Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







lunes, 20 de octubre de 2014

El peso de la nada



    Hay ocasiones en las que aun cuando uno pudiera caminar por el mismísimo paraíso no se daría cuenta practicamente de nada y, en consecuencia, todos sus tesoros y bellezas pasarían desapercibidos. Toda su magia sería sólo una bruma anodina, vacía y sin apenas presencia. Porque en esas ocasiones se ha perdido la visión y la sensibilidad...
    Son rachas sombrías que nublan e incluso llegan a cegar. No se trata de cargar en exceso las tintas ni de dramatizar (nunca ha sido ese mi ánimo), pero he de reconocer que en esos momentos resulta muy difícil ver luz alguna sobre el camino. Intenta uno mirar hacia el horizonte, con el deseo de ver más allá del área gris en que se encuentra, pero ese horizonte no es visible. Estará por ahí, lógicamente, más cerca o más lejos, con una linealidad recta, quebrada u ondulante, pero al no poder verlo es como si no existiera. Todo se vuelve distancia y lejanía. Una distancia vaga e imprecisa en la que uno deja de tener contacto con los seres y las cosas, en la que las voces pierden su sonido y se hunden, inexplicablemente, en un profundo y agobiante silencio. No porque dejen de ser voces, sino porque carecen de sentido. Es como tocar las frías y oscuras manos de la nada. Como respirar un aire sin oxígeno, como beber un agua espesa que no puede saciar la sed.
    En momentos así, cualquier música se transforma en ruido, cualquier presencia en un bulto molesto que interrumpe nuestro caminar, cualquier saludo en un insulto, cualquier risa en un gesto de burla y cualquier recuerdo en una tristeza. 
    Quizá no tenga sentido hablar del peso de la nada. Pero aunque no sepa explicarlo... la nada pesa. 
    Son sólo ocasiones, que pueden durar minutos, horas, días o incluso semanas, pero ocasiones tan sólo. Que mañana se irán, como una fiebre, como una niebla, como una ceguera transitoria, como un paseo por la noche más oscura, sin luna y sin estrellas. 
    Mañana...
       

Antonio H. Martín 
(20 de octubre, 2014)




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música: Edward leaves - Alexandre Desplat
álbum: New Moon

10 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, Omar.
      No sé si es "recomendable", como dices, pero me vino bien escribirlo.

      Saludos, poeta.

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  2. Magnífico texto!
    Entiendo muy bien lo que comentas, ya que varias veces a lo largo de mi
    vida me he sentido así.
    Y la nada, pesa lo suyo : son nuestros sueños que no encuentran salida.
    Pero siempre llega ese "mañana", hay que estar atentos, a veces pasa sin
    hacer ruido y de incógnito.
    Un abrazo.


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    1. Amigo anónimo, a pesar de que no adjuntas una firma, me imagino quien eres... Alguien que está estudiando y forjándose una vida en el lejano Puerto Rico y que es el hijo de un viejo y muy querido amigo... Y si me equivoco, perdona.
      En cualquier caso, gracias por tu comentario. Del cual hay una cosa que me gusta especialmente, eso que dices de que la nada "son nuestros sueños que no encuentran salida"... Así es, efectivamente, joven amigo. La confluencia de sueños y vida es de lo más difícil de conseguir, y sin embargo es la meta que anhelan todos los soñadores. Algunos lo logran y muchos otros no, pero hay que estar siempre 'ojo avizor', como bien apuntas, porque esa magia suele ser silenciosa y pasa muy levemente ante nosotros. Puede ser un brillo casi imperceptible que encontramos en el camino.
      Y si no captamos ese brillo a tiempo, pasa de largo y puede dejarnos ante ese peso de la nada...

      Un abrazo.

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  3. Sé que al escribir esta entrada has conseguido liberarte un poco de toda esa carga de sensaciones sombrías, de tristeza agobiante y de desánimo.La vida es un poco "puñetera" y todas las personas medianamente sensibles atravesamos con más o menos frecuencia ese tiempo cargado de desasosiego.Pero hay que seguir caminante, hoy ha vuelto a salir el sol...Un abrazo

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    1. Efectivamente, anónima amiga, escribir ese breve texto ha sido para mí algo catártico, o casi... No me gusta hablar de "sombras", aunque a veces, inevitablemente, tenga que hacerlo.
      La vida es como es, y hay que saber aceptarla y sobre todo vivirla. Y, por otra parte (y aunque a veces duela), hay que tener en cuenta que ese 'desasosiego' es en ocasiones toda una escuela de aprendizaje. No nos gusta lo que vivimos, pero cuando por fin sale el sol y podemos reemprender el camino, caemos en la cuenta de que aquello que no nos gustaba, que nos dolía y nos ponía al borde del abismo, también nos ha enseñado cosas de las que no éramos conscientes, respecto al mundo y respecto a nosotros mismos.
      Quizá (quiero pensarlo así), sea ese el sentido de estos malos tragos, de estos roces con la sombra. Y lo digo desde la experiencia, porque no es la primera vez que me ocurre.
      Siempre acaba saliendo el sol, amiga, mañana o pasado mañana. Lo necesario es no perder del todo la visión mientras estamos envueltos en la oscuridad. Y para eso es muy de agradecer encontrarse con algunos seres amables que te ayudan a no perder el ánimo...

      Un abrazo, caminanta.

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  4. Respuestas
    1. Pues, de nada, Demian.
      Al final vemos que se puede superar ese peso de la nada, ¿verdad?

      Saludos.

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  5. Respuestas
    1. ¡Muchas gracias, Liz! Gracias por este animoso tema del amigo George.
      Sí, amiga, un día u otro, saldrá el sol... :)
      Un abrazo.

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