Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







lunes, 28 de mayo de 2012

El lector de nubes



No era de los más viejos de la aldea, ni de los más sabios, rondaba sólo los setenta, pero llevaba residiendo allí muchos años. Era un hombre aparentemente como otro cualquiera, aunque, eso sí, de carácter solitario y taciturno. No solía participar en las reuniones habituales, y casi siempre se le veía solo, paseando o sentado a la orilla del río, con las manos en los bolsillos de su gabán o leyendo algún viejo libro. Pero tenía cierta fama en el pueblo, por una extraña particularidad, y de vez en cuando ciertas gentes iban a pedir su consejo. Se le conocía como "el lector de nubes"...
Y no es porque supiera predecir el tiempo metereológico de esa manera. Eso lo hacían mucho mejor otros. Lo suyo era otra cosa. Él leía en las nubes cosas muy concretas, cosas personales, y por eso los aldeanos iban a consultarle. Leía en las nubes detalles, figuras del futuro, destinos... Y el caso es que solía acertar en sus vaticinios, porque durante años fue visitado y consultado, con resultados satisfactorios. De ahí su fama y el respeto que todos le profesaban.
Una vez, preguntado por un periodista de la ciudad, que fue a entrevistarle siguiendo el rastro de su fama, se limitó a contestar que desconocía el origen de su extraño talento. Pero que sí recordaba vagamente que él... había nacido en una nube...

Era inquirido sobre los más variopintos temas: problemas físicos, situaciones amorosas, desempleo... Y él, don Alberto, se limitaba a mirar a las nubes que hubiera en ese momento en el cielo, muy fíjamente, observando sus lentas evoluciones, y al cabo de pocos minutos daba la respuesta a su interlocutor. Respuesta que más tarde solía coincidir con la realidad. No era un adivino, ni un mago, pero poseía esa rara capacidad de saber leer en las nubes. Para él esas formas cambiantes estaban llenas de signos, de figuras, y sabía cómo interpretarlo. Era como si, una vez formulada la pregunta, las nubes se movieran para dar una respuesta. Y él sabía leer esa respuesta.

Una noche de luna, en el mes de noviembre, un vecino le encontró sentado en un banco del parque, mirando absorto hacia el cielo, a esas nubes encendidas, fulgurantes. Era ya muy tarde, y el vecino le preguntó que si no tenía frío y que si no debería retirarse ya a su casa. A lo que él contestó susurrando:
- Mi casa, sí, ya he encontrado por fin mi casa...

Nunca más se le volvió a ver.



Antonio H. Martín

(28 de mayo, 2012)






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vídeo: "My Father, My Friend"
autor: Bvdub & Criss Van Wey
música: inspirada por Harold Budd

11 comentarios:

  1. Precioso como un sueño, tu cuento de hoy Antonio. Lleno de magia y simbolismo... Ojalá abandonar esta dimensión, contuviese esa belleza que describen tus letras.

    Mirar hacia arriba y encontrar en las viajeras e incansables nubes nuestro hogar definitivo, me parece un regalo del Universo.

    Y no podías haber encontrado un vídeo más apropiado para acompañar tu texto, amigo.

    Felicidades por la entrada.

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  2. Hermoso cuento!! Recordaba mientras te leia a un viejo guajiro de mi tierra que no sabia leer, pero conocia el poder curativo de muchas plantas, y los medicos le preguntaban.

    Creo que adivino se fue en paz.

    Un abrazo

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  3. Gracias por tu amable comentario, Crystal.

    Lo que haya al abandonar este mundo, es impensable e inimaginable. Aunque a veces creo que algunas fantasías se acercan bastante a esa ignota realidad.

    Ya lo sabremos...

    El vídeo viene de mi amigo Jóse, que es un incansable buscador de buenas imágenes.

    Un abrazo, Hada.

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  4. Gracias, Gilberto.

    Ese viejo guajiro del que hablas, seguro que era un "hierbero", como dicen en México.
    Hay personas que poseen ciertos dones naturales, que no les vienen de estudios. Su saber no es académico, pero sí eficaz.

    Sí, seguro que se fue en paz, y aún seguirá viajando entre hierbas, nubes y estrellas.

    Un abrazo.

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  5. Hola Antonio

    Tu bello relato aparece justamente cuando me encuentro pintando un tema de nubes, a la acuarela. Su título es "Pensamientos en las Nubes".
    ¡Sincronicidad pura, amigo!

    Por otra parte, lo que más me gustó de tu narración es ese aire de atemporalidad; bien podría ser de origen chino, de hace 5000 años, o una reflexión de Hesse en el siglo XX. Creo que es una de las claves de los buenos cuentos, el estar fuera del tiempo, ¿no?

    Un abrazo desde mis nubes de acuarela.

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  6. Pues ya estoy deseando ver esos "Pensamientos en las Nubes", amiga Liz.
    Sí, sincronicidad, sin duda.

    Lo que comentas es muy cierto: la atemporalidad le da al relato un valor extra, y como un fondo especial. Nunca me ha gustado escribir "localmente", y siempre he creído eso que dices, que los buenos cuentos están fuera del tiempo.
    Lo que vale, vale, sea de hace 5000 años o sea de ahora. Y no es por valorar mi breve relato, sino porque los sentimientos están, efectivamente, más allá del tiempo. Un cuento, por ejemplo, de Hesse o de Dunsany, situado en una época "nebulosa", sin fechas ni localizaciones concretas, puede tener más valor si atañe al alma humana, si bucea en el inconsciente colectivo, que es ese océano del que todos bebemos desde el amanecer de los tiempos.

    Un abrazo, desde las ramas de este árbol azul.

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  7. Todo está escrito... De diversas formas, en cada rincón del universo. Basta mirar o... leer =)

    besos miles amigo

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  8. Tu cuento anuncia lluvia y por supuesto... primavera. Besos Antonio.

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  9. Pues si "todo está escrito", amiga Isis, entonces lo que hacemos nosotros es sólo transcribir. Pero es importante hacerlo, porque para ello debemos primero saber leer, y nuestra labor es darlo a conocer a quienes no han sabido o no han podido verlo. Me conformo con eso.

    Un abrazo, Maga.

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  10. Lluvia y primavera, así es Eli. Fresca lluvia, dadora de vida, y las consiguientes flores, que son como respuestas a nuestras preguntas. Colores y aromas que contestan al silencio...
    Como las nubes.

    Un abrazo, poeta.

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