Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







domingo, 17 de febrero de 2013

La luna...


                           
  Fue una nítida tarde de primavera, serena y fresca, mientras paseaban por las afueras de la ciudad y sonaba esa música inaudible que sólo los soñadores y los enamorados pueden escuchar, cuando Nuria, mirándole directamente a los ojos, dejó caer la bomba a sus pies... Le había surgido un nuevo trabajo, uno muy bueno que no podía o no debía rechazar, una de esas ofertas irresistibles que se presentan sólo una vez en la vida. Pero el problema era que estaba en otro continente... Nada menos que en América. Y ella se sentía feliz a su lado, y no quería de ninguna manera que se estropease la relación.
  Daniel supo en seguida lo que eso significaba: la lejanía. Verse sólo una o dos veces al año durante unos días y el resto llamadas telefónicas, chats, fotografías, quizá alguna carta... La añoranza, el estar envuelto en la niebla de los recuerdos, intentar esquivar casi en cada momento la mordedura de las sombras... La soledad, el buscarla en lugares imposibles, vacíos, el echar de menos su mirada, su sonrisa, su voz... La perspectiva olía intensamente a amargura. Pero la miró durante unos segundos en silencio, se acercó más a ella y cogiéndola ambas manos, sonrió levemente y le dijo que no se preocupara, que no habría distancia que les separase, que siempre, de alguna forma, estarían juntos. Así que debía aprovechar sin falta esa oportunidad. Ya vendrían otros tiempos y volverían a pasear cogidos de la mano, como hasta ahora, y seguirían contándose secretos al oído, para dormir después en la misma cama, con la mágica sensación de compartir el mismo sueño.

  Al mes siguiente, Nuria se marchó a los Estados Unidos, a ese maldito trabajo en Boston, por tiempo indefinido. Y él, a los pocos días, se cambió de domicilio, para evitar, aunque fuera un poco, el hiriente acento de los recuerdos. Se fue a otra casa, desde la que se veían mejor las estrellas.
  Por la noche, la primera tras el cambio, antes de acostarse, Daniel se asomó por la nueva ventana y mirando al cielo recordó lo último que la dijo en el aeropuerto, después del abrazo y el beso de despedida, ante la sombra triste de sus ojos, a lo que ella asintió con una suave sonrisa:

  —Tranquila, amiga. Siempre nos quedará la luna...


Antonio H Martín


6 comentarios:

  1. Siempre nos quedará la luna"...
    Eres grande en sentimientos y grande en palabras.
    El leerte ha sido magia en este momento que me toca vivir.
    Te escribo aún con las lagrimas que he derramado mientras me envolvía esa luna tuya, capaz de unir dos almas en una, por y para siempre.
    Un placer haber visitado tu espacio. Feliz semana, un cordial saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Mariangeles. No soy grande, como dices, pero me alegra mucho que mi breve escrito te haya gustado hasta el punto de emocionarte.
      Creo que sí, que la luna tiene esa magia.
      Gracias por tu visita. Un abrazo.

      Eliminar
  2. Dura la historia .. triste.. real.. La luna es muy bella.. es mágica .. pero.. está demasiado lejos para un abrazo o un beso .. una caricia o una mirada..
    Aunque no te deje comentarios.. sigo leyéndote .. empapándome de tus letras .. y sintiendo una nostalgia cada vez que te leo que...

    Un cálido abrazo siempre ..

    ResponderEliminar
  3. Sí, Aris, la luna está muy lejos, pero dos seres que se aman pueden mirarla al mismo tiempo, aunque se hallen a mucha distancia el uno del otro, y llegar a sentir que esa luna les acerca...
    No sé si es bueno eso que dices de la nostalgia. Espero que, en algún sentido, sí.

    Un abrazo, amiga.

    ResponderEliminar
  4. El Sol de medianoche, así le llamo Yo... ilumina la melancolía allí...donde las estrellas dejan a su paso una estela fría ; llena de soledad; gracias por tu escrito Antonio , se agradece el sentimiento
    Slds.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me gusta eso de "el sol de medianoche", Demian. Aunque se confunde con el sol que se ve en los países del norte. Así que quizá estaría mejor "el sol de la noche".
      Las estrellas dejan a su paso una estela fría, es cierto, pero... depende cómo lo mires. Para mí, las estrellas son una muy grata compañía que ilumina la oscuridad de la noche. Y, bueno, al fín y al cabo son soles.
      No debemos dejar nunca, amigo Demian, que nuestra tristeza deforme la realidad y nos robe la belleza. La vida es demasiado valiosa para eso.

      Gracias a ti por pasarte por aquí y leerme.
      Un abrazo.

      Eliminar