí, Gloria, hay que seguir leyendo los cuentos de hadas, y contárselos a nuestros seres queridos. Y, si nos atrevemos, escribirlos también. Porque son una fuente inagotable de fantasía. Y esa fantasía es la vacuna necesaria, contra la áspera y vacía "realidad" que se empeñan en hacernos ver como lo único que existe.
    Como decía el amigo Michael Ende, la fantasía es, en este mundo en que vivimos, cada vez más necesaria.

    Un saludo.

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