Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







domingo, 14 de abril de 2013

El árbol y la estrella




EL ÁRBOL Y LA ESTRELLA

(cuento infantil)



  Había una vez, en un país no muy lejano, un árbol solitario que estaba enamorado de una estrella.
  Algunas noches, cuando un cielo sin nubes lo permitía, conversaba con ella desde la distancia.

  —Lo siento, amada mía, pero esta noche estoy triste —dijo, quejumbroso, el viejo árbol—. Me duele mucho el no poder moverme...
  —Todo está en movimiento, querido amigo. El planeta en que hundes tus raíces se mueve, viaja por el universo. Hasta yo misma, y todas mis hermanas, me muevo siempre. Una mirada fugaz puede dar la impresión de que estoy fija en el cielo, pero no es así.
  —Sí, pero yo lo que quisiera es poder viajar hacia ti y abrazarte. Es cierto que nos movemos, sí, pero en realidad nos mueven... Son las fuerzas que rigen este universo las que nos llevan a su antojo. Nuestro movimiento no es voluntario, no vamos a donde queremos...
  —Árbol, árbol, no te lamentes. Todo lo cambia el poder del tiempo. No siempre he sido una estrella, ni tú un árbol...
  —¿Qué quieres decir?
  —Pues que cualquier forma es cambiante. El infinito río de la vida está lleno de transformaciones. Lo que ahora parece estar preso para siempre en su forma concreta, ayer tenía otra diferente, y mañana tendrá otra distinta de la actual.
  —¿Cómo sabes eso?
  —Bueno, querido amigo, las estrellas somos muy viejas y hemos visto suceder millones de cosas desde aquí arriba. Nuestra perspectiva es mucho más amplia y profunda. Tú, comparado conmigo, eres un espíritu muy joven y a tu visión le falta aún mucha experiencia.
  —Pero, pero... ¿en qué me ayuda a mí eso? Ya he dicho cual es mi deseo... ¿De qué me sirve saber que algún día seré distinto, que no seré un árbol? ¿En qué cambia eso mi pena de ahora?
  —Amigo mío: aunque pudieras viajar hacia mí, en alguna de esas naves de los hombres, seguirías siendo un árbol. Y... ¿sabes qué le ocurre a un árbol como tú si se acerca demasiado a una estrella?
  —Entiendo... Mi amor es imposible.
  —Debes saber esperar, amigo.
  —¿Esperar? Eso es precisamente lo que hago siempre, amiga mía. Toda mi vida es una continua espera. No hago otra cosa que esperar...
  —Querido árbol, también yo deseo tu presencia cercana y no tener que hablar contigo desde esta distancia tan grande. Recuerda que compartimos este amor... Pero eso ahora es irrealizable. No puede ser.
  —Ay, cariño... qué difícil es todo.
  —Comprendo que tu noción del tiempo es muy limitada, y que lo que para ti es un lago para mí es sólo una gota de lluvia. Pero..., así nos hemos encontrado. Tú como árbol y yo como estrella. Así que...
  —Hay que esperar a la transformación... ¿No hay otro remedio?
  —Sí, así es. El único remedio es saber esperar. Y, mientras tanto, ir transformándote por dentro.
  —Pero, amiga, ¿y si luego no me convierto en estrella, sino en otra forma con la que me siga resultando imposible acercarme a ti?
  —Árbol, no mires las cosas de esa manera. Tu deseo debe, en principio, ser firme, debes desear por encima de todo convertirte en estrella. Eso hará que en tu corazón empiece a surgir la semilla. De lo demás, no te preocupes. Las estrellas tenemos ciertos poderes, ¿sabes?
  —¿Ah, sí?
  —Claro, de algo tenía que valer ser una estrella. Y créeme si te digo que tenemos muchos poderes, que a ti te parecerían fantásticos.
  —No sé, pero..., creo que me está aliviando algo la conversación de esta noche.
  —Me alegro, querido amigo. Ya verás como el tiempo pasa deprisa y tu espera no será tan larga como la sientes ahora.
  —Bien. Me quedo más tranquilo. Dormiré mejor esta noche pensando en todo lo que me has dicho. Siento como... un cosquilleo en el corazón, como si empezara a nacer una nueva alegría...


  En ese momento, el padre levantó los ojos del libro de cuentos y miró a su hijo, para ver cuál era su expresión. Pero el niño ya se había dormido. Así que cerró el libro, arropó mejor al pequeño y salió de la habitación en silencio.
  Al oír que se cerraba la puerta, el niño, que en realidad seguía despierto, dijo en voz baja, con un gesto de burla:

  —¡Bah, qué tontería de cuento! Todo el mundo puede imaginar que lo que de verdad quería el árbol no era ser una estrella, sino un caballo o un halcón...

  Cogió el libro, que reposaba sobre la mesilla de noche, y lo lanzó lejos.
  Al padre, que aún estaba cerca, le pareció oír un ruido extraño y regresó al cuarto. Inmediatamente, el niño volvió a hacerse el dormido.



AntonioHMartín

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imagen: Haiku (7-Abr-2012)
 


3 comentarios:

  1. Los cuentos, nunca son una tontería, si no una muestra del inconsciente y sus posibles e imposibles...

    Se comienza por creer, para pasar una larga etapa de escepticismo. La miada del mundo y eso... Hasta que de alguna forma... muchos años más tarde, poco a poco algunos recobran la cordura...

    ¿Porqué no tiene música esta entrada? con ella sería perfecta.

    Precioso, tu cuento.

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  2. También yo creo que los cuentos son una muestra del inconsciente. De hecho, estoy convencido de que representan la forma expresiva que más se acerca al lenguaje de lo inconsciente. Aclarando que me refiero a los cuentos de hadas, y no a otros. Mucho hay del brillante y fabuloso mundo de los mitos en estos cuentos, a pesar de su aparente simplicidad.
    Es cierto, siempre está ese comienzo de credulidad (la mirada limpia y asombrada del niño), que luego suele pasar por el, en principio, escéptico tamiz de la razón, que es ese otro lenguaje al que está sometida nuestra conciencia en el mundo de lo cotidiano, esa "mirada del mundo" que nos viene impuesta por una realidad que no parece admitir excepciones. Pero, menos mal que, como bien dices, hay quienes superan esa etapa y regresan a la pureza de los orígenes, cuando veían la fantasía no como tal, sino como una realidad de lo más auténtico. Esos son los afortunados, que consiguen reencontrar sus lazos con la visión primitiva y, en consecuencia, cambian su modo de vivir, acercándolo al mundo real del inconsciente. Ese que antes, en la etapa intermedia racional, no podían ver ni sentir más que en sueños o leyendo cuentos de hadas.

    No se me ha ocurrido añadir música. Pero si encuentro algo apropiado, la pondré. Me alegra saber que te ha gustado este breve cuento dialogado, amiga. Eso siempre anima a seguir. Gracias.

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