Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







lunes, 21 de diciembre de 2015

Arbórea




«Cuando venga la muerte, que lo haga en silencio, sin gestos bruscos ni ácidas preguntas, sin hielo y sin fuego. Y que se acerque despacio, envuelta en su oscura capa de definitiva noche... Sólo quiero ver su ojos, la magia o la sombra de su mirada.»

Alessandro Castelli
(En el umbral - 1982)


    Sin llegar a lo de aquella canción de hace años, en la que el intérprete expresaba su deseo de tener un millón de amigos, puedo decir con sinceridad y sin fantasear ni literaturizar nada, que una de las íntimas alegrías que he encontrado en esta vida es la de tener muchos amigos. Todos ellos han sido y son siempre amables conmigo, me acompañan en los días solitarios, escuchan mis palabras, mis risas o lamentos, y me miran con comprensión en las horas tristes, e incluso danzan para mí a veces para darme ánimos.
    Son cientos de amigos, todos hermosos, bellos, alegres, hasta los más oscuros. La demás gente suele mirarlos poco más que como si fueran objetos inanimados y los llama «árboles». Yo no puedo menos que llamarlos amigos...
    Da igual que sean castaños, robles, fresnos, nogales o abetos... A todos, sin distinción, los considero mis amigos. No es sólo por su inestimable valor, ni por su estética, sino sobre todo por otra cosa que no sabría explicar... 
    Se trata de uno de mis pocos afectos que, usando términos hinduistas, se aparta de lo meramente «rajásico» y se acerca algo a la esfera de lo «sáttvico». Sin querer significar con esto nada fuera de lo común.
    En cualquier caso, benditos sean por siempre estos amigos árboles. Estos verdes compañeros de viaje, junto a los que puedo escuchar el seductor y amable susurro de la brisa (que a veces me cuenta historias), o la titánica  música del viento. Bajo cuya amplia sombra puedo guarecerme cuando el sol aprieta en verano, y cuya silueta desnuda, en invierno, se recorta por la noche contra un cielo lleno de estrellas, al que parecen tocar con sus largas, cimbreantes y afiladas manos, cual puentes entre la realidad y el sueño, como si acariciaran suavemente el infinito...  
  

Antonio H. Martín
(21 de diciembre, 2015)


          





4 comentarios:

  1. Benditos sean...

    Sublime Air de Johann Sebastian Bach.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, Marga, "egipcia" amiga.

      En Egipto supongo que sólo hay palmeras, y poco más, pero también son amigas de la esfera Arbórea, por supuesto.
      No doy a entender con esto que tú estés o seas de allí, pero lo comento de pasada.
      Por cierto, últimamente estoy viendo algunos documentales sobre el antiguo Egipto, y resulta muy interesante enterarse de sus significados "iniciáticos"... Y de otros muchos datos.
      Por ejemplo, de que en absoluto son las pirámides "las tumbas de los faraones" (como se cree vulgarmente), sino estructuras especiales, construidas expresamente para concentrar determinadas energías del universo. Lo que Castaneda llamaba "centros de poder".

      En cuanto al Aria del maestro Bach, totalmente de acuerdo contigo. ¡Es sublime! Seguro que está compuesta siguiendo la "medida áurea" o algo así.

      Un abrazo y feliz año nuevo.

      Eliminar
    2. Cierto, palmeras y poco más...
      Hablé sobre el sicomoro hace algún tiempo en mi blog, que era uno de los árboles más significativos en el antiguo Egipto.
      Si no lo viste y alguna vez quieres leerlo, te dejo el enlace al post:
      http://jedena.blogspot.com.es/2012/03/los-arboles.html

      A mí los documentales sobre el antiguo Egipto me fascinan, cada vez siento más admiración por esa civilización.

      Feliz año, Antonio.
      Un abrazo de tu amiga "egipcia" :)

      Eliminar
  2. Gracias, Marga.

    Leeré con gusto esa entrada tuya dedicada al sicomoro.

    Un "egipcio" abrazo.

    ResponderEliminar