Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







martes, 9 de julio de 2013

El perdedor


(viernes, 12 de diciembre, 1997)

     «El perdedor no es propiamente un mediocre o un fracasado a secas, sino quien ha intentado ser más y desde ahí ha llegado al derrumbe. En todo perdedor hay un salto (aunque sea hacia atrás), por pequeño que sea, y ese impulso —que puede ser autodestructivo— convierte al perdedor, respecto a la mayoría común, en un aristócrata.»

Luis Antonio de Villena
("Biografía del fracaso")


    Pocas cosas puede inspirarme un hombre satisfecho, y siempre estarán relacionadas con la indiferencia y el desprecio. El perdedor, por el contrario, puede ser mi hermano. De hecho, la mayoría de los personajes a los que admiro y quiero, a pesar de estar envueltos en una aparente aureola de éxito, guardan en su interior un poso de perdición, una sustancia de pérdida frente al mundo. Son seres diferentes, con una o dos ventanas de más en su alma, que se resisten a doblegarse y se queman en una lucha generalmente perdida de antemano. Qué mayor aristocracia que ser distinto, que no ser seducido por la mediocridad, aunque eso pueda llevar a hundirse en el barro.
    De todas formas, no es exactamente perder lo que busca el perdedor. Lo que quiere es ganar en otra cosa, en otro asunto que no es el normal, el oficial, el mediocre. Creo que encuentra cierto regusto en perder frente al mundo, pero es sólo porque eso le reafirma en lo que de verdad le interesa. Una pérdida objetiva en términos mundanos, puede él transmutarla en ganancia subjetiva, en crecimiento, en riqueza interior.
    Pero, claro, esto no siempre funciona. Hay, o debería haber, un delicado equilibrio de fuerzas que no siempre se consigue o, mejor dicho, se consigue muy pocas veces. Mayormente, el perdedor suele perder en todos los ámbitos y con todas las consecuencias, y eso se debe a que también él, por supuesto, es un ser relacional, abierto y expuesto a las circunstancias y condiciones del medio en que vive. El perdedor tendría que saber jugar a un doble juego, saber desligar mundos que son diferentes y que dificilmente pueden unirse. El perdedor tendría que conocer, valorar y distinguir bien su propio camino, para no confundirlo con otros. Sólo eso le podría convertir en ganador, esa clase extraña de ganador que puede asentir ante su imagen en el espejo e incluso dibujar una sonrisa, mientras afuera los poderes del mundo normal están aporreando la puerta...
    No conozco todavía las conclusiones a las que llega Villena en su libro, pero me aventuro a afirmar que el perdedor es sólo un extraño, alguien que no puede evitar perder, porque sus propios valores, su inclinación personal no está en la línea del mundo que le rodea. El extraño pierde siempre frente al mundo. Y lo único que necesita es ese equilibrio de fuerzas, ese saber desligar, ese saber caminar sobre el filo de la navaja. Comprender, en fin, que lo que le convierte en perdedor es sólo que confunde la tierra con la luna. 


Antonio H. Martín

(del "Diario de un obstinado" - 12 de diciembre, 1997)

  



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imágenes: AHM

8 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, Omar.
      Seguiré sacando viejas cosas del baúl.

      Un saludo.

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  2. Todos somos perdedores. Es imposible pasar por la vida sin sentirnos perdedores en algún momento de nuestra existencia. Así que ese sentimiento lo conocemos todos.
    Un saludin

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    1. Visto así, Malú, sí, todos lo somos.
      De lo que se trata entonces es de saber perder, porque la vida no perdona ningún estancamiento.

      Me alegro de verte de nuevo, amiga astur.
      Saludines.

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  3. Un perdedor, también podria ser alguien que de tanto ganar, enfermó...y perdió.

    Saludos.

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    1. Sí, así es, Tío Antonio, pero no es a esa clase de perdedor a la que me refiero. Mi perdedor nunca moriría de éxito...

      Saludos, y gracias por pasarte, escritor de leyendas.

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  4. Esas ventanas de más nunca se cierran. No para los inconformistas. No para los delirantes.

    Un gran saludo, amigo mío.

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    1. No, amiga Butter, nunca se cierran. ¿Por que habrían de hacerlo?
      Esas ventanas son lo más valioso que tienen algunos caminantes, y si, desafortunadamente, llegaran a cerrarse lo único que quedaría es el gris de un mundo incomprensible y extraño, y el vacío de la más triste y oscura de las sombras. Así que hay que cuidar de que permanezcan siempre abiertas.

      Un abrazo, amiga.

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