Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 30 de julio de 2014

El nemoroso sueño...




    Una vez más, Alberto Linde, el soñador empedernido, el caminante onírico, se encontraba en uno de sus viajes nocturnos. En este caso en un paisaje boscoso, entre tenues luces de atardecer. Hacía rato que caminaba entre la masa frondosa de los árboles, asombrado de la belleza del bosque y el color dorado de las luces, que brillaban sobre las hojas y los viejos troncos, y respirando aquel aire suave y dulce en el que parecía vibrar una rara magia, cuando divisó a lo lejos una imprecisa figura humana.
    Se acercó y pudo observar a un anciano sentado sobre una gran piedra, junto al tronco de un sauce. Llevaba una túnica oscura con pequeños dibujos argénteos a modo de estrellas. Era la clásica imagen del mago, pensó. Así que se acercó, y después de un breve saludo, se le ocurrió preguntarle en qué lugar se encontraba. 

    —Qué extraño que tú preguntes eso, caminante —contestó el anciano—. Sin duda debes saber que estás en el país del sueño.
    —¡Sí, sí! —se apresuró a responder Alberto—. Sé que éste es el país del sueño, pero desconozco este sitio en particular. Nunca antes había estado aquí. Por eso te pregunto.
    El anciano calló durante unos segundos, y luego dijo, con voz grave y pausada:
    —¿Buscas un nombre? Eso no es importante. Lo que importa es que te hallas en el país del sueño.
    Al parecer no iba a poder sacar información a este anciano mago. Así que cambió su pregunta.
   —Aprovecho, señor mago, este fortuito encuentro para inquirirte sobre algo a lo que llevo dando vueltas desde hace tiempo y que no consigo discernir: ¿qué es en realidad el sueño? Quizá te parezca estúpida la pregunta; soy soñador desde hace mucho y he visto muchas maravillas. Pero a veces me pregunto de qué está hecho todo esto...
    —Caminante, en primer lugar aquí no hay nada «fortuito». Todo sucede según un orden y conforme a un diseño previo. Cualquier ser o cosa que aquí te encuentres tiene un sentido, y los encuentros son siempre debidos a algo; no son tropiezos del azar. Todo en el país del sueño le habla directamente a nuestro corazón.
    —Entiendo bien eso, mago. Pero... insisto en mi pregunta.
    —El sueño es la voz del inconsciente. Una voz que pinta paisajes deslumbrantes u oscuros y nos cuenta a su manera lo que debemos saber.
    —Permíteme, mago, otra pregunta: ¿qué es el inconsciente? Tengo alguna idea al respecto, pero me gustaría escuchar tu explicación.
    —El inconsciente es aquel océano que respira en la profundidad, bajo la fina superficie de la consciencia. Es el agua cósmica de donde surgen las ideas y los sentimientos de los hombres.
    Alberto estuvo de acuerdo con esto, pero siguió preguntando:
    —Entonces, ¿por qué esa división, esa gran distancia? ¿Por qué no hay una continua relación entre lo inconsciente y la consciencia?
    —Tus preguntas denotan cierta confusión, caminante. Por supuesto que existe esa relación.
    —No lo entiendo...
    —Pues está muy claro: el puente que comunica a ambas esferas, la grande de abajo y la pequeña de arriba es el sueño.
    —Quería decir que por qué es necesario ese puente, ¿por qué se diferencian una esfera de otra? ¿Por qué no están siempre juntas?
    —Lo están, caminante, lo están.
    —Sí, pero al mismo tiempo están separadas. Por eso necesitamos soñar para acceder a otros paisajes, para encontrar respuestas, para poner luz en la oscuridad.
    —Sólo en apariencia, caminante. A la consciencia le corresponde la ardua tarea de beber en ese océano y de saber asumir después lo bebido, transformando la experiencia en conocimiento. Pero en realidad no hay nada que separe el fondo de la superficie. Todo es el mismo mar...

    Después de dicho esto el anciano mago se levantó y, sin decir nada más, hizo un leve gesto con la mano y se adentró en una niebla entre dos árboles, desapareciendo en lo profundo del nemoroso sueño.
    

Antonio H. Martín 
(30 de julio, 2014)

4 comentarios:

  1. Querido hermano soñador:
    Estoy de acuerdo con lo que explica el mago. Pero yo en realidad soy como Alberto, pues me sigo haciendo esas preguntas y, aunque sé que están conectados, mi consciente y mi inconsciente no siempre se adecúan mutuamente.
    Sin embargo, el mantener este enigma es, finalmente, lo que me parece más fascinante.
    Un abrazo

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  2. También yo soy como Alberto, amiga Liz, pero se nota que el mago sabe algo más... De alguna forma, representa la propia voz del inconsciente, sin los ordenamientos racionales de la consciencia. Por eso me gusta incluir este tipo de personajes en mis cuentos.
    En cualquier caso, como dices, el enigma es fascinante e inagotable.

    Abrazos.

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  3. Hola Antonio,

    Hacía ya tiempo que no paseaba por aquí, en realidad no he estado paseando nada en los últimos tiempos y, me ha encantado retomar el hábito visitándote a ti.

    Un abrazo
    Sila

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  4. Hola, Sila.
    Un gusto volverte a ver. Gracias por elegir mi cuaderno para tu regreso.

    Un abrazo.

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